domingo, 7 de diciembre de 2025

El esoterismo occidental en Iberoamérica (siglos XVI al XX) FRAGMENTO DE LA INTRODUCCIÓN


 

Introducción 

 El esoterismo occidental en Iberoamérica (siglos XVI al XX). Objeto, límites, antecedentes, periodización y método histórico-difusionista. Excursus previo: transhistoriedad, colonialismo intelectual, esoterismo, Global History, anacronismo histórico Juan Bubello El objeto de este libro, integrado por dos tomos, es la his toria del esoterismo occidental en la Iberoamérica de los siglos XVI-XX.1 Sabemos que, hace una década, comenzó a criticarse la pertinencia del concepto esoterismo seguido de su precisión terminológica occidental (Granholm, 2013: 17-36; Asprem, 2014: 3-33); y que este concepto de esoterismo occidental fue puesto en debate en el último trienio por un grupo de jóve nes colegas que se mostraron a favor de su sustitución por el de esoterismo (sin más) —pues la expansión de los horizontes ha cia otros territorios culturales y geográficos, los nuevos tópi cos, áreas de investigación y disciplinas, así como también los peligros que implicarían una automarginalización y autoaisla miento académicos, ameritarían abandonar la especificación ‘occidental’ (la cual sería un obstáculo para la propagación de nuestro campo y reproduciría una narrativa eurocéntrica)— y 1 Este libro se inscribe y fue financiado dentro del proyecto FILOCyT 2022-2024 “Esoterismo y po lítica en las cortes europeo-occidentales del siglo XVI: conflictos, apologías, persecuciones, pro tecciones y mecenazgos”, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires (aprobado por Res. CD. 631/2022). Cód. FC22-066 (Dir. Dr. Juan Bubello). 11 en pos de un enfoque no-difusionista (Asprem y Strube, 2021: 241-251) anclada en la Global Religious History (Strube, 2021: 45-66; Strube, 2023: 1-24) o directamente la Global History (Villalba, 2021: 104; Asprem y Strube, 2021: 241-251) —que incluyese los aportes de los enfoques poscoloniales, decolo niales y de la perspectiva de género—. Esa propuesta merece toda su atención y debe ser pensa da —lo está siendo actualmente— en sus partes constitutivas por nuestra comunidad de especialistas. 

De hecho, ya se in trodujo la cuestión de los problemas que atañen a la traduc ción lingüística (Hanegraaff y Mukhopadhyay, 2023: 1-30). Pero para adentrarnos en el estudio de las fuentes históri cas relativas a las prácticas, las representaciones, los agentes, los objetos y los discursos atinentes a un marco histórica mente situado, esto es, la Iberoamérica de los siglos XVI al XX, optamos aquí por el concepto de esoterismo occidental (Faivre, 1992; 1994); y, entre los métodos de abordaje vigentes en nuestro campo (Asprem, 2014: 3-33; Crockford y Asprem, 2018: 1-23) acudimos al enfoque histórico-difusionista (Hanegraaff, 2015: 86; Pasi, 2016: 143-144; Bubello, 2017a: 39).

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 Esta elección merece un excursus sobre tres peligros me todológicos que sí deseamos apuntar dentro de los debates actuales brevemente resumidos ut supra y con miras a sus eventuales desarrollos futuros: transhistoriedad, colonialismo intelectual y anacronismo histórico. Centrémonos en un objeto lindante y cronológicamente anterior al que abordamos en este libro, es decir, las com plejas y extendidas sociedades-culturas nativas que habita ban (lo que ahora llamamos) ‘América’, antes de la invasión 12 Juan Bubello europea iniciada a fin del siglo XV. Si este objeto fue aborda do por copiosa bibliografía que estudió sus múltiples aristas —desde la historia económica, social, política, cultural, re ligiosa (e incluso recibió atención de otras disciplinas como la arqueología, antropología, etcétera)—, nos preguntamos: ¿puede entonces nuestra comunidad de especialistas incluir a los agentes, las prácticas y las representaciones cultura les de, por caso, los ‘aztecas’ en su ‘Tenochtitlán’ (hasta circa 1492-1521) en nuestro campo de estudios sobre el esoterismo occidental, o, quizás, ha de intervenírselo intelectualmente en términos de esoterismo (a secas) desde la Global History? La categoría faivriana no solo permitió hacer visible el profundo conflicto que tenemos quienes defendemos enfo ques historicistas respecto a miradas religionistas (Hanegraaff, 2016: 166; Bubello, 2020: 228-250); sino que además nos previno de sucumbir en abordajes transhistóricos (Hanegraaff, 2015: 58).

 Así, en primer término, enfaticemos que desde el momento en que eventualmente se pretenda usar una he rramienta intelectual cuyo fin (era y) es estudiar una de las “especificidades” de la tradición occidental,2 para aplicarla ‘vis faciens a las sociedades-culturas originarias que estuvieron ajenas a ella al menos hasta fines del siglo XV3 (sean aztecas o cualquiera de los otros grupos nativos, desde los Chīchīmēkatl 2 3 Coincidimos con Hanegraaff cuando precisó que “[…] To avoid any confusión […] it should be clear that the adjective ‘Western’ is not understood here as a qualifier within a larger field, de marcating the occidental section of some general world-wide ‘esotericism’. On the contrary, it is meant to highlight the specificity of esotericism understood as an inherently Western domain of research, in contrast to globalizing or universalizing understandings of the term” [(…) Para evitar cualquier confusión (…) debe quedar claro que el adjetivo ‘occidental’ no se entiende aquí como un calificativo dentro de un campo más amplio, demarcando la sección occidental de algún ‘esote rismo’ general a nivel mundial. Por el contrario, pretende resaltar la especificidad del esoterismo entendido como un dominio de investigación inherentemente occidental, en contraste con las interpretaciones globalizadoras o universalizadoras del término]. (2013: 15, traducción propia). Nos referimos a este umbral temporal pues las exploraciones y asentamientos de pueblos nórdicos en las regiones del noroeste de América del Norte, datadas entre los siglos X y XII Introducción 13 al norte hasta los Selk’nam del extremo sur en lo que actual mente se denomina Tierra del Fuego) el análisis histórico caerá inexorablemente dentro del abismo de la transhisto riedad. Por eso ya enfatizamos que, al concordar… […] con el uso tradicional de esoterismo como categoría histórica en el sentido de entenderlo como un tipo de fenómeno específico de la historia cultural ‘occiden tal’, […] las prácticas y representaciones autóctonas americanas ‘antes de la Conquista’ no pertenecen al ‘esoterismo occidental’: es un ‘otro cultural’ totalmen te ajeno […]. (Cursiva original; Bubello, 2017a: 43, n. 7; 2020: 226; 2021a: 165, n. 5) Pero citemos a nuestro colega José R. Chaves, quien advir tió el segundo problema metodológico: […] el término esoterismo solo es aplicable en stricto sensu […] en América, solo después de la llegada de los europeos. 

No habría, pues, un esoterismo prehispá nico, por lo que, para hablar de prácticas y discursos más o menos equivalentes en las culturas originarias, habría primero que reflexionar y quizás generar otras categorías respetuosas de sus particularidades (sobre una base histórica, antropológica y lingüística), y no aplicar un concepto occidental a secas, con base en datos parciales y descontextualizados, en un acto de colonialismo intelectual. (2015: 125) Ahora bien, si este objeto preciso del lapso precolonial americano no es susceptible de ser abordado merced al (demostradas por investigaciones históricas y arqueológicas), no generaron desde ese momento —cómo se sabe— una invasión y conquista europea generalizada de todo el continente. 14 Juan Bubello clásico concepto faivriano so pena de caer en la transhistorie dad o en un acto de colonialismo intelectual; veamos, en tercer término, si puede serlo merced al concepto de esoterismo des de la Global History. La historia global fue caracterizada como un tipo de en foque histórico (nacido en ciertos círculos académicos an gloamericanos desde 2001 con el desarrollo de la llamada ‘‘globalización’’) para pensar interconexiones, entrelazamien tos relacionales e influencias recíprocas a escala transnacio nal, suprarregional e incluso mundial, superando lo que se tildó insistentemente como las ‘‘antiguas’’ miradas ‘‘eurocén tricas’’ o ‘‘nacionales’’ del siglo XX (Conrad, 2016: 1-16). 

Pese a este gran esfuerzo de definición, señalaremos que a la fecha no existe consenso entre los propios colegas que defienden esta ‘‘historia global’’ sobre su objeto, método, antecedentes, etcétera (y los intensos debates entre ellos persisten).4 Pero, incluso más allá de este problema puntual, ese en foque histórico tampoco sería idóneo en nuestro campo para abordar un (eventual) esoterismo (a secas) de los pueblos originarios americanos en el marco temporal previo a 1492: sencillamente, porque la interconexión histórica (económi ca, política, social, demográfica, material, cultural, religiosa, lingüística, etcétera) entre nativos de América y oriundos de Europa no se habrá establecido sino hasta después de esa fecha. 4 Uno de sus principales cultores, desde la Universidad de Princeton, ha subrayado que la “[…] logic of global history tended to dwell on integration and concord, rather than disintegration and discord” [La lógica de la historia global tendía a centrarse en la integración y la concordia, más que en la desintegración y la discordia] (Adelman, 2017, traducción propia); mientras que otros dos, desde el Colegio de México, reconocieron que aunque “el número de publicaciones al respecto crece sin cesar, y contamos ya con algunas revistas especializadas […] no hay ningún acuerdo sobre cómo definir la historia global, ni precisar el campo que abarca o la metodología que requiere” (Hausberger y Pani, 2018: 177-178). Incluso se reconoció (con valorable franqueza) que la “[…] global history is a charismatic field [but] it is small and weak” [La historia global es un campo carismático [pero] es pequeño y débil] (Drayton y Motadel, 2018: 8, traducción propia). Introducción 15 Entonces, como este hito es fundamental y resulta innega ble para cualquier análisis histórico,5 el énfasis en el “factor espacial” que trae el enfoque de la historia global cederá ante la impronta del “factor tiempo” (la diacronía) o caerá en un grosero anacronismo metodológicamente inaceptable. 5 16 Esta ineludible marca temporal fue también calibrada, por caso, incluso por latinoamericanistas e indigenistas interesados en relacionar sus respectivos objetos con la Historia Global. 

Pongamos dos ejemplos, entre tantos. Desde la Universidad de Bristol, el latinoamericanista Matthew Brown señaló, en el propio Journal of Global History, que para definir una “Global history of Latin America”, debía comprenderse que: “[…] The first key period in which Latin America influenced and shaped global history is the well-known Columbian exchange from around 1500. Ever since the residents of the islands of the Caribbean observed the arrival of Christopher Columbus’ ships in 1492, Latin America has participated in global crises and international commercial, political, and social networks. Columbus’ arrival began the exchange of products, peoples, and practices that created the conditions for the ascendance of empires ruled nominally from Madrid, London, Paris, and Lisbon, and a degree of transculturation, syncretism, and hybridity between cultures and religions.” [El primer período clave en el que América Latina influyó y moldeó la historia glo bal es el conocido intercambio colombino de alrededor de 1500. Desde que los habitantes de las islas del Caribe observaron la llegada de los barcos de Cristóbal Colón en 1492, América Latina ha participado en crisis globales y redes comerciales, políticas y sociales internacionales. La llegada de Colón inició el intercambio de productos, pueblos y prácticas que crearon las condiciones para el ascenso de imperios gobernados nominalmente desde Madrid, Londres, París y Lisboa, y un grado de transculturación, sincretismo e hibridación entre culturas y religiones] (2015: 379, tra ducción propia). Por su parte, al otro lado del Atlántico, desde la Universidad de Saskatchewan el indigenista Ken Coates, buscando también definir una “A Global History of Indigenous Peoples” de la actualidad, señaló que ese objetivo nació del “[…] desire to search for patterns and proces ses in the history of indigenous-newcomer encounter and to make connections across continents and centuries” [Deseo de buscar patrones y procesos en la historia del encuentro entre indígenas y recién llegados y de establecer conexiones a través de continentes y siglos] (2004: 1, traducción propia), pero advirtió la cuestión cronológica al indicar: “The Mayan and Inca peoples of Central and South America are the ancestors of large and complex societies that, at the time of European contact, dominated the region. Subsequent depopulation and Spanish conquest transformed these peoples into impoverished and colonized societies, sharing many economic and political characteristics with the so-called traditional indigenous cultures” [Los pueblos maya e inca de América Central y del Sur son los antepasados de sociedades grandes y complejas que, en la épo ca del contacto europeo, dominaban la región. 

El despoblamiento posterior y la conquista espa ñola transformaron a estos pueblos en sociedades empobrecidas y colonizadas, compartiendo muchas características económicas y políticas con las llamadas culturas indígenas tradicionales] (2004: 3, traducción propia). Juan Bubello Por ende, en este punto, sí es pertinente analizar la apro piación por aborígenes mestizos (Inca Garcilaso de la Vega, 1539-1616; Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, 1568-1648; etcéte ra) del platonismo europeo (Villalba, 2021: 90-93), porque son casos datables pos-1492; pero, ni el concepto de esoterismo occidental ni el de esoterismo (a secas) desde la Global History resultan herramientas intelectuales idóneas pasibles de ser aplicadas a las sociedades-culturas originarias que habitaron América durante los milenios previos a la invasión.6 En síntesis, trayendo como disparador la cuestión del caso de los “aztecas en su Tenochtitlán hasta circa 1492-1521” —para pensar así el objeto en general de los pueblos originarios de América antes de la Conquista— sugerimos observar en el marco de los debates actuales de nuestro campo: (I) que la (siempre bienvenida) ‘‘expansión de los horizontes’’ hacia otros territorios culturales y geográficos tiene, empero, límites; (II) que la (siempre bienvenida) incorporación de nuevos 6 Recientemente, se pretendió establecer una contraposición al citarse “[…] Bubello argued that the various autochthonous cultural practices prior to the colonization should be understood as a ‘cultural other totally alien’ but what is only historizable is the reappropriation/resignification of that universe by the colonizers. […] I demonstrated that the inverse situation —the appro priation of European culture by aborigines— is not only historizable, but that it is imperative to do” [Bubello argumentó que las diversas prácticas culturales autóctonas previas a la colonización deben entenderse como un ‘otro cultural totalmente ajeno’ pero lo único que es historizable es la reapropiación/resignificación de ese universo por parte de los colonizadores. (…) Demostré que la situación inversa —la apropiación de la cultura europea por parte de los aborígenes— no solo es historizable, sino que es imperativo hacerla] (Villalba, 2021: 99, traducción propia). Dicho contraste es falaz pues, 1) de la propia cita surge mi énfasis puesto sobre el contexto previo a 1492; 2) los casos de situación inversa aplican históricamente solo al marco temporal que se ini cia después de 1492 (donde, obviamente, así como los colonizadores se apropian de las culturas autóctonas, los aborígenes hacen lo propio con las de los invasores europeos); 3) esta carencia de exactitud cronológica aparece evidenciada también en la (engañosa) pregunta del título “The Occult Among the Aborigines of South America?” (Villalba, 2021: 88), que no identifica con rigor histórico al objeto y marco temporal allí abordado, es decir aborígenes mestizos/ pos-1492 —ob jeto de la historia, claro está, disímil al de los aborígenes/ pre-1492 a los que nos hemos referido, los cuales (otra vez) “no pertenecen al esoterismo occidental (pues sin dudas son) un ‘otro cultural’ totalmente ajeno.”—. Introducción 17 tópicos, áreas de investigación y disciplinas no debería me noscabar el rigor metodológico necesario para prevenir, al menos, los tres peligros aquí indicados: transhistoriedad, colo nialismo intelectual, anacronismo histórico.

jueves, 4 de diciembre de 2025

molinari ricardo selección de poemas de el imaginero 1927

 


molinari ricardo selección de poemas de el imaginero 1927

 "MARTÍN FIERRO tiene fe en nuestra fonética, en nuestra visón, en nuestros modales, en nuestro oído, en nuestra capacidad digestiva y de asimilación.”

 Manifiesto de Martín Fierro, mayo de 1924 "Ricardo Güiraldes entierra sus libros en un pozo de la estancia para "que se pudran'”'. Memoria del periódico Martín Fierro, 1949

 PRÓLOGO EL IMAGINERO de RICARDO MOLINARI En 1927 el joven Ricardo Molinari publicó su primer libro: El imaginero. El gobierno de Marcelo Torcuato de Alvear comenzaba el último año de su mandato mientras se acercaban las elecciones —acontecimiento que jalonaría el fin del semanario Martín Fierro: 45 números en cuatro años y una tirada de 25.000 ejemplares- que en octubre de 1928 llevaron a don Flipólito Yrigoyen por segunda vez a la presidencia. 

 Editado por el sello Proa, El imaginero tiene, en una suerte de segunda tapa, un dibujo plagado de símbolos que firma la artista Norah Borges (la primera ilustradora de la literatura argentina) que preanuncia y representa los poemas. Porque si un imaginero es un pintor de imágenes, entonces esta tapa con la niña/mujer de rostro virginal es una representación de la poesía que vamos a leer. La voz del imaginero evoca. Un aire melancólico da vida y envuelve cada respiración, cada verso del libro. 

El clima paraíso perdido, recurrente en la obra de Molinari, sentó sus bases en estos escritos de juventud donde sí, se evoca pero con un lenguaje distanciado del posmodernismo de Arturo Capdevila, Enrique Banchs, Leopoldo Lugones o Alfonsina Storni porque este rememorar eligió abrevar en lo nuevo; en lo ultra de la vanguardia ultraísta, en cruce con un clasicismo atemporal, moderno, que de aquí en más será la marca en orillo de la obra de Molinari. Para decirlo con el lenguaje del manifiesto martínfierrista, El imaginero emana innovación y argentinidad, es aparcero y tributario del Borges que en la revista Proa había sentenciado que "la pampa y el suburbio son dioses”. 

En efecto, se trata de un libro escrito desde la juventud y desde la vanguardia. Un aire próximo a la llamada poesía lárica, aquella que recupera un pasado edénico, elemental, recorre a este libro y en mayor o menor grado atraviesa la obra de Molinari. El viento del sur, los patios, los pájaros, la ciudad más linda del sur, es decir, Buenos Aires; los poblados de la pampa, las muchachas en flor, aquellos brazos y aquellas trenzas, la amistad, los diminutivos: son el magma de El imaginero. En tanto, apenas unos años antes, en 1922, en Nueva York se publicaba "Tierra Baldía” de T. S. Eliot; en Lima, "Trilce” de César Vallejo y Girondo editaba en París los "Veinte poemas para ser leídos en el tranvía” que con "Calcomanías” (1925) afirmaría en el Río de la Plata su legado de ruptura con la métrica y la rima. Mientras, Güiraldes escribía a un colega francés que "los diarios (argentinos), al hacer el balance literario de fin de año, ni nos mencionan”. 

En 1928 Aldo Pellegrini fundaba Qué, la primera revista surrealista publicada en el Continente. El espíritu de época exudaba ruptura. Vanguardia. Aparecía El imaginero. Liana Wenner A mis cinco soledades. Nunca le mereció los dos oídos. Primer informe, ni uno el lisonjero. Bocángel LA ODA DESCALZA a Arturo Marasso Si todos mis días pendieran del pico de la paloma, la esperanza nunca se extraviaría con la tiniebla de la manzana. Todas mis miradas se van hacia el sur. Yo quiero un puerto lleno de veleros y una escuadra numerosa para que todo el mar sea nuestro y las bahías estén alegres. Los hombres que ayer volvieron de la guerra, hoy saben que su mundo siempre se encuentra debajo de tu mirada. ¡Y yo sé que algún día he de verte en la mitad del campo o en la sepultura del agua! Las mujeres de nuestro pueblo no olvidan mientras sus vidas van entre cosecha y derrumbe, que tú eres más eterno que el sol y más alto que la montaña, y que en tus manos el tiempo es un reloj desolado. Hoy que tu sombra me acobarda en el sueño, creo que mi horóscopo es una rosa deshecha que no supo defenderse. 

 Dame un velero que nunca haya naufragado para ir del norte hacia el sur: un velero que tenga todas sus velas acostumbradas al mar, y en la despedida de sus mástiles una veleta que no simule para la esperanza de los que todavía me quieren, una sirena. Yo no deseo ya una cortedad escandalosa ni el tumulto que no llegará a tener la fe del otoño ni la intimidad del aire ¡No me importa! La diligencia siempre fue para soñar la patria más grande. La diligencia iba de norte a sur, de este a oeste y el viajero podía contar los árboles y oír el canto de todos los pájaros, y tú estabas en el amanecer y en la oración... Tú que perdonas los pecados de los hombres y eres la presencia que nos acompaña sin verla, llora sobre la aridez de esta rosa, que quiero acordarme del mar... VELETA.

 Si el viento sur moja la cola de la veleta, la mañana se quedará húmeda y la noche templada. Yo quiero una rosa marinera y un lirio cárdeno El viento sur es navegante, navegante sudamericano, y trae su ropa mojada y la barba crecida de nubes. Yo quiero una rosa marinera, que nunca me haga probar el agua del mar. La ciudad más linda del sur es la de Buenos Aires y las veletas de todos sus templos tienen la cola mojada. ELEGÍA PARA EL RECUERDO PRESENTE. Elegía para que tu recuerdo nunca se vaya de mis ojos. Elegía para que yo nunca sepa tu desamparo si tu recuerdo llega a odiarme. Tus días nunca fueron mayores que los del paseo de la golondrina, y tu pesadumbre habrá sido tan profunda como mi sentimiento. 

 Tú no llegaste a conocer la pampa, la frescura del viento ni el nido del agua. ¡Y pensar que la tierra que te cubre es tan breve que tus ojos no la conocen! Si tú vivieras, tu sombra,qué dulzura no tendría para mis ojos; ya que todo lo hemos compartido en padre y madre y en ausencia. Yo no vería ya en mis sueños cómo crece aquella noche en agua, desde una grupa anciana y dolorosa, cruzando un pueblo donde ya existen mis cinco soledades. Elegía para que tu recuerdo nunca se vaya de mis ojos. El pueblo tenía una calle ancha, ¡ay,si tú volvieras,yo te contaría El pueblo tenía una calle ancha y yo siempre te veía en su fondo, con sol, aunque lloviera. El pueblo tenía una calle ancha para que yo te viera, pero tu destino nunca estuvo hecho para mi compañía. Elegía para que yo nunca sepa tu desamparo, si tu recuerdo llega a odiarme!

martes, 2 de diciembre de 2025

NARRATIVA POPULAR DE LA EDAD MEDIA DONCEL!A TEODOR FLORES Y BLANCAFLOR PARÍS Y VIANA EDICIÓN DF, NIEVES BARANDA VÍCTOR INFANTES fragmento

  



Introducción 

El hermanamiento de los tres relatos que aquí se recogen en una edición común responde a dos criterios muy diferentes. Por un lado, existen una serie de razones críticas que los hermanan bajo la constitución literaria de sus características narrativas; así, su engen medieval en la panorámica de la ficción europea de los siglos xiv y xv —del que más tarde comentaremos los rasgos esenciales-, su coincidencia en las fechas de edición de las versiones. ya estructuradas después de un proceso de selección y ajuste textual, y su difusión común a través de un producto editorial típico que durará algunos siglos. 

Desde ese punto de vista nuestras tres narraciones, a pesar de provenir de fuentes y tener orígenes muy diversos, se unifican en un género narrativo que traslada a los lectores renacentistas a up;- Rdad Media cada vez más lejana, pero a la vez presente en las aventuras de unos persona jes que han Logrado superar su tiempo histórico para recrearse en un tiempo literario sin medidas cronológicas 1. 

Por otro lado, también las emparenta la relativa uniformidad de su extensión, una de las características más significativas de su vida literaria impresa, y la es casa atención que se les ha prestado modernamente, pues salvo la Doncella Teodor, que mereció una cuidada y rigurosa edición crítica de Walter Mettmann, si bien publicada en un lugar de difícil acceso para el interesado, Flores y blancaflor lleva más de ochenta años fuera de los circuito-, lectores y París y Viann carece todavía de una simple edición ase quible2. Por tanto, razones literaria! de origen y difusión común y razones editoriales de asequibilidad y conocimiento son los motivos para esta reunión literaria, que esperamos justifique ambos presupuestos. Claro esta que no se nos escapan diferencias entre ellas, que puedan hacer pensar en una asociación más ficticia que evidente. 

La Doncella Teodor responde a un origen oriental —como podría ser el caso de Flores y Blant.aflor— y parece que los elementos esenciales de su trama se incluyen en las pautas de una literatura sapiencial y didáctica. que aleja nuestra Doncella de un tipo más o menos definido de román de aventuras1, en donde las peripecias 1 Vid., por ejemplo, los presupuestos críticos de P. Ricoeur, Tiempo y narración, i Configuración del tiempo en el relato histórico y //. Configuración del tiempo en el relato de ficción, Madrid: Cristiandad, 1987. 2 Sobre todo lo relativo a las ediciones de las obras vid. los res- tantes apartados de esta introducción y la Nota Previa. 3 El término sapiencial es el empleado dentro del marco de «El arte de enseñar» para obras similares {Poridat de paridades, Bonium, etc.) por J. M, Cacho Blecua y M* J. Lacarra en su edición de Calila e Dimna, Madrid: Castalia, 1987, p. 20; bajo «Prosa didáctica» se en- globa en la clasificación de C. Alvar en La prosa y el teatro en la Edad Media, Madrid: Taurus, 1987, p. 85-129, en particular, pp. 94-102; y A. D. Deyermond utiliza, para nuestra obra y el Lucidario, el rótulo de «literatura ejemplar y gnómica» en Historia de la literatura es pañola. I. La Edad Media, Barcelona: Ariel, 1973, pp. 183-184. 4 «Libros de aventuras» ios llama A. D. Deyermond ei Histo ría de la literatura, ob. cit., pp. 290-293; pero prefiere denomi narlos román, según la definición que hace de ese género, en «The Lost Genre of Medieval Spanish Literatare». Hispanic Re view, XLIII (1975), pp. 231-259. e B tjdio prelim inar amorosas suplen la sabiduría doctrinal que nos legó la literatura di; Griete. 

Pero independientemente de sus raíces culturales, que al fin y al cabo sólo son el germen constitutivo» ser literario de cada texto, existe una característica común que las hace agrupables y no es otra que a comienzos del siglo xvi se convirtieran en textos literarios codificados qv.e vivie ron en ediciones para un público interesado en su conocimiento efectivo; pasaron a :ahorrar parte de un género editorial, después de haber sido prototipos literarios poco definidos. Nuestras tres obras pertenecen a un conjunto de textos narrativos de breve extensión que a ío largo de los siglos xm, xiv y xv constituyen un fondo de ficción literaria europea en pane desgajado de los román de materia artúrica o carolingia5, en parte derivado de tradiciones clásicas o hagiográñcas5 y en parte consecuencia de la formalización literaria de leyenda' de amplia difusión desde Oriente a Europa y en la misma Europa hacía sus poco definidas to davía literaturas nacionales7. 

En un periodo de tiempo relativamente escaso, apenas un siglo de convivencias poéticas y narrativas, un número indeterminado de temas y motives de diversas procedencias se formalizan dentro de unos amplios cauces genéricos para la ficción con los que comenzarán su andadura literaria. Pueden ser episodios de tradición épica ¡ Carlomagno, Cid, Conde Fernán González, etc.) y relatos de procedencia oral c atentos (Don cella Teodor, Flores y Blancaflor, etc.) que resumen obras conocidas en versiones más expensas. En cualquier caso, presentan unos rasgos de caracterización que los empiezan a de finir nítidamente a comienzos del siglo xv: personaje o personajes cerníales con rasgos literarios de nombre, lugar y condición; núcleo narrativo esencial formado por las aventuras de un héroe o héroes; mezcla de elementos de tradiciones culturales diferentes que se acomodan sucesivamente en cada versión; y culminación del desarrollo argumenta! por medio de una solución final --habitualmente moral— que justifica los episodios. Ello da origen, sobre todo en Francia, aunque podemos pensar en otros países cuyas versiones primitivas no se han conservado por diferentes motivos, a unos modelos literarios que se imponen frente a la dispersión anterior todavía en formación; el caso de Flores y Blancaflor y París y Viana &■ perfectamente ilustrativo al respecto. 

Su restringida difusión manuscrita o er, algunos caso> oral8 se verá acrecentada y fijada a finales del siglo por la aparición de la imprenta. En casi toda la Europa culta aparecerá a partir del periodo 1480-1490, una vez asenta dos los cauces de la difusión impresa, toda una serie de ediciones que representan — ahora para un nuevo público— la mejor muestra de esa narrativa breve que antes indicábamos. 

 Pero la vía editorial exigirá una selección previa de títulos y dentro de ellos de una versi* determinada, indudablemente, la que mejor refleje el interés de los editores frente a e' x¡x (una aproxi mación a los pliegos de cordel), Madrid: Taurus, 1977,2 voís. :! K López Estrada, «Prosa narrativa de ficción», en La litte- rature dans la Péninsule Ibérique auxXlV et XVesiécies, Grun- driss der Romanischen Literaluren des Mittelalters, vol. IX, t, II, fase. 4, 1985, pp. 15-42, en particular pp. 26-30. Ya A. Deyer- rnond los había denominado «libros de aventuras» en «Libros de caballerías y ‘novela’ sentimental», en Historia y crítica de la li teratura española. I: Edad Media, Barcelona: Crítica, 1980, pp. 351-360. 22 Castilian Romances afChivalry in the Sixteenth Century. A Bihliography, Londres: Granf & Cutler, 1979; actualmente está terminando junto a C. Marín Pina un suplemento; del mismo D. Eisenberg puede verse Romances of Chivalry in the Spanish Gol- den Age, Newark: Juan de la Cuesta, 1982, recopilación de tra bajos sobre el conjunto de los libros de caballerías. 2? «Juan de Burgos: impresor y refundidor de libros caballe rescos», en E l libro antiguo español, Salamanca: Universidad, 1988, pp. 361-369; el mismo autor realizó también una impor tante recopilación de obras artúricas en A Critical Bihliography of Hispanic Atibarían Material I. Texts: The Prose Romance Cy- cles, Londres: Grant & Cutler, 1977. 24 Vid. V. Infantes «La narración caballeresca breve», en Evolución narrativa e ideológica de la literatura caballeresca, Bilbao: Uni versidad del País Vasco, 1991. pp. 183-191, donde se encontrará un desarrollo más amplio de las características del género que se van a señalar a continuación; N. Baranda, «Compendio bibliográfico sobre la narrativa caballeresca breve», ibídem, pp. 183-191; Historias ca ballerescas del siglo xvi, ed. de N. Baranda, Madrid: Tumer, 1994 1995,2 vols. y también suyos en prensa «La literatura caballeresca. Estado de la cuestión. I. Las historias caballerescas breves», para Ro- manistische Jarhbuch, y «Las historias caballerescas breves», en un número especial ócAnthropos sobre la literatura popular. 25 C f S. Serrano Poncela, «El mito, la caballería andante y las novelas populares», Papeles de Son Armadans. XV (1960), pp. 121-156; luego en Literatura y subliteratura, Caracas: Universi dad Central de Venezuela, 1966, pp. 17-33. demos observar en algunos textos y que denominamos «relatos geminados», como prototipo de una narración bipolarizada en tomo a dos acciones personales y estructuralmente coincidentes; cuando el héroe es un personaje femenino se caracteriza porque desarrolla comportamientos típicamente masculinos, caso de la Poncella de Francia y también de la Doncella Teodor. 

 —Muchos de ellos incluyen elementos folclóricos que dotan a la narración de vincula ciones culturales muy variadas, a la vez que se sitúan en unos escenarios geográficos muy amplios e incorporan en ocasiones motivos fantásticos y mágicos que darán solución a si tuaciones arguméntales y proponen una lectura más atractiva y sugerente26.

 —-Es habitual que en casi todos ellos y, sobre todo, en sus versiones ya codificadas, exis tan elementos religiosos y morales que derivan en una defensa católica y de este modo ofrezcan una justificación ética a la conclusión de la obra27. —Su estilo narrativo refleja una disposión estructural diferente a la de los liaros de caba llerías, pues estas versiones pretenden una uniformidad lineal y una brevedad determinada fren te a las técnicas de 'entrelazamiento’ o ‘disposición en sarta’ y la gran extensión de los otros2 —Son básicamente anónimos, derivados de originales asimismo anónimos25 y tan sólo en algunas ocasiones a partir del siglo xvt se atribuyen a adaptadores o a nueves traductores fíenos a los primeros instantes de su fijación literaria. 

 Bajo estos rasgos generales cada texto incluirá su propia constitución estructura!, pero en su conjunto y desde la óptica de una recepción lectora uniforme30, van a presentarse como unidades literarias que buscan desde la ficción medieval su participación en el espacio edi torial del Renacimiento. Doncella Teodor El relato literario de la Doncella Teodor ha gozado de una enorme fortuna en las letras es pañolas, pasando de ellas a la vecina Portugal y de ahí a los cauces de los «íivros do povo» brasileños. Es curioso destacar que esta narración se ha relacionado siempre con el ámbito ibé rico y, a diferencia de los otros dos textos que editamos, presenta unas características parti culares y un origen que la ligan a la literatura oriental, lo cual no impidió que se incluyera 2(> No hay ningún trabajo dedicado específicamente al tema, pero puede ser útil la consulta de J. Stevens, Medieval Romance. Themes and Approaches, Londres: Hutchinson University Li- brary, 1973, pp. 96-118; o A. Ganosa Resina, Magia y supersti ción en la literatura castellana medieval, Valladolid: Universi dad, 1987, pp. 279-283,465-468, etc. 27 Para dos casos concretos pueden verse F. Márquez Villanueva, «El sondable misterio de Nicolás de Piamonte (problemas del Fie rabrás español)», en Relecciones de literatura medieval, Sevilla; Universidad, 1977, pp. 95-134; y J, M. Cacho Blecua, «Estructura y difusión de Roberto el diablo», en Formas breves del relato, Ma drid/ Zaragoza: Casa de Velázquez/ Universidad, 1986, pp. 35-55. 28 Vid, J, M. Cacho Blecua, «El entrelazamiento en el Anuidts y en las Sergas de Esplandián», en Studia in honorem prof. M, de Riquer, Barcelona: Quaderns Crema, 1986.1, pp. 235-271; y R. J. Steiner, «La técnica narrativa de ‘entrelazamiento’ en la De manda del sancto grial», Revista de Literatura, XXVIII (1970), pp, 141-146. 29 Existe un planteamiento general hecho por H. Baader. «Zum Problem der Anonymitát in der spamsche Litera tur des Siglo de Oro»,Romanische Forschungen XC (1978), pp, 38S- 447. ™ Desde una perspectiva tradicional vid. M. Chevalier, «El pú blico de las novelas de caballerías», en Lectura y lectores en la España del siglo xvt y xvii, Madrid: Turner 1976, pp. 65-103 (trabajo de 1968); y desde más modernas concepciones críu^as la recopilación de J. A. Mayoral, Estética de la recepción. Ma drid: Arco, 1987. narrativa popular de la üdad medía entre las otras historias caballerescas y que compartiera con ellas una lectura común has# co mienzos del siglo XX. 

Esta presencia asegurada durante tantos siglos habla claramente de su aceptación literaria, que quizá se deba a su estructura dialogada en forma de preguntas, lo que implica una difusión necesariamente por medio de la lectura para poder garantizar el enten dimiento de su mensaje didáctico. La sola mención de su nombre provocaba la asociación in mediata con uno de sus rasgos identificativos: su sabiduría, y baste recordar cómo la incluye Francisco López de Úbeda en La picara Justina dando su parecer sobre el andar y bailar de las mujeres y recibiendo la «palma de discreta por una resolución tan atinada» 3I, o cómo la re memora todavía el costumbrista Serafín Estebanez Calderón por boca de Puntillas er. sus Es cenas andaluzas: «Tengo más respuestas y acertijos que ia doncella Teodor»32. Su sabiduría, sus conocimientos y su agilidad en la respuesta son los elementos que la han hecho pervivir en la tradición popular por encima de una veta de la literatura medieval cuyas obras, compañeras de nuestra Doncella, no superaron por lo general la barrera del Renacimiento. Efectivamente, la literatura oriental arrojó hacia Europa a través de la España medieval un cúmulo de textos que tras superar las etapas de traducciones y adaptaciones llegaron a me diados del siglo XIII a nuestras letras. 

Baste recordar que el Calila e Dimna o el fendebal se fechan respectivamente, hacia 1251 y 1253 y que el Bonium, el Poridat de paridades y otros títulos no son lejanos a estas cronologías33; entre ellos andaba con toda seguridad una de las primitivas versiones de nuestra obra. Este grupo de textos, que se puede considerar gé nero o subgénero literario, se ha definido y caracterizado bien como literatura gnómica’4; ^di dáctica», ampliado a «moralizante y didáctica» con posterioridad35, «de sabiduría» («wisdom literature») o «sapiencia1»36 y en él conviven diferentes presupuestos literarios (apólogos, cuentos, etc.) que subdividen y diferencian sus estructuras y sus intenciones37.

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