sábado, 30 de octubre de 2010

TERCERA PARTE DE: EL LABERINTO DEL VERDUGO. (FRAGMENTO).

  http://www.nacion.com/2010-10-03/Ancora/NotasSecundarias/Ancora2513938.aspx

  Nota: ópera aludida por el personaje Felipe Ossorio en el Laberinto del verdugo.

PARTE

Suite nocturnal o variaciones sobre un mismo tema
Intermezzo

(1)
Murmuraciones

Hoy, aquí en el Valle de las Muñecas, has querido hacer un experimento, que en realidad sabés cuál va a ser la conclusión, pero no te importa, te regodeás con la curiosidad de los demás, te regodeás con la envidia y la lascivia de las personas. Observás y ofrecés, disimulás pero sabés. Avanzás entre sombras, avanzás entre las sombras de los demás y de las sombras tuyas, las sombras personales...
Has llegado a la Torre Báquica, sos  un anciano con sabiduría de hierofante. Has dejado la forma juvenil y la egolatría a un lado... a veces, te queda algo de humano... El experimento es el siguiente... te has rodeado de una hermosa prostituta, le has pagado una considerable suma de dinero para que sea tu compañera... escultural y asesinamente bella amenaza con su yo venenoso a los presentes, pero no es una prostituta común y vulgar, no... ¡Por supuesto que no!... Vos no podés andar con una putilla esquinera o de los alrededores del Valle de las Muñecas... los cofrades y vos la han traído... es una “modelo” europea para unos castings de publicidad –la pantalla de siempre–... Entrás ataviado con la mejor ropa a la Torre Báquica, no es una cena de gala pero vos debés hacer que así parezca, porque el actor principal lo serás vos... Ella de negro y vos también, pero la diferencia es notoria en físicos. Alta y rubia ella, vos disminuido por tu enfisema pulmonar, te encorvás y hacés un esfuerzo por erguirte buscando más aire... vos con el pelo gris hasta los hombros ya no eres lo vital; ella rectilínea camina con gracia, el rubio de la cabellera parece encenderse mucho más con el negro de la chaqueta y los pantalones de cuero. Las parejas miran el espectáculo... vos lo sabés... la gente murmura tropezando con tu rostro... ella esboza una leve sonrisa... ¿Qué más da? ¿Qué sucede? Parecés un muñón abatido por el mar o por las olas del silencio o... simplemente un pájaro herido con el ala rota que no alcanza el vuelo preciso, no te importa. Vos mirás a tu alrededor, la gente disimula, desea desaparecer con sus mentes y con sus muecas en sus labios el espectáculo que ofrecés... Vos lo sabés, ellos lo saben... ¿ridículo? Puede que sí, puede que no, pero lo que sí estás consciente es de que muchos darían... ¿Qué darían por sentir el aliento cálido y la respiración de tu amiga en sus caras? ¿Dinero? ¿Lujos? ¿Una cuenta bancaria en dólares?
Con dificultad y ayudado por tu joven amiga, tomás asiento... Los ojos de las mujeres y de las parejas cuarentonas dejan de observar... parece que indultan al viejo lascivo... pero otros...
¡El mundo es una ilusión, una farsa y un teatro! ¡La envidia carcome a pesar de las risas y las murmuraciones!


(2)
Sombras

Continúan los apagones en San José, pero vos sabés que el Valle de las Muñecas no puede quedar en la penumbra... demasiado sexo y deseo pululando en la mente y en las manos de la perversión, demasiado dólar suelto pasa de mano en mano, demasiado jolgorio en cada esquina o en cada bar... demasiado duende contando dólares o administrando más miserias... No solo en los bosques existen brujas queriendo perder a los hombres... no solo en los bosques existen manzanas envenenadas, no solo existen en las viejas bibliotecas libros de cuentos donde la niña, al pincharse con la rueca, dormirá una eternidad o casi una eternidad hasta que un príncipe la bese y la devuelva a la vida... También aquí en el Valle de las Muñecas vos ofrecés los cuentos o se pueden leer en la sección de páginas amarillas alguna oferta... En el Valle de las Muñecas muchos ofician lo que vos propiciás. Mucha gente apretando imágenes, sensaciones y olores... no solo se aprieta la carne, no solo se aprieta la cintura al bailar buscando la boca de alguien, también se aprietan imágenes, sonidos, olores, sabores, deseos y hasta caprichos.

***

Precipitás el mundo en un haz de luz... Hace media hora estuviste en el Mirror, recorriste con la mirada besos y deseos, estrujaste la carne tersa y tensa y quizá un poco tibia.
Transfigurado en el “otro”, volteando las cataratas del miedo, llegás, avanzás en soledad, abrís los ojos, mirás las luces de los anuncios de neón, la orgía de colores emborracha. El Valle de las Muñecas en los dos últimos años ha reverberado en luces y en más pasiones y en más droga... pero algunos lo pueden ver, otros son ciegos en la bufonada, en la risa orquestada de los “monigotes con poder” que vos y Francesco Rocco han fabricado para deseos propios y ajenos. 

***

Tres canes rabiosos olfatean la inmundicia cerca de una iglesia abandonada... Ella pasa a tu lado, es angelical... ¿es realmente angelical?... ella pasa tumbando deseos y miradas y más deseos y más miradas, ella pasa ofreciendo... ¿Qué ofrece realmente?... Pensás en el suicidio y en el homicidio, una forma de escape de la realidad, de esta realidad que te enfurece hasta los tuétanos... los “flashes” apenas insinúan en las sombras. Una enorme pantalla muestra unos grupos de rock con sus indumentarias de cuero haciendo contorsiones sexuales a los espectadores... ¿es angelical con su vestido de lentejuelas ceñido al cuerpo bailando descalza con la piel bronceada? Las mujeres no pueden evitar echarte un vistazo o una mirada: alto, rubio, de buen porte y talle, excelente indumentaria, ¿qué más podría desear una mujer que entrega cada noche su compañía a un cliente?
¡La existencia es un murmullo de sombras!

***

En el quinto piso del mall observás... Podés dominar el panorama del valle de San José, dominás las franjas de luz y sombra que adormecen a la ciudad en una marea alta o baja de cuchicheos, según la hora. El mundo se reinicia en tu mente, es un cuento de nunca acabar.
Los racionamientos se dan en las periferias o en las zonas no tan importantes del San José nocturno... última voluntad de los monigotes: ¡que el Valle de las Muñecas no puede quedarse a oscuras!


(3)
Alba crepuscular

Clarea, se inicia la luz y vos recogés en los ojos toda la inmundicia del San José de noche. Husmeás por el Valle de las Muñecas: en el Astoria San José Internacional todavía las prostitutas están en el lugar, dos, tres, cuatro –no contás con certeza, pero esa es la sumatoria aproximada de las mujeres–, se regodean, son retozonas, brincan, juegan en la ruleta, última libación a los placeres nocturnales. Te observan, pasás de largo pero te observan, sos el beduino que ignora los espejismos, así ignorás a las mujeres. Una prostituta echa el ojo, un vistazo rápido, fugaz y hace un sonido con los labios, algo parecido a un silbido, a un siseo de cobra, a un chasquido con la lengua que emerge abruptamente para desaparecer en medio de los murmullos del night club... Ojeás, las mujeres son jóvenes, cada vez más jóvenes, cada vez más maquilladas, pero el maquillaje no les quita lo putesco, pero ellas piensan lo contrario, que es una forma de redimirse ante el anonimato del mundo.

Clarea y la inmundicia está por doquier, las defecaciones son pequeños trofeos que ennegrecen los rincones de los edificios josefinos, avanzás varias cuadras y el hedor en el aire es pesado, alcalino, hediondo a cerveza y a orines... insoportable... existen lugares específicos para dejar inmundicias, desechos humanos y recuerdos tirados por la noche... las filas de taxis parecen adormideras, hiedras aferradas a las orillas de los prostíbulos disfrazados de casinos y de hoteles de tres y cinco estrellas. Observás a las prostitutas borrachas que salen en tropel unas abrazadas a las otras, es ganado “buscando puerta”... Risas, clarea aún más, los azules de madrugada se hacen más intensos, las prostitutas se engarzan por enésima vez entre risas y en medio del jolgorio desean encontrar pronto un taxi. Es un regimiento o varios regimientos que son afluentes de la cloaca mayor, salen a la luz pública (no les queda otra opción) para ir a buscar sus madrigueras, esconderse de la luz matinal. Primero son las putas en sus diferentes categorías, desde la puta de rincón de esquina hasta la puta de casino y de pasarela, más acá los travestis que fabrican los “deseos prohibidos” de empresarios, de políticos y de hombres casados, y bordeando más miseria los putos-gay (no son travestis), que aparecen en los parques y desaparecen en la niebla o en el rocío de la madrugada; a los putos-gay vos les llamás los “tiovivos del placer”: giran y giran sin rumbo fijo por cuadrantes del Valle de las Muñecas, pero en ocasiones no son visibles. Ahora pensás, ahora que de negro, ahora que de luto reiniciás las sombras más allá del sol que está a punto de reventar en el horizonte... pero retomás la idea primera del San José central... las imágenes emergen en la noche... y también están las niñas de la calle: las ninfas, ninfetas, nínfulas, ovejas sonámbulas que se engarzan unas con otras para el pastoreo del Sátiro, para el Polifemo dormido de la cueva, para el laberinto del verdugo... y desfilan ante tus ojos: los Hacedores de la Noche, los magos del espejismo, de la fantasía, los que drogan el sufrimiento... pero a vos te agrada, porque te gusta la inmundicia, el chapoteo en la ciénaga... el chapoteo en el lupanar... lo asumís... parte de tu indumentaria cotidiana...
Shhhsss... SSShhhsss silencio...


(4)
Opuestos

¿Y tu archienemigo Henry escapa? Lo viste ayer por la TV, dijeron tantas cosas que esbozás una sonrisa y te decís que era de esperar, que los medios de comunicación son así: hacen de cualquiera un héroe o un canalla y... un asesino.
En el pináculo de tu sabiduría y tu infamia no le augurás nada bueno o nada agradable al torpe de Henry.
Sospechaste de la huida, intuiste que el diálogo está inconcluso y que entonces te buscará... recordás la lectura de los textos medievales... recordás que el primer golpe lo mandó Henry y que vos devolviste el golpe esperado ahogándote en las sombras y te escabulliste a lo más profundo de la tiniebla. Lo que sucedió después es historia.

***

Para un canal de televisión burdo y chabacano no les importó mostrar imágenes macabras de la prostituta ensangrentada y asesinada, casi un reality show para ganar audiencia, la audiencia es lo más importante y a vos eso te convenía, que alguien señalara con el dedo el presunto responsable: al pobre de Henry, al mediocre de Henry. Entonces las pasiones se desbordaron: unos a favor y otros en contra de Henry pero... no es algo que te preocupe, mucho menos que te atormente. Eso fue con el primer asesinato o los primeros asesinatos acusados a Henry, los asesinatos de las prostitutas. Hoy los crímenes son iguales de violentos pero con huida de los responsables... unos locos asesinos, escapados de un sanatorio para enfermos mentales.
Mirás, observás, analizás las posibles repercusiones policíacas que tendrán los noticiarios... nada... Se dice en la televisión que los “hechos de sangre” son investigados con morosidad... un periodista lo critica... ¿es postergada la investigación “porque la precipitación es mala consejera”?... ¿Se precipitó Henry con vos?... En la televisión se hace un análisis con perfiles de criminales natos y criminales en serie, te da risa y lástima a las conjeturas y conclusiones que –dice un supuesto experto con cara de retrasado mental– pudieron llevar a Henry cometer los homicidios en el psiquiátrico... ¡risas y teorías y más risas!, la televisión señala que el compañero de Henry no es tan peligroso, que el peligroso es Henry, pero vos sabés que el razonamiento es equivocado, que el  asesino es Felipe Ossorio, que Henry es empujado, lanzado contra los dedos inquisidores de la estupidez...

Conversatorio sobre EL LABERINTO DEL VERDUGO. LIBRERIA INTERNACIONAL A LA IZQUIERDA EL ESCRITOR COSTARRICENSE CARLOS CORT'ES..



Conversatorio EL LABERINTO DEL VERDUGO. LIBRERIA UNIVERSAL. DERECHA EVELYN UGALDE. PERIODISTA Y ESCRITORA COSTARRICENSE.
En el mall y allí sentado observás un ventanal, observás la imagen de tu soberbia, crees dominar la existencia... en los bordes del tiempo crees atrapar la inmortalidad... respirás hondo. La tarde se derrumba y en los límites de las sombras vos pensás en los cofrades, en las reuniones, en las iniciaciones... pensás en la Cofradía, en la gran hermandad. La tarde se envuelve en ocres y azules. Y en el monte pelado de tu soledad mirás el Valle de las Muñecas... y algo muy tierno y diminuto se quiebra en los muslos de todas las putas del mundo.
(Fragmento PREMIO NOVELA EDITORIAL COSTA RICA 2009).


viernes, 22 de octubre de 2010

SABATO Y EL ABSOLUTO: UN DIOS ENMASCARADO.



Ernesto Sabato vino a Costa Rica en 1975 si la memoria no me falla. Todavia recuerdo las pocas palabras que pudimos intercambiar cuando me autografio EL TUNEL que atesoro como uno de mis recuerdos mas memorables de mi juventud. Gracias Ernesto, viejo amigo, todavia guardo con gran ternura tus consejos de viejo sabio para todos los jovenes que en esa epoca empezabamos a escribir. Gracias de nuevo.
NOTA: Disculpen la falta de tildes pero el teclado esta en ingles. Gracias.

Ensayos (inéditos)


E. Sábato


Un argentino que pretende utilizar a Marx como maestro sostiene que el Don Segundo Sombra de Güiraldes no existe, que es apenas la visión que un estanciero tiene del antiguo gaucho de la provincia de Buenos Aires. Lo que es más o menos como acusar a Homero de falsificador porque exhaustivos registros llevados a cabo en las montañas calabresas y sicilianas no han dado con un sólo cíclope. Con este mismo criterio de naturalista habría que rechazar a Modigliani por su manía de pintar mujeres con gargantas inexistentes. Pero ¿"inexistentes" dónde? No desde luego en el espíritu del pintor. La diferencia entre Modigliani y una máquina fotográfica es que el arte no es una copia de la mera realidad externa sino un acto ontocreador, más cercano al sueño que al espejo.

Por ahí andaba todavía el modelo que empleó Güiraldes para inventar su personaje. Creo que se llamaba Segundo Ramírez. Los astutos administradores de la fama lo exhibían a los turistas extranjeros. Evité la tristeza de conocerlo, pero aún así puedo asegurar que era un mistificador, porque el auténtico Don Segundo es el mito imaginado por Güiraldes, que misteriosamente reveló un secreto de la condición pampeana. Inmortal, como todos los mitos. Que los sociólogos de la literatura y los profesores de folklore no pierdan el tiempo tratando de desautorizarlo.

Los granos de un montón

Un vicerrector de la universidad de Cambridge, llamado Lightfoot, en época menos inclinada a la incredulidad, mediante un minucioso estudio del Génesis, probó que Adán fue creado el 23 de octubre del año 4004 antes de Cristo, a las 9 de la mañana. Ahora me entero de que en 1978 se cumplió el milenario de la lengua castellana. Sorprendido por la exactitud, traté de averiguar cómo era la cosa, y la cosa era así: en cierto momento del año 978, un monje de San Millán de la Cogolla, en el margen de un manuscrito en latín, escribió anotaciones en una disparatada jerga románica, ignorando que acababa de inaugurar el castellano. Se me dirá que estoy bromeando, pero no hago sino parafrasear los argumentos que se ofrecen para esta celebración. Porque si no, ¿de qué fecha estamos hablando? No tratándose del esperanto sino de una lengua viva, debemos suponer que el buen hombre no inventó el nuevo idioma, formado durante siglos, poco a poco, torpe y balbuceantemente, por analfabetos que para criar cerdos, enfurecerse con la mujer, pedir la comida y amenazar a los chiquilines no iba a aprender a Cicerón.

Nunca se sabrá cuánto duró este proceso, que algún purista llamaría de corrupción del latín; primero, porque no aduvimos cerca de ese durante algunos cientos de años, y, segundo, porque tampoco puede establecerse cuándo se alcanza la categoría de montón agregando granos de trigo.

Calma, estructuralistas

Hay un tipo de beato del estructuralismo que con gusto aboliría la historia, lo que me parece un poco exagerado, cuando advertimos cómo pasa todo, no sólo el Imperio Romano sino la propia moda del estructuralismo. Esa gente enarbola la sincronía como un garrote y al que sale con antigüedades como ésta, un golpe en la cabeza, mientras se profieren palabras como reaccionario, subdesarrollo y oscurantista.

Pero sí, hombre, ya lo sabemos, desde la época en que estudiábamos matemáticas, en la década del 30, mucho antes de que se nos viniera la moda desde París. ¿Cómo no íbamos a saber que "La pasión según San Mateo" o un gusano son estructuras? Tampoco ignorábamos que era una saludable reacción contra los atomistas, los positivistas y los fanáticos del historicismo. Pero se les fue la mano. Vean con la lengua: una realidad en perpetuo cambio, en la que, tarde o temprano -¡oh, diacronía de las ideas!- hay que aceptar el modesto pero demoledor hecho de la transformación de las estructuras, aunque sea como una sucesión de estados sincrónicos; tarde o temprano hay que admitir que en todo estado de una lengua está oscuramente la energía que conducirá a una nueva estructura.

Bueno, por favor, no es tan deshonroso. En suma, que el estructuralismo es válido haste el momento en que deja de serlo.

Las vulgaridades de la novela

Cuenta Gide en su Journal que Valéry no se decidía a escribir una frase como "La marquise sortit a cinq heures". ¿Y qué prueba eso? Una novela, y hasta una gran novela, está llena de frases tan triviales como ésa, como la vida misma: Hegel también se desayunaba. Además, una ficción es como un continente, en que para llegar a lugares que han de fascinarnos deben atravesarse estúpidas llanuras sin otros atributos que el polvo, el cansancio y la monotonía.

Muchas veces me he preguntado si Valéry no consideró sus impotencias como virtudes. Apuesto a que habría querido escribir el Quijote, que está plagado de marquesas que salen a las cinco. Se pasó la vida hablando de las matemáticas y usando giros de su idioma, que los profanos admiran tanto más cuanto más los ignoran; y sin embargo no pudo aprobar el ingreso a no sé qué escuela por culpa de esas matemáticas. Pascal abandonó a los trece años a esa mujer por la que Valéry suspiró sin poder poseerla. Como para que no escribiera aquella frase rencorosa: "Pascal perdió la oportunidad de darle a Francia la gloria del cálculo infinitesimal".

Y a propósito de Pascal

Es característico que ni él, ni Kierkegaard, ni Nietzsche fuesen filósofos sistemáticos: fueron irregulares, fragmentarios; y tal vez porque en ellos la vida y el misterio son más importantes que la explicación y el sistema. Los tres son emocionales, místicos, atormentados. Devolvieron el pathos al pensamiento, y fueron grandes escritores. Si es cierto que el Absoluto no se alcanza como pretendía Hegel sino por arrebatos y éxtasis, de modo parcial, por pedazos, ellos revelaron vastas regiones de ese misterioso continente.

Psicología con p

Al corregir las pruebas de galera de un libro mio me sorprendí al advertir la grafía "sicológico", donde yo habia puesto "psicológico". Porque aun cuando una editorial se haya jurado una determinada política lingüística, no puede imponérsela a los escritores, que generalmente tienen sus propias ideas sobre el idioma. No ya la dirección de una editorial sino tampoco la propia Real Academia de Madrid tiene derecho a hacerlo, pues al fin de cuentas las normas de ese cuerpo son la consagración de las modalidades impuestas por el pueblo y los escritores.

¿Qué argumentos se pueden oponer a la grafía psi? No, por supuesto, la fonética, ya que la gente culta generalmente la pronuncia así. Y en el caso de que no se la pronunciase, tampoco es un argumento, porque si fuéramos a caer en la locura de escribir las palabras tal como se pronuncian tendríamos que poner payasadas como sológico, asaña y rebolusión, al menos en Buenos Aires.

Por lo demás, que en ningún idioma hay correspondencia entre el lenguaje hablado y el escrito, puesto que el escrito esta fijado por los textos y aquél va cambiando en el espacio y en el tiempo. En alguna parte y en alguna época se pronunciaba o pronuncia "bosque", pero hoy aquí en Buenos Aires decimos "bojque"; del mismo modo, supongo, que en algún tiempo en Francia se decía "mesme", para luego derivar hacia "mejme", y luego a "mehme", para terminar escribiéndose "meme" donde el acento circunflejo indica que allí hubo alguna vez una perecedera ese. Si el lenguaje escrito fuese alterado cada vez que el pueblo y las costumbres fonéticas cambian, sería cosa de no acabar, y una forma más demencial de dividir el territorio lingüístico en parcelas liliputienses: ya que habría que usar una forma para Buenos Aires, con sus "bojques" y "yubias", y otra para Santiago del Estero, con sus "bosques" y "iubias". Pero qué digo, habría que establecer una lengua para el Barrio Norte de Buenos Aires y otra para La Boca.

Todo idioma se aleja de lo escrito. Y algunos, como el inglés, que allí donde escriben Londres pronuncian Constantinopla. Esos investigadores que andan con grabadores han contado no menos de veinte formas de pronunciar la letra o, entre las cuales la más sorprendente es la que figura en la palabra women.

La lengua oral es tan voluble que a veces hasta imita a la escrita, lo que ya es el colmo de vuelta. Así, antes del Renacimiento se escribia y se pronunciaba "oscuro"; pero los eruditos de la época, por escrúpulo etimológico, apuntalaron la palabra con una b. Podría haberse mantenido muda, como corresponde a una momia o un fósil. Pero las enérgicas educadoras lograron que los chicos pronunciaran finalmente "obscuro". Lo que, por supuesto, y si se dejan de lado los golpes, nada tiene de dramático; hay que tomarlo ahora como una costumbre más y no hacer tanto escándalo. De modo que si a un escritor se le da la real gana de escribirlo sin b, hay que respetarlo. Y si no se lo respeta, hay que protestar. Que es exactamente lo que le pasó a Unamuno cuando un pedante corrector le puso en una de sus pruebas: "¡Ojo! ¡Obscuro!", corrigiendo lo que había escrito don Miguel. A lo que, tachando enérgicamente la insolencia, contestó, también al margen: "¡Oreja! ¡Oscuro!"

Vanguardia y progreso en el arte

La palabra "vanguardia" se la vincula al progreso. Pero en el arte no lo hay (cf. Collingwood), como lo revela el auge que en el París de comienzos de siglo tuvo el arte de los negros y polinesios. En el arte hay acciones y reacciones. Corsi y ricorsi. Hay dialécticas de escuelas, ciclos, sempiterna lucha entre lo apolíneo y lo dionisíaco, entre bizantinismo y vitalismo entre complicación y simplificación, entre artificio y naturalidad, entre claro y oscuro, entre violencia y serenidad, entre romántico y clásico. Y no sólo hay sucesión sino contraposición de tendencias o escuelas (Quevedo y Góngora).

Piénsese, dicho sea de paso, qué "avanzado" resultó de pronto el arte hierático de Ramsés II frente al mero naturalismo europeo. Pero esto del progreso es una manía invencible. ¿Cuál era el personaje de Proust que suponía mejor a Wagner que a Beethoven, nada más que porque vine después? Pero no estoy seguro ni del personaje (una mujer, me parece) ni de los músicos.

jueves, 14 de octubre de 2010

FICCIONES DE JORGE LUIS BORGES.TRES PRÓLOGOS PARA UN SOLO LIBRO.





Jorge Luis Borges. Prólogo de la Editorial.


Ficciones

Hijo de una familia acomodada, Jorge Luis Borges nació en Buenos Aires el 24 de agosto de 1899 y murió en Ginebra, una de sus ciudades amadas, en 1986. Vivió, desde pequeño, rodeado de libros; y, entre 1914 y 1921, y más tarde en 1923, viajó a Europa, lo que le puso en contacto con las vanguardias del momento, a cuya estética se adhirió, especialmente al ultraísmo. En la primera mitad de esa década dirigió las revistas Prisma y Proa. Poeta, narrador y autor de ensayos personalísimos, ganó el premio Cervantes en 1980 y fue un eterno candidato al Nobel, ingresando en la ilustre nómina de quienes, como Proust, Kafka o Joyce, no lo consiguieron. Pero, como ellos, Borges pertenece por derecho propio al patrimonio cultural de la humanidad, y así está reconocido internacionalmente. Ficciones, libro aparecido en 1944, con el que ganó el Gran Premio de Honor de a Sociedad Argentina de Escritores, es uno de los más representativos de su estilo. En él están algunos de sus relatos más famosos, como «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius»; «Pierre Menard, autor del Quijote»; «La biblioteca de Babel» o «El jardín de senderos que se bifurcan». En su caso, hablar de relatos es sólo un modo de entendernos, y a falta de un término más adecuado para designar esta magistral y sugestiva mezcla de erudición, imaginación, ingenio, profundidad intelectual e inquietud metafísica. Metáforas como la del laberinto, la biblioteca que coincidecon el universo o la de la minuciosa reescritura del Quijote, pertenecen al centro del universo borgiano y, a través de sus millones de lectores en todas las lenguas, a la cultura universal.


Prólogo


José Luis Rodríguez Zapatero

El lector que tiene en sus manos Ficciones es una persona en la frontera, un ser humano que está a punto de abandonar el mundo seguro y confortable del que está hecha la vida cotidiana para adentrarse en un territorio absolutamente nuevo. Borges descubre en su obra, o quizás inventa, otra dimensión de lo real. Con seguridad el título, que nos sugiere la idea de mundos imaginados y puramente ilusorios, es sólo una sutil ironía del autor, una más, que nos señala lo terrible y maravillosamente real de sus argumentos. Después de leer a Borges el mundo real multiplica sus dimensiones y el lector, como un viajero romántico, vuelve más sabio, más pleno, o lo que es lo mismo, ya nunca vuelve del todo. Ficciones es una de las más esenciales e inolvidables obras de Borges. En ella se resumen los principales temas, los intereses intelectuales más queridos del autor. En todas las historias de este libro el tiempo es, de un modo u otro, un personaje central. También lo es la literatura, los libros. Libros en los que está escrito el destino de los hombres y que por eso son a la par tan necesarios como inútiles. También el destino es una preocupación borgiana, un destino que no es más que el reconocimiento de que nuestros afanes e inquietudes, que aquello que nos parece incierto, que sólo es un deseo o un temor, tiene otra cara, una cara cierta, cerrada. Lo que en el anverso es azar, en el reverso es necesidad. Quizás, entre las cosas admirables de Borges, la que más me impresiona es su extraña mezcla de pasión y escepticismo, esa mezcla de la que en distinta proporción y cantidad estarnos hechos los seres humanos, pero que en el caso de nuestro autor se dan en un equilibrio y abundancia cuya mejor prueba es su obra. Durante un tiempo, cuando era más joven, estuve enfermo de Borges, todavía no estoy seguro de haberme curado. Cuando uno enferma de Borges se pregunta por qué la gente sigue, seguimos, escribiendo. Todo está en Borges y él lo sabe. Cuando leernos La biblioteca de Babel no podemos evitar la sensación de que en esas pocas páginas están contenidos todos los libros que los hombres han escrito y escribirán, además de todos los restantes, que son la infinita mayoría. Las ruinas circulares son otro ejercicio de la más espléndida metafísica, y uno no sabe cómo salir del sueño que nos propone, realmente el lector ya nunca sale de ese sueño, salvo a través del olvido, pero el olvido no está en las manos del lector, no forma parte de su poder. Es posible que Borges me fulminara con una de esas bellísimas y mortales críticas que podemos leer en sus libros, pero diré que en algún momento llegué a pensar que cada página suya contiene toda su obra, como uno de esos objetos fractales que repiten su estructura creando geometrías tan hermosas como extrañas. Pero este parecido concluye en la forma, Borges nos da más, los textos de Borges no sonamorales, sus héroes son héroes morales, que se someten, a veces hasta la locura, hasta la más lúcida locura, a los códigos de su cultura, de su tiempo y lugar. Es, otra vez, la multiplicidad de esos códigos, las variadas dimensiones de los mismos la que Borges utiliza con extraordinaria maestría para dejarnos atrapados en una libertad infinita. Prologar a Borges resulta muy difícil cuando Borges es el prólogo de uno mismo, y es eso exactamente lo que le ocurre a este prologuista. Quizás la tarea que se propuso Pierre Menard al tratar de escribir el Quijote no sea tan extraña, uno se ve muchas veces haciendo cosas parecidas a la que intentó Menard, como ocurre ahora. El lector debe estar tranquilo, porque él ese verdadero héroe de la obra de Borges, una obra que es una aventura que debe vivir como quiere el autor cuando dice: «Así combatieron los héroes, tranquilo el admirable corazón, violenta la espada, resignados a matar y a morir».




Prólogo de Jorge Luis Borges.

Las ocho piezas de este libro no requieren mayor elucidación. La octava (El jardín de senderos que se bifurcan) es policial; sus lectores asistirán a la ejecución y a todos los preliminares de un crimen, cuyo propósito no ignoran pero que no comprenderán, me parece, hasta el último párrafo. Las otras son fantásticas; una -La lotería en Babilonia no es del todo inocente de simbolismo. No soy el primer autor de la narración La biblioteca de Babel; los curiosos de su historia y de su prehistoria pueden interrogar cierta página del número 59 cíe Sur, que registra los nombres heterogéneos de Leucipo y de Lasswitz, de Lewis Carroll y de Aristóteles. En Las ruinas circulares todo es irreal: en Pierre Menard autor del «Quijote» lo es el destino que su protagonista se impone. La nómina de escritos que le atribuyo no es demasiado divertida pero no es arbitraria; es un diagrama de su historia mental... Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el de explayar en quinientas páginas una idea. cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos. Mejor procedimiento es simular que esos libros ya existen y ofrecer un resumen, un comentario. Así procedió Carlyle en Sartor Resartus; así Butler en The Fair Haven; obras que tienen la imperfección de ser libros también, no menos tautológicos que los otros. Más razonable, más inepto, más haragán, he preferido la escritura de notas sobre libros imaginarios. Éstas son Thön, Uqbar; Orbis Tertius; el Examen de la obra de Herbert Quain; El acercamiento a Almotásim, La última es de 1935; he leído hace poco The Sarred Fount (1901), cuyo argumento general es tal vez análogo. El narrador, en la delicada novela de James, indaga si en B influyen A o C; en El acercamiento a Almotásim, presiente o adivina a través de B la remotísima existencia de la Z, quien B no conoce.

JORGE LUIS BORGES

Buenos Aires, 10 de noviembre de 1941.

Nota: A todos los blogueros latinoamericanos gracias por sus visitas.
Las personas que deseen el libro de Borges con solo que me escriban solo los mandare en version digital. J. Mendez Limbrick. Escritor y abogado.

viernes, 8 de octubre de 2010

EL LABERINTO DEL VERDUGO-NOVELA. PREMIO EDITORIAL COSTA RICA 2009. PREMIO DE NACIONAL DE NOVELA AQUILEO J ECHEVERRÍA 2010.

Del segundo capitulo a mis amigos blogueros escogi un fragmento que espero les guste.
NOTA. Disculpen las faltas de tildes pero el teclado esta en ingles. Gracias.




De los cines-cementerios.

No queriendo desprenderme del cordón umbilical de la Zona Fantasma, por temor a caer en las manos de la policía, decidí alterar las visitas a los diferentes lugares que todavía tenía programados, sea los cines que proyectaban cintas pornográficas y San José de la Montaña. Lo hacía a última hora. ¿Por qué? Fue un rumor o una conciencia más antigua que mi conciencia que me rondaba todas las noches, algo o alguien que me murmuraba que no iniciara los recorridos cerca del Valle de las Muñecas y otras zonas de San José de noche.
La decisión era bien tomada, y esa misma noche que empezaba el recorrido por los cines La Central y el Hilton, se daba una exhaustiva cacería de putas, todas indocumentadas, y de travestis menores de edad en las periferias del Valle de las Muñecas.
La virulencia de las acciones eran un plan minucioso y elaborado por Ernesto Miranda Rojas. ¿La razón? Su cabeza pendía de un hilo por las fuertes críticas días atrás; la ciudadanía estaba descontenta por lo que sucedía: las muertes de las prostitutas que no cesaban con mi detención. Ya muchos empezaban a cuestionar si yo era el asesino.
La ciudadanía no estaba conforme con el jerarca del OIC y los diputados más avezados querían sacar provecho, y si fuera del caso, sacrificarlo políticamente; pero Ernesto no se quedaba de brazos cruzados, realizaba e informaba a los medios de comunicación sobre los allanamientos y la detención de veinte o treinta personas sospechosas con las muertes en la Zona del Vampiro.

***

En los perímetros de los cines La Central, el Hilton y el Metropolitan, el ambiente era de una gran quietud, de una calma que transmigraba a los bombillos de las marquesinas de los cines y que se devolvía en efecto búmeran a los objetos que yo visualizaba. Y mientras nos dirigíamos hacia la boletería, la calle iluminada no dejaba para duda: Felipe y yo éramos los únicos que caminábamos por la ancha acera. Nadie se percibía por los alrededores, ningún ruido hacía colapsar el sonambulismo delicioso que contaminaba nuestros cuerpos.
Me detuve con Felipe en la entrada de la boletería, miré más hacia el sur de los cines: al fondo de la oscuridad y de la noche se percibían los límites entre la Zona Fantasma, la Zona del Pacífico y el enclave del terror: la Zona del Vampiro.
Era absurdo, pero no me importó nada de los acontecimientos que estaba cargando en mi espalda, y en ocasiones sentía que la espalda iba a ser un “tris” y me iba a dejar bocabajo en el suelo. Por unos instantes me desprendía del rencor, la venganza, el miedo, la frustración, la desesperanza, las obsesiones y hasta el deseo del enfrentamiento final con don Julián Casasola Brown. Toda la Zona Fantasma y sus zonas hijas me parecieron que eran las zonas más normales del mundo, que no tenían nada de particular, también me percibía en un adolescente con blue jeans desteñido y raído, con una camisa de lona y con zapatos de suela tractor entrando por curiosidad a un cine barato de pornografía.
Pero no era cierto, en nuestro infortunio la realidad laceraba mi conciencia. La verdad era que ingresaba a un cine porno donde en una cartelera de mal gusto anunciaba el clásico Cuando las colegialas crecen, y de seguido indicaba otro cartelón en tandas continuas varias películas de la gran estrella del cine porno John Holmes, un gringo que su pene le llegaba hasta las mismas rodillas en actitud apacible con la “bestia dormida”, y que a decir verdad, si estaba en guerra y despertaba, su tamaño no aumentaba, ¿para qué? La naturaleza es sabia, siempre me dije que con el órgano del placer tan desmesuradamente grande no crecería mucho en erección, pero los jóvenes de mi época esperaban que en las cintas, Holmes “desenfundara” y –a mí me daba risa– escuchar el cine como si fuera una enorme boca y una enorme garganta exclamar: “¡Aaaahhh, uyyyy, ooohhhh!”; supongo que no era para menos, entretanto Holmes mascando chicle y con una parsimonia de un pulpero o de un carnicero y sin ninguna prisa, acomodaba a la prostituta de cuatro patas para penetrarla y la mujer no menos asustada hacía visajes en su cara por cada centímetro de penetración.
Al final, la estrella porno terminó mal: murió de sida en los años ochenta o a principios de los noventa del siglo pasado, con un promedio aproximado de tres mil películas triple equis, como protagonista, según afirmó una nota periodística.

Ingresamos primero a un salón, los pinballs en hileras aguardaban a los jóvenes, pero nadie jugaba y ese aire viciado con olor a aerosol, polvo de alfombras y comida chatarra giraba a nuestro alrededor. Avanzamos y en otro salón anterior al principal estaban los juegos de videos (no había nadie jugando), más al fondo la urna de las golosinas aguardaba con toda la variedad de comida artificial, incluidos chocolates y turrones italianos que por el alto precio esperaban un milagro para que alguien los comprara. Antes de iniciar el miniviaje de la hibernación, le compré un tarro de Coca Cola y una bolsa de papas a Felipe, quien las aceptó en automático. Felipe miraba con curiosidad cuanto le rodeaba y se movía a su alrededor, hasta que se posó hipnotizado en una urna iluminada con un color azul profundo donde se exhibían pistolas viejas, espadas, espadines, cuchillos y dagas, con letreros de “reward”, que anunciaban jugosas recompensas de bandidos del oeste norteamericano, en especial de: Billy the Kid, Jesse James y otros no tan famosos. Más abajo del material bélico de la urna, en un pequeño letrero se leía que la colección era original y que eran piezas de gran valor. Aminoré el paso, esperé que Felipe consumiera la Coca Cola y las papas, esperé que emergiera del sonambulismo por unos instantes y le dije que mejor me acompañara y que no se alejara demasiado de mí en medio de la oscuridad. Felipe no contestó, se dignó a mirar las gruesas cortinas que teníamos en frente y que daban a la sala de proyección zambulléndose conmigo en la negritud del salón.

Sabía –lógico– que en el cine no estaría don Julián, pero necesitaba el ritual, necesitaba ponerme en forma con actos que debía cumplir. Era una especie de “tótem de la ritualización”, porque de lo contrario suponía que no tendría éxito con la cacería de don Julián. Lo atávico y primitivo salía a flote en mis actos. No me pintarrajeaba la cara con extraños símbolos o colores determinados, imitando a nuestros antepasados antes de iniciar la persecución de un animal, pero sí tenía –repito– que cumplir ciertos ritos y el hecho de volver a algunas zonas antes de empezar con la búsqueda del hombre era necesario para calmar mis nervios y mis obsesiones, de otra manera mi voluntad se podría resquebrajar. ¿Cacería? Sí, porque era un monstruo, no cabía otra palabra, era imposible definir de otra forma lo que yo estaba haciendo, no me importaba que un grupo de personas por medios diferentes estaban llegando a la misma conclusión: los asesinatos de las mujeres no eran obra de un hombre o de una persona llamada Henry de Quincey, supe que el boleto del terror lo tenía que comprar ahí para mi última aventura.

***

Se afinó el ojo en medio de la oscuridad y pude observar en el Hilton –años atrás sucedía con las mismas variables– a un grupo de personas desperdigadas en medio del salón. Eran siluetas inmóviles, otras inquietas llegaban a saciar insatisfacciones volcando en los filmes de pornografía barata toda su frustración de mujeres inalcanzables (para ellos obreros de fábricas y de maquilas), que imaginaban ser los hombres europeos que les hacían el sexo a rubias nórdicas en el capó de lujosos autos y en medio de un bosque de pinos con un paisaje de ensueño.
Pensé que era curioso pero a las nuevas generaciones no les satisfacía tanto la pornografía de salón o de cine, a diferencia de las generaciones anteriores a las que yo pertenecía. Mi generación de voyeuristas y de masturbadores en cines se esfumaba para nunca retornar, ahora los jóvenes iniciaban el ascenso y la ruta de una pornografía desde sus casas, jefeadas por el ciberespacio: mayor anonimato, mayor comodidad, mayor privacidad, menos ojos observando.
Los cines de pornografía se desplazaban en su totalidad a la Zona Fantasma y estaban a punto de colapsar, se mantenían a flote por una minoría de depravados consuetudinarios que acechaban en las sombras y fermentaban sus vicios en la oscuridad, en un aquelarre.
Seguí caminando en medio de la penumbra buscando nada, avanzando entre las sombras por el hecho de avanzar, de buscar algo que ignoraba qué era; los hombres al mirarnos con disimulo dejaban de masturbarse y otros no les importaba y seguían haciéndolo.
Era curioso pero en momentos sentí una profunda lástima por la pequeña casta de frustrados virtuales, hombres solitarios y desperdigados por el salón que buscaban más soledad: en hileras y espaciados unos de otros por varios asientos observaban las películas porno. Y en los rituales de la oscuridad no observé en el cine ninguna mujer en solitario, quizá atisbé dos o cuatro parejas gravitando maliciosamente, latigando con su presencia y desprecio la soledad de los “otros”, y cavilé que muchos de aquellos hombres no tendrían ninguna compañía cuando llegaran a su casa, que vivirían con un gato o un perro –sin pedigrí, por supuesto– o que alquilarían un cuarto en una casa de familia, o que eran hombres tímidos y que el mayor contacto sexual con una mujer era la pantalla y el celuloide, o que tal vez serían profesores de bachillerato por madurez viviendo de una paupérrima mensualidad que apenas les alcanzaría para sus gastos primarios y tendrían de único consuelo en el celibato a una madre octogenaria, que esperaría al hijo para compartir una taza de té por las noches. Me imaginé que el cine Hilton era un enorme cementerio con grandes mausoleos, con caminos que no conducían a ninguna parte, donde la vista se cansaba de observar tanto mármol convertido en ángeles y en cruces, en lápidas blancas pero sin nombres, un cine-mausoleo, un cine-cementerio de deseos idos, esfumados, la erotización asesinada en las imágenes de aquellas mujeres; sentí que hurgaba en un enorme paisaje de ocasos triste y hediondo a muerte, o que el gran salón del Hilton era una boca sedienta de sexo, sexo y más sexo insatisfecho.
Felipe miraba la pantalla sin que los músculos de su cara se aligeraran o cambiaran de postura, no importaba que en la pantalla una chica estuviera haciendo sexo de cuatro patas o que le hiciera el sexo oral con una cara virginal a un hombre maduro, la cara de Felipe seguía inmutable... Continuamos caminando...
A la mitad del salón me detuve y Felipe lo hizo detrás de mí. Volví a mirar con tristeza aquel paisaje de penumbras y de deseos anquilosados, por un instante especulé dirigirme al segundo piso del cine, pero desistí de la idea, ¿para qué? Ya veía suficiente. Esta segunda vez, me dije, no aparecía el puente de comunicación, la energía que fluyera en un éter en el espacio de aquel cine decadente que sí sucedía años atrás en La Central; en el Hilton no operaba el mecanismo de los reencuentros, se perdía la posibilidad que pudiera arrojarme a navegar en los canales de energía en los que navegué la primera vez, para iniciar la ruta del asalto final en contra de don Julián Casasola Brown. Esta ocasión el canal estaba perdido, “esfumado”, las coordenadas de tiempo y espacio no eran las mismas.

Salimos a la noche y nada cambiaba, por supuesto, la Zona Fantasma continuaba metamorfoseada en un duende dormido. Algunos transeúntes se detenían y miraban las carteleras de los cines Hilton, Metropolitan y La Central para decidir a cuál iban a ingresar para chapotear con sus malditas frustraciones.
Las luces de las marquesinas iluminaban con agresividad el pavimento y las vidrieras de los cines. Me resistí a observar las figuras en los ventanales que reflejaban a los locos que la policía perseguía, pero la realidad no se podía ocultar: en un ventanal teñido de un marrón oscuro estaba yo, Henry de Quincey, regordete, semicalvo y con el poco pelo enmarañado que todavía se negaba a abandonar mi cabeza, con un saco sport a cuadros, una camisa también a cuadros y sin corbata... y para rematar la imagen –de bufón en busca de circo–, un pantalón de lona color caqui dos o tres tallas más que la mía; una vestimenta que el Gran Archivero de la Noche me conseguía de buena voluntad pero que odié el primer día que la vi y me la puse, pero ¿qué hacer? Lo otro era salir con el uniforme de loco que nos vestían en el sanatorio. ¿Cómo negar la figura que proyectaba hacia los otros? ¿Y Felipe? No andaba muy lejos en su indumentaria de payaso de turno.

En la acera del Hilton le dije a Felipe que no tenía intención de entrar a La Central, que ya bastaba, que era suficiente con lo que habíamos visto en el Hilton, que “el acto” lo hacía –el ingresar al cinema porno y estar en medio de la oscuridad observando personas– por una especie de ritual que yo suponía me llevaría a ponerme en sintonía con don Julián, o algo parecido, pero que ya no importaba, que la sintonía de “la extraña dimensión” en que cohabité no la hallaba. Felipe no dijo nada.
De camino escuchamos el metro que daba pitazos para avisar que se acercaba a la Zona Fantasma, y recapacité que a la noche siguiente o dentro de una semana tendríamos que tomarlo para hacer otros recorridos que nos estaban esperando.

Fragmento de la Segunda Parte. EL LABERINTO DEL VERDUGO.

martes, 21 de septiembre de 2010

EL LABERINTO DEL VERDUGO (FRAGMENTO DE LA PRIMERA PARTE)

A todos los blogueros que me han mandado comentarios y solicitando un fragmento de mi novela EL LABERINTO DEL VERDUGO (Premio Editorial Costa Rica 2009) les prometo que hare varias entregas y para que las personas no conocen el texto puedan leer un fragmento de cada capitulo.
DE LA PRIMERA PARTE.

Pavas. Hospital psiquiátrico. Felipe Ossorio en monólogos-diálogos.

Sin hora. 17 días antes del escape.



Volviendo al tema que les quería contar, era la época que ustedes no volvieron. Las charlas se siguieron dando, ¿cuándo? Lo mismo que antes: los viernes de 5 p.m. a 5 a.m., horas de maratónico monólogos-diálogos, porque para ser justos, uno llegaba y el Maestro comenzaba a disparar sin control frases, ideas, argumentos, posturas filosóficas, ideas estéticas, el conocimiento era eruptado desde la gran cúspide, desde la gran montaña de su soledad, por supuesto que el conocimiento lo arrojaba de la montaña de su gran soledad, de eso no te quepa la menor duda, Charlie.

¡No sean pendejos! Sabemos que a Grimaldi le gustaba la soledad, pero no el aislamiento, no el confinamiento. Supongo que era un decepcionado de la vida, era un muerto viviente, un Nosferatu, era un agujero negro en su sabiduría: todo para adentro, nada para afuera...

¿Aquí podríamos cambiar de música, verdad? Existen varios candidatos para el lagrimeo. ¿Chopin, Beethoven?... ¿Escogen? ¡Qué van a escoger si son unos ignorantones de marca mayor y... menor!... ¡Déjenme que yo escojo por ustedes, mis compinches!... A mí, la puritica verdad, me gusta más Beethoven, me impresiona cómo puede pasar de la Quinta sinfonía hasta el segundo movimiento de la Séptima sinfonía... Me encanta y admiro esa fuerza musical, posee un vigor inmenso, torrencial, tormentoso y luego... ayyy, muchachos, una ternura, un sentimiento que a cualquiera se le hace un nudo en la garganta... triste... dramático...

¡Dramático fue lo que siguió en los meses que comenzó a escasear el dinero al Maestro! Ya para ese entonces ustedes no estaban, se habían marchado para el “nuncajamás”, y yo me quedé con el Maestro, me daba puro sentimiento, tristeza... comenzó a vender sus cosas más preciadas para poder sobrevivir, la plata que tenía ahorrada en Italia, por malos manejos, la perdió... nunca me comentó nada, pero yo lo sabía... por terceras personas me enteré, y ¿entonces? Entonces comenzó la debacle, la supernova comenzó a gastársele el combustible, se convertía en una enana gigante, en una estrella sin calor, los residuos de su grandeza comenzaron a girar hacia su propio centro. Entonces, yo seguí visitándolo, fiel, impostergable. Ahora pienso que esa metralleta de hablar durante 10 o 12 horas seguidas era compulsión de soledad, ¡una vez por semana... una vez cada siete días tenía a “alguien” que lo escuchaba!

¿Que qué comíamos? Lo mismo que antes cuando ustedes iban... tortellini y tortelloni, paella, fabada, salmón ahumado, pizza, lasaña. Los tortellini y los tortelloni los hacíamos con salsa, ragú y carne molida, y si no teníamos dinero, los hacíamos en consomé que a mí me encantaba, y por supuesto con queso parmesano pero con más mesura... yo seguí llevando el vino tinto: la libación al sacrificio de sus conocimientos que se derrumbaban sobre sí mismos, que colapsaban en el aliento de la noche, sin ser oídos, desperdigados, solo escuchados por este servidor...



***



La mayoría de las veces –por no decir siempre– llegaba a la mansión del Maestro, y ya lo tenía todo planeado, me sentaba y el café negro estaba en la mesa y tenía al lado de la laptop el papelito de las compras que los viernes hacíamos, y en un ritual asumíamos nuestras pobrezas –porque yo en esos años tampoco estaba boyante económicamente– e íbamos al Auto Mercado con su viejo Honda Accord color azul, sin el marchamo respectivo y por supuesto con la licencia vencida de hacía cinco años, aprovechando la oscuridad de la noche y evitando un parte de la policía de tránsito. Éramos dos delincuentes que la sombra de la noche nos envolvía, cómplice y paliativo de nuestras miserias.

¿Vestimentas preguntás, Charlie? ¿Es importante la respuesta? Un roído pantalón azul oscuro de los que utilizan los atletas para mantener calientes los músculos y una camiseta blanca con un hueco en una manga y calzando unos mocasines –por supuesto sin medias– color marrón, rematando con una barba canosa de cuatro o cinco días, esa era su indumentaria, es la imagen que tengo del Maestro. La única dignidad en las imágenes perturbadoras eran sus prótesis dentales que se ponía apenas salíamos a hacer las compras, en una especie y único acto de mitigar aquel dolor de la debacle inminente, de su cataclismo físico y monetario.

Y semana a semana, agotado con el carrito de las compras, hacía un descanso en medio de los pasadizos o se apoyaba en mi hombro para tomar el aire que sus pulmones le negaban.

Nunca habló del enfisema, nunca confesó que por culpa del fumado se agitaba y estaba en una situación precaria de salud. Yo no le hacía ninguna observación cuando tomaba aire, me contenía la pregunta, fueron de las pocas oportunidades que actué con inteligencia ante el Maestro. Y él, entonces, para tomar aire y mitigar la dolencia, contaba una anécdota o contaba un chiste fingiendo detenerse con el carrito de las compras por el comentario jocoso, y lo más triste era que los dos estábamos al tanto que aquello era una pantomima, una arlequinada, una bufonada pueril, porque la verdad, la vida se le escapaba minuto a minuto, frase tras frase...

Charlie me preguntó sobre la indumentaria del Maestro, yo les pregunto a ustedes: Memo, Lupe, Loli, Jaimito, ¿hasta dónde creen que pueda llegar la dignidad de una persona, o hasta dónde puede llegar la humillación? Depende. Ya para esta última etapa yo no lo visitaba, porque estaba con una beca sacando mi doctorado de filosofía en España, pero lo supe, hasta hoy me parece obsceno, grotesco e indigno... ¿Quieren saber de qué se trata si hablo de dignidad?

Repito: ¿cuánto vale la dignidad de una persona? ¿Hasta qué punto alguien puede bajar la cerviz? Las respuestas sobrarán, indudablemente. Lo cierto es que la dignidad del Maestro se vio mancillada a extremos insospechados, muchachos. Debo confesar que no lo vi, pero lo creo. Ustedes me preguntarán, ¿por qué lo creo? No lo podría explicar, racionalizar, pero lo intuyo, la dignidad y la moral de cualquiera poseen estadios que pueden irse quebrando por múltiples acontecimientos de la vida, y eso fue lo que sucedió con el Maestro. Las aldabas y los cerrojos de su dignidad cayeron junto con su pobreza y su enfermedad. ¿Se imaginan ustedes al Maestro con blusas de flores porque ya no tenía qué ponerse? ¿Se imaginan ustedes al Maestro con prendas femeninas para cubrir su cuerpo? Harto doloroso, insufrible y risible, dolorosamente risible. Una escena bufonesca a la máxima potencia. ¿Cómo un hombre tan orgulloso y altivo se dejó mancillar a tal grado? ¿Misterios de la vida o miserias de la vida? ¿Que quién le facilitó las ropas de mujer? Lo ignoro.

El baile bufonesco era en su mansión, lo sé, porque no salía, pero es igual, las miserias y la degradación son las mismas: públicas o privadas, no existen remedios radicales que erradiquen el dolor del alma para una situación como la descrita, supongo.

Cierro los ojos y me lo imagino sentado en su taburete como una mueca o una sombra de lo que fue. Cierro los ojos y lo veo avanzando en su nostalgia como una llaga lacerante y pútrida de soledad, con todos los abandonos del mundo en sus hombros –ya para entonces nadie lo visitaba–. Fingía ser un hombre, era más una silueta, una sombra empujada hacia el caos de la irrealidad o de lo absurdo.

¿Qué pensaría al final de la existencia humana, del ser? Lo ignoro. Supongo que la pasaría muy mal si continuó siendo un abanderado del epicureísmo. “Ausencia de dolor, huirle al dolor”, frases epicúreas que se devolverían en saetas hacia su carne cansada y enferma.

¡Cuánto debió de sufrir un hijo de Epicuro, porque incluso, el suicidio está vedado en su doctrina! Si hubiera sido un discípulo de los nuestros, del estoicismo, habría aguantado, soportado con dignidad los embates de la vida y, además... ¡un estoico puede suicidarse!, no es inmoral en nuestra filosofía si la vida no es digna de vivirla, entonces le ponés fin, porque no es lo mismo decir “aquel fulano vivió”, a “aquel fulano duró tantos años”. Calidad de vida y no de duración es lo que propugna nuestra doctrina.

“Prudencia, paciencia, resistencia, resignación, constancia, fortaleza”, las virtudes del sabio, según Séneca, y que el Maestro nunca conoció. Ahora que me puedo subir como un enano de feria, como un bufón a los hombros de la fiesta estúpida que es la vida, a las caretas de la burla, veo con claridad que Grimaldi adolecía de las virtudes del sabio y que también nosotros, los que estamos aquí, no las tenemos. Pero la diferencia es que no nos estamos juzgando a nosotros mismos, ya habrá dentro de un ratico oportunidad para eso, no crean que se me hayan olvidado ustedes. Pero las virtudes del sabio es el universo que no conoció en su torpeza y orgullo...



Llegaron los días que dependía de las ventas de sus adornos, estatuas de bronce con bases en mármol, adornos de cristal cortado, ceniceros de cristal de Bohemia, de cristal de Bacará, y objetos queridos que tuvo que irse despojando para sobrevivir. Primero se esfumaron las pinturas al óleo de las paredes. Una tarde que llegué ya no miré a Giordano Bruno en su sitio, en la semipenumbra de donde nos auscultaba cada semana a mí y a mis compañeros de estudio. La pintura de Epicuro desapareció del vestíbulo con la famosa frase en latín: “Escóndete del mundo”, y en más de una ocasión estuvo a punto de vender la pintura al óleo de Vivaldi. Los objetos de cristal cortado de Bohemia, de Bacará, o los innumerables adornos de Murano, irían desapareciendo con las premuras del hambre, lo único rescatado fue la vajilla de plata que permanecía y permaneció incólume hasta el final, una vajilla que fue testigo de bacanales idas en los años que “sus amigos” comieron hasta el hartazgo.

La mayoría de las cosas morían en nieblas de pobreza. Dejó el gran cenicero de cristal de Bohemia para seguir depositando las chingas de los cigarros que formaban montículos, que aparecían y desaparecían constantemente.



A lo contado falta el cierre, la totalidad, la suma de lo apoteósico derrumbándose... Lo sé, sé que lo están esperando...

(1)

Pavas. Hospital psiquiátrico. Felipe Ossorio en monólogos-diálogos.
Sin hora. 16 días antes del escape.



La vida es extraña, existen acontecimientos que uno no podría explicar racionalmente, confluyen hacia nuestros destinos, pareciera que nos aguardan para que puedan cerrar ciclos en este universo general o particular.

Sucedió... la muerte era inminente y acaeció, llegó inesperada pero esperada por él y por los que lo conocían. Nadie estaba a su lado al sobrevenirle el infarto, encontraron el cuerpo tirado en la alfombra persa, en la sala, en posición fetal, hecho un ovillo, con la televisión encendida, ¿el canal?: la RAI. Lo más irónico fue que pasaron varias semanas para enterrarlo y el día que iban a realizar las exequias yo llegué de Europa a Costa Rica, ¡me estaba esperando para que yo fuera a su funeral!

Al “adiós definitivo” fuimos pocas personas, a lo sumo conté siete amigos o conocidos en el cementerio.

Diría que se realizaron unas exequias motzarianas, frugales, económicas... el Maestro que siempre estuvo rodeado de personas, de amigos, a la hora de su muerte, pocos daban el “presente”.

No hubo misas de novenario, ni salió nada en los periódicos (una esquela, digo yo), menos en la televisión anunciando su partida.

A la hora de depositar los restos en el nicho, llegó un cura, rumié oponerme a cualquier acto religioso, pero el desplante –aunque fuéramos pocos, me pareció de mal gusto–, una ironía de la vida: el Maestro que fue un ateo recalcitrante, que no soportaba la presencia de un cura ni a cien metros a la redonda de donde estaba, un promotor de la fe cristiana llegó con su monaguillo y con sus inciensos y rituales estúpidos en el adiós.

Él que me enseñó que la vida y la muerte son un único ciclo en la naturaleza, que la muerte es parte de un proceso normal, él que negó y odió rituales, él que parafraseaba aquel concepto de Epicuro negando la muerte: “Cuando yo estoy la muerte no está y cuando la muerte está yo ya no estoy”... él que negó la religión, un cura imponía una pauta absurda de corolario a la vida del Maestro.

El cura abrió un librito y pronunció algo en latín, y antes de decir las palabras sacramentales, “clavó” un enorme crucifijo de plata en medio del catafalco y enseguida oficiaba la minimisa express, digo que “clavó” el crucifijo porque otra palabra sería imprecisa y vaga, así me pareció aquel crucifijo que tanto él criticó por las miserias y horrores cometidos en nombre de la Iglesia a través de los siglos, le era impuesto en una última afrenta... Y pensé en Giordano Bruno y su historia que Grimaldi me contaba una y otra vez: religión versus intolerancia, ignorancia versus ciencia, cerré los ojos e imaginé a Giordano Bruno en la hoguera, cerré los ojos y miré la rosa roja que fue depositada al día siguiente a donde fue quemado.

El incienso me golpeó las fosas nasales. El cura preguntó si antes de depositar el cuerpo en el nicho alguien deseaba decir alguna semblanza del Maestro. Los presentes callaron, no se atrevieron, yo torpemente empecé diciendo unas frases acerca de Grimaldi, pero no pude terminar, un nudo en la garganta de cuajo me quitó el habla...



—¿Y de los enciclopedistas franceses: Voltaire, Montaigne, Rousseau, Montesquieu, se habló...? ¿Qué sucedió, Ossorio, que no contaste sobre Hobbes, Locke...? ¿Por qué no nos devolvemos un poquito hacia atrás y seguís contando anécdotas del Maestro?

—Es cierto... no conté... paso... no me siento con ganas de contar más anécdotas, se acabó por hoy. A lo mejor mañana haga un esfuerzo y les dé el gusto... ¿Qué les parece?

—¡Más adelante, este servidor les tiene una sorpresita!

—¿...?

—¡...!

—¿¡...!?

martes, 7 de septiembre de 2010

EL LABERINTO DEL VERDUGO POR CARLOS CORTÉS





El laberinto del verdugo. CARLOS CORTÉS.
Como anticipa el comentario de Juan Durán Luzio que le sirve de contratapa, El laberinto del verdugo de Jorge Méndez Limbrick marca el regreso al ciclo de grandes novelas en la trayectoria del premio Editorial Costa Rica, tal y como lo hizo en la década de 1970. La Editorial Costa Rica lo entendió así al inaugurar con este título su colección de novela negra –acorde con la evolución actual de la narrativa iberoamericana-, editarla de forma impecable y atractiva y, en especial, distribuirla ampliamente en las librerías comerciales. Quien tenga duda de su importancia puede leerla y comprobarlo por su cuenta.

El laberinto del verdugo es la segunda parte de Mariposas negras para un asesino (2005), Premio UNA Palabra 2004, y a su vez es la continuación de lo que promete ser una trilogía narrativa orgánica –un libro en tres partes-, no sólo una trilogía temática, consagrada a lo que el mismo autor denomina “la esfera suprema”, que es el grado máximo del conocimiento iniciático sobre el cual se estructuran los nudos narrativos de las dos primeras entregas: los asesinatos en serie de La Cofradía, la sombra evanescente de Julián Casasola Brown y la geografía fantasmagórica de la ciudad transmutada en el Valle de las Muñecas (o de las prostitutas, tema central de la novela inaugural). Las tres novelas, una vez publicadas, constituirán una especie de “trilogía sucia de San José”, para decirlo con el popular título del novelista cubano Pedro Juan Gutiérrez.

Como trasfondo, la obra incursiona en una temática antigua como el género humano: el secreto de la inmortalidad, la búsqueda de la sabiduría esotérica –que va de los hierofantes egipcios a los románticos de los siglos XVIII y XIX-, así como otros aspectos más claramente filosóficos (como la duda sistemática y la conciencia de la decrepitud humana y de la decadencia), y otros tópicos que, por un lado, la emparentan con la novela existencial, y por el otro, con su verdadero origen, que es la literatura gótica –como es el mito de Fausto, el mago que le vendió el alma al diablo a cambio de conocimiento, o las alusiones al vampirismo-.

El laberinto del verdugo muestra la paulatina construcción de un mundo imaginario hasta en sus últimas consecuencias y la indudable evolución estilística del autor, que pasa del lirismo histórico de su primera novela, Noche sonámbula (1998), al sarcasmo visceral de su trilogía actual. En la última década, Mario Zaldívar y Oscar Núñez incursionaron con holgura en la narrativa policíaca, pero El laberinto del verdugo va más allá, en su ambición narrativa, al ir de esta tendencia al universo caótico y perverso que Margarita Rojas explora exhaustivamente en su ensayo La ciudad y la noche. La nueva narrativa latinoamericana (2006).

En Méndez Limbrick no importan valores como la verdad y la justicia, y menos su indagación, sino su reverso encarnado en ambientes, situaciones y personajes estrafalarios que crean una sensación de vértigo dentro de una trama de novela gótica, nocturna, subterránea, que discurre sinuosamente “en la periferia de la periferia, en las márgenes de la infamia”, entre manicomios, parques solitarios, archivos misteriosos, morgues, bajos fondos urbanos y otros espacios opresivos.

Uno de sus mayores logros –que remite a este aspecto de la nueva narrativa- es la utilización del punto de vista y la posibilidad de contar la misma historia desde diversos ángulos, sin que sea evidente para el lector, y la constante relativización de lo narrado y de la percepción de los personajes. Por ejemplo, al ingresar en una discoteca y recibir las típicas burlas adolescentes contra los “rocos”, uno de los personajes interrumpe el típico discurso sobre “los buenos modales de antes” –todo tiempo pasado fue mejor- para admitir su hipocresía y confesar que estaría dispuesto a violar o recibir una felación de cualquiera de las “ninfas o ninfetas” que pululan en la atmósfera cargada de heavy metal y que él no es mejor que ninguno de aquellos “maleducados”.

Del mismo modo, los dos personajes principales se distancian de la realidad que perciben porque saben que es una ilusión hecha de inútiles convenciones sociales y que la condición humana no puede oponerse al “verdugo”, al “habitante mayor” de nuestras vidas. Los protagonistas se sienten superiores a los demás y acto seguido admiten su impotencia ante el destino y el patetismo corrosivo que los devora.

La acción, vertiginosa a partir del segundo capítulo –el primero es un tanto moroso y reflexivo-, nos lleva del manicomio al mall en un viaje a través de la modernidad, del interior al exterior. Henry de Quincey y Felipe Ossorio, psicópatas y asesinos en serie, condenados por los extraños crímenes de las prostitutas que conocimos en Mariposas negras..., de los que sin embargo son inocentes, planean su fuga desde el hospital psiquiátrico. Este hilo narrativo se cruza con el monólogo de una joven abogada, Beatriz Nigroponte, que divaga sobre la posible existencia de Julián Casasola Brown, una especie de conde de Saint-Germain, la enigmática figura de la Europa del siglo XVIII. Este es el disparador de una novela que no nos deja salir del laberinto hasta la última página.

viernes, 27 de agosto de 2010

FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO.ANTIGUA ADUANA.




CONVERSATORIO DE LA NOVELA: EL LABERINTO DEL VERDUGO.


JUEVES 2 DE SETIEMBRE.
HORA: 6:30.
http://www.4shared.com/office/f5gV5SsH/Broch_Hermann_-_La_Muerte_De_V.html
LUGAR: Antigua Aduana.


Les invito al conversatorio que se realizara de El laberinto del Verdugo y ganadora del PREMIO NOVELA EDITORIAL COSTA RICA 2009 con el escritor Carlos Cortes.


Espero su participacion y asistencia.


viernes, 13 de agosto de 2010

SOBRE FILOSOFÍA Y LITERATURA

FRANZ KAFKA.


DICCIONARIO FILOSÓFICO
VOLTAIRE

DE LOS EXCESOS, DE LOS DOGMAS RELIGIOSOS, DE LA SUPERCHERÍA Y LA IGNORANCIA QUE NOS PERSIGUE HASTA NUESTROS DÍAS.
A
ABAD (abate, sacerdote). ¿A dónde vais, señor abad?, etc. ¿Sabéis que abad significa padre? Si llegáis a serlo, rendiréis un servicio al Estado, haréis sin duda la mejor obra que puede hacer un hombre, y daréis vida a un ser pensante. Hay en esta acción algo de divino.

Pero si sólo sois abad por haber sido tonsurado, por vestir hábito y por lograr un beneficio, no merecéis el nombre de abad.

Los antiguos monjes dieron el nombre de abad al superior que ellos elegían. Era su padre espiritual. ¡De qué manera el tiempo ha cambiado el significado de este nombre! El abad espiritual era un pobre a la cabeza de otros pobres. Pero los pobres padres espirituales tuvieron luego doscientas, cuatrocientas libras de renta, y en Alemania algunos pobres padres espirituales tienen hoy un regimiento de guardias.

¡Un pobre que ha hecho voto de pobreza y que, en consecuencia, es como un soberano! Y aunque esto ya se ha dicho, hay que repetirlo sin cesar porque no se puede tolerar más. Las leyes rechazan este abuso, la religión se indigna de ello y los pobres desnudos y famélicos claman al cielo ante la puerta del señor abad.

Sin embargo, los señores abades de Italia, de Alemania, de Flandes y de Borgoña me objetarán: «¿Por qué no hemos de acumular bienes y honores?, ¿por qué no debemos ser príncipes? ¿No lo son acaso los obispos? Al igual que nosotros, ellos eran en principio pobres, pero se han enriquecido y elevado. Uno de ellos ha llegado a ser superior a los reyes, dejadnos imitarle tanto como podamos».

Tenéis razón, señores, invadid la Tierra, ésta pertenece al fuerte o al astuto que se adueña de ella; os habéis aprovechado de tiempos de ignorancia, superstición y demencia, para despojarnos de nuestros bienes y pisotearnos, para engordar con la sustancia de los desvalidos: ¡ay, cuando llegue el día de la razón!



Recomendación de la semana por J. Méndez Limbrick.



OBRA COMPLETA DE FRANZ KAFKA.




EDITORIAL TEOREMA –VISIÓN LIBROS
Título del original en alemán: Gesammelte Werke
Traducciones de Joan Bosch Estrada,
A. Laurent, Roberto R. Mahler,
José Martín González y Jordi Rottner
Impreso en España, 1983

Nota: Las presentes obras completas creo que se pueden encontrar en algunas librerías de San José.
Las recomiendo. Está editada en dos tomos que no pueden faltar en las bibliotecas de los buenos lectores.

He aquí la introducción de estas obras completas.


INTRODUCCIÓN
Algunas especulaciones sobre lo kafkiano

"Moles de piedra, de un negro azulado, se acercaban en cuñas hasta el mismo tren; se asomaba uno por la ventanilla y buscaba inútilmente las cumbres: allí se abrían valles oscu¬ros, angostos, desganados, y uno indicaba con el dedo la di¬rección en que se perdían; allí venían anchos ríos correntosos que de prisa se precipitaban en forma de grandes olas, sobre el quebrado cauce y, arrastrando en su seno mil olitas espu¬mosas, se volcaban bajo los puentes que el tren cruzaba, tan cerca, que el rostro se estremecía al hálito de su frescura", ¡Es quizás esta visión desolada la del paraíso entrevisto por Kafka, ese paraíso al que Karl Rossmann, el héroe de América, se resiste tan empeñosamente en penetrar, a pesar de desearlo con tanta ansiedad? ¿o quizá fuera aquel casti¬llo "que se destacaba con limpieza allí arriba en el aire lumi¬noso; la nieve, que se extendía por todas partes en fina capa, revelaba claramente el contorno (...) en la montaña, todo tenía un aspecto despejado, todo subía con libertad en el aire, o al menos eso parecía desde aquí"?
Desde la muerte de Franz Kafka, un 3 de julio de 1924, muchas han sido las interpretaciones posibles de sus obras. En los primeros momentos del impacto de su publicación se destacaron las que veían en K. un arquetipo del hombre en lucha contra un sistema, Lucha estéril y sin esperanzas que hizo que los seudomarxistas la consideraran como "de pe¬queño burgués angustiado". "Dónde estaba el juez que nunca había visto? ¿Dónde estaba el Alto Tribunal al cual nunca había llegado? (...) uno de los señores cogió la garganta a K. y el otro le clavó el cuchillo a la altura del corazón, repitiendo dos veces más la operación."
No faltaron las explicaciones médicas y psicológicas, unas que correlacionan el largo proceso de su enfermedad (No podía contener sus resoplidos y, de vez en cuando, tenía que pararse a descansar. Nadie lo corría" ), sobre todo en el análisis de La metamorfosis, con la lenta agonía de K., otras que ven en la interrelación padre-hijo la suma de todas las obsesiones y complejos en esos mismos personajes ("... te encontrabas enteramente absorto en el negocio, te dejabas ver sólo una vez por día, causándome así una impresión tan honda, que apenas llegó a disminuir alguna vez con la costumbre"), y que tan bien queda explicitada en Carta al padre.
Es indudable que el carácter común de todas estas inter¬pretaciones, hasta las más opuestas, consiste en hacer de las obras de Kafka "novelas en clave", buscando en ellas motiva¬ciones religiosas, ontológicas, sociales y mitológicas.
Es innegable que en la obra de Kafka hay un condimento religioso, no cabe duda que su sentimiento de la existencia tiene ciertas analogías con el pensamiento de Kierkegaard; pero su obra no puede reducirse a ser función de estas tesis, o de otras. Una novela no es una idea abstracta oscurecida con metáforas, es un mito revelador, nos arroja una nueva visión del mundo, una nueva forma de sentir lo maravilloso y lo cotidiano.
En esta sociedad deshumanizada, el hombre, despojado de su particularidad, deviene una cosa impersonal y fantástica. Pero esa unidad de la creación poética y la vida no surgen por expresarse con los mismos materiales, sino porque engendran y expresan las mismas reacciones. El mundo externo e interno de Kafka son uno solo: cuando él nos habla de otro mundo deja entrever que ese otro mundo está en éste. Porque lo que le falta al mundo es también el mundo, se expresa por su negación. "Yo he asumido intensamente la negatividad de mi tiempo, que además me es muy cercano, y que no tengo derecho a combatir, pero que en cierta medida tengo el de¬recho de representar."

Kafka no es ni un desesperado ni un revolucionario, es un testimonio iluminador. Su obra es una lucha sin esperanzas. Su única salida era penetrar en la muerte, abandonando así su particularidad. "Será a la muerte a quien me confiaré. Resto de una creencia. Retorno al padre Gran día de reconciliación." Él, que pudo a su vez ser "padre" por medio del matrimonio, no aceptó serlo, de alguna manera no podía ser "un nuevo origen de generaciones".
Toda su obra es una clara búsqueda de hallar un sentido a la vida, él que era "más extranjero que un extranjero". Un miembro del gheto judío de Praga, obligado a expresarse en alemán, enfermo –lo que lo marginaba de la vida–, perdido entre el cielo y la tierra, desgajado de su contexto. Judío ais¬lado de su comunidad, pero que siente la nostalgia de ella, la "ausencia del suelo, del aire, de la ley". Así como K. desea aferrarse a una comunidad, penetrar en la "Gracia" en un sentido teológico. Así –como lo expresa Max Brod–, El proceso y El castillo serían la Justicia y la Gracia que la Divinidad nos ofrece. "¿Hasta cuánto soportarás el silencio de la pe¬rrada? ¿Hasta cuánto lo soportarás? Esta es la pregunta vital, más allá de todas las otras."
Ese silencio, ese silencio que la Cábala define como la voz de Dios, ese silencio que es una respuesta, genera una actitud común que en Kafka se expresa a través del prisma de su talento; la angustia, esa angustia que nos arrastra a la muerte, pero que nos permite la lucidez necesaria coma para disec¬cionar el proceso, como un médico que busca el secreto de la vida entre la carroña y los gusanos de la muerte.
Kafka no es un escritor "negro". Este hombre desespe¬rado y solitario aspira a la normalidad con todas sus fuerzas, no quiere ser excluido de la "perrada". El conflicto con el padre, no necesariamente es una muestra de las tesis del psi¬coanálisis, ya que, además de prefigurar los conflictos internos posteriores, resume en general la visión de una sociedad represiva y alienante, que ahoga al individuo. Es así que confiesa a Brod su proyecto de titular a toda su obra "Ten¬tativa de evadirse de la esfera paterna", pero donde "esfera paterna" representaría en verdad a la sociedad y la religión, mejor dicho a nuestras concepciones alienantes de la sociedad y la religión.

Su obra y su vida; inextricablemente ligadas, son un canto desesperado de amor y temor, de rebelión y de angus¬tia. La fuerza y la trascendencia de Kafka deben buscarse en haber hallada una técnica para expresar y traducir en forma literaria esa angustia. "El deseo de muerte es uno de los primeros indicios que empezamos a discernir. Esta vida nos parece intolerable, la otra inaccesible. Ya no se siente vergüenza de querer morir; se implora desde la vieja celda que se odia, ser trasladado a otra nueva, que tendremos todavía que aprender a odiar."
Dentro de este universo kafkiano surge un solo perso¬naje unificador de esta realidad, intercesor entre el poder (¿Dios quizá?) y el mundo: la mujer. A ella se aferra ambigua y simbólicamente; en Kafka el enfrentamiento de dos tesis filosóficas –trascendencia o inmanencia es un drama que debe vivirse con pleno desgarramiento. Leni, la enfermera del abogado de El proceso, y Frieda, la cantinera del mesón de los señores, en El castillo, representan perfectamente este poder mediador. K. soportará todas las humillaciones, pero se aferrará a ellas con uñas y dientes, única esperanza de redención, recuperación quizá de ese período de Gracia que precedió a la Caída, ejemplificado por esa misma mujer: diosa-madre-amante. En verdad, lo que separa a Tito de Berenice es todo el peso del mundo, que se hunde en las más profundas raíces del pasado.
Kafka es así una especie de Mesías negativo que revela el desorden íntimo y absurdo del mundo. "La vida se reduce a no ser más que simple existencia; no hay más drama ni lucha, sino simplemente usura de la materia, caducidad." Y así hasta la muerte, asesinado por la ausencia de Dios.
Tal es el mundo interior de Kafka y sus ambigüedades. No es optimista, porque no ve ni muestra los medios para cambiar al mundo extirpando las raíces de la alienación. Tampoco es pesimista. "Yo lucho, nadie lo sabe", escribe en sus Diarios. El héroe de El proceso no se detiene hasta encontrar al juez y el de El castillo nunca ceja en su bús¬queda. Sólo en la creación artística, en la construcción de! mito, Kafka intenta liberarse de las ambigüedades de este mundo. Su técnica: el arte, la creación, de hecho un desafío a la muerte. Todo artista es, a su manera, un deicida.

“No es necesario que salgas de casa. Quédate en tu mesa y escucha. Ni siquiera escuches, espera solamente. Ni siquiera esperes, quédate solo y en silencio. El mundo llegará a ti para hacerse desenmascarar; no puede dejar de hacerlo, se prosternará extático a tus pies."

A. LAURENT

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LOS PLACERES DE LA LITERATURA LATINA PIERRE GRIMAL FRAGMENTO

 CAPÍTULO I La primera poesía La literatura latina comenzó con la poesía, que debutó al mismo tiempo que la epopeya y el teatro. Hay múltipl...

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