jueves, 14 de enero de 2016

Coral Bracho. Poema: En esta oscura mezquita tibia.


EN ESTA OSCURA MEZQUITA TIBIA.

Sé de tu cuerpo: los arrecifes,
las desbandadas,
la luz inquieta y deseable (en tus muslos candentes la lluvia incita),
de su oleaje:
Sé tus umbrales como dejarme al borde de esta holgada, murmurante
mezquita tibia; como urdirme (tu olor suavísimo, oscuro) al calor de sus naves.
(tus huertos agrios, impenetrables). Sé de tus fuentes,
de sus ecos maduros y turbios la amplitud luminosa, fecunda;
de tu sueño espejeante, de sus patios:

Basta dejar a su fuego nocturno, a sus hiedras lascivas, a su jaspe inicial:
las columnas, los arcos;
a sus frondas (con un gesto leve, incisivo).
Basta desligarse en la sombra – olorosa y profunda – de sus talles despiertos,
de sus basas vidriadas y suaves:

Distendida, la luz se adentra, se impregna (como un perfume se adhiere
a los limos del mármol) a este hervor habitable; en tus muslos su avidez se derrama:
Basta sostener esta sed. En sus nichos, en sus salas humeantes y resinosas;
deslizar. Vino, cardumen, manto, semillero: este olor, (en tu vientre la luz cava un follaje espeso
que difiere las costas, que revierte en sus aguas). Recorrer
(con las plantas ungidas: pasos tibios, untuosos: las faldas rozan en la bruma
los pasajes colmados y palpitantes; los recintos:
Basta retornar, imprimir:
De tu huella: los relentes umbrosos, el zumo denso, visceral;  de tus ingles. Basta concentrar.

(En tus ojos el mar es un destello abrupto que retiene su cauce
- su lengua induce entre estos muros, entre estas puertas) en los pliegues, en los brotes abordables;

Entregada al aroma,
a los vapores azulados, cobrizos; el roce opaco de la piedra en su piel.

Agua que se adhiere, circunda, que transpira – sus bordes mojan irisados – que anuda
su olisqueante y espesa limpidez animal. Médanos, selva, luces; el mar acendra.
Incisión de arabescos bajo las palmas. Vidrios. Basta deslindarse. La red
de los altos vitrales crípticos. Lampadarios espumosos. Toca con el índice
el canto, los relieves, el barro ( en la madera los licores se enroscan, se densifican,
reptan por los racimos alveolados, exhudan);
el metal succionante de los vasos, el yeso, en el granito;
con los labios (lapsos frescos, esmaltados, entre la tibia, voluptuosa ebriedad):
los mosaicos, la hiel
de las incrustaciones.

La mezquita se extiende entre el desierto y el mar.

En los patios:
El fulgor cadencioso (rumores agrios) de los naranjos;
el sopor de los musgos, los arrayanes.

Desde el crepúsculo el viento crece, tiñe, se revuelve, se expande en la arena ardiente, cierne
entre las ebrias galerías, su humedad. Aceites hierven y modulan las sombras
en los espejos imantados. Brillo metálico en las paredes, bajo los ígneos dovelajes.

(Agua: hiedra que se extiende y refleja desde su lenta contención; ansia tersa, diluyente).

- Entornada a las voces.
a los soplos que cohabitan inciertos por los quicios - . Hunde en esta calma mullida,
en esta blanda emulsión de esencias, de tierra lúbrica; enreda, pierde entre estas algas;
secreta, hasta la extema, minuciosa concavidad , hasta las hégiras entramadas,
bajo este tinte, la noción litoral de tu piel. Celdas,
ramajes blancos. Bajo la cúpula acerada. Quemar (cepas, helechos, cardos
en los tapices; toda la noche inserta bajo este nítido crepitar) los perfumes. Agua
que trasuda en los cortes de las extensas celosías. (Pasos breves, voluptuosos). Peldaños;
azul cobáltico; respirar entre la hierba delicuescente, bajo esta losa; rastros secos, engastados. Estaño.
en las comisuras; sobre tus flancos: liquen y salitre en las yemas.
De entre tus dedos resinosos.

***
Esbozo biográfico
Coral Bracho, MÉXICO (1951). Escritora mexicana. Nació en la ciudad de México. Profesora de Lengua y Literatura en la Universidad Nacional Autónoma de México, ha trabajado en la elaboración de un diccionario del español hablado en su país y ha formado parte del consejo de redacción de la revista La Mesa Llena. Su poesía vincula el plano de la metáfora con la transfiguración erótica y para ello se sirve del tránsito y la mezcla de los reinos mineral, vegetal, animal y humano. El poeta Néstor Perlongher, en su antología Caribe transplatino, cita a Coral Bracho como uno de los ejemplos de poesía neobarroca latinoamericana. La escritora obtuvo en 1981 el premio de poesía de la Casa de la Cultura de Aguascalientes con el libro El ser que va a morir. Ha publicado también Peces de piel fugaz (1977), Tierra de entraña ardiente (1992, en colaboración con la pintora Irma Palacios) y Jardín del mar. Han sido editadas dos recopilaciones de sus poemas: Bajo el destello líquido y Huellas de luz. Ha traducido, entre otras obras, Rizoma, de Gilles Deleuze y Félix Guattari, y Apuntes angloafricanos, de Doris Lessing. En el año 2000 fue becaria de la Fundación John Simon Guggenheim; por Ese espacio, ese jardín obtuvo en 2003 el Premio Xavier Villaurrutia. Pertenece al Sistema Nacional de Creadores de Arte. (Fuente: Fundación Metáfora).

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