domingo, 9 de julio de 2017

Jorge Luis Borges. DOS FILMS Crimen y castigo de Sternberg y Los 39 escalones de Hitchcock.


DOS FILMS
Crimen y castigo de Sternberg y Los 39 escalones de Hitchcock.

Uno se llama Crimen y castigo, de Dostoievski-Sternberg. Que el primero de esos colaboradores, el ruso muerto, no haya colaborado, es cosa de que nadie se espantará, dadas las costumbres de Hollywood; que los rastros dejados por el segundo, el vienes con sueño, sean igualmente imperceptibles, linda con lo monstruoso. Yo concibo que a un hombre no le interese —o ya no le interese— la novela "psicológica". Yo concebiría que Sternberg, devoto de la Musa inexorable del Bric-á-Brac, supeditara todas las complejidades mentales (o a lo menos, febriles) del crimen de Rodion Románovich, a la presentación de una infinita casa de préstamos habitada de objetos intolerables, o de una comisaría del todo igual a la idea que en Hollywood, tienen de un cuartel de cosacos. Adoctrinado por el populoso recuerdo de Capricho imperial, yo aguardaba una vasta inundación de barbas postizas, de mitras, de samovares, de máscaras, de espejos, de caras bruscas, de enrejados, de viñedos, de piezas de ajedrez, de balalaikas, de pómulos salientes y de caballos. Yo aguardaba, en fin, la normal pesadilla de Sternberg. Yo esperaba la asfixia y la locura. ¡Vana esperanza! Sternberg, en este film, ha renunciado a sus habituales marottes: hecho que puede ser de muy buen augurio. Desgraciadamente, no las ha reemplazado con nada. Sin solución de continuidad, sin rotura, acaba de pasar del estado alucinatorio (Capricho imperial, Tu nombre es tentación) al estado tonto. Antes parecía loco, lo cual es algo; ahora, meramente tilingo. Sin embargo, no hay que desesperar: es posible que Crimen y castigo, obra del todo nula, importe un acto de contrición y de penitencia, una purificación necesaria. Es posible que sea una conjunción entre el vertiginoso sound and jury de Capricho imperial y un venidero film que no sólo rehuse los encantos peculiares de lo caótico, sino que se parezca —otra vez— a la inteligencia. (Al decir otra vez, pienso en los primeros films de Josef von Sternberg).

De una intensísima novela, Sternberg ha extraído un film nulo; de una novela de aventuras del todo lánguida —Los treintainueve escalones de John Buchan— Hitchcock ha sacado un buen film. Ha inventado episodios. Ha puesto felicidades y travesuras donde el original sólo contenía heroísmo. Ha intercalado un buen erotic reliefnada sentimental. Ha intercalado un personaje agradabilísimo —Mr. Memory— hombre infinitamente ajeno de las otras dos potencias del alma, hombre que revela un grave secreto, simplemente porque alguien se lo pregunta y porque contestar es, en ese momento, su rol.

Sur, Buenos Aires, Año VI, N° 19, abril de 1936.

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