miércoles, 30 de diciembre de 2015

Paúl Benavides. ENLATADO CRÍTICO DE NARRATIVA 2015.


ENLATADO CRÍTICO DE NARRATIVA 2015
Por Paúl Benavides
En días pasados publicamos un comentario sobre el artículo de un crítico del suplemento Áncora (20/12), relacionado con la producción del 2015 en el género de poesía. En esta oportunidad, nos referimos a lo que Álvaro Rojas plantea en ese mismo espacio con el título de “Narrativa en Costa Rica este 2015: Mil y una historias”. Es importante discutir sus aseveraciones por cuanto intenta presentarse su comentario como un grupo de criterios de autoridad.
Un solo comentador seleccionado por Áncora se enfrenta a todas las novelas publicadas en el 2015, que no fueron pocas, y elige la “mejor”, en tan solo mil doscientas veintidós palabras.
Inicia el crítico seleccionado con noticias de reediciones de novelas y premios de algunos autores nacionales. Dice que la “novela costarricense pasa por un período de mucha actividad; algunos escritores costarricenses se asoman con sus textos a las páginas de grandes editoriales”. A todo esto le parece que falta un trabajo similar al realizado por Álvaro Quesada Soto con respecto a los últimos 25 o 30 años de “producción costarricense”. Entendemos su referencia y nos parece plausible. Hacen falta estudios totalizadores, profundos, como dice Rojas.
A su vez, describe que “este año, las novelas histórica, negra, psicológica y cierto tipo de novela experimental se mantienen como tendencias en nuestra narrativa; el número de editoriales ha crecido, las revistas literarias, principalmente digitales, también”. Todas estas noticias y menciones al estado narrativo es confirmable. Hasta el momento Rojas se mantiene en la descripción de hechos que es moneda común en el medio literario.
Sin embargo, notamos que en el párrafo cuarto de su discurso comete una sorpresiva disrupción, cuando afirma lo siguiente: “Todo ello favorece la discusión (presumimos que todo ello es la actividad literaria, etc.), la confrontación de ideas y la madurez para aceptar el ejercicio crítico, que es limitado en ambientes pueblerinos donde se escribe más para ganar premios y salir en los periódicos que por pasión literaria; me refiero a esos lugares donde resulta más importante el querer ser escritor que el acto de escribir, para seguir aquella famosa distinción que hizo William Faulkner. En síntesis, no puede haber crítica literaria donde los egos son más grandes que las obras”.
Nos interesa esta disrupción en el feliz registro de las noticias literarias del crítico. ¿Quiere decir que nos anuncia ad portas que el aceptar sus siguientes disquisiciones será un acto de madurez de nuestra parte? ¿De no aceptar su ejercicio crítico seremos acusados de inmaduros por cuanto este es “limitado en ambientes pueblerinos donde se escribe más para ganar premios”…? ¿Por qué se cura en salud Álvaro Rojas? ¿Cuál es su verdadero interés subyacente?
El crítico es contundente: “… no puede haber crítica literaria donde los egos son más grandes que las obras”. ¿Contra cuáles egos se dirige? ¿Contra los egos de los escritores cuyas obras no citará en el artículo? ¿No es un comentario lo que desarrolla sobre la narrativa del 2015? ¿Por qué se embarca en lucubraciones sociológicas sobre el medio cultural y sobre actitudes esperables? ¿Para qué carga su batería contra los “ambientes pueblerinos” donde la crítica sufre limitación? ¿Cómo no podría tener cualquier autor derecho a aspirar a un premio o a dirigirse contra una crítica específica? ¿No es que el crecimiento literario favorece “la discusión, la confrontación de ideas”? ¿No hay aquí de hecho una burda contradicción? Todos los autores tienen derecho a aspirar a premios, becas, oportunidades. Todos los autores deben tener su ego para defender lo que escribe. Si un crítico es amañado es necesario decirlo.
Hasta aquí Álvaro Rojas está satisfecho, en apariencia, con haber zanjado cualquier oposición por haber reducido posibles oposiciones, pues quienes lo hicieren ya sabemos que vienen de lugares donde los “egos son más grandes que las obras”, de “ambientes pueblerinos donde se escribe más para ganar premios y salir en los periódicos que por pasión literaria” (lo cual es opinión nada más basada en los mismos chismes de todas las épocas que se dan en los corrillos literarios de cualquier país y que situación inherente al mismo mundillo de los escritores).
Acto seguido, el crítico elige a la carta, luego de amonestar sacerdotalmente. Y esta otra disrupción es de antología: “Oscar Núñez Olivas, con su novela ʻLa guerra prometidaʼ, publicada por Alfaguara, trae nuevamente al terreno de la ficción la guerra contra los filibusteros de 1856. Mediante una estupenda novela histórica –a mi juicio a la mejor de este año–, reconstruye los escenarios…” Entendemos por fin el ambiente preparador hasta el momento, las disrupciones extrañas y las preceptivas personales para aceptar el “ejercicio crítico”. Con esta apresurada selección del libro del año en novela, comprendemos los zigzagueos semánticos de Álvaro Rojas.
Sin embargo, nosotros nos preguntamos: ¿qué clase de metodología es esta para ejercer la crítica en un medio pueblerino donde hay egos más grandes que las obras y escritores que escriben para premios? ¿Se encuentra en un mejor nivel?
Las siguientes menciones de Álvaro Rojas utilizan las frases y palabras conocidas para elogiar obras de agrado personal: “estupenda”, “extraordinaria obra”, “atrevimiento narrativo”, “chispazos de fineza literaria”, una novela que fue noticia “porque la publicó Anagrama y porque él, su autor, tiene entre sus nacionalidades la nuestra” (suficiente motivo entonces para dejar claro su puesto en la lista).
No dejamos de mostrar algún asombro cuando Rojas se dirige a la novela negra en el país. “Este tipo de obra (escribe), que cuando se hace bien es fluida, irreverente, más de acción que de reflexión…” ¿Es exacto decir que la novela negra se construye con más acción? ¿No es más bien un género que nos pone a reflexionar sobre el pudridero que son nuestras sociedades?
Una nota de párrafos que parecen hilados a la fuerza es lo que nos ha parecido este comentario de Álvaro Rojas donde expresa varias ideas por aparte, como el ejercicio crítico, la producción literaria nacional y los pocos libros que cita de toda esta producción de un año. La falta de información de la que hace gala, las generalizaciones burdas sin estadísticas a mano, las reprimendas que lanza contra el mundillo literario y el ambiente pueblerino, y el recuento colegial de las obras seleccionadas, sin más análisis, nos preocupa.
Estamos de acuerdo con Rojas en que el “ejercicio crítico” debe tener un espacio, pero este debe ganarlo. No con notas enlatadas se logrará. De eso estamos seguros. Las notas enlatadas en este caso revelan que el comentario falló en la lectura de las obras publicadas en el 2015. Que no hizo más que un resumen de algunas novelas. Y que de algunas novelas, como la de Carlos Fonseca, solo sabe que deben ser referidas por su publicación en Anagrama, lo cual no revela ninguna madurez del crítico. Como no revela madurez, tampoco, su necesidad de que se respete el “ejercicio crítico”, solo para cubrirse la espalda, quizá porque no ha leído todas las novelas del año para convertirse en una autoridad de amplio criterio.
Finalmente, el crítico sigue curándose en salud: “No quisiera cerrar sin decir (aduce en el último párrafo de su nota), que los maestros recomiendan no realizar evaluaciones definitivas de obras tan cercanas…” A esto le podemos responder que ya la evaluación la sugirió al aceptar ser el seleccionador de las obras publicadas en el 2015. Si vio que era poco factible hacer tal tarea, debió haberse excusado, era lo más ético habiendo analizado sus criterios. Aquí entonces vemos que el crítico ya no recomienda la confrontación sino que, de súbito, como sacado de la manga, ya la evaluación no es recomendable. ¿Entonces para qué tanta alharaca acerca del ejercicio de la crítica? ¿Tira la piedra y esconde la mano? Cualquiera puede confirmar aquí un alto grado de dubitación del crítico, de temblor por firmar una nota que no le cuajó y que ha aceptado escribir de manera torpe y despreocupada.
Por último, dice que “como pasa con cualquier novela, es prudente esperar lo que les ocurra al enfrentar la prueba del tiempo, los juicios que sobre ellas emitan los críticos, los lectores y las academias”. El cambio de enfoque del artículo nos hace perdernos cada vez más. Ahora debemos dejarlo todo al tiempo. El tiempo y otros juicios, incluso juicios de lectores y academias.
¿Se pueden conjugar todos estos argumentos y encontrarles un hilo conductor? No, porque no los tienen. Álvaro Rojas solo nos confunde y nos extravía en sus deliberaciones. Es tan vacilante que no puede dejar nada claro, salvo que ahora ya él no es el crítico, pues todo lo deja al tiempo.
“Por ahora podemos decir –termina diciendo– que mil y una historias se escriben en Costa Rica y que ya solo eso es una buena señal”. Sin embargo, esta afirmación tan feliz y coqueta tiene un acento condescendiente y epidérmico (como el resto del artículo). No sabemos qué puede ser eso de “mil y una historias” que se escriban en el país. Es una frase que podría ser feliz o irónica. Tampoco podríamos comprender si las miles de historias son una buena señal. ¿Una buena señal de qué? ¿De la producción literaria que él mismo no es capaz de citar obligadamente en un comentario porque no la ha analizado toda, obviamente? ¿De la actividad de las editoriales? ¿De la lectura en sí misma? ¿De la discusión que pueda derivarse de la presencia de muchas novelas con diferentes temáticas? ¿A qué hace alusión el crítico?
No lo sabemos. Lo que sabemos es que Álvaro Rojas debió haberse abstenido de analizar el panorama narrativo del año (por lo menos en novelas, porque en cuento no hace ninguna alusión), porque obviamente no estaba a la altura de dicha tarea.

Jorge Guillén. Premio Internacional Alfonso Reyes. Año: 1977.

Nació el 18 de enero de 1893 en Valladolid. Fue el mayor de cinco hermanos.

Cuando cuenta 16 años se traslada a Suiza y estudia francés en la ciudad de Friburgo. Cursó estudios de Filosofía y Letras en Madrid, aunque se licenció en Granada en 1913. En 1920 empieza a publicar sus poemas en revistas como `La Pluma` y en la `Revista de Occidente`. Fue lector de español en La Sorbona entre 1917 y 1923 y Catedrático de Lengua y Literatura Españolas en Oxford. Catedrático de Literatura en las universidades de Murcia y Sevilla.


Durante la Guerra Civil estuvo preso y consigue la libertad gracias a las gestiones de su padre, pero es inhabilitado por el Ministerio de Educación para el ejercicio de cualquier cargo público. Tras abandonar España cruzando a pie el Bidasoa, en 1938 se establece en Estados Unidos. Dio clases en diversas universidades estadounidenses y de Latinoamérica. El el 11 de octubre de 1961 contrajo matrimonio en Bogotá con Irene Mochi Sismondi. Regresó a España en 1975, instalándose en Málaga hasta su fallecimiento.

Cántico, su libro de poemas editado en 1928, fue ampliado en los años 1936, 1945 y 1950. El segundo periodo en que suele dividirse su obra, viene constituido por Clamor, con sus tres volúmenes: Maremágnum (1957), Que van a dar en la mar (1960) y A la altura de las circunstancias (1963). En Homenaje (1967), el tercer periodo de su obra, realiza una síntesis de las dos tendencias previas, con una poesía pura. Aire nuestro (1968) recoge su poesía completa, a la que luego se añadirán Y otros poemas (1973) y Final (1982). Además publicó obras críticas como Lenguaje y poesía (1962).

Fue galardonado con el Premio Cervantes en el año 1976. En 1978, fue elegido académico de honor de la Real Academia Española.

Jorge Guillén falleció el 6 de febrero de 1984 en Málaga.

CÁNTICO.
(Fragmento).

DEDICATORIA INICIAL
A MI MADRE
EN SU CIELO

A ELLA,
QUE MI SER, MI VIVIR Y MI LENGUAJE
ME REGALÓ,
EL LENGUAJE QUE DICE
AHORA
CON QUÉ VOLUNTAD PLACENTERA
CONSIENTO EN MI VIVIR,
CON QUÉ FIDELIDAD DE CRIATURA
HUMILDEMENTE ACORDE
ME SIENTO SER,
A ELLA,
QUE AFIRMÁNDOME YA EN AMOR
Y ADMIRACIÓN
DESCUBRIÓ MI DESTINO,
INVOCAN LAS PALABRAS DE ESTE CÁNTICO.
 Por el otero asoma
Al aire de tu vuelo.
SAN JUAN DE LA CRUZ

1. AL AIRE DE TU VUELO
I
MAS ALLÁ
I
(El alma vuelve al cuerpo,
Se dirige a los ojos
Y choca.) –¡Luz! Me invade
Todo mi ser. ¡Asombro!

Intacto aún, enorme,
Rodea el tiempo. Ruidos
Irrumpen. ¡Cómo saltan
Sobre los amarillos

Todavía no agudos
De un sol hecho ternura
De rayo alboreado
Para estancia difusa,

Mientras van presentándose
Todas las consistencias
Que al disponerse en cosas
Me limitan, me centran!

¿Hubo un caos? Muy lejos
De su origen, me brinda
Por entre hervor de luz
Frescura en chispas. ¡Día!

Una seguridad
Se extiende, cunde, manda.
El esplendor aploma
La insinuada mañana.

Y la mañana pesa,
Vibra sobre mis ojos,
Que volverán a ver
Lo extraordinario: todo.

Todo está concentrado
Por siglos de raíz
Dentro de este minuto,
Eterno y para mí.

Y sobre los instantes
Que pasan de continuo
Voy salvando el presente,
Eternidad en vilo.

Corre la sangre, corre
Con fatal avidez.
A ciegas acumulo
Destino: quiero ser.

Ser, nada más. Y basta.
Es la absoluta dicha.
¡Con la esencia en silencio
Tanto se identifica!

¡Al azar de las suertes
Únicas de un tropel
Surgir entre los siglos,
Alzarse con el ser,

Y a la fuerza fundirse
Con la sonoridad
Más tenaz: sí, sí, sí,
La palabra del mar!

Todo me comunica,
Vencedor, hecho mundo,
Su brío para ser
De veras real, en triunfo.

Soy, más, estoy. Respiro.
Lo profundo es el aire.
La realidad me inventa,
Soy su leyenda. ¡Salve!

II
No, no sueño. Vigor
De creación concluye
Su paraíso aquí:
Penumbra de costumbre.

Y este ser implacable
Que se me impone ahora
De nuevo –vaguedad
Resolviéndose en forma

De variación de almohada,
En blancura de lienzo,
En mano sobre embozo,
En el tendido cuerpo

Que aun recuerda los astros
Y gravita bien– este
Ser, avasallador
Universal, mantiene

También su plenitud
En lo desconocido:
Un más allá de veras
Misterioso, realísimo.

III
¡Más allá! Cerca a veces,
Muy cerca, familiar,
Alude a unos enigmas.
Corteses, ahí están.

Irreductibles, pero
Largos, anchos, profundos
Enigmas –en sus masas.
Yo los toco, los uso.

Hacía mi compañía
La habitación converge.
¡Qué de objetos! Nombrados,
Se allanan a la mente.

Enigmas son y aquí
Viven para mi ayuda,
Amables a través
De cuanto me circunda

Sin cesar con la móvil
Trabazón de unos vínculos
Que a cada instante acaban
De cerrar su equilibrio.


Fuente: Editorial Fuenteovejuna. 1985.

lunes, 28 de diciembre de 2015

Críticos de hoy con bolas de cristal Por Guillermo Fernández y Jorge Méndez Limbrick.


Críticos de hoy con bolas de cristal
Por Guillermo Fernández y Jorge Méndez Limbrick
Es imprudente y riesgoso pretender erigirse en el censor de la producción de cualquier género literario del país en menos de mil palabras. Pero en Costa Rica suelen darse estas “iniciativas” que podrían adecuarse al folclor con el cual se mira el vasto universo de los sucesos. Se trata de una osadía poco realista. ¿Cómo referirse a tantos libros publicados en tan pocas líneas? ¿Qué clase de don es ese? Es algo que hemos visto en muchos medios periodísticos, blogs y páginas literarias de Facebook. A su vez, el hecho de forjar un rating tomando la opinión de buenos lectores tampoco es sobrio. No creemos que exista un solo lector que haya leído toda la narrativa o poesía y que pueda definir cuál es el mejor libro. En otros años, quizá cuando el folclor era menos visible, un solo hombre, desde una tribuna periodística, definía los mejores libros del año con una autoridad de piedra. Un solo hombre. Inmenso criterio.
El 20 de diciembre del año en curso, Áncora publicó dos comentarios sobre la producción literaria del país: “Narrativa en Costa Rica este 2015: Mil y una historias”, de Álvaro Rojas; y “Poesía en Costa Rica: Un 2015 conservador”, por Gustavo Adolfo Chaves. Ambos son presentados como “especialistas”, además de otros tantos en otros campos artísticos.
La nominación de “especialista” eleva un tribunal infranqueable y nos induce a que seamos, nosotros los lectores no especialistas del suplemento cultural, receptores pasivos y resignados de lo que los conocedores han logrado percibir como los mejores libros, o los peores, o los que no merecen ni siquiera una mención. Algunos que han suspirado por una crítica literaria en el país, siempre a favor del crítico y en contra de los escritores narcisistas y delicados, pueden sentirse satisfechos. Ahora sí hay quienes definan lo correcto, ahora sí se hieren susceptibilidades y que aguanten los que no merecen consideración de los respetables investigadores.
Sin embargo, nada más lejano que esa presunción. Leyendo sin más compromiso que el exigido por la objetividad, nos topamos con que los comentarios de los críticos están, lamentablemente, poblados de herméticas afirmaciones, sino personalísimos puntos de vista que no soportan una ligera discusión.
Por ejemplo, Gustavo Adolfo en su artículo nos indica que este ha sido un año conservador en poesía. Sin embargo, nunca define para él qué significa que sea “conservador”. ¿Es un término negativo? ¿Cómo debe ser una poesía no conservadora? ¿Una que no se apoye en la tradición? ¿Y cuál es esa tradición? ¿La de los nuevos poetas que ya no son tan nuevos? –algunos de estos también publicaron–, ¿la de los trascendentalistas? Puede decir, mondo y lirondo, que hay poemas de amor que en él despiertan su “indiferencia” y poemas de sexo que le provocan “castidad”, otros que “incitan a bailar salsa” y otros que son “imitaciones ad infinitum del estilo que ha ganado premios y becas”. Ergo, el año en poesía ha sido conservador. Es decir, de lo anterior se deduce que sea un año conservador. Y con esas apreciaciones. Pero tampoco establecemos por ningún lado cómo logra establecer la deducción.
De acuerdo con su amplia lectura de los libros de poesía del año –según parece–, para el crítico que es Gustavo nadie ha roto los moldes. Pero, ¿cuáles moldes, de qué corriente literaria, con respecto a la moral o al estilo? ¿De qué habla? ¿Contra qué paradigma se dirige? No entendemos.
En otro párrafo, Gustavo arremete: “Seguimos sufriendo poemas eróticos que usan las flores y las frutas como referentes, y otros de corte feminista que denuncian el sostén y alaban las estrías. Ya nadie espera que los poetas nos guíen, pero quizás podríamos pedirles que no nos atrasen”. Si para defenestrar la poesía de un año –o algunos poemarios específicos– solo es suficiente utilizar esas frases de Gustavo, algo está ocurriendo, el análisis cuidadoso está siendo reemplazado por el aforismo iluminado, por la inspiración del hierofante, algo que les ocurría a los que leían mucho a Nietzsche y terminaban en trabalenguas.
Algunos pueden pensar que este crítico es libre de percibir las anomalías de una poesía que se centra en lugares comunes. El problema es que no expone, no argumenta ni discute. ¿Cómo se puede discutir con alguien que se expresa con burlas? Es lamentable que no haya sido eficaz teniendo el espacio para serlo. Pues la mofa en sí misma no es una forma de convencimiento, sino la señal de una actitud donde prevalece la ostentación, la petulancia o, peor aún, la prepotencia. En una barra de bar uno podría indicar que la fruta es un referente anodino para un poema erótico, pero en un suplemento cultural, la exigencia sería que el crítico rompa el molde de ese escenario y nos lleve por los caminos de su mente diáfana, no de la chota cantinesca. En ese caso, nos quedamos mejor oyendo diatribas en una taberna de la Calle de la Amargura, donde parece haberse quedado una gran parte de la motivación literaria de este país.
¡Pero sorpresa! Más adelante, el crítico advierte “recompensas” en “Ser un tercero” de Esteban Alonso Ramírez, “un texto de amor triste, virtual e intransitivo”. Aquí la cosa empieza a cambiar, no todo es naufragio o poetas que no nos guían, etc. Sin embargo, lo del amor triste sí que lo comprendemos, pero el empleo de “virtual” e “intransitivo” revelan incauto empleo del idioma. Si es triste no puede ser virtual. Obsérvese lo que significa “virtual”, según el DRAE: “1. adj. Que tiene virtud para producir un efecto, aunque no lo produce de presente, frecuentemente en oposición a efectivo o real. 2. adj. Implícito, tácito. 3. adj. Fís. Que tiene existencia aparente y no real”. Por favor, no juegue de maromero del adjetivo, basta con las poesías cargadas de ellos. Si el afán era clarificar, no ayuda.
A pesar de que ha encontrado un año conservador en poesía, hay un libro que le parece “estremecedor” al crítico, incluso hay un poema en ese mismo libro (“Los paisajes son repeticiones” –Hernández–), que “es una iluminación”. ¿Será este uno de los libros que rompieron los moldes por “estremecedor”? Pero si el año fue conservador en poesía (véase el título del artículo), este poemario que lo estremeció y que fue uno de los que rompieron los moldes no puede ser conservador, obviamente. El problema de meter todo en un adjetivo nos lleva a serias contradicciones y complicaciones semánticas. Aquí el crítico da trompicones. Se le ven los “chingos” como diría nuestra abuela.
Gustavo Adolfo juega con nosotros con el título del artículo porque apunta a libros que parece consagrar. Lo de conservador del año 2015 no quita los “inefables” adjetivos que le sirven para pontificar con respecto a algunos poemarios. Y creemos que tiene todo el derecho de hacerlo porque sus gustos son respetables. Nosotros mismos defenderíamos sus gustos, vivimos en un medio donde se ha logrado un alto grado de libertad, y moriríamos por que el crítico se exprese todo lo que desee, como ya dijo un pensador. Pero por sus juegos de palabras no metemos la mano al fuego.
Vemos entonces que Gustavo cambia el tono de la burla a un tono positivo y entusiasta con respecto a libros como “Ganamos el partido”, “El señor Pound”, “Bartender” (“una hermosa y sorpresiva crónica de los trabajos y las noches que involucró sacar adelante el bar Rayuela”, conmovedor criterio para toda esa épica del bar). En este sentido, el crítico encuentra un “libro inolvidable”, “una contribución clara al género elegíaco local” (no sabíamos que existía ese género y si con el empleo de “local” se reduce las buenas intenciones de lo descrito), “las páginas más enternecedores sobre Ezra Pound” (¿había otras menos enternecedoras?, ¿cuál sería la referencia explícita?); y el libro que es un “hito”. Este cambio nos parece importante e insta a la lectura de dichos poemarios, sin embargo, las ponderaciones se hacen con esos acentos débiles y si se quiere desde una valoración cursi (por no decir conservadora). ¿Para qué desaprovechar la oportunidad de un espacio en un suplemento cultural y embutir a los lectores con que un libro es inolvidable o que pertenece a un género elegíaco local? ¿Cómo se puede legitimar el valor de un libro desde la base de una labor en una cantina por muy grandiosa que sea?
Advierte Gustavo Adolfo, finalmente (porque ya nos salió la crítica de la crítica más larga que esta misma), nos reserva una mención “curiosa” sobre el libro “Crooner” del autor Alfredo Trejos. Su mención es la siguiente: “Trejos no es que sea predecible, es que es confiable. Uno va a él como quien va a la cantina del barrio: por ʻlo de siempreʼ.” Como si no bastaran los juegos de palabras que encontramos ya arbitrarios para definir lo que se publicó en poesía en 2015, ahora nos exige Gustavo que nos imaginemos que se va al libro del poeta como se va a la cantina del barrio a pedir el mismo trago. Una comparación que bien pudo haberse quedado –de nuevo insistimos– en dicha cantina. Pues no todos los chistes de cantina sirven para hacer crítica literaria, salvo que la chistosidad haya logrado ser hoy día otra cosa.
El crítico termina su artículo con la siguiente expresión: “Lo que faltó este año es lo que ha faltado siempre, pero ya finalmente se vislumbra”. Pero, ¿qué es lo que ha faltado siempre? ¿Por qué esa pregunta numinosa, casi al borde de una jerga taoísta? Nada se definió. El crítico parece sonreír, malévolo, porque sabe más que nosotros y se guarda ese saber con una interrogante sibilina. Alguien dirá, y con razón, que el papel de Walter Mercado de la poesía no le calza con decoro. Pues no estamos para que nos lea sus cartas del Tarot.
El final de su artículo no parece honrar lo que ya había enfocado como relevante, según hemos comprobado. Encontró páginas excelentes, enternecedores, inolvidables (solo revisemos lo apuntado), pero sigue encontrando que le faltó al año lo que siempre le ha faltado, ¡y que ya vislumbra!
A todo esto, parece que sí tiene una bola de cristal.
http://www.nacion.com/ocio/artes/Poesia-Costa-Rica-conservador_0_1531446854.html

domingo, 27 de diciembre de 2015

André Malaraux. Premio Internacional Alfonso Reyes. Año: 1976.


André Malraux (París, 3 de noviembre de 1901 - Créteil, 23 de noviembre de 1976), novelista, aventurero y político francés. Personaje representativo de la cultura francesa que giró en torno al segundo tercio del siglo XX, en su vida se confunden los elementos novelados del escritor con la expresión del hombre público, la propaganda del político y la realidad de los hechos históricos que vivió.

Esta mezcolanza ha llevado a alguno de sus críticos, como el biógrafo Olivier Todd a considerar a Malraux el primer escritor de su generación que logró edificar de una manera eficaz su propio mito. André padecía el Síndrome de la Tourette, una afección que provocaba las características muecas, guiños y tics que tanto le distinguieron en vida durante sus apariciones públicas y entrevistas.

Nacido Georges-André Malraux, su padre, Fernand, era un agente de bolsa apasionado por los inventos y la mecánica, que primero abandonó a su familia y luego se suicidó. André pasó una infancia acomodada en Bondy, suburbio de clase media en las afueras de París, en compañía de su madre Berthe, su tía y su abuela quienes regentaban una pastelería.

A pesar de no sufrir estrecheces económicas y de disponer de una educación privada y un reducido grupo de buenos amigos, el escritor resumió en las primera líneas de sus Antimemorias aquella etapa de su vida: casi todo los escritores que conozco recuerdan con cariño su infancia, yo odio la mía. En el curso de su vida, marcada por tragedias personales (pierde a su esposa Josette Clotis en condiciones dramáticas, luego los dos hijos), ha tratado a las grandes personalidades del mundo político (Mao Zedong, John F. Kennedy y Jawaharlal Nehru, por ejemplo) y ha mantenido un diálogo constante con los grandes artistas: Pablo Picasso, Marc Chagall, Georges Braque, Maurice de Vlaminck, André Derain, Fernand Leger, Jean Cocteau, André Gide, Max Jacob, Pierre Reverdy y Louise de Vilmorin, quien fue su última compañera.

Hombre de libertades, Malraux jamás se creyó atado a un dogma y, a través de sus mutaciones, fue siempre fiel a su necesidad de superación, a su heroísmo duro que excluye apelar a utopías consoladoras. En 1976 recibe el Premio Internacional Alfonso Reyes.

***
Nota: el Premio Internacional Alfonso Reyes, es un premio por la obra del autor y su carrera como escritor y no por un libro determinado.

Libro: La condición humana.
La gran importancia literaria de La condición humana reside en que, de la complejidad de una acción vigorosa y fértil en situaciones trágicas, surge el planteamiento de los grandes problemas que afectan a la conciencia moderna en el seno de la vida política y moral. La acción está situada en Shanghai en 1928, en la lucha de los comunistas contra Chiang-Kai-shek. Cada uno de los protagonistas, simbólicos pero dotados de un poderoso aliento humano, caracteriza una actitud diferente ante los problemas. `Malraux ha sido uno de los primeros en presentir el carácter catastrófico de nuestra época. El mundo trágico que nos reveló una vez, esa cárcel donde los torturados se arrastran y donde los condenados a muerte marchan eternamente hacia el sitio del suplicio, ese mundo de sangre y de prisión donde el loco recibe los latigazos, y el moribundo muere en cadenas, no era, sabemos ahora, la fantasía de una imaginación desordenada, sino la profecía de lo que llegaría a ser nuestro mundo cotidiano.

Francesco Polidori
Fuente: Editorial Sudamericana. Año 1950.

sábado, 26 de diciembre de 2015

Alejo Carpentier. Premio Internacional Alfonso Reyes. Año: 1975.


Alejo Carpentier. Premio Internacional Alfonso Reyes. Año: 1975.
Premio a investigación literaria y trayectoria literaria.
Otorgado por Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), Instituto Nacional de Bellas Artes, Sociedad Alfonsina Internacional, Universidad Autónoma de Nuevo León, Universidad Regiomontana, Instituto Tecnológico de Monterrey.

VIAJE A LA SEMILLA.
El tiempo nos devora y atraviesa, nos concede el don de la esperanza o la repetición del hastío. El tiempo baila de continuo en nuevos instantes y alberga la expectativa del futuro, del mañana desconocido. Pero, a pesar de sus propagaciones hacia nuevas bocanadas de segundos, el tiempo contiene siempre un corredor de regreso hacia el origen, el comienzo, la semilla.

En la celebre narración El viaje a la semilla de Alejo Carpentier, el tiempo de la narración literaria es, paralelamente, magia metafísica, alquimia de la conciencia abrumada por el presente y la expectativa del futuro. La lectura ya no es sólo un avanzar en el despliegue del relato. Es también el proceso ficcional que trasciende el tiempo corriente, y un acercarse a la semilla inicial donde el tiempo oculta su matriz, su fuente de la que surgen todos los instantes.
«Viaje a la semilla [...] es una biografía tomada en tiempo recurrente, es decir, en vez de hacer una biografía de un hombre desde el momento en que nace hasta el momento en que muere, se le toma en el momento en que está muriendo, en el momento en que se muere, y se reconstruye su vida desde la muerte hasta su nacimiento. Me dirán ustedes que hay, tal vez, en ello un juego gratuito. No, porque precisamente ese tratamiento de una biografía, viene a mostrarnos la coincidencia que hay entre los primeros días del hombre y los últimos días del hombre [...]. Se desarrolla en La Habana, en una Habana barroca, en una Habana de comienzos del siglo XIX, está relacionada con la pintura de Amelia Peláez».

La cultura en Cuba y en el mundo,
Editorial Letras Cubanas, 2003.

***
Alejo Carpentier
Viaje a la semilla

VIAJE A LA SEMILLA. FRGAMENTO.I

—¿Qué quieres, viejo?...
Varias veces cayó la pregunta de lo alto de los andamios. Pero el viejo no respondía. Andaba de un lugar a otro, fisgoneando, sacándose de la garganta un largo monólogo de frases incomprensibles. Ya habían descendido las tejas, cubriendo los canteros muertos con su mosaico de barro cocido. Arriba, los picos desprendían piedras de mampostería, haciéndolas rodar por canales de madera, con gran revuelo de cales y de yesos. Y por las almenas sucesivas que iban desdentando las murallas aparecían —despojados de su secreto— cielos rasos ovales o cuadrados, cornisas, guirnaldas, dentículos, astrágalos, y papeles encolados que colgaban de los testeros como viejas pieles de serpiente en muda. Presenciando la demolición, una Ceres con la nariz rota y el peplo desvaído, veteado de negro el tocado de mieses, se erguía en el traspatio, sobre su fuente de mascarones borrosos. Visitados por el sol en horas de sombra, los peces grises del estanque bostezaban en agua musgosa y tibia, mirando con el ojo redondo aquellos obreros, negros sobre claro de cielo, que iban rebajando la altura secular de la casa. El viejo se había sentado, con el cayado apuntalándole la barba, al pie de la estatua. Miraba el subir y bajar de cubos en que viajaban restos apreciables. Oíanse, en sordina, los rumores de la calle mientras, arriba, las poleas concertaban, sobre ritmos de hierro con piedra, sus gorjeos de aves desagradables y pechugonas.
Dieron las cinco. Las cornisas y entablamentos se desploblaron. Sólo quedaron escaleras de mano, preparando el salto del día siguiente. El aire se hizo más fresco, aligerado de sudores, blasfemias, chirridos de cuerdas, ejes que pedían alcuzas y palmadas en torsos pringosos. Para la casa mondada el crepúsculo llegaba más pronto. Se vestía de sombras en horas en que su ya caída balaustrada superior solía regalar a las fachadas algún relumbre de sol. La Ceres apretaba los labios. Por primera vez las habitaciones dormirían sin persianas, abiertas sobre un paisaje de escombros.
Contrariando sus apetencias, varios capiteles yacían entre las hierbas. Las hojas de acanto descubrían su condición vegetal. Una enredadera aventuró sus tentáculos hacia la voluta jónica, atraída por un aire de familia. Cuando cayó la noche, la casa estaba más cerca de la tierra. Un marco de puerta se erguía aún, en lo alto, con tablas de sombras suspendidas de sus bisagras desorientadas.

viernes, 25 de diciembre de 2015

Premio Internacional Alfonso Reyes. Año 1973. Galardonado: Jorge Luis Borges.




El Premio Alfonso Reyes es un premio mexicano que se otorga por la distinción a la trayectoria, los méritos y las aportaciones dentro de la investigación literaria. El Premio Internacional Alfonso Reyes premia la excelencia de la obra de un escritor, tal como fue la de Alfonso Reyes, autor de Visión de Anáhuac y Junta de sombras, entre otras obras.
Desde su creación el Premio Internacional Alfonso Reyes es otorgado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), la Sociedad Alfonsina Internacional, el gobierno del estado de Nuevo León por conducto del Consejo para la Cultura y las Artes (Conarte), la Universidad Autónoma de Nuevo León, la Universidad Regiomontana y el Instituto Tecnológico de Monterrey.
El galardón, instaurado a iniciativa de Francisco Zendejas en 1972, es un homenaje al escritor regiomontano Alfonso Reyes, como reconocimiento a la obra ejemplar que surgió de su pluma.
La primera entrega de este premio se realizó en 1973. (Fuente: Wikipedia).

Borges. Hemeroteca Literaria.

Abren en Bellas Artes exposición sobre Borges
La exposición, que forma parte del 26 aniversario luctuoso del escritor argentino, está compuestas de 90 fotografías que cuentan el paso de Borges por México.
Los testimonios de las tres estancias de Jorge Luis Borges (1899-1986) en México realizadas en 1973, 1978 y 1981 integran la exposición “Borges en México: Crónica visual y literaria” inaugurada anoche e la Sala Internacional del Palacio de Bellas Artes, en esta ciudad.
La muestra, que forma parte de las actividades conmemorativas del 26 aniversario luctuoso del escritor argentino, presenta cerca de 90 fotografías que dan cuenta del paso de Borges por México.
A partir de la obra homónima del editor Miguel Capistrán, “Borges y México”, que recoge diversos testimonios literarios de las visitas de Borges a este país, se presenta esta exhibición la cual constituye una crónica visual sobre el literato argentino en México.
Imágenes de Rogelio Cuellar, Pualina Lavista y Héctor García, así como dibujos de Felipe Ehrenberg y una fotografía propiedad de Jacobo Zabludovsky se presentan en esta muestra organizada por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).
Entre las fotografías figuran las series de Lavista y Cuellar, cuando en 1973 se le concedió a Borges el Premio Internacional “Alfonso Reyes” en su primera edición.
De igual manera, destacan imágenes de distintas personalidades de la literatura de México como: Juan Rulfo, Juan José Arreola, Alicia Reyes, José Emilio Pacheco, Carlos Montemayor, Carlos Monsiváis y Tomas Segovia.
Llaman la atención además las placas de Borges al lado del ex presidente Luis Echeverría y Alberto Cortés, este último interpretó algunas canciones durante la ceremonia de entrega de dicho premio.
En ese visita de 1973, se presentan las imágenes de una charla literaria que sostuvo Borges con Juan García Ponce, Salvador Elizondo, Juan José Arreola, Adriano González de León y Germán Bleiberg en el Salón “El Generalito” del Antiguo Colegio de San Ildefonso.
Asimismo se observa una serie de fotografías a color de Cuellar y Lavista, en las que Borges visita la zona arqueológica de Teotihuacán, en el Estado de México.
La charla que se celebró en el hotel Camino Real en 1978 y que fue grabada para un programa de televisión al lado de Octavio Paz y de la que dio cuenta Felipe Ehrenberg y Juan José Arreola, se hace también presente en la colectiva.
Se expone además una serie de placas en blanco y negro de su última visita a México en 1981, cuando Borges asistió a la Capilla del Palacio de Minería, lugar donde Octavio Paz y Salvador Elizondo le realizaron una entrevista.
Igualmente destaca una epistola que María Kodama dirige a Borges, en la que da testimonio de sus viajes en pareja por Frankfurt, Ginebra, Marrakesh, las pirámides de Saquara y México.
Es de mencionar que las fotografías alternan con fragmentos de la obra de Borges, cuentos y poemas, así como instantáneas de sus visitas a México.
Se incluyen también opiniones de escritores mexicanos, que permiten al visitante acercarse desde muy diversas ópticas a la obra de uno de los más imaginativos y rigurosos autores contemporáneos.
La muestra “Borges en México: Crónica visual y literaria” estará abierta hasta el próximo 2 de septiembre.
http://eleconomista.com.mx/entretenimiento/2012/08/01/abren-bellas-artes-exposicion-sobre-borges

miércoles, 23 de diciembre de 2015

William Styron. Premio Pulitzer 1968. Novela: Las confesiones de Nat Turner.




William Styron

 Las confesiones de Nat Turner


William Clark Styron Jr. nació en Newport News,Virgina, en 1925 y murió en su casa de Martha’s Vineyard,Massachusetts, el 1 de noviembre de 2006.Tras su paso por los marines durante la Segunda Guerra Mundial, en 1947 se graduó en la Duke University y en 1951 irrumpió en el panorama literario con Tendidos en la oscuridad,que recibió el reconocimiento de la Academia Americana para las Artes y las Ciencias. Fue entonces cuando Styron se trasladó a París, hasta 1953, año en que contrajo matrimonio,
regresó a su ciudad natal y publicó La larga marcha.Autor de diversos ensayos y relatos, fue en el género de la novela en el que alcanzó una mayor notoriedad y éxito. En 1960 publicó Esta casa en llamas, otra de sus mejores obras, y en 1968 ganó el premio Pulitzer con Las confesiones de Nat Turner, una obra sobre la esclavitud que suscitó una encendida polémica. Pero fue con La decisión de Sophie, distinguida con el American Book Award en 1980, que dio origen a la adaptación cinematográfica de Alan J. Pakula protagonizada por Meryl Streep, cuando le llegó su consagración definitiva.
Tras sufrir una grave depresión en 1985, William Styron relató su lucha con la enfermedad en Esa visible oscuridad (1990), que fue galardonada con el National Magazine Award.

***
En agosto de 1831, en una remota región del sudeste de Virginia, tuvo lugar la única revuelta eficaz y sostenida, en los anales de la esclavitud de los negros en Norteamérica. Las páginas iniciales de esta obra, tituladas «Al público», son el prólogo del único documento de la época merecedor de atención, concerniente a aquel alzamiento, documento que forma un breve folleto, con el título de «Las confesiones de Nat Turner», publicado en Richmond, al principio del año siguiente al de los acontecimientos de que trata, y del que he incorporado algunas partes al presente libro.
En el curso de la narración que sigue, rara vez me he apartado de los hechos comprobados, en cuanto se refiere a Nat Turner y a la revuelta que acaudilló. Sin embargo, en aquellos aspectos poco conocidos, referentes a Nat, a los primeros años de su vida, y a los motivos que le impulsaron a rebelarse (de todo lo cual apenas tenemos noticia), me he permitido conceder a la imaginación la mayor libertad, en orden a reconstruir los hechos, pese a lo cual espero no haber rebasado los límites señalados por las escasas noticias que la historia nos ha dado acerca de la institución de la esclavitud.
La relatividad del tiempo nos permite cierta elasticidad en las definiciones, ya que el año 1831 está muy lejos y, al mismo tiempo, es un cercano ayer. Quizás el lector desee derivar de esta narración una conclusión de carácter moral, pero mi propósito ha sido intentar recrear a un hombre y al tiempo en que vivió —y a los acontecimientos que en él tuvieron lugar—, y hacer una obra que no es tanto una «novela histórica», según suele entenderse, cuanto una meditación sobre la historia.
 William Styron
Roxbury, Connecticut
Día de Año Nuevo, 1967

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Fuente:
William Styron
Las confesiones de Nat Turner
Título original: The Confessions of Nat Turner
William Styron, 1967
Editor digital: IbnKhaldun
Digitalización mecánica y electrónica: armauirumque
ePub base r1.2

martes, 22 de diciembre de 2015

Ian Gibson. Federico García Lorca.


PRÓLOGO

 En el setenta y cinco aniversario del asesinato de Federico García Lorca, Editorial Crítica —y se lo agradezco de corazón— se ha empeñado en sacar otra vez a la luz esta biografía, publicada por Grijalbo en dos tomos (1985 y 1987, respectivamente) y reimpresa, por Crítica, ligeramente revisada, en 1998, centenario del nacimiento del poeta.
Si las listas de agradecimientos de los dos volúmenes de la edición original del libro parecían, al decir de un amigo, cementerios —por estar sembradas de tantas cruces indicando el fallecimiento de no pocos de quienes me habían ayudado con mis pesquisas—, ¿qué decir de la situación ahora? Me aterra pensar en los años transcurridos desde que empecé a investigar la vida y la obra de Lorca.
Releer el libro ha sido rememorar centenares de entrevistas y mil peripecias en España, Francia, Inglaterra, Nueva York, Cuba, Buenos Aires… e infinitas horas pasadas en la Hemeroteca Municipal de Madrid, entonces ubicada en un viejo caserón de la Plaza de la Villa (¡ay campana de las Carboneras!), cuando todavía no había ordenadores ni apenas fotocopias.
Quiero recordar, con sumo cariño y gratitud, al gran editor y ser humano que fue Juan Grijalbo, sin cuyo apoyo nunca habría podido llevar a buen puerto mi proyecto biográfico.
Y luego a numerosas personas clave para el mismo, por sus publicaciones o su testimonio personal, todavía vivas en 1987 pero ya desaparecidas. Entre ellas Marie Laffranque, André Belamich, Ernesto Giménez Caballero, José Luis Cano, Dámaso Alonso, Ernesto Guerra da Cal, José Landeira, Eduardo Rodríguez Valdivieso, Daniel Devoto, José Caballero, Margarita Ucelay, Arturo del Hoyo —artífice de la mítica edición Aguilar de las obras de Lorca, ya pasada a mejor vida—, Luis Sáenz de la Calzada, Francisco Giner de los Ríos, María Luisa González, José Antonio Rubio Sacristán, Manuel Ángeles Ortiz, Rafael Martínez Nadal, Isabel García Lorca, José («Pepín») Bello, Luis Buñuel, Salvador Dalí… Son los nombres que se me ocurren ahora, pero hay muchísimos más.
La marcha inexorable del tiempo, además de llevarse a tanta gente cercana de alguna manera al poeta, no ha hecho más que asentar la fama internacional de éste. Lorca tiene hoy una irradiación mundial y su universo se ha convertido, casi se podría decir, en símbolo de lo español.
Es mi obligación aclarar que no he modificado el contenido del texto publicado en 1998. Habría sido una tarea titánica, imposible para mí en estos momentos. Me he limitado a darle un repaso al estilo y, en algún caso aislado, a señalar en nota a pie de página la presencia de un error. Me ha parecido más leal con el lector proceder así y no introducir correcciones «silenciosas».
Para quienes desean estar al tanto del alud de nueva información sobre el poeta y su entorno aparecida desde entonces me atrevo a recomendarles mi Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca, editada por Plaza y Janés en 1998 y hoy en su cuarta impresión con Random House DeBolsillo (se trata de la traducción española de la edición inglesa). También considero que mi último libro sobre el poeta, Lorca y el mundo gay (Planeta, 2009), es merecedor de atención, entre otras razones por el descubrimiento del «amor que no pudo ser» del Federico adolescente, la cordobesa María Luisa Natera Ladrón de Guevara.
Lorca y el mundo gay. Cuando salió el primer tomo de esta biografía en 1985 el adjetivo no se había generalizado, la homosexualidad todavía se consideraba un baldón y personas hubo que pusieron el grito en el cielo clamando «que Lorca era “normal”», «que ellos nunca vieron nada», que el libro invadía la intimidad del poeta, que para entender su obra no hacía falta traer a colación su vida privada, etcétera, etcétera. Desde entonces el cambio ha sido radical. Hoy ningún crítico se atrevería a analizar la obra lorquiana sin tener en cuenta su condición de marginado sexual en una sociedad extremadamente conservadora. Bien es cierto que «el poema es el poema» y que se puede afrontar sin saber nada de su autor. Pero, como biógrafo que soy, entiendo que uno está en su derecho al querer conocer no sólo el texto literario sino a quien ha sido capaz de crearlo, al querer indagar sobre las conexiones entre ambos. Si alguien no lo entiende así, también está en su derecho, aunque creo que se equivoca.
Hoy sabemos mucho más acerca de Lorca de lo que era el caso en 1985. Por ejemplo, se ha publicado el vasto y extraordinario corpus de sus escritos juveniles. Pero queda mucho por descubrir. Debido a la guerra civil y a la consiguiente y cruel diáspora, todavía existe la posibilidad de que se encuentre por las Américas, olvidada en algún cajón o entre las páginas de un libro, documentación clave. ¿Dónde están las cartas del poeta a Adolfo Salazar, por ejemplo? ¿Dónde está el archivo de Gabriel García Maroto, editor de Libro de poemas? Lo mismo se puede decir pensando en las estancias de Lorca en Nueva York (1929-1930), Cuba (1930) y Buenos Aires y Montevideo (19331934), muy estudiadas pero todavía llenas de incógnitas y lagunas. En el caso de un gran escritor —creo que fue T. S. Eliot quien lo dijo— cualquier papel, aunque sea la lista de la tintorería, puede tener enorme interés. Y Lorca es uno de los más grandes. Como Dalí, era un creador incansable y además muy generoso a la hora de regalar papeles, dibujos, anécdotas, dedicatorias… De sus muchísimas cartas al pintor, por cierto, sólo conocemos algunas. Es una ausencia que duele porque en ellas ponía lo mejor de sí (lo sabemos por las respuestas de Salvador, que sí se han conservado).
¿Los herederos de Rafael Martínez Nadal (fallecido en 2001) nos aclararán un día si obran todavía en su poder cartas inéditas del granadino? En Lorca y el mundo gay di a conocer una muy importante de Nadal al poeta. Tiende a confirmar lo que muchos sospechábamos: la bisexualidad del gran amigo, razón quizá de su tenaz oposición a quienes insistíamos en que la homosexualidad de Lorca tenía mucho que ver con su obra, que gira obsesivamente en torno a la frustración amorosa. ¿Quemó realmente Martínez Nadal las cartas recibidas del poeta desde Nueva York y Cuba, en las cuales, según varios testimonios, aludía a sus actividades homoeróticas en la metrópoli estadounidense?
No se trata de morbosidad sino de querer conocer mejor al hombre y su obra. Y, con ello, a nosotros mismos, puesto que el género biográfico también es eso, profundizar en la condición humana. España es un país parco en biografías, como bien apuntó Gerald Brenan, y ello supone una carencia muy grave. ¡Cuántos ilustres españoles (y españolas, perdón) están todavía sin la que se merecen y que nosotros necesitamos!
Cambiando de asunto, quiero aprovechar esta oportunidad para expresar el profundo desconsuelo que me produce constatar la progresiva, y al parecer imparable, destrucción de la Vega de Granada, paraíso infantil de Lorca y fuente de inspiración de toda su obra. ¡Si la viera ahora! ¡Si la viera Manuel de Falla!
En cuanto a los restos del poeta, se buscaron en 2009 y, debido a un deficiente trabajo previo, no se encontraron. A día de hoy sólo sabemos que el atroz crimen se cometió no lejos de Fuente Grande, en el municipio de Alfacar. Dada la actual coyuntura política parece difícil que por el momento se siga tratando de localizar la fosa.
Que España no haya recuperado todavía al desaparecido más famoso de la guerra civil es, a mi juicio, lamentable.
Un buen amigo del poeta —Ramón Pérez Roda— le escribió en una carta que cito en el libro: «Bienvenido a esta Granada que te debe casi la existencia. Tú eres su espíritu». Son palabras que me han producido un escalofrío al releerlas. Causa indignación y dolor el hecho de que todavía se mantenga en el centro de la ciudad, donde se fusiló a miles de inocentes, el monumento a José Antonio Primo de Rivera. Entiendo que Lorca no se equivocaba mucho al decir, en junio de 1936, que Granada tenía «la peor burguesía de España».
Además de ser «un poeta telúrico, un hombre agarrado a la tierra» —son sus palabras—, era un revolucionario que quería ayudar a cambiar el mundo con su obra y, sobre todo, con su teatro. La identificación con Cristo, explorada por Eutimio Martín, está fuera de duda y casi se podría decir que se halla incluso en la manera de su muerte. Se me viene a la memoria una frase de uno de sus textos juveniles: «Mirad que hay hospitales que se derrumban, hombres que blasfeman porque no comen y desamores en las sendas». Y otra: «Hay que ser hijos de la verdadera patria: la patria del amor y de la igualdad».
Su hermano Francisco dijo que, de todos los escritores de su generación, Federico era quien estaba socialmente más comprometido. Estoy de acuerdo. Desde sus primeros versos hasta La casa de Bernarda Alba la preocupación es constante.
Haber podido dedicar tantas décadas a estudiar al hombre y su obra ha sido el mayor privilegio de mi vida.

Madrid, junio de 2011

Fuente:
Título original: Federico García Lorca
Ian Gibson, 1985
Este epub está realizado en base a la edición de 2011 de Editorial Crítica
Editor digital: brusina y liete
ePub base r1.2

lunes, 21 de diciembre de 2015

NOVELAS COSTARRICENSES DEL AÑO 2015.


SOBRE LOAS, RESEÑAS, COMENTARIOS Y PERSONA “AMATEUR” COMO ARTICULISTA EN ANCORA.
NOVELAS COSTARRICENSES DEL AÑO 2015.
Una mala crítica es aquella que revela un canto o un panegírico a amigos o conocidos y súmele también aquello del ninguneo. Además, de la forma frívola que se desprende del texto debemos de investigar quién es el autor . Lo anterior es importante porque es una forma de delimitar un juicio de autoridad. Si la persona no posee los atestados literarios, ni académicos para realizar afirmaciones tajantes me parece entonces, que sus comentarios debemos de leerlos con cierta reserva.
Un comentario que se inicia señalando las publicaciones en “grandes” editoriales (no por ello buenas o de buen control de calidad literaria) ya denota lo “amateur” y bisoño de quien escribe. ¿Por qué razón de lo anterior? Porque, da por un hecho, como una verdad meridiana que publicar en una “gran” editorial es sinónimo de calidad, algo que está muy lejos de la verdad. Basta ver solo los títulos de algunas “grandes” editoriales como Planeta: basura. E igual su poco profesionalismo se denota en señalar premios de autores para “justificar” la presunta calidad de una obra literaria. Es decir, ya desde un principio se está confundiendo: publicación con editoriales y premios.
De si existe material para hacer estudios por la gran cantidad de obras publicadas es otro comentario poco feliz porque, no todo lo publicable debe de ser aceptado para una buena crítica literaria. Peor aún, señalar al “estilo” de x o z profesor universitario como modelo de crítico denota cierto compadrazgo.
Pero, desde luego que la persona está en su derecho de hacer tales afirmaciones a ultranza. Pero, yo también tengo la obligación de señalar que este señor o autor de referencia fue un profesor de marcada orientación política con una visión de gran sesgo literariamente hablando por lo que no me convence lo dicho por el comentarista de Ancora.
Pero, aún van más allá los temerarios comentarios en Ancora y se señala la “inteligencia” de este profesor universitario. Es evidente que lo amateur no se le puede quitar de la cabeza – a este señor - cada vez que tecleó e hizo la reseña literaria para el suplemento de Ancora.
Mi abuela, tenía un refrán que supongo lo decía de sus mayores, y que yo siempre me recuerdo: el papel aguanta TODO lo que le pongan o le escriban. Hoy sería el papel y la Internet aguantan todo lo que le pongan.
Cualquier persona puede escribir lo que le venga en gana pero, existe un peligro: esa “democratización” nos ha llevado que cualquiera, pero cualquier persona puede escribir lo que le venga en gana con ribetes de autoridad, una autoridad asolapada, una autoridad larvada: en este caso escribir en Ancora un artículo de alguna manera, la persona forma “criterio”.
Una persona que no posee ninguna carrera ni como escritor, ni como académico, ni como crítico es un peligro para la comunidad literaria costarricense. Pero, acá hay que exculpar a la persona de los comentarios porque al final, es el periódico el responsable de contratarlo.
Siguiendo con lo criticado, se dice en el texto en mención que este año se publicó “cierto” tipo de novela experimental. Supongo que es referente a lo publicado por este señor Luis Cháves y que desde luego NO es novela experimental. Son por el contrario, ideas escritas y apiñadas y que algunas personas le han dado el calificativo irresponsable de novela experimental.
Pero, el autor del comentario no se queda ahí, con lo de novela experimental y la califica de “extraordinaria obra”, de nuevo un error de crítica. Si le da esos calificativos debió entonces pedir dos o tres planas al periódico para justificar tales afirmaciones y no hacerlo de buena gana y de forma incompetente.
De la novela: La guerra prometida.
Acá de nuevo el comentarista debió de señalar el por qué le da los calificativos de: “estupenda”. Asimismo, observamos lo amateur de los comentarios al afirmar y señalar - y que es lugar común – “el dominio del oficio” y “agilidad” que dan los años como escritor. Lo primero afirmado lo considero intrascendente por lugar común y lo segundo, no estamos ante una competencia deportiva de salto de vallas, ¿“agilidad”?, fea palabra para señalar, la supuesta maestría en el oficio de escritor.
Siguiendo este pequeño - y mal recorrido- itinerante de obras, nos encontramos con los comentarios en pequeñas líneas de la obra “Mazuntle” de Daniel Quirós, que de nuevo lo fusila con epítetos o calificativos de: “talento y atrevimiento narrativo”... mi pregunta es: ¿atrevimiento y talento narrativo de qué? Porque, me quedé esperando cuál es el atrevimiento de Quirós, porque no lo dice. ¿Será que a este señor le gusta fusilar con ese número de calificativos sin justificarlos?
De el señor Guillermo Barquero y su novela: Combustión humana espontánea, de nuevo se observa lo poco profesional al llamar al autor que es un narrador: “con chispazos de fineza literaria”, poco le faltó para decir que escribía mejor que Proust. Este tipo de perífrasis asustaría, a un crítico extranjero de literatura, quedaría anonadado a tales calificativos para un autor. Y la verdad, yo nunca en mi carrera literaria, nunca pero nunca he visto en revistas especializadas de filología tales calificativos para un narrador. Me parece poco serio quien hace un panegírico de tal naturaleza. Lo anterior denota poco oficio como reseñista o articulista y ni que se diga de “crítico literario”.
Resumiendo: creemos que quien se dedica a la reseña literaria o es articulista de un medio periodístico, debe de ser más objetivo y no utilizar tantos calificativos como si fueran loas a un “César” cuando hace referencia a algunas obras.
Además, también observamos el ninguneo como es frecuente en Costa Rica no solo por los comentarios de este señor – que la verdad no poseen juicio de autoridad como crítica literaria – sino lo que es más grave , que ni señala la obra de nuestro colaborador y amigo Guillermo Fernández con su novela “Te busco en las tinieblas” publicada este año por Uruk editores.
E igual de forma irreverente ofrece una lista de las obras más importantes publicadas este año de otros autores que ni se molesta en señalar si son buenas o malas.
Un artículo como el anterior publicado en Ancora, es un artículo poco profesional, con un error de sesgo y que es evidente privilegia en comentarios a algunas obras y margina a otras sin explicar el por qué.
Es lamentable que se hagan este tipo de artículos, la verdad que cuando una persona se sienta ante su computadora para “hacer” crítica literaria si va a ningunear a algunos y van a proliferar los calificativos positivos a otros sin justificarlos con seriedad y profundidad mejor que no haga el artículo.
J. Méndez-Limbrick.

jueves, 17 de diciembre de 2015

Marco Valerio Marcial. Epigramas.


Marco Valerio Marcial
(Italia, 0040 dC-0104 dC)
Poeta hispanorromano, uno de los más notables escritores de epigramas satíricos de la antigüedad. Sus versos ofrecen un retrato vivo y en ocasiones nada halagüeño de la Roma imperial durante la segunda mitad del siglo I. Marcial nació en Bílbilis (Hispania) y alrededor del año 64 se fue a Roma en busca de fortuna. En esta ciudad llevó la vida de un hombre de letras itinerante y pobre. Entre sus amistades figuraban eminentes literatos y hombres de leyes, como Plinio el Joven, Juvenal y Quintiliano. Posteriormente se ganó el favor de los emperadores Tito y Domiciano, y fue nombrado miembro del orden ecuestre (una clase de ciudadanos con fortuna, al margen del orden senatorial). Su Liber spectaculorum, la obra más antigua de las que se conservan de este autor, celebra los actos de inauguración del Coliseo, presididos por Tito en el año 80. Sus Epigramas posteriores (86-102) abarcan doce volúmenes que incluyen los más de 1.500 poemas breves en los cuales se basa su fama. Los epigramas, de métrica y estrofa variable, atacan las debilidades universales, aunque en su mayoría están dirigidos a un individuo, real o imaginario, y marcados por una visión cínica de la naturaleza humana y un ingenioso y mordaz giro de la frase. Unos lamentan la mezquindad de los patronos, otros piden préstamos o favores, los dirigidos al emperador Domiciano parecen artificiales e intencionadamente halagadores. Muchos reflejan la brillante vida romana, y en ellos se pone de manifiesto la admiración de Marcial por el heroísmo del pueblo romano en los días de la República, el afecto hacia los propios amigos y su amor por la vida campestre. La mordacidad de su obra sentó las bases del epigrama moderno. Tras una estancia de treinta y cinco años en Roma, Marcial regresó a Hispania en el año 98 y murió en su tierra natal.

Comentario de: Lajime

***


El epigrama, género que a veces se agrupa junto con la poesía lírica, como un subgénero de ésta, incluye las composiciones poéticas breves (generalmente entre dos y seis versos) en las que se expresa un pensamiento festivo o burlesco. Los metros son variados, aunque abunda el dístico elegíaco, una estrofa compuesta por un hexámetro y pentámetro dactílicos.

El epigrama primitivo, como indica su etimología griega (epí-, `sobre`, gramma, `escritura`) era un texto breve destinado a figurar como inscripción en un sepulcro, una base de estatua o un exvoto, aunque en su desarrollo el epigrama sirvió para expresar toda clase de temas y sentimientos, si bien los griegos alejandrinos sintieron predilección por los temas amorososEl epigrama literario alcanzó su más alta cima con Marco Valerio Marcial (40 d.C-104), que lo cultivó en exclusiva y estableció las características que hoy sirven para definirlo, superando con creces a los autores griegosMarcial escribió alrededor de 1500 epigramas, editados en quince libros, uno a uno o por grupos, precedidos de un prólogo en verso o en prosa en el que se defiende de los ataques de los autores clasicistas y retóricos, que entonces estaban de moda.

El primer libro, Liber spectaculorum, tiene por objeto los festivales circenses de Tito y Domiciano, una de las vivencias que más le atraían de Roma. Los libros XIII y XIV, Xenia y Apophoreta, recogen los epigramas utilizados para acompañar los regalos que se hacían con ocasión de las fiestas Saturnales. Los doce libros restantes son de temas variados: literatura, sociedad, temas personales, etc.

Fuente:
EPIGRAMAS
DE
MARCO VALERIO MARCIAL
Segunda edición
Texto, introducción y notas
de
JOSÉ GUILLÉN
Revisión
de
FIDEL ARGUDO
Institución «Fernando el Católico» (CSIC)
Excma. Diputación de Zaragoza
Zaragoza, 2004
Publicación número 2.388
de la Institución «Fernando el Católico»
(Excma. Diputación de Zaragoza)

William Faulkner Una fábula. Premio Pulitzer 1955.


Ésta es la verdadera historia del soldado desconocido que está enterrado en el Arco de Triunfo de París. Contada por William Faulkner. Su mujer se llamaba Magda. Los fusilaron entre dos ladrones. Resucitó. Era cabo de un regimiento francés que en la guerra de 1918 se negaba a atacar al enemigo, en un imposible intento de aplicar los principios del pacifismo en pleno campo de batalla. Una fábula, que se publicó por primera vez en 1954 y fue galardonada con el premio Pulitzer, es una de las novelas grandes de William Faulkner; y una de las visiones más cínicas, despiadadas y lúcidas que del mundo y la guerra se han dado nunca.

 

William Faulkner
Una fábula
Título original: A Fable
William Faulkner, 1954
Traducción: José Luis López
Diseño de cubierta: María Pérez-Aguilera
Editor digital: Epicureum

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Robert Penn Warren. Novela: Todos los hombres del rey. Premio Pulitzer 1947.


Robert Penn Warren (Guthrie, 24 de abril de 1905 – Stratton, 15 de septiembre de 1985) fue un poeta, novelista y crítico literario estadounidense, así como uno de los fundadores de la Nueva Crítica. Fue también miembro fundador de la Fraternidad de Escritores del Sur. Warren es la única persona que ha ganado un Premio Pulitzer en los géneros de ficción y de poesía. En 1947 ganó el Pulitzer de ficción por su novela Todos los Hombres del Rey (1946) y, posteriormente, ganó dos Premio Pulitzer de Poesía, primero en 1957 y luego en 1979.

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Willie Stark –inspirado en una figura histórica, Huey Long, el célebre y discutido gobernador populista de Louisiana– es un personaje de poderosa y compleja personalidad: orador amado por las multitudes y dictador sin escrúpulos que se mantiene en el poder mediante la corrupción y el chantaje. Robert Penn Warren ha escrito una de las grandes novelas políticas del siglo XX y una original exploración del tema inagotable del conocimiento de uno mismo, donde se entrelazan varios destinos. En el centro, Willie Stark, abogado de origen humilde que llegará a gobernador del estado, que seduce a Anne Stanton, a su hermano Adam y a Jack Burden, los insatisfechos hijos de las familias poderosas del estado. Adam Stanton es el idealista puro y Jack Burden es un desarraigado que pretende ser sólo un espectador inteligente. Todos los hombres del rey, un clásico de la literatura americana, ha inspirado dos grandes películas: la primera fue dirigida por Robert Rossen, la segunda cuenta con la dirección de Steven Zaillian, y ha sido protagonizada por Sean Penn, Jude Law y Kate Winslet.

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martes, 15 de diciembre de 2015

Barnes Djuna - El Bosque De La Noche. Prólogo de T.S. ELIOT.



 PRÓLOGO
Cuando se trata de prologar un libro de orden creativo, siempre me parece que los pocos libros que merecen ser presentados son precisamente aquellos que es impertinencia presentar. Yo he cometido ya dos impertinencias de éstas; ahora va la tercera y, si no es la última, nadie se sorprenderá más que yo. Este prólogo sólo de una manera puedo justificarlo: uno espera que los demás vean en un libro, la primera vez que lo lean, todo lo que uno ha ido viendo en él en el transcurso de una larga frecuentación. Yo he leído El bosque de la noche muchas veces, en manuscrito, en pruebas de imprenta y después de su publicación. Lo que puede hacer uno por otros lectores —suponiendo que, si leen este prólogo, lo lean al principio— es esbozar las fases más significativas de su apreciación del libro. Porque yo tardé algún tiempo en formar una apreciación de su significado en conjunto.
En una descripción de El bosque de la noche, hecha con el fin de atraer lectores a la edición inglesa, dije que «gustará especialmente a los amantes de la poesía». La frase es aceptable como síntesis publicitaria, pero quiero aprovechar esta ocasión para matizar un poco. No es mi deseo sugerir que la excelencia del libro sea eminentemente verbal y, mucho menos, que su asombroso lenguaje disimule una falta de contenido. Si el término de «novela» no está ya muy desvirtuado y si se refiere a un libro en el que se presentan unos personajes vivos, con una interrelación significativa, este libro es una novela. Yo no quiero decir que el estilo de Miss Barnes sea «prosa poética». Pero lo que sí quiero decir es que, en realidad, la mayoría de las novelas contemporáneas no están «escritas». Adquieren su parte de realidad por la minuciosa reproducción de los sonidos que hacen los seres humanos en sus simples necesidades diarias de comunicación; y la parte de la novela que no está compuesta por estos sonidos consiste en una prosa que no tiene más vida que el trabajo de un redactor periodístico o de un funcionario competente. Una prosa viva exige al lector algo que el lector de novelas corriente no está dispuesto a dar. Decir que El bosque de la noche gustará especialmente a los lectores de poesía no significa que no sea novela, sino que es una novela tan buena que sólo una sensibilidad aguzada por la poesía podrá apreciarla plenamente. La prosa de Miss Barnes tiene el ritmo propio de la prosa y un fraseo musical que no es el del verso. Este ritmo de prosa puede ser más o menos complejo o preciosista, según los fines del autor; pero, simple o complejo, es lo que imprime intensidad suprema al relato.
La primera vez que leí el libro, el primer movimiento, hasta la entrada del doctor me pareció un tanto lento y premioso. Y, durante toda la primera lectura, tuve la impresión de que únicamente el doctor daba vitalidad al libro. Y, también, el capítulo final me pareció superfluo. Ahora estoy convencido de que el último capítulo es esencial, tanto para la acción dramática como para la concepción musical. Sin embargo, lo curioso es que a medida que, en sucesivas lecturas, los otros personajes iban cobrando vida y el foco de interés se desplazaba, la figura del doctor no quedaba disminuida sino que, al ser integrada en el conjunto, adquiría un relieve diferente y una mayor trascendencia. El doctor dejaba de ser el actor brillante en una obra gris, interpretada sin gran convicción por el resto de la compañía, el actor cuya reaparición espera uno con impaciencia. Si, en la vida real, este personaje puede tender a monopolizar la conversación, matar la reciprocidad y eclipsar a las personas menos comunicativas, ello no ocurre en este libro. Al principio, sólo oímos hablar al doctor y no entendemos por qué habla tanto. Poco a poco, bajo su autocomplacencia y presunción —doctor Matthew-Poderoso-Grano-de-Sal-Dante-O'Connor— descubrimos un desesperado altruismo y una profunda humildad. Su humildad no aparece a menudo de forma meridiana como en la prodigiosa escena de la iglesia vacía, pero es lo que, en todo momento, le infunde su desvalido poder sobre los desvalidos. Sus monólogos, brillantes e ingeniosos como son, no están dictados por la indiferencia hacia otros seres humanos sino, por el contrario, por una hipersensible percepción. Cuando Nora va a visitarle por la noche (Vigilante, ¿qué me cuentas de la noche?), él, inmediatamente, advierte que lo único que puede hacer por ella («estaba irritado, porque esperaba a otra persona») —la única forma de «salvar la situación»— es hablar torrencialmente, aunque ella apenas se entera de lo que le dice sino que vuelve una y otra vez a su obsesión. Y él al final se subleva, después de haberse volcado en los demás, sin recibir a cambio el menor apoyo. Toda la gente de mi vida que me ha amargado la vida, que venía a mí para saber de la degradación y de la noche. Pero, casi siempre, él habla para ahogar el débil llanto y el gemido de la humanidad, para hacer más soportable su vergüenza y menos vil su miseria.
En verdad, un personaje como el del doctor O'Connor no podía ser el único real en una galería de muñecos: un personaje semejante necesita de otros personajes reales, aunque sean menos lúcidos, a fin de lograr su plena realidad. No hay en el libro personaje que no permanezca vivo en mi mente. Félix y su hijo son opresivamente reales. A veces, en una frase, los personajes cobran vida tan súbitamente que uno se sobresalta, como el que cree que toca una figura de cera y descubre que es un policía de carne y hueso. El doctor dice a Nora: «Yo me defendía bastante bien hasta que tú levantaste mi piedra de un puntapié y tuve que salir, todo musgo y ojos.» Robin Vote (el personaje que más nos intriga, porque lo sentimos perfectamente real, sin acabar de comprender el medio por el cual la autora consigue que la sintamos así) es la visión de un antílope bajando por una arboleda, coronado de azahar, con un velo nupcial y una pata levantada en actitud temerosa; y después tiene unas sienes como las de los venados jóvenes cuando les apunta el cuerno, como ojos dormidos. A veces, también, una situación que ya habíamos intuido se condensa bruscamente con vívido horror mediante una frase, como cuando Nora, al ver al médico en la cama, piensa: «Dios, los niños saben cosas que no pueden explicar: a ellos les gusta ver a Caperucita y al Lobo en la cama.»
El libro no es, simplemente, una colección de retratos individuales; los personajes están enlazados entre sí, como las personas de la vida real, por lo que podríamos llamar el azar o el destino más que por la elección deliberada de la compañía del otro: el foco de interés es el dibujo que forman, más que cualquier componente individual. Llegamos a conocerlos a través del efecto que surten unos en otros. Y, por último, huelga decir —aunque quizá no para el que lo lea por primera vez— que este libro no es un estudio de psicopatías. Las penas que sufren las personas por sus particulares anormalidades de temperamento son visibles en la superficie: el significado más profundo es que la desgracia y la esclavitud humanas son universales. En las vidas normales, esta desgracia queda escondida; con frecuencia, lo que es más triste, escondida para el que la padece más que para el observador. El enfermo no sabe lo que tiene; en parte, quiere saberlo, pero lo que más desea es ocultarse el conocimiento a sí mismo. Según la moral puritana que yo recuerdo, antes se suponía implícitamente que, si uno era laborioso, emprendedor, inteligente, práctico y respetuoso con los convencionalismos sociales, uno tenía una vida feliz y «provechosa». El fracaso se debía a cierta debilidad o perversidad peculiar del individuo; pero una persona «como Dios manda» no tenía por qué padecer. Ahora es más común suponer que las desgracias del individuo son culpa de la «sociedad» y que pueden remediarse por cambios del exterior. En el fondo, ambas filosofías, por distintas que aparezcan en su forma de operar, son iguales. Me parece que todos nosotros, en la medida en que nos aferramos a objetos creados y aplicamos nuestra voluntad a fines temporales, estamos roídos por el mismo gusano. Visto de este modo, El bosque de la noche adquiere un significado más profundo. Contemplar a este grupo de personas como fenómenos de feria no sólo es errar el golpe sino reafirmar nuestra voluntad y endurecer nuestro corazón en una inveterada soberbia.
Yo habría considerado el párrafo anterior impertinente y tal vez pedante para un prólogo que no tiene más ambición que la de ser una simple recomendación de un libro que admiro profundamente, si una reseña (por lo menos) de las ya aparecidas, ostensiblemente con ánimo de elogio, no pudiera inducir al lector a adoptar esta errónea actitud. Por regla general, al tratar de prevenir una mala interpretación, se corre el peligro de suscitar otra falsa apreciación imprevista. Ésta es una obra de imaginación creativa, no un tratado filosófico. Como digo al principio, me parece una impertinencia el mero hecho de presentar este libro; y el haber leído un libro muchas veces no necesariamente te infunde el conocimiento adecuado de lo que debes decir a los que todavía no lo han leído. Lo que yo pretendo es dejar al lector en disposición de descubrir la excelencia de un estilo, la belleza de la frase, la brillantez del ingenio y de la caracterización y un sentido del horror y de la fatalidad digno de la tragedia isabelina.

1937                                                                                                                                            
 T. S. ELIOT
Fuente:
 Título original: Nightwood 
Traducción: Ana Mª de la Fuente

© Djuna Barnes, 1936, 1951
© Editorial Seix Barral, S. A.
© RBA Editores, S. A., 1993, por esta edición
Pérez Galdós, 36 bis, 08012 Barcelona

Proyecto gráfico y diseño de la cubierta: Enric Satué
Ilustración cubierta: Joan Garrigosa

ISBN: 84-473-0037-4
Depósito Legal: B. 11.588-1993
Impresión y encuadernación:
LITOGRAFÍA ROSES, S. A. Progrés, 54-60.
Polígono Industrial La Post. 08850 Gavà (Barcelona)


Impreso en España — Printed in Spain


Edición digital: Octubre 2007
Scan: Adrastea . Corrección: Unamas
 A Peggy Guggenheim
y John Ferrar Holms

lunes, 14 de diciembre de 2015

Thornton Wilder. Novela: El puente de San Luis Rey. Premio Pulitzer 1928.


El autor norteamericano Thornton Wilder nació en 1897 y murió en 1975. Se graduó en 1912 y posteriormente estudió arqueología en Roma. Dio clases de literatura y sobre los clásicos en la Universidad de Chicago. Publicó su primera novela, La cábala, en 1926. Su obra más popular El puente de San Luis Rey (Premio Pulitzer) lo consagró como novelista y de ella se realizaron adaptaciones cinematográficas y televisivas. Obtuvo el premio Pulitzer por dos de sus libros Our town y The skin of our teeth. Con la novela El octavo día ganó el Nacional BookAward en 1968.

***

El puente de San Luis Rey`, novela por la que Thornton Wilder ganó el premio Pulitzer en 1927, es una obra de peso en la literatura americana. Pero fue Tony Blair, el primer ministro británico, el que propició su adaptación al cine al citar el libro en el funeral por las víctimas del atentado de las Torres Gemelas de Nueva York. El gesto impulsó que fuese llevado a la pantalla, con un reparto que encabeza Robert de Niro.El relato se sitúa en el Perú colonial de 1740 y narra el proceso inquisitorial que se sigue por la muerte de cinco personas en el derrumbe de un puente. Una época y un lugar que parecen lejos de nuestro tiempo, pero una historia que se hace próxima a nosotros, al tratar de una tragedia, del destino y del dolor. Ese puente del título evoca, en realidad, al lazo de amor que ha de unir la tierra de los vivos y la de los muertos. Hay, incluso, en el original una frase tan actual como: «Torres están cayendo en todo momento sobre la gente de bien».El libro cautivó nada más leerlo a Mary McGuckian, directora irlandesa conocida hasta ahora por `Best`, biografía del futbolista George Best. Compró los derechos para llevarlo al cine y ha tardado 10 años en conseguirlo. De hecho, no lo hubiera logrado de no haber contado con la ayuda involuntaria de Tony Blair. No ha sido, con todo, la primera vez que la obra de Wilder llega a la pantalla, ya que se ha adaptado dos veces antes, por Charles Bravin, en 1929, y por Rowland V. Lee, en 1944. Siempre con el mismo título y con escaso éxito. La obra también ha sido llevada al teatro y se ha podido ver su adaptación, a cargo de Irina Brook, en el marco del Festival de Otoño de Madrid de este año.

Fuente:
Editorial: The Archer. Año 1950.

domingo, 13 de diciembre de 2015

Louis Bromfield (EEUU, 1896-1956).Novela: LA SEÑORA PARKINGTON. Premio Pulitzer 1927.


Louis Bromfield (EEUU, 1896-1956)
Novelista y filósofo naturalista estadounidense, que en sus obras defiende el individualismo y ataca el efecto deshumanizador de la industrialización. En los comienzos de su carrera, fue uno de los novelistas más respetados del momento, pero esta consideración disminuyó cuando empezó a cultivar una expresión ensayística de su creencia en el enraizamiento de los valores humanos con la tierra. Su novela Principios de otoño (1926) ganó el Premio Pulitzer.
Bromfield nació en Mansfield (Ohio), hijo de un granjero. Estudió en la Universidad de Columbia pero la abandonó para alistarse en el Ejército francés al estallar la I Guerra Mundial. Francia le concedió la Medalla del Honor por sus dos años de servicio como conductor de ambulancias. Después de la guerra obtuvo el título honorífico de la Universidad de Columbia para estudiantes que habían servido en la guerra y empezó a trabajar como periodista. Generalmente se considera la serie de cuatro novelas conocida como Huida, la mejor parte de la producción de Bromfield, que se refería a ellas como novelas panel, porque presentaban personajes, temas y ambientes relacionados entre sí. En todas, El árbol de Green Bay (1924), Procesión (1925), Principios de otoño (1926) y Una buena mujer (1927), aparecen mujeres fuertes que oponen sin éxito su valor como personas a un sistema de valores basado en el materialismo.
En 1938, Bromfield, que había estado trabajando como corresponsal en Francia desde 1925, regresó a Ohio y compró tres granjas devastadas para recuperarlas. Abandonó la ficción y dedicó todos sus esfuerzos a contar su vida de granjero. La crítica consideró este cambio de dirección como una incapacidad de Bromfield para desarrollar el talento que se intuía en sus primeras obras de ficción. Nunca volvió a tener el éxito, ni crítico ni comercial, de las primeras novelas.
Entre el resto de sus novelas están La granja (1933), crónica de cien años en una granja de Ohio, y Vinieron las lluvias (1937), situada en la costa de la India. Lo más destacado de su producción al margen de la ficción está en El valle amable (1945), sobre su experiencia en las granjas, y Al grano, un ataque filosófico contra los valores materialistas.
***
En La señora Parkington nos encontramos en los años siguientes al crack del 29. En Manhattan, en una gran mansión viven los Parkington, una familia que adolece de multitud de pecados, pues quien no está bajo un soporífero aburrimiento, se ha casado mal, o bien ha hecho inversiones que no han dado ningún fruto. Pero si algo une a la familia es la espera de la muerte de la matriarca de la familia: Susie Parkington, que tiene ochenta y cuatro años y una salud envidiable, que quizás le venga por no haber estado siempre en una familia acomodada, sino haber sido camarera en Nevada. La única esperanza de la familia, según Susie, es su bisnieta Janie, que parece la única que puede acabar con toda una generación de Parkington con malas decisiones.
Fuente:
LOUIS BROMFIELD
LA SEÑORA PARKINGTON
Título original: Mrs. Parkington
Publicado por primera vez en 1942.
Publicado en Gran Bretaña por Cassell, 1944.
Publicado en Penguin Books en 1959.
Edición en formato digital: abril de 2013
2013, Random House Mondadori, S. A.

sábado, 12 de diciembre de 2015

Sinclair Lewis.Novela.Doctor Arrowsmith


Novelista estadounidense muy imitado por escritores posteriores, tanto en su estilo naturalista como en su temática. Lewis cambió la tradicional visión romántica y complaciente de la vida estadounidense por otra mucho más realista, e incluso amarga. Nació en Sauk Center (Minnesota), el 7 de febrero de 1885 y estudió en la Universidad de Yale. De 1907 a 1916 trabajó como reportero y editor literario.
Lewis murió cerca de Roma, el 10 de enero de 1951. Su obra póstuma, World too Wide, Este Inmenso Mundo (1951), sigue el sistema jamesiano de estudiar a los estadounidenses sobre un fondo europeo. En 1952 se publicó De Calle mayor a Estocolmo, una selección de las cartas escritas por este autor de fama internacional. Aunque por lo general desdeñaba los premios literarios y rechazó el Premio Pulitzer en 1926 por El doctor Arrowsmith, Lewis aceptó el Premio Nobel de Literatura en 1930, convirtiéndose en el primer escritor estadounidense que obtuvo este importante galardón.

Motivaciones de la Academia Sueca para el otorgamiento del premio Nobel de literatura: «por su arte vigoroso y gráfico de la descripción y su capacidad para crear, con ingenio y humor, nuevos tipos de personajes»

***
El libro recorre la vida de Martin Arrowsmith, un tipo bastante común que entra en contacto con la medicina a los catorce años como asistente del médico en su ciudad natal. Lewis narra de manera brillante el mundo de la investigación, y de las compañías farmacéuticas, así como las modestas ambiciones de muchos hombres y mujeres que tienen una gran vocación. Describe magistralmente muchos aspectos del mundo de la medicina, desde la formación hasta las consideraciones éticas, y nos muestra, con un tono satírico, las envidias, presiones y negligencias que a veces van asociadas a ese mundo.
 Sinclair Lewis

Doctor Arrowsmith
 Título original: Arrowsmith
© 1925 by Harcourt Brace Company, copyright renewed 1953 by Michael Lewis
© de la traducción: José Manuel Álvarez Flórez
Edición en ebook: mayo de 2013
© Nórdica Libros, S.L.
C/ Fuerte de Navidad, 11, 1.º B 28044 Madrid (España)
 ISBN DIGITAL: 978-84-15564-83-6

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ALGO MÁS EN EL EQUIPAJE Ray Bradbury fragmento

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