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domingo, 24 de octubre de 2021

ISOCRATES DISCURSOS.



Argumento de u n gramático anónimo

Este discurso es uno de los mas tecnicos escritos por Isocrates,

si es que hay otro; porque en el marco los limites de casi

toda la retorica. Nos ensena como debe ser el discipulo y como

el maestro y divide en dos partes el discurso, dedicada una a la

5 filosofia de la dialectica, y otra a la virtud politica, esto es, a

la retorica. Porque Isocrates queria convencer a los que examinan

mal ambas cosas. Asi, habla primero de los dialecticos y despues

de los politicos; estas categorias las separa en dos: los que

10 prometen ensenar, sin saber, y los que escribieron sobre la tecnica

retorica, siendo tambien ellos ignorantes. Algunos buscaron

la razon por la que Isocrates, en este discurso, llego a atacar

tan claramente a estos. Y unos alegaron que el motivo al que

15 antes nos referimos fue que Aristoteles injurio a Isocrates al quitarle

un discipulo llamado Teodectes. No es dificil comprender

que esta razon es absurda. Porque Isocrates no hace el discurso

solo contra los filosofos, sino tambien contra los retoricos. .Cual

seria el autentico motivo, de no ser el antedicho? Pues que Iso-

20 crates veia en el momento de construir su discurso, que muchos

se lanzaban irreflexiblemente sobre las ciencias y prometian ensenar

lo que ignoraban, disfrazando la verdad. Por eso su discurso

se titula Contra los Sofistas, no solo contra los que ejer-

25 cian esta profesion, sino tambien contra los que disfrazaban la

verdad. Porque este termino tiene tres acepciones entre los antiguos:

asi llaman ásabioâ a lo veridico y a lo bello; por eso Platón

llama filosofo a la causa primera, que ama lo veridico y lo bello,

30 y por eso el hombre que participa de la filosofia toma de aqui

su nombre, porque imita a la divinidad como puede. Pero tambien

llaman sofista al maestro de retorica, al que ensena discursos

retoricos. Y asimismo tambien consideran sofista a quien

disfraza la verdad, que es precisamente al que se refiere Isocra-

35 tes. Algunos investigaron por que este discurso, si es uno de los

Cuatro Elogios, se titula Contra tos Sofistas y es en realidad,

un discurso de censura, ya que mas que hablar en favor de

alguien, cosa propia de un elogio, lo hace en contra. Sostenemos

que si uno examinara por que un discurso de critica y uno de

elogio llegan a un unico tipo, el panegirico, descubriria la causa.

CONTRA LOS SOFISTAS (XUl) 33

Pues el parentesco entre el elogio y la critica y el que ambos

esten divididos en los mismos capitulos hizo que la critica se

llamase elogio por antifrasis. Y si uno dijera: á.Por que no es

del genero forense este discurso, si utiliza el ataque?â, contestariamos:

áPorque ni se pronuncio en el tribunal ni determina

lo pena.â

Si todos los que intentan educar quisieran decir la i

verdad y no se comprometieran a mas de lo que pueden

cumplir, no les tendrian en mal concepto los ciudadanos

comunes, pero ahora, los que se atreven a fanfarronear

muy irreflexivamente, han hecho parecer que deciden

mas sensatamente quienes eligen la molicie que

quienes se ocupan de la filosofia3.

Porque .quien no odiaria y despreciaria, en primer

lugar, a los que pasan el tiempo en discusiones y pretenden

buscar la verdad4, pero nada mas comenzar su

proposito intentan mentir? Creo, en efecto, que esta 2

claro para todos que conocer de antemano el porvenir

no es propio de nuestra naturaleza; sino que estamos

tan lejos de esta capacidad que Homero, el que ha conseguido

mayor renombre por su sabiduria, ha hecho

que incluso los dioses deliberen sobre ello5, no porque

conociera su manera de pensar, sino con la intencion

de demostrarnos que esto es una de las cosas imposibles

para los hombres. Y estos individuos han llegado a tal 3

atrevimiento que intentan convencer a los jovenes de

3 Para Isocrates la filosofia comprende todas las ramas de la cultura y de la educacion, y no cimiento como la entendian Socurna tdese teyr mPliantaodno. metodo de conoto*

n , y Peastrea mJaaesc etra,r Pdea,i deeni ae..l. , Epuaigi.d e8m42o, ,I ssoec prareteosc uinpcalruay ed ea qeustia ab lPelacer

una distincion entre Socrates y los eristicos; igualmente en la Republica 499 A, Platon intenta separar al filosofo autentico del simple polemista,

s H om e r o , Iliada XVI 431 ss. y 652 ss.; XXII 168 ss.

34 DISCURSOS

que, si tienen trato con ellos, sabran lo que se debe

hacer y, por medio de esta ciencia, seran felices. Y establecidos

como maestros y duenos de bienes tan importantes,

no se averguenzan de pedir por ellos tres o cuatro

minas6: Si vendieran alguna otra riqueza por menos

de su valor, ni ellos mismos negarian que estan locos;

en cambio, tasando en tan poco toda la virtud y felicidad,

pretenden hacerse maestros de otros como poseedores

de la inteligencia. Y dicen que para nada necesitan

el dinero, llamando a la riqueza plata baja y oropel,

pero por una pequena ganancia prometen todo menos

la inmortalidad a los que estan con ellos. Y lo mas

ridiculo de todo es que desconfian de esos de quienes

tienen que cobrar y a quienes pretenden transmitirles

el sentido de justicia, y ademas exigen como fiadores

de sus discipulos a gente de la que nunca han sido maestros;

y deciden bien sobre su seguridad, pero hacen lo

contrario de lo que anuncian. Pues conviene que los

maestros de otras disciplinas cualesquiera examinen

con minuciosidad lo que se les debe, porque nada impide

que los que se han hecho expertos en algo, no sean

cumplidores de sus contratos; en cambio .como no va

a ser ilogico que los que hacen nacer la virtud y la prudencia

no confien al maximo en sus discipulos?7. Pues

si estos son buenos y justos con los demas, no dejarian

de serlo con esos gracias a los cuales llegaron a ser asi.

Cuando algunos de los ciudadanos comunes, tras reflexionar

sobre todo esto, se dan cuenta de que los que

ensenan la sabiduria y transmiten la felicidad, estan

faltos ellos mismos de muchas cosas, y exigen una cantidad

pequena a sus discipulos; de que observan las

6 Isocrates pedia diez minas; Socrates, en la platonica Apologia

20 B, habla de un sofista, Eveno, que pedia cinco minas; Gorgias, en cambio, habia estipulado cien minas por sus leccio7

neCs.f, Plat., Gorgias 519 C, 460 E. 

CONTRA LOS SOFISTAS (XIIl) 35

contradicciones entre las palabras, pero no examinan

las que hay en las obras; de que ademas se jactan de

saber el futuro, pero no son capaces de decir ni aconse- 8

jar nada de lo que es preciso para el presente; de que,

en cambio, los que utilizan su sentido comun se ponen

mas de acuerdo y mas cuenta se dan que los que proclaman

tener ciencia8, con razon, creo, desprecian estas

ocupaciones y las juzgan charlataneria y mezquindad de

espiritu, pero no cuidado del alma.

No solo hay que criticar a estos, sino tambien a los 9

que prometen ensenar discursos politicos; pues ellos

tampoco se interesan por la verdad, sino que piensan

que esto es arte: el atraer a los mas posibles por la pequenez

de sus salarios y la magnitud de sus proclamas,

y el recibir de ellos lo que puedan. Tan estupidos

son y han creido que lo son los demas, que, escribiendo

peores discursos que los que algunos particulares improvisarian,

sin embargo prometen que haran a los que

estan con ellos oradores de tal categoria que no pasaran

por alto nada de lo que haya en cada asunto9. Y de 10

esta habilidad en nada hacen participes ni a las experiencias

ni a la naturaleza del alumno, sino que afirman

que les transmitiran la ciencia de los discursos10 como

la de la escritura, sin haber examinado que son cosas

8 No se puede transmitir ácienciaâ (episteme), sino solo áopinion

â (doxa) sobre algo. En este punto, Isocrates se opone totalmente

a Platon, para quien doxa es pura apariencia, sin valor de conocimiento real. 9 Coinciden IsocrLaot ems isym Pol aetno nE l(ocgf.i oT dtme eHo ele19n aE 5) . en que los sofistas son incapaces de una politica practica. Segun W alberer, Isokrates und Alkidamas, disert., Hamburgo, 1938, pag. 4 ss., Isocrates se refiere aqui a Lisias.

10 Para J aeger, Paideia..., pag. 833, este pasaje demuestra que Isocrates concebia su filosofia como una tecnica (techne). B lass, pDriee siaotnti sctehceh.n..e, , IqI,u ipzaag .p a1r0a7, eyvai tanro tqou eq usee Ilseo ccroantfeusn drieehruai ac olan euxnescritor

exclusivamente tecnico y no creativo.

36 DISCURSOS

distintas y creyendo que, gracias a las exageraciones de

sus programas, seran admirados y parecera mas importante

su ensenanza retorica. Ignoran que hacen prosperar

las artes no los que se atreven a envanecerse de

ellas, sino quienes puedan descubrir que posibilidades

hay en cada una.

Yo estimaria mas que muchas riquezas que la filosofia

pudiera tanto como ellos dicen; pues quiza nosotros

no quedariamos atras del todo, ni habriamos gozado

de ella la parte mas pequena u. Pero, como no es asi,

querria que callasen los charlatanes. Pues veo que las

difamaciones no se producen solo contra los que se

equivocan, sino que tambien son acusados al mismo

tiempo todos los demas que se dedican a esta ocupacion.

Me maravillo cuando veo que son considerados dignos

de tener discipulos quienes, sin darse cuenta ellos mismos,

aportan una tecnica fija como ejemplo de una

actividad creadora n. Porque, .quien no sabe, salvo ellos,

que los signos graficos son invariables y permanecen

siempre igual, de forma que seguimos siempre usando

los mismos para lo mismo, y, en cambio, a las palabras

les ocurre todo lo contrario? Pues el discurso pronunciado

por uno no es igualmente util para el que habla

a continuacion. Antes bien, parece que es mas experto

el que habla de manera apropiada a los asuntos u, y pue-

11 La retorica y crates, piensa la filosofia son conceptos identicos en IsoA

. B u r k , Die Padagogik..., pag. 71, nota 2; lo mismo se dice en Nicocles 1 y Panegirico 10; lo que en Panegirico 47 se senala como tarea de la filosofia, se atribuye a los discursos en1 2 SoCborme pealr acra mcobnio de fortunas 254 ss. y Nicocles 5-9. tes va en la misma dPilraetc.,c iPonro qtaugeo rlaa sd 3e2 6 D. La critica de IsocraA

ristoteles, Refutaciones sofisticas 183 b, 36 ss., sobre la pragmateia de Gorgias y de los an1t3i guPoasr ar eHto. res. gel ihrer TermWineroslodgoiref, er19,,4 D0,i ep apgh.i l2o5s,o plah ifar adsees áIhsaobklraart edse imm aSnpeireaCONTRA

LOS SOFISTAS (XIIl) 37

de encontrar otros terminos y no los mismos. Y la 13

mayor prueba de su diferencia es lo siguiente: que los

discursos no pueden ser hermosos si no se dan en ellos

la oportunidad, lo adecuado y lo nuevo, y en cambio a

los signos graficos nada de esto les hace falta. Por eso

seria mucho mas justo que los que se sirven de ejemplos

semejantes pagaran dinero en lugar de recibirlo,

porque intentan educar a los demas cuando son ellos

mismos los que necesitan educarse con mucho cuidado.

Y si es preciso no solo criticar a los demas, sino acia- 14

rar mi propia manera de pensar, creo que todos los

bienintencionados diran conmigo que muchos de los que

dedican su tiempo a la filosofia acabaron siendo simples

aficionados, mientras que otros, sin tener nunca trato

con sofistas, han llegado a ser habiles en la oratoria y

en la politica. Pues la capacidad de hacer discursos y

de todas las demas empresas reside en los bien dotados

y en los que se han adiestrado mediante la practica;

y a los que son asi, la educacion los hizo mas expertos is

y habiles para la investigacion; pues ella les enseno a

comprender lo que encontraban en sus divagaciones a

partir de una mayor preparacion, y a los de inferiores

cualidades, no les haria buenos litigantes ni creadores

de discursos, pero si les hara avanzar y comportarse

con mayor prudencia en muchas cosasM. Quiero, ya i6

que llegue a este punto, hablar de ello con mas claridad

aun. Yo sostengo que no es muy dificil llegar a dominar

apropiada a los asuntosâ '(axios iegein damento de la retorica de Isocrates, ton pragmaton) es el fun14

Para la forma de ensenar de Isocrates, cf. R . J o h n s o n , áIsocrates' methods of teachingâ, American Journal of Philo- logy 80 (1959). La habilidad natural de los escolares se desarrolla con la practica y la teoria. Isocrates esta influenciado por los maestros sofistas como Gorgias. El desarrollo intelectual esta emparejado con la tecnica retorica, pero es peculiar de isocrates la insistencia en la conciencia moral.

38 DISCURSOS

la ciencia de los procedimientos con los que pronunciamos

y componemos todos los discursos, si uno se

confia, no a los que prometen con facilidad, sino a los

que saben algo sobre ello; pero elegir los procedimientos

que convienen a cada asunto, combinarlos entre si

y ordenarlos convenientemente, y ademas no errar la

oportunidad, sino esmaltar con habilidad los pensamientos

que van bien a todo el discurso y dar a las

17 palabras una disposicion ritmica y musical, eso requiere

mucho cuidado y es tarea de un espiritu valiente y capaz

de tener opinion propia15; es necesario que el discipulo,

ademas de tener una naturaleza adecuada, haya

aprendido las figuras retoricas y se haya ejercitado en

sus usos, y que el maestro explique esto de la manera

mas precisa posible y no omita nada de lo que debe

ensenar, y que, de lo restante, se presente a si mismo

18 como un ejemplo de tal calidad, que los formados por

el y capaces de imitarle, aparezcan pronto como oradores

mas floridos y gratos que los demas. Y si todo esto

llega a coincidirw, los que se dedican a la filosofia llegaran

a su meta; pero si quedara olvidado algo de lo

dicho, necesariamente en ese punto estarian peor los

que estudian.

19 Los sofistas que han aparecido recientemente y que

hace poco han caido en jactancias, aunque ahora exageren,

se bien que todos se dirigiran a estos principios11.

Nos quedan los que han nacido antes que nosotros y

que se atrevieron a escribir las llamadas áArtesâ 18: a

15 La misma expresion en Sobre el cambio de fortunas 11.

16 Tambien Platon habla de ácoincidenciaâ de poder y espiritu en Republica 473 D y Leyes 712 A.

17 Quiza puede ser una alusion a Alcidamante, contemporaneo de Isocrates, que tambien fistas. escribio un libro atacando a los so18

Puede referirse a los primeros maestros de retorica. Corax y Tisias, siracusanos.

CONTRA LOS SOFISTAS (XIIl) 39

esos no hay que dejarlos sin censura, pues prometian

ensenar a contender en los juicios escogiendo las expresiones

mas duras, cosa propia de la lengua de los envidiosos,

pero no de los maestros de esta ensenanza.

Ademas, esta disciplina, en cuanto que es ensenable,

no puede ayudar mas a la oratoria forense que a todos

los demas discursos. Y resultaron peores que los que se

ocupan de la dialectica en general, por cuanto que ellos,

aunque exponen unos discursitos con los que caeria en

todos los desastres quien persistiese en su practica, al

menos prometieron en ellos la virtud y la prudencia,

mientras que aquellos, invitando a hacer discursos politicos,

se olvidaron de todo lo bueno que hay en ellos

y se propusieron ser maestros de indiscrecion y codicia.

A los que quieran seguir los preceptos de una filosofia

asi, mucho mas les ayudarian estos a una formacion

equitativa que a la retorica. Y que nadie piense que yo

digo que la justicia es cosa ensenableh ; pues, en general,

creo que no existe ciencia alguna que inspire la

prudencia y la justicia a los que han nacido mal dispuestos

para la virtud. Pero no dejo de creer que el

estudio de los discursos politicos anima y ejercita muchisimo.

Para que no de la impresion de que refuto las promesas

de otros y exagero las posibilidades que hay,

aclarare facilmente, segun creo, a los demas, por que

he quedado convencido de que esto es asi.

19 La opinion de Isocrates es en este punto absolutamente opuesta al pensamiento de Socrates y Platon.

***

ISOCRATES

DISCURSOS

EGINETICO - A DEMONICO - CONTRA LOS SOFISTAS

ELOGIO DE HELENA - BUSIR1S - PANEGIRICO PLATEENSE - A NICOCLES - NICOCLES - EVAGORAS ARQUIDAMO - SOBRE LA PAZ - AREOPAGITICO SOBRE EL CAMBIO DE FORTUNAS - FILIPO

PANATENAICO

INTRODUCCION GENERAL DE

JUAN SIGNES CODONER

TRADUCCION Y NOTAS DE

JUAN MANUEL GUZMAN HERMIDA

& BIBLIOTECA GREDOS

c EDITORIAL GREDOS, S.A., Lopez de Hoyos, 141, Madrid, 1982,

para ia version espanola, www.editorialgredos.com

c 2007, RBA Coleccionares, S.A., para esta edicion

Perez Galdos, 36. 08012 Barcelona

Diseno: Brugalla

ISBN: 978-84-473-5414-6

Deposito legal: B.32622-2007

Impresion:

CAYFOSA-QUEBECOR

sábado, 5 de septiembre de 2020

La Ilíada de Homero LA LITERATURA GRIEGA.ORTIZ AGUIRRE ENRIQUE. BREVE HISTORIA DE LA LITERATURA UNIVERSAL.

 

 
La Ilíada de Homero

 LA LITERATURA GRIEGA

Se considera que la antigüedad de las manifestaciones de literatura griega puede ser equiparable a las hebreas, aunque su talante poco tiene que ver con cierto autoritarismo divino y opta por un politeísmo contagiado por pasiones y conductas humanas. La mitología griega, pues, está conformada por un conjunto de leyendas y de relatos de carácter literario revestidos de religiosidad que pretenden dar respuesta al origen de los fenómenos y canalizar la naturaleza misma de los seres humanos mediante historias protagonizadas por héroes y dioses. Nos encontramos ante un vasto número de relatos que presentan gran complejidad y variedad. Por ello, resultan sumamente socorridas las diferentes compilaciones que intentan sistematizarlos, como las obras poéticas de Hesíodo compuestas en la antigüedad: Teogonía y Los trabajos y los días. El gran valor de la primera reside en su carácter organizado de los mitos, casi único. De hecho, se ocupa del origen del cosmos con una propuesta genésica:

Antes que todas las cosas fue Caos; y después Gea la de amplio seno, asiento siempre sólido de todos los Inmortales que habitan las cumbres del nevado Olimpo y el Tártaro sombrío enclavado en las profundidades de la tierra espaciosa; y después Eros, el más hermoso entre los dioses Inmortales, que rompe las fuerzas, y que de todos los dioses y de todos los hombres domeña la inteligencia y la sabiduría en sus pechos.

Y de Caos nacieron Erebo y la negra Nix, Eter y Hemero nacieron, porque los concibió ella tras de unirse de amor a Erebo.

Y primero parió Gea a su igual en grandeza, al Urano estrellado, con el fin de que la cubriese por entero y fuese una morada segura para los dioses dichosos.

   
Dánae, de Gustav Klimt

Una vez más, el caos es el principio de todo. Asimismo, se presenta el reparto de los dioses en la Tierra con una trinidad: Zeus (el cielo), Poseidón (mares y océanos) y Hades (inframundo). Los mitos, junto a las aportaciones de las epopeyas, se han venido reelaborando sucesivamente, por lo que resultan indiscutibles en el panorama de la literatura universal; piénsese, como muestra, en la erudita narración mitológica de Rober Graves titulada Los mitos griegos y publicada en 1955. En ella, se da buena cuenta de los grandes héroes y dioses que se han incorporado a la cultura occidental y no solo en el ámbito literario. Piénsese en la enorme repercusión que tiene en la pintura o en la escultura: Dánae, la lluvia dorada de Gustav Klimt —tras las pinturas de Tiziano, Gossaert o Rembrandt—, pinturas que recrean el momento en que Dánae recibe la lluvia de oro en la que se ha convertido Zeus, quien, ante la reclusión de la joven, consigue fecundarla para que nazca Perseo, o el grupo escultórico Laoconte y sus hijos, condenados a ser devorados por serpientes marinas.

 LAS EPOPEYAS GRIEGAS

Abordar las dos famosas epopeyas griegas nos conduce directamente a la llamada cuestión homérica, debido a que ambas se atribuyen a Homero, cuya existencia parece probada, pero que se encuentra rodeada de todo tipo de leyendas.

Merece la pena recordar como parodia del mito de Penélope y del propio Homero su célebre microrrelato La tela de Penélope o quién engaña a quién, en el que Penélope teje para ahuyentar a Ulises y aprovechar para el flirteo con sus pretendientes, de manera inversa a lo que propone el mito original.

Tanto La Ilíada como La Odisea tienen un origen oral, inauguran el canto al héroe como género narrativo en verso, precedente ineludible para la novela moderna, y ambas están compuestas por veinticuatro cantos. La primera es una narración poética que se basa en hechos históricos del período micénico, aunque no se puede asegurar que se diera esa batalla entre griegos y troyanos durante la guerra de Troya (Ilión, en griego, de ahí el título), que se relata en unos cuantos días del último año de los diez que supuestamente duró la campaña. La obra narra la cólera de Aquiles, el de pies ligeros, que se había retirado de la batalla, pero decide volver al conocer la muerte de Patroclo para tomar venganza, por lo que mata a Héctor, hijo del rey de Troya (Príamo), así como también cuenta el asedio de la ciudad de Troya por parte de los griegos, su incendio y su caída. A pesar de que la leyenda del caballo de Troya como ardid se relaciona directamente con esta contienda, no aparece en ningún momento en La Ilíada, sino que se menciona como algo ya conocido en La Odisea y aparece en La Eneida del romano Virgilio. El error común de considerar que se trata de un pasaje incluido en La Ilíada homérica viene dado porque es la epopeya que se ocupa directamente de la batalla entre troyanos y helenos, a la que se asocia correctamente esta leyenda, y por adaptaciones cinematográficas de Petersen, en su película Troya de 2004, la cual, además de basarse en La Ilíada, recoge elementos tanto de La Odisea como de La Eneida de Virgilio. En todo caso, conviene recordar la vigencia de la leyenda y que Ulises (Odiseo, en griego), en La Odisea, inventa este ardid que consiste en la construcción de un gran caballo de madera a modo de regalo para los adversarios que, en realidad, sirve para sortear barreras, aprovechar la cercanía con los enemigos troyanos y liberar a los aguerridos soldados griegos que oculta en su interior. Esta sugerente leyenda ha dejado expresiones en nuestra lengua (que algo sea «nuestro caballo de batalla»), múltiples representaciones pictóricas y curiosas aplicaciones en el ámbito de la informática, en el que se habla de troyanos para referirse a archivos aparentemente inofensivos que encierran terribles consecuencias una vez que se abren. En todo caso, hay un hilo conductor entre ambas epopeyas homéricas y no solo es la guerra de Troya, sino también temas como el destino, la anagnórisis (“reconocimiento”) o el nostós. Este último aparece como motivo constructor en La Odisea, ya que trata del viaje, del “regreso”. Se relaciona, pues, la palabra con el origen, de manera que la palabra nostalgia en español adquiere una significación única: “dolor del origen”. Asimismo, es común referirse a una odisea cuando algo nos supone un conjunto de peripecias que constituyen serias dificultades para lograr nuestro objetivo. Así le ocurre a Odiseo en su accidentado regreso a Ítaca desde Troya, plagado de vicisitudes en las que, a menudo, aparecen seres fantásticos (cíclopes, hechiceras, sirenas, etc.). Consigue superar las dificultas y regresar a casa para enfrentarse a sus adversarios en la recuperación de la corona y de su esposa Penélope; controvertido mito de la fidelidad que, para ahuyentar a sus pretendientes, cosía por la mañana y destejía por la noche el sudario de su suegro, ya que una vez que lo terminara, supuestamente, atendería los reclamos de sus atosigantes pretendientes y elegiría a uno. Estas dos epopeyas son las obras con mayor difusión de la Antigüedad griega.

viernes, 1 de noviembre de 2019

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA 1 LA LITERATURA GRIEGA Traducción de ALFONSO REYES


FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
MÉXICO - BUENOS AIRES
C. M. BOWRA
HISTORIA DE LA LITERATURA
GRIEGA
[4* cd.]
Hacía falta un buen resumen de la literatura
griega. Existen obras monumentales,
pero no siempre son asequibles y muchas
veces sólo pueden ser leídas por el
especialista. Existen también muchos manuales,
pero por regla general se repiten
unos a otros hasta en los errores.
El presente Breviario llena cumplidamente
este vacío. Abarca desde los misteriosos
orígenes hasta la decadencia alejandrina,
y en él hallan su lugar justo
todos los géneros literarios, la épica, la
primitiva poesía lírica y elegiaca, la tragedia,
la historia, la comedia, la filosofía,
la oratoria. Dice todo lo que debemos saber
y nunca añade una palabra superfina.
Detrás de cada frase hay bibliotecas.
Escrito con admirable sencillez y con
rara penetración, serio y ameno a un
tiempo —traducido, además, con esa galanura
cuyo secreto sólo posee Alfonso
Reyes—, logra este libro captar en todas
sus páginas los valores esenciales, los que
han hecho de las letras griegas el modelo
siempre fresco de las literaturas del mundo.
Una sucinta y bien escogida bibliografía
lo dota del aparato indispensable
para quien quiera profundizar en la materia,
y la colección de láminas que lo
acompañan completan el sugerente atractivo
de esta pequeña obra maestra. De
su amena utilidad da fe el hecho de haberse
agotado por completo, en menos de
diez años, las tres ediciones anteriores.
[Grabado: Crátera de Pacstuw. Escena de teatro.
Siglo iv a. c.j


BREVIARIOS
del
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
1
LA LITERATURA GRIEGA
Traducción de
ALFONSO REYES
La literatura griega
C. M. BOWRA
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
MÉXICO - BUENOS AIRES
Primera edición inglesa, 1933
Primera edición en español, 1948
Segunda edición en español, 1950
Tercera edición en español, 1953
Cuarta edición en español, 1953
La edición original de esta obra fue registrada por
la Oxford University Press, de Londres, con el titulo
Ancient Gieek Litexatuie.
Derechos reservados conforme a la ley
© Fondo de Cultura Económica
Av. de la Universidad, 975 - México 12, D. F.
Impreso y hecho en México
Prínted and inade in México
INTRODUCCIÓN
Entre las literaturas europeas, la literatura de la Grecia
antigua ocupa un sitio singular. Es la más antigua
que realmente sobrevive, y ha ejercido la mayor influencia
en la posteridad. Los principios, formas y
medidas de los griegos gobernaron la literatura naciente
de Roma y, a través de Roma, el conjunto del mundo
moderno. Si careciese de valor intrínseco.y permanente
por sí misma, todavía sería de incalculable importancia.
Pero su interés no es principalmente histórico. La literatura
griega merece atención por su valor intrínseco,
porque los griegos inventaron y perfeccionaron ciertos
tipos de arte literaria, y realizaron obras maestras que
todavía nos asombran y deleitan, no obstante el transcurso
de las generaciones y los grandes cambios sobrevenidos
en la visión humana del mundo. En la poesía
épica, la lírica y la dramática, en la prosa histórica,
filosófica y retórica los griegos llegaron a resultados tan
satisfactorios en la forma y tan seductores en el contenido
que sus obras se han considerado siempre como
el tipo de perfección, y suelen proponerse e imitarse
como verdaderos modelos.
Y con todo esto, de esta literatura tan influyente y
atractiva sólo poseemos fragmentos, una décima parte
de lo que en otro tiempo existió. Cierto es que contamos
con la litada y la Odisea, el conjunto de las
obras de Platón, una gran masa de discursos de Demóstenes;
pero la reputación de los trágicos se basa
en la selección de las piezas dramáticas destinadas al
estudio escolar en Grecia; y de Esquilo y Sófocles sólo
nos quedan 7 piezas de las 80 y 123 que escribieron
respectivamente. En otros casos, la pérchela es todavía
mayor. Los épicos sucesores de Homero apenas nos son
conocidos por unas líneas, y la brillante poesía lírica
nos ha llegado únicamente en las raquíticas selecciones,
compiladas por gramáticos y métricos a quienes im-
7
8 INTRODUCCIÓN
portaba poco el mérito literario. De la tragedia y de
la comedia primitivas casi nada se ha salvado, y tenemos
que reconstruir su historia mediante testimonios
tardíos de discutible valor. Por su parte, se conserva
una montaña de literatura ulterior cuyo valor es escaso.
Útiles para el historiador, interesantes para el estudio
de la decadencia, las obras de los gramáticos y lexicógrafos,
de los poetas épicos ulteriores y de los últimos
retóricos no podrían compensarnos la pérdida de las
obras maestras anteriores. El acervo actual de la literatura
griega es, pues, pequeño, y el abarcarlo no
supera las posibilidades de una sola mente; pero aun
dentro de estos límites sobran elementos valiosísimos
por cuanto a su mérito literario. La reputación de los
escritos griegos no depende, pues, de la abundancia
de los documentos, sino de la suprema excelencia de
algunas obras maestras que han sobrevivido al fanatismo
religioso y al procesó destructor de las edades.
Tales obras no son muy numerosas, pero su estilo y
su vigor las colocan entre las mayores creaciones del
hombre. . , ,
Debemos la preservaciori de la literatura griega a los
hombres cultos de Bizancio," que estudiaron y editaron
las obras heredadas de la Antigüedad. Desde Bizancio,
los libros. griegos se difundieron por la Europa
occidental, merced al incansable entusiasmo de los patronos
y humanistas en el alba del Renacimiento, de
quienes recibimos casi todo lo que sabemos sobre los
griegos. En el proceso de copia y edición no pudieron
menos de deslizarse algunas corrupciones de los textos;
pero, en conjunto, aquellos escribas fueron bastante
concienzudos, y es lícito pensar que nuestros actuales
textos no difieren mucho de los que circulaban entre
los antiguos.
A esta fuente ha venido, casi en nuestros días, a
sumarse otra. Se han descubierto en Egipto ciertos
fragmentos escritos en papiro, y aunque en su mayor
parte son documentos de negocios, algunos correspon
INTRODUCCIÓN
9
den a la literatura. La poesía lírica, que Justiniano
mandó quemar, se leía aún en los primeros siglos de
la era cristiana, y al Egipto debemos las primeras transcripciones
de Safo, Alceo y Baquílides. Pero, no obstante
su gran, interés, estos documentos complementarios
no sólo son pocos, sino que están hechos trizas. Los
papiros aparecen mutilados e incompletos. El descifrarlos
cuesta un trabajo ímprobo, y ni la erudición
más acuciosa acierta a llenar las muchas lagunas. A
pesar de lo cual, estas reliquias han venido a transformar
el panorama de nuestros conocimientos. Algo
han añadido, por una parte, a nuestro tesoro, y por
otra nos han permitido apreciar la magnitud de nuestra
pérdida. La literatura' griega resulta haber sido más
rica de lo que sospechábamos por los vestigios. Y así,
cuando la juzguemos, conviene tener muy presente que
sólo disponemos de los restos de todo un mundo desaparecido,
cuyo vigor y proporciones no tenemos medio
de estimar. Los restos, por valiosos que sean, no
pasan de restos-
El estudioso de las literaturas modernas que se acerca
a Grecia queda sorprendido de la misma facilidad
con que logra acomodarse en su ambiente. Á direrencia
de lo que acontece con el antiguo Oriente, aquí
encontramos escritos hechos por hombres de nuestra
misma clase. Sus excelencias no son fundamentalmente
distintas de las que caracterizan a un Dante o a un
Shakespeare. Aquellos escritores parecen haber tenido
un sentimiento de la lengua y de sus empleos que todavía,
en lo general, es el nuestro. La poesía griega
opera sus efectos mediante el ritmo sostenido de las
palabras, palabras escogidas por su fuerza imaginativa; y
la prosa griega, mediante la facultad persuasiva y la
claridad esenciales a la verdadera elocuencia. Pero,
conforme se adelanta el estudio, las peculiaridades comienzan
a revelársenos, y al fin las letras griegas ocupan
un" sitio que les es propio, como, en lo suyo, las
letras inglesas, las italianas o las francesas. El pueblo
10 INTRODUCCIÓN
y su habla dejan sentir gradualmente ciertas cualidades
constantes, manifiestas a lo largo de su historia; y
como logremos aislarlas, habremos alcanzado alguna noción
sobre los rasgos específicos de la literatura griega.
Comparada con la mayoría de las modernas literaturas,
la griega asombra por su sencillez y falta de
adornos; pero no hay nada de común entre esta sencillez.
y el candor pueril del folklore, o la simplificación consciente
a que llega el super-civilizado. Esta condición
resulta de omitir cuanto no parece esencial y de insistir
en cuanto parece importante para la emoción o la estructura
de la obra. Así se aprecia en el trazo derecho
que es el arte de la épica, en la escala reducida de la
tragedia, en el dibujo continuo de la narración histórica.
Al modo como el paisaje griego posee una belleza
natural de contorno y proporciones, o como la escultura
griega ignora las variedades de la medieval o de la oriental
para contentarse con los efectos restringidos e indispensables,
también la literatura griega se distingue r,
por la omisión de todo aquello que no es esencial en
el plan del conjunto, y se funda en el vigor y buena
distribución de las partes. Los griegos poseían un tacto
instintivo y seguro para escoger lo significativo y prescindir
de lo ocioso. No es que lo hayan hecho siempre
de modo consciente o deliberado. Era una actividad
espontánea de aquel pueblo, cuyo genio le permitía
descubrir el pulso infalible de la belleza y dispensarse
de preliminares y elaboraciones enojosas.
A este sentido artístico1 natural viene a sumarse, en
los mejores escritores de Grecia, la gran seriedad y
energía intelectuales. Todo lo veían con ojos nítidos,
libres a un tiempo de saciedad y prejuicio, y así acertaban
a aplicar toda su capacidad mental al logro de
su arte. No escribían sobre cosa alguna sin someterla
antes al tamiz de la propia crítica. En particular, huían
del sentimentalismo y del ornamento redundante o puramente
decorativo. Parecen haber comprendido que
la poesía debe alimentarse en la común experiencia y
INTRODUCCIÓN 11
es patrimonio que todos los hombres comparten. Por
eso procuraban cimentarla en las emociones primarias,
dejando de lado los rincones penumbrosos y las fluideces
escurridizas de la "sensiblería". No escribían para
las minorías o capillas de exquisitos, para las diques,
sino para la humanidad, y sabían discernir entre lo
pasajero y lo permanente. Buena parte de su arte fue
popular, por cuanto estaba destinado a'las multitudes
y a ser presentado al aire libre. Pero, aun así, no incurrieron
nunca en el error de juzgar la inteligencia
de un auditorio conforme al nivel más bajo de sus
miembros. La poesía, como asunto serio, exigía la
atención y la concentración, y los públicos griegos supieron
responder a tales exigencias, educándose para
auditores aplicados y críticos inteligentes. Como consecuencia,
los poetas procuraban darles lo mejor de sí
mismos. Ni los violentos artificios ni las redundancias
eran consentidas. Cada toque había de ser preciso,
cada palabra debía cumplir su exacta función.
Las lecciones recogidas en el estudio y práctica de
la poesía habían de servir a los griegos cuando llegaron
a la prosa. Aquí también aquel empuñar las
cosas esenciales, la misma economía en la estructura,,
igual frescura en el tratamiento. La prosa griega es, en
general, concisa y a menudo sencilla. Verdades de
una suma agudeza y situaciones de verdadera trascendencia
resultan expresadas de modo tan directo que,,
al pronto, nos desconciertan hasta parecemos casi infantiles.
Pronto advertimos que ello es efecto del afán
por decir lo esencial y nada más que lo esencial. Hablando
en términos generales, al griego le disgusta la
escritura excesivamente refinada, y, a pesar de su sutileza
y su vigor innegables, su prosa parece evitar cuanto
no responda a su inmediato propósito informativo.
Pero tras esta apariencia de austeridad yace una profunda
reserva de energía. Las palabras más sencillas
contienen una honda verdad, y una carga de emoción
más intensa aún por ser disciplinada. La prosa griega
12 INTRODUCCIÓN
procura sus efectos a través de la inteligencia, y afecta
la receptividad emotiva más allá de la superficie retórica.
Los oradores mismos, obligados a apelar a las
emociones más a la mano, también apelaban insistentemente
a la inteligencia del público. Su primer cuidado
era, en suma, probar su punto.
Como consecuencia de semejante disciplina, la literatura
griega carece de ciertos rasgos comunes a la
inglesa, la italiana y aun la latina. No posee los vagos
esplendores, la curiosidad por lo indefinido que son la
savia del romanticismo. Su épica y su dramática parecen
llanas y hasta un tanto rudimentales ante la floresta
lujuriosa de un Ariosto o la prolífica vitalidad de
un Shakespeare. La actitud griega ante la naturaleza
nos parece un tanto despojada de imaginación mientras
no lleguemos a percibir la absoluta rectitud de cada
palabra. No esperemos allí la atribución de emociones
humanas a las piedras o a los árboles, o la ocurrencia
de que la naturaleza posea por sí misma una importancia
ajena al hombre. También echamos de menos
en aquella prosa muchas formas que nos son familiares.
Hay en ella pocos raptos de elocuencia religiosa
o de apreciación estética, hasta pocas manifestaciones
de demostración seca y científica, escasos aguijonazos
de prosa epigramática y raros remiendos de colorines.
A cambio de todo ello, una sobriedad cuya densidad
y eficacia deja inútiles muchos atavíos retóricos y muchas
argumentaciones verbosas.
La historia de la poesía griega es la historia de un
proceso en que las formas tradicionales van plegándose
al arte bajo el toque de algunos hombres de genio. La
poesía épica, la lírica y la dramática tuvieron igualmente
su cuna en ciertas formas sencillas y aun desmañadas,
que difícilmente pueden llamarse formas de arte.
Pero los poetas transformaron estos rudimentos en algo
diferente, aun sin prescindir necesariamente de las vetustas
peculiaridades y rudezas que más bien contribuyeron
a sazonar el conjunto. Pues es característico
INTRODUCCIÓN 13
de los griegos el no haber inventado nuevas formas literarias,
sino tan sólo haber perfeccionado las que ya
andaban en su vida. Hasta el último instante, las odas
corales y los dramas revelan la huella de su humilde
origen. Semejante espíritu conservador se manifiesta
en la elección de asuntos. Épica, drama y lírica coral
buscan sus temas en el pasado remoto, en la Edad
Heroica. Pero el poeta no sólo tiene libertad de tratar
a su manera una historia tradicional, sino que es juez
absoluto para atribuirle el sentido y la originalidad de
intención que mejor le plazcan. A la manera del pintor
italiano que interpreta a su sabor los episodios de la
Biblia, el poeta griego escoge su historia y la maneja
a su guisa, alterándola o dirigiéndola a su arbitrio. En
el inmenso tesoro del mito y de la saga, en la riqueza
acaudalada de la imaginación y la fantasía juveniles de
otras épocas, encuentra uri repertorio casi inagotable
de temas trágicos o regocijados. Sabe bien que tiene
algo que decir por su cuenta y que es capaz de decirlo,
y puede darse el gusto de recrear un asunto ya
manejado; y su éxito está precisamente en convertirlo
en algo nuevo y hermoso.
En tal empeño, le ayudan las mismas peculiaridades
del habla griega. La sintaxis singularmente flexible
simplifica la expresión de los pensamientos complicados.
El vasto vocabulario, construido por múltiples
dialectos y aun lenguas ya desaparecidas, permite una
inmensa variedad de estilo. Las combinaciones de sílabas
cortas y largas consiente una métrica elástica y
musical, a un extremo inaccesible para las modernas lenguas
europeas. El prosista, no menos que el poeta, empleaba
palabras cuya eficacia y frescura no se habían
gastado en el uso, y cuya virtud de evocación no se
había embotado en el empleo convencional o vicioso.
Siempre era posible formar nuevos compuestos, buscar
nuevas metáforas o encontrar efectos nuevos, gracias
a pequeñas alteraciones en el orden de las palabras o a
una atinada colocación de las vocales. En vez de
14 INTRODUCCIÓN
estorbar, la tradición ayudaba, proporcionando al poeta
útiles y deliciosos recursos, y materiales dóciles. Aun
hoy en día, cuando ya hemos estropeado la pronunciación
del griego antiguo y cuando ya la niebla de los
siglos apenas nos. deja entrever las asociaciones entre
las palabras, aquella lengua nos parece luminosa y radiosa,
como modelada por el vigor y la clara índole del
pueblo que la hablaba.
No obstante sus restricciones, la literatura griega
nunca fue árida, a diferencia de lo que suele acontecer
con sus imitaciones. Acaso le falten vaguedad, fantasía
y sentimiento extremo, pero nunca misterio, imaginación
ni pasión. La disciplina más bien sirvió para
poner de relieve la riqueza auténtica. La visión imaginativa
propia de toda verdadera gran literatura es singularmente
notoria en el caso de Grecia. Lo que se captaba
en un relámpago de la atención era luego ofrecido
a los demás con una consumada capacidad comunicativa,
a través de las palabras. Si los griegos no eran
como unos niños, según lo aseguraron a Solón los egipcios,
al menos es cierto que poseían el don infantil
de contemplarlo todo con absoluta claridad y concentración.
De aquí que no necesitaran exagerar sus sentimientos
con vanas retóricas o buscar efectos majestuosos
envolviéndose en oscuridades. Muchas de sus obras
son algo oratorias y, a la vez, difíciles. Pero es que se
dirigían a las multitudes, y es que tenían que habérselas
con las dificultades de expresar por primera vez
ciertas cosas. Si alguna vez sintieron el anhelo de escribir
tan sólo en busca de efectos verbales, nunca se
dejaron vencer por esta tentación. Su propósito estaba
en otra parte, y su objetivo en las magnas ocasiones de
interés apasionador y en el esfuerzo intelectual que
cruzaron la existencia de aquellos hombres, cuyos ojos
siempre estaban abiertos, cuyas mentes siempre estaban
alerta.

viernes, 27 de julio de 2018

ARISTÓFANES. LAS NUBES. FRAGMENTO. TEATRO.


ARISTÓFANES.
(Atenas, 450 a.C.-id., 385 a.C.) Comediógrafo griego. Poco se sabe sobre su vida, tan sólo algunos detalles extraídos de su obra, de la que se conserva una cuarta parte. Fue un ciudadano implicado en la política ateniense: participó en las luchas políticas para la instauración del Partido Aristocrático y, desde sus filas, mostró su desacuerdo con la manera de gobernar de los demócratas. Se opuso a la guerra del Peloponeso, porque llevaba a la miseria a los campesinos del Ática, en una guerra fratricida que denunció sobre todo en Lisístrata. 

Su postura conservadora le llevó a defender la validez de los tradicionales mitos religiosos y se mostró reacio ante cualquier nueva doctrina filosófica. Especialmente conocida es su animadversión hacia Sócrates, a quien en su comedia Las nubes presenta como a un demagogo dedicado a inculcar todo tipo de insensateces en las mentes de los jóvenes. En el terreno artístico tampoco se caracterizó por una actitud innovadora.


Las Nubes fue presentada por primera vez el año 423 a. C., pero Aristófanes no logró ganar el primer lugar, sacando el tercero en las Dionisias. Aristófanes jamás se resignó a haber perdido. Por lo mismo, reescribió entre los años 420 y 417 el texto de su obra y esa es la versión que se conserva en la actualidad. Esto lo sabemos porque en la misma comedia el coro exhorta a los espectadores reprochándoles el haber perdido. Aristófanes la consideraba su obra más fina de entre sus comedias. En las nubes aparece la primera referencia histórica sobre Sócrates, que es presentado como un sofista.
Fuente:
Recopilador.

Dr: Enrico Pugliatti
***

Las nubes

Aristófanes

Personajes

ESTREPSÍADES, agricultor ateniense.
FIDÍPIDES, su hijo.
UN ESCLAVO DE ESTREPSÍADES.
UN DISCIPULO DE SOCRATES.
SÓCRATES, el filósofo.
EL CORO DE NUBES, en figura de mujeres.
EL ARGUMENTO MEJOR, representado como un hombre mayor de porte antiguo.
EL ARGUMENTO PEOR, un joven con atuendo moderno.
EL ACREEDOR 1
EL ACREEDOR 2
QUEROFONTE, discípulo de Sócrates.
PERSONAJES MUDOS: Discípulos de Sócrates; Testigos del Acreedor 1º; Jantias, esclavo de ESTREPSÍADES; otros esclavos.

Parte 1
Primer Acto

Hay dos casas, una grande, que pertenece a ESTREPSÍADES y otra pequeña, en la que viven SÓCRATES y sus discípulos. Ante la casa deESTREPSÍADES, en primer plano, se simula un interior. Es todavía de noche. Ocupan sendas camas ESTREPSÍADES y su hijo FIDÍPIDES. El padre da vueltas en la cama y acaba por levantarse.
 



ESTREPSÍADES. ¡Ayay, Zeus soberano!, ¡qué larga es la noche! Es interminable. ¿Nunca se hará de día? La verdad es que he oído hace un rato cantar al gallo, pero los esclavos aún están roncando. Antes no hubiera pasado esto. ¡Maldita seas, guerra, maldita por tantas y tantas cosas, cuando ya ni siquiera puedo castigar a los esclavos! 
Tampoco el chico este se despierta en toda la noche. ¡Mira cómo se tira pedos bien envuelto con cinco mantas! En fin, si os parece, vamos a roncar bien tapados. (Se acuesta y se tapa.) Nada, no puedo dormir, ¡pobre de mí!, mordido como estoy por los gastos, los pesebres y las deudas, por culpa de este hijo. Él, con su pelo largo, monta, guía el carro y sueña, todo con caballos. En cambio yo estoy hecho polvo cuando veo que la luna me trae otra vez el día veinte del mes, pues los intereses se acumulan . 
(Hacia la casa.) 
Chico, coge el candil y saca los apuntes de mis cuentas, para que mire a quién le debo dinero calcule los intereses. 
(Un esclavo trae un candil y las tablillas con las cuentas.) 
A ver qué debo. «Doce minas a Pasias». ¿De qué, doce minas a Pasias? ¿Por qué se las pedí prestadas? Ya está: cuando compré el caballo señalado con la «coppa». ¡Pobre de mí!, ¡ojalá me hubiera señalado  antes el ojo con una piedra!
FIDÍPIDES. (Dormido.) 
Filón, estás haciendo trampa. Ve por tu calle.
ESTREPSÍADES. Ésa, ésa es la desdicha que me tiene hecho polvo: hasta dormido sueña con los caballos.
FIDÍPIDES. (Dormido.) 
¿Cuántas vueltas a la pista van a dar los carros de guerra? .
ESTREPSÍADES. ¡Tú sí que me haces dar muchas vueltas a mí, a tu padre! Después de Pasias, ¿en qué deuda me metí? «Tres minas por un carro pequeño y un par de ruedas a Aminias.»
FIDÍPIDES. (Dormido.) 
Haz que el caballo se revuelque  y luego llévatelo al establo.
ESTREPSÍADES. ¡Ay, amigo!, ¡a mí sí que me has revolcado… fuera de mi dinero: ya he perdido varios pleitos y otros acreedores dicen que me van a embargar por los intereses!
FIDÍPIDES. (Despierto.) 
A ver, padre; ¿por qué te pones de mal humor y andas dando vueltas toda la noche?
ESTREPSÍADES. Me está picando entre las mantas… un demarco .
FIDÍPIDES. ¡Déjame dormir un poco, hombre! 
(Se tapa otra vez y sigue durmiendo.)
ESTREPSÍADES. ¡Por mí, duerme! Pero para que te enteres: todas estas deudas serán tu problema. ¡Ay, ojalá hubiera reventado la casamentera que me empujó a casarme con tu madre! Yo llevaba una vida de agricultor muy agradable: sucio y mugriento, tumbado a la bartola, con un montón de rebaños, de miel de abejas y de aceitunas prensadas.
Pero me fui a casar con la sobrina de Megacles, hijo de Megacles, yo, un campesino, con una de ciudad: una señoritinga loca por el lujo, del estilo de Cesira. el día que me casé con ella, yo, acostado a su lado, olía a vino nuevo, a higos secos, a copos de lana y a abundancia, pero ella olía a perfume, a azafrán, a morreos, a despilfarro, a glotonería, a Afrodita Colíade y a Genetilide.Sin embargo, no diré que era una vaga, que ella tejía y tejía, así que yo le mostraba esta capa 
(señala su capa) 
tomándola como excusa para decirle: «Mujer, tejes demasiado apretado» .
ESCLAVO. (El candil se apaga.) 
No nos queda aceite en el candil.
ESTREPSÍADES. ¡Rayos! ¿Por qué me encendiste el candil que chupa tanto? Ven aquí, que me las vas a pagar.
ESCLAVO. ¿Por qué te las voy a pagar?
ESTREPSÍADES. Porque le metiste una mecha de las más gruesas. 
(El ESCLAVO se va.) 
Más adelante, cuando nos nació este hijo, a mí y a la buena de mi mujer, nos empezamos a pelear por el nombre. Ella quería añadir «ipo»  al nombre: Jantipo, Queripo o Calipides, mientras que yo quería ponerle Fidónides, por su abuelo. Pasaba el tiempo mientras tratábamos de decidirlo y, al fin, llegamos a un acuerdo y le pusimos FIDÍPIDES. Ella cogía a este tipo y le decía cariñosamente: «Cuando tú seas mayor y conduzcas la carroza hacia la Acrópolis   como Megacles, con la túnica de lujo… ».
Yo, en cambio, le decía: «Más bien cuando traigas las cabras desde el Roquedal, como tu padre, vestido con la pelliza». Pero él no me hacía ni pizca de caso y así hizo que cayera sobre mis bienes una peste caballar . Llevo toda la noche pensando cómo salir de esto y, por fin, ahora acabo de encontrar un camino totalmente excepcional; si consigo convencerlo de que lo siga, me veré a salvo. Bueno, en primer lugar quiero despertarlo. ¿Cómo podría yo despertarlo suavemente?, a ver, ¿cómo? ¡Fidípides, Fidipidito!
FIDÍPIDES. ¿Qué pasa, padre?
ESTREPSÍADES. Bésame y dame tu mano derecha 
FIDÍPIDES. (Se incorpora y le alarga la mano.) 
Aquí la tienes. ¿Qué pasa?
(Las camas son retiradas del escenario.)
ESTREPSÍADES. Dime, ¿tú me quieres?
FIDÍPIDES. Sí, ¡por Posidón Hípico, aquí presente! (
Señala una estatua.)
ESTREPSÍADES. No, no por el Hípico, ni hablar, que ese dios es el culpable de mis desgracias. Pues si me quieres de verdad, de corazón, obedéceme, hijo.
FIDÍPIDES. ¿Y en qué tengo que obedecerte?
ESTREPSÍADES. Cambia de un plumazo tu estilo de vida y vete a aprender lo que yo te diga.
FIDÍPIDES. A ver, dime, ¿qué me mandas?
ESTREPSÍADES. ¿Me vas a hacer caso?
FIDÍPIDES. Te haré caso, ¡por Dioniso!
ESTREPSÍADES. Bien, pues mira aquí. ¿Ves esa puertecita y esa casita? 
(Señala la casa de SÓCRATES.)
FIDÍPIDES. Sí. ¿Qué es eso en realidad, padre?
ESTREPSÍADES. Eso es el «caviladero» de los espíritus selectos. Ahí viven unos hombres que, al hablar del cielo, tratan de convencerte de que es una tapadera de horno, y de que está alrededor de nosotros, que somos los carbones. Si se les paga, ellos te enseñan a ganar pleiteando todas las causas, las justas y las injustas.
FIDÍPIDES. ¿Y quiénes son?
ESTREPSÍADES. No sé exactamente el nombre. Son «cavilopensadores», gente bien.
FIDÍPIDES. Bah, unos hijos de perra. Ya sé yo: te refieres a esos fantasmones, paliduchos y descalzos, entre los que están el desgraciado de Sócrates y Querefonte.
ESTREPSÍADES. Eh, eh, cállate. No digas niñerías. Si algo te importan los garbanzos de tu padre, hazte de su grupo, por favor, y manda los caballos a paseo.
FIDÍPIDES. Ni hablar, ¡por Dioniso!, ni aunque me dieras los faisanes que cría Leógoras 
ESTREPSÍADES. Anda, ve, te lo pido por favor, hijo de mi alma; ve a que te enseñen.
FIDÍPIDES. ¿Y qué quieres que aprenda?
ESTREPSÍADES. Dicen que con ellos están los dos Argumentos, el Mejor, sea como sea, y el Peor. De esos dos Argumentos, dicen que el Peor gana los pleitos defendiendo las causas injustas. Así que, si me aprendes ese Argumento injusto, de lo que ahora debo por tu culpa, de todas esas deudas, no tendría que devolver ni un óbolo a nadie.
FIDÍPIDES. No te puedo obedecer, que ni me atrevería a mirar a la cara a los caballeros estando tan descolorido.
ESTREPSÍADES. ¡Por Deméter! Que conste que de lo mío no vas a probar bocado, ni tú, ni el caballo del tiro, ni el marcado con la s. Te echaré de casa, ¡a hacer puñetas! 
FIDÍPIDES. Pues mi tío Megacles no va a consentir que yo me quede sin caballos. Hala, me voy adentro, y a ti, ¡ni caso! 
(Entra en su casa.)
ESTREPSÍADES. Pues yo, desde luego, no voy a quedarme así, hecho polvo. Voy a encomendarme a los dioses e iré yo en persona al caviladero para que me enseñen. Pero a mí, con lo viejo, lo olvidadizo y lo burro que soy, ¿cómo me van a entrar esas exquisiteces y esas finuras de argumentos? No tengo más remedio que ir. ¿Por qué ando perdiendo el tiempo con estas cosas en vez de llamar a la puerta? 
(Llama a la puerta del caviladero.)¡Chico, chico!
DISCÍPULO. (Abriendo la puerta.)
 ¡Al cuerno! ¿Quién llama a la puerta?
ESTREPSÍADES. Estrepsíades, hijo de Fidón, de Cicina.
DISCÍPULO. ¡Un patán, por Zeus!: le has pegado una patada a la puerta de una forma tan increíble que has hecho abortar una idea recién inventada.
ESTREPSÍADES. Perdona, es que yo vivo lejos, en el campo. Anda, dime la idea abortada.
DISCÍPULO. No se nos permite decirla a los que no sean discípulos.
ESTREPSÍADES. Entonces, dímela con toda confianza, que yo, aquí donde me ves, vengo al caviladero para ser discípulo.
DISCÍPULO. Te lo voy a decir, pero hay que considerar estas cosas como misterios. Hace un momento preguntaba Sócrates a Querefonte cuántas veces podría saltar una pulga la longitud de sus pies, pues una mordió la ceja de Querefonte y luego saltó a la cabeza de Sócrates.
ESTREPSÍADES. ¿Y cómo consiguió medirlo?
DISCÍPULO. De una forma muy astuta. Fundió cera; después cogió la pulga y le sumergió los dos pies en la cera; cuando la pulga se enfrió, se le habían formado unas zapatillas persas; se las quitó, y medía con ellas la distancia.
ESTREPSÍADES. ¡Zeus soberano!, ¡qué finura de mente!
DISCÍPULO. ¿Pues qué dirías si te enteraras de este otro pensamiento de Sócrates?
ESTREPSÍADES. ¿Cuál? Por favor, cuéntamelo.
DISCÍPULO. Le preguntaba Querefonte de Esfeto si, en su opinión, los mosquitos cantan por la boca o por el culo.
ESTREPSÍADES. ¿Y qué dijo él sobre el mosquito?
DISCIPULO. Decía que el intestino del mosquito es estrecho, y que por ser un conducto delgado el aire pasa por él con fuerza directamente hasta el culo. Después, como el ano resulta ser un espacio hueco junto a un conducto estrecho, hace ruido por la fuerza del aire.
ESTREPSÍADES. Así que el ano de los mosquitos es una trompeta. ¡Tres vivas por esta investigación intestinal! Seguro que si lo acusaran saldría absuelto fácilmente el que conoce tan bien el intestino del mosquito.
DISCÍPULO. Pues hace un par de días se vio privado de un gran pensamiento por una salamanquesa.
ESTREPSÍADES. ¿De qué modo? Cuéntamelo.
DISCÍPULO. Investigaba el curso y los desplazamientos de la luna, y al estar con la boca abierta mirando hacia arriba como era de noche, un geco le cagó desde el alero.
ESTREPSÍADES. ¡Qué gracioso el geco ese que le cagó encima a Sócrates!
DISCÍPULO. Pues ayer por la noche no teníamos cena.
ESTREPSÍADES. ¡Ajá! y, ¿cómo se las ingenió para conseguir los garbanzos?
DISCÍPULO. Espolvoreó la mesa con una capa fina de ceniza, curvó un asador, lo usó como compás y… robó un manto del gimnasio .
ESTREPSÍADES. Entonces, ¿por qué seguimos admirando a aquel Tales? Abre, abre el caviladero, termina ya, y enséñame a Sócrates lo más aprisa que puedas, que quiero ser su discípulo. ¡Venga, abre la puerta! 
(El DISCÍPULO abre la puerta. La máquina escénica trae al escenario a varios grupos de discípulos.)
 ¡Heracles!, ¿de dónde han salido estos animales?
DISCÍPULO. ¿Por qué te asombras? ¿A qué crees que se parecen?
ESTREPSÍADES. A los laconios capturados en Pilos , pero, ¿por qué razón están mirando al suelo esos de ahí?
(Señala a un grupo de discípulos.)
DISCÍPULO. Investigan lo que hay bajo tierra.
ESTREPSÍADES. Entonces buscan cebollas . No os preocupéis (al grupo) más por eso, que yo sé dónde las hay grandes y hermosas. ¿Y qué están haciendo esos otros, los que están tan encorvados?
 (Señala otro grupo.)
DISCÍPULO. Ésos escrutan las tinieblas que hay más allá del Tártaro .
ESTREPSÍADES. ¿Y por qué su culo mira al cielo?
DISCÍPULO. Está aprendiendo astronomía por su cuenta. 
(A los discípulos que están fuera de la casa.) 
Venga, entrad, no sea que él os pille fuera.
ESTREPSÍADES. Aún no, aún no; que se queden, que quiero ponerlos al corriente de un asuntillo mío.
DISCÍPULO. Es que no les está permitido pasar demasiado tiempo fuera al aire libre. (Los discípulos mencionados entran en el caviladero.)
ESTREPSÍADES. 
(Va señalando algunos objetos.) 
¡Por los dioses!, ¿qué es esto? Dime.
DISCÍPULO. Esto de aquí es astronomía.
ESTREPSÍADES. Yeso otro, ¿qué es?
DISCÍPULO. Es geometría.
ESTREPSÍADES. Y,¿para qué sirve?
DISCÍPULO. Para medir la tierra.
ESTREPSÍADES. ¿La que se adjudica en parcelas? .
DISCÍPULO. No, toda la tierra.
ESTREPSÍADES. ¡Qué cosa más buena! Esa idea es democrática y útil.
DISCÍPULO. Yéste es un mapa de toda la tierra. ¿Ves? Aquí está Atenas.
ESTREPSÍADES. ¿Qué dices? No lo creo, porque no veo a los jueces en sesión .
DISCÍPULO. Puedes estar seguro de que este territorio es el Ática.
ESTREPSÍADES. ¿Ydónde están los de Cicina, mis vecinos?
DISCÍPULO. Están justamente aquí. 
(Señalando la zona en el mapa.) 
Y ésta, como ves, es Eubea, situada a lo largo del continente un buen trecho.
ESTREPSÍADES. Lo sé bien, pues la situamos fuera de juego nosotros con Pericles . Pero ¿dónde está Lacedemonia?.
DISCÍPULO. ¿Que dónde está? Ahí la tienes. 
(Señalando.)
ESTREPSÍADES. ¡Qué cerca de nosotros! Planteaos de nuevo esto: apartarla de nosotros todo lo posible.
DISCÍPULO. No se puede.
ESTREPSÍADES. ¡Por Zeus! Ospesará entonces.
(SÓCRATES aparece en un cesto colgado del techo mediante una grúa.)
 ¡Anda! y ¿quién es ese hombre que está en la cuerda colgada del gancho?
DISCÍPULO. Es él.
ESTREPSÍADES. ¿El, quién?
DISCÍPULO. Sócrates.
ESTREPSÍADES. ¡Sócrates! Anda, llámamelo bien fuerte.
DISCÍPULO. Llámalo tú mismo, que yo no tengo tiempo. 
(Entra en la casa.)
ESTREPSÍADES. ¡Sócrates, Socratillo!
SÓCRATES. ¿Por qué me llamas, efímera criatura?
ESTREPSÍADES. En primer lugar, dime qué haces, por favor.
SÓCRATES. Camino por los aires y paso revista al sol .
ESTREPSÍADES. ¿Así que «pasas» de los dioses desde un cesto en vez desde el suelo, si eso es lo que haces?
SÓCRATES. Nunca habría yo llegado a desentrañar los fenómenos celestes si no hubiera suspendido mi inteligencia y hubiera mezclado mi sutil pensamiento con el aire semejante a él. Si yo, estando en el suelo, hubiera examinado desde abajo las regiones de arriba, nunca habría desentrañado nada. Seguro, porque la tierra arrastra hacia así la sustancia del pensamiento. Eso mismo les pasa también a los berros.
ESTREPSÍADES. ¿Cómo dices? ¿El pensamiento arrastra la sustancia hacia los berros? Anda, baja hasta mí, Socratillo, para que me enseñes las cosas por las que he venido.
SÓCRATES. (Descendiendo del cesto.) 
Y,¿para qué has venido?
ESTREPSÍADES. Quiero aprender a discursear, pues por culpa de los intereses y de los acreedores mal dispuestos, me veo despojado y saqueado: tengo todo embargado.
SÓCRATES. ¿Y cómo es que te has endeudado sin enterarte?
ESTREPSÍADES. Me hizo polvo una enfermedad hípica, que consume muchísimo. Pero anda, enséñame uno de tus dos Argumentos, aquél que no paga nada. Y cualquiera que sea la remuneración que me pidas, juraré por los dioses pagártela puntualmente.
SÓCRATES. ¿Que vas a jurar por los dioses? Para empezar, los dioses no son de curso legal  entre nosotros.
ESTREPSÍADES. Entonces, ¿por qué cosa juráis? ¿Por unas monedas de hierro, como en Bizancio?
SÓCRATES. ¿Quieres saber con claridad en qué consiste exactamente lo divino?
ESTREPSÍADES. Sí, por Zeus, si puede ser.
SÓCRATES. ¿Y entablar diálogo con las Nubes, nuestras divinidades?
ESTREPSÍADES. Sí, sí.
SÓCRATES. Pues siéntate en el jergón sagrado. 
(Señala un humilde jergón.)
ESTREPSÍADES. Vale, ya me siento.
SÓCRATES. Ahora coge esta corona.
 (Le da una corona.)
ESTREPSÍADES. ¿Una corona para qué? ¡Pobre de mí!, no me sacrifiquéis como a Atamante , Sócrates.
SÓCRATES. No; es que esto se lo hacemos a todos los que se inician.
ESTREPSÍADES. ¿Y qué voy a sacar yo en limpio?
SÓCRATES. En discursear te convertirás en un experto, en unas castañuelas, en harina de la más fina. ¡Pero estáte quieto!
 (Lo espolvorea con harina muy molida.)
ESTREPSÍADES. ¡Por Zeus!, no me vas a tomar el pelo, que espolvoreado de esta manera me voy a convertir de verdad en harina.
SÓCRATES. Es preciso que el anciano guarde un silencio reverente y preste oídos a la plegaria. ¡Oh Rey soberano, inconmensurable Aire, que sostienes la tierra en el espacio, y tú, Éter brillante, y vosotras, Nubes, veneradas diosas del trueno y el rayo, levantaos, oh señoras, apareceos en las alturas al hombre que cavila!
ESTREPSÍADES. (Mientras se tapa con la capa.) 
Aún no, aún no, hasta que me eche por encima ésta, no me vayan a mojar. ¡Si seré imbécil que he salido de casa sin llevar ni siquiera la gorra!
SOCRATES. Así pues, ¡oh Nubes muy venerables!, venid a mostraros a este hombre, ya sea que os encontréis en las sagradas cimas del Olimpo, batidas por la nieve, ya sea que con las Ninfas forméis un coro sagrado en los jardines de vuestro padre Océano, ya sea que con áureos jarros extraigáis agua en las bocas del Nilo, ya sea que habitéis en el lago Meotis o en la cima nevada del Mimante. Prestadme oídos aceptando el sacrificio y alegrándoos con los sagrados ritos.
 (Comienza a oírse el canto del coro de nubes, sin que se haga visible. Al mismo tiempo se oyen truenos.)



CORO.
Nubes imperecederas,


alcémonos, visibles en nuestra brillante apariencia húmeda,


desde nuestro padre Océano, de profundo estruendo,


hasta las cimas de altísimos montes


cubiertas de árboles, para que


contemplemos las atalayas que se divisan a lo lejos,


los frutos y la sagrada tierra bien regada,


el cadencioso martillo de los divinos ríos,


y el mar que con sordo fragor resuena;


pues el ojo incansable del Éter resplandece


con sus brillantes rayos.


Ea, sacudamos de nuestra forma inmortal


la lluviosa niebla, y contemplemos,


con mirada que mucho abarca, la tierra.








SÓCRATES. Oh muy venerables Nubes, está claro que habéis escuchado mi llamada.
(A Estrepsíades.)
¿Has oído su voz y el rugido del divino trueno que inspira temor?
ESTREPSÍADES. Sí, os adoro, ¡oh muy honorables!, quiero tirarme pedos en respuesta a los truenos, de tanto que me asusto y tiemblo ante ellos. Y si es licito, ahora mismo ya -y aunque no sea lícito también- voy a cagar.
SÓCRATES. Déjate de bromas y no hagas lo que esos malditos comediantes; estáte quieto y callado, pues un nutrido enjambre de diosas se aproxima cantando.



CORO. (No visible aún.)
Doncellas portadoras de la lluvia,


vayamos a la espléndida tierra de Palas, para contemplar


el muy deseable país de Cécrope, rico en hombres


valerosos;


lugar sagrado de ritos indecibles, donde


un santuario que acoge a los iniciados


abre sus puertas en los Sagrados Misterios.


Allí se brindan presentes a los dioses celestiales,


templos hay de elevado techo, estatuas,


procesiones sacratísimas de los bienaventurados,


sacrificios y fiestas a los dioses, con ornamento de coronas,


en las estaciones más diversas,


y al llegar la primavera, el don de Bromio:


la porfía de los coros melodiosos


y la música de las flautas de grave sonido.







ESTREPSÍADES. Por Zeus te lo pido, Sócrates, dime quiénes son las que entonan ese canto tan solemne. ¿No son alguna clase de heroínas, verdad?
SÓCRATES. Nada de eso. Son las Nubes celestiales, grandes diosas para los hombres inactivos, que nos facilitan el pensamiento, la dialéctica, la inteligencia, la expresión de invenciones novedosas, el circunloquio, el desconcertar al auditorio y el tenerlo a raya 
ESTREPSÍADES. Entonces, por eso, al oírlas, mi alma ha remontado el vuelo y está deseando ya hablar sutilmente y decir finuras sobre el humo, rebatir una sentencia con una sentencilla sutil y oponerse a un argumento con el argumento contrario. Así que, si puede ser, quiero verlas ya a las claras.
SÓCRATES. Pues mira por este lado, en dirección al monte Parnes, que ya las diviso descendiendo lentamente.
ESTREPSÍADES. A ver, ¿por dónde? Señálamelo.
SÓCRATES. Por ahí 
(Señalando a un lado) 
viene un gran número de ellas atravesando navas y bosques, por ahí, por ese lado.
ESTREPSÍADES. (Mirando en la dirección indicada.) 
¿Qué, qué? Yo no las veo.
SÓCRATES. Allí, junto a la entrada lateral.
ESTREPSÍADES. Sí, ahora ya, por donde dices, empiezo a verlas. 
(Entra el coro de nubes, representadas por mujeres.)
SÓCRATES. Ahora ya no tienes más remedio que verlas, a no ser que tengas unas legañas tan grandes como calabazas.
ESTREPSÍADES. Sí, por Zeus. ¡Oh venerables! Ya ocupan todo.
SÓCRATES. ¿Y la verdad es que no sabías que son diosas, ni creías en ellas?
ESTREPSÍADES. Desde luego que no, por Zeus. Yo las tomaba por niebla, rocío y vapor.
SÓCRATES. Por Zeus, es que no sabes que ellas apacientan a muchísimos «listillos», adivinos de Turios, profesores de medicina, gandules melenudos con sellos de ónice. Y a los moduladores de canciones de los coros ditirámbicos, embaucadores aéreos, a esos seres ociosos que nada hacen, los apacientan porque componen poesías para ellas.
ESTREPSÍADES. Entonces por eso componen aquello de «ímpetu destructor de las húmedas nubes que culebrea resplandeciente», «mechones de Tifón» «de cien cabezas», «tempestades de violento fuelle» y también «aéreos seres húmedos, aves de curvas garras que se mecen en el aire» y «aguaceros de las nubes llenas de rocío», y como recompensa por ello engullen filetes de opíparos y sabrosos mújeles, y «pajariles» carnes de zorzal.
SÓCRATES. Sí, por causa de ellas. Y con razón, ¿no?
ESTREPSÍADES. A ver, dime: si de verdad son nubes, ¿qué les ha pasado, que parecen mujeres mortales? Porque aquéllas de allí 
(Señala al cielo)
no son así.
SÓCRATES. Bueno, pues, ¿cómo son?
ESTREPSÍADES. No lo sé bien, pero se parecen a copos de lana esponjados y no a mujeres, ¡por Zeus!; eso, ni una pizca. En cambio, éstas de aquí tienen nariz.
SÓCRATES. A ver, contéstame a lo que voy a preguntarte.
ESTREPSÍADES. Di lo que quieras, sin más.
SÓCRATES. Alguna vez, al mirar para arriba, ¿has visto una nube parecida a un centauro, a un leopardo, a un lobo o a un toro?
ESTREPSÍADES. Sí, por Zeus. Y eso, ¿qué?
SÓCRATES. Se convierten en todo lo que quieren. Así que si ven a un melenudo, un bruto de esos muy velludos, como el hijo de Jenofanto, para burlarse de su pasión adoptan la forma de centauros.
ESTREPSÍADES. Y si ven a un ladrón del erario público, a Simón, ¿qué hacen?
SÓCRATES. Para proclamar su condición se convierten de golpe y porrazo en lobos.
ESTREPSÍADES. Claro, por eso ayer, al ver ellas a Cleónimo el arrojaescudos, como le echaron la vista encima a un tío tan cobarde, se convirtieron en ciervos.
SÓCRATES. Y ahora, como han visto a Clistenes, ¿ves tú?, por eso se han convertido en mujeres.
ESTREPSÍADES. 
(Al CORO.)
 ¡Bienvenidas, entonces, señoras! Y ahora, si alguna vez lo hicisteis para otro, reinas todopoderosas, emitid también para mí vuestra voz tan descomunal como el propio cielo.



CORO. ¡Salud, anciano cargado de años, cazador de palabras artísticas!, y tú 
(A SÓCRATES),
 ¡sacerdote de las naderías más sutiles!, explícanos lo que quieres. Pues a ningún otro de los eruditos de hoy en día en temas celestes atenderíamos, excepto a Pródico: a él, por su sabiduría y su inteligencia, y a ti, porque caminas con paso arrogante por las calles, lanzas miradas de reojo, soportas descalzo muchas cosas desagradables y presumes a costa nuestra.



ESTREPSÍADES. ¡Oh Tierra, qué voz!, ¡qué sagrada, venerable y portentosa!
SÓCRATES. Es que verdaderamente éstas son las únicas diosas. Todo lo demás son pamplinas.
ESTREPSÍADES. Pero Zeus, según vosotros, a ver, por la Tierra. ¿Zeus Olímpico, no es un dios?
SÓCRATES. ¿Qué Zeus? No digas tonterías. Zeus ni siquiera existe.
ESTREPSÍADES. Pero, ¿tú qué dices? Pues, ¿quién hace llover? Esto, acláramelo antes de nada.
SÓCRATES. ¡Ésas, claro! Y te lo demostraré con pruebas de gran peso. A ver: ¿dónde has visto tú que alguna vez llueva sin nubes? Sin embargo, lo que tendría que ser es que él hiciera llover con el cielo despejado y que éstas estuvieran ausentes.
ESTREPSÍADES. ¡Por Apolo!, con lo que acabas de decir le has dado un buen apoyo al asunto éste. Y la cosa es que yo antes creía a pies juntillas que Zeus orinaba a través de una criba. Pero explícame quién es el que produce los truenos, eso que me hace a mí temblar de miedo.
SÓCRATES. Éstas producen los truenos al ser empujadas por todas partes.
ESTREPSÍADES. A ver, a ti que no se te pone nada por delante: ¿cómo?
SÓCRATES. Cuando se saturan de agua y por necesidad son forzadas a moverse, como están llenas de lluvia necesariamente son impulsadas hacia abajo; entonces, chocan unas contra otras y, como pesan mucho, se rompen con gran estrépito.
ESTREPSÍADES. Pero el que las obliga a moverse, ¿quién es? ¿No es Zeus?
SÓCRATES. Ni mucho menos; es un torbellino etéreo.
ESTREPSÍADES. ¿Torbellino? No me había dado cuenta de eso, de que Zeus no existe y de que en su lugar reina ahora Torbellinos. Pero aún no me has explicado nada del estruendo y del trueno.
SÓCRATES. ¿No me has oído? Las nubes, al estar llenas de agua, te digo que chocan unas con otras y hacen ruido porque son muy densas.
ESTREPSÍADES. Vamos a ver: eso, ¿quién se lo va a creer?
SÓCRATES. Te lo voy a explicar poniéndote a ti como ejemplo. En las Panateneas, cuando ya estás harto de sopa de carne, ¿no se te revuelven las tripas y de pronto se produce un movimiento en ellas que empieza a pro­ducir borborigmos?
ESTREPSÍADES. Sí, por Apolo, y al momento provoca un jaleo horrible un alboroto; la dichosa sopa produce un ruido y un estruendo tremendo, como un trueno; primero flojito, «papax, papax», después más fuerte «papapapax», y cuando cago, talmente un trueno, «pa­papapax», como hacen ellas.
SÓCRATES. Pues fíjate qué pedos tan grandes han salido de ese vientre tan pequeño. Y el aire éste, que es infini­to, ¿cómo no va a ser natural que produzca truenos tan grandes?
ESTREPSÍADES. Por eso incluso los nombres de las dos cosas, «trueno» y «pedo», son parecidos. Otra cosa: el rayo con su fuego brillante, ¿de dónde viene -explícamelo-, el rayo que, cuando nos atiza, a unos los achicharra, y a otros los chamusca dejándolos vivos? Pues está claro que Zeus lo lanza sobre los perjuros.
SÓCRATES. Tú, ¡imbécil, chapado a la antigua, que hueles a tiempos de Crono!, ¿cómo es que, si fulmina a los perjuros, no abrasó a Simón, a Cleónimo ni a Teoro?, y desde luego que son perjuros. Sin embargo, fulmina su propio templo, y Sunio, «promontorio de Atenas», las grandes encinas: eso, ¿por qué? Pues claro está que la encina no es perjura.
ESTREPSÍADES. No sé. Pero lo que dices tiene visos de verdad. Bueno, pues ¿qué es exactamente el rayo?
SÓCRATES. Cuando un viento seco al elevarse queda encerrado en las nubes, las infla desde dentro como a una vejiga, y después necesariamente las rompe, y sale disparado violentamente por causa de la densidad, y por el roce y el ímpetu del movimiento se incendia a sí mismo.
ESTREPSÍADES. Por Zeus, a mí una vez me pasó exactamente lo mismo en las Diasias. Yo estaba asando un estómago para mis parientes, pero, por descuido no lo rajé. Entonces se fue hinchando, y después, de golpe, explotó, llenándome de mierda los ojos y quemándome la cara.
CORIFEO. ¡Humano que deseas de nosotras la elevada sabiduría!, ¡qué dichoso llegarás a ser entre los atenienses y entre los griegos todos!: si tienes buena memoria, eres capaz de pensar, y en tu alma reside la fortaleza; si no te fatigas al estar de pie ni al caminar, si no te molesta en exceso pasar frío ni estás demasiado ansioso por el de­sayuno, si prescindes del vino de los ejercicios gimnásticos de los demás disparates, si consideras que lo mejor es lo que cuadra a un hombre inteligente vencer en la actuación y en la deliberación, así como en las porfías de la lengua.
ESTREPSÍADES. Pues lo que es por tener un alma dura, un pensamiento que se mantiene despierto en la cama, y un estómago ahorrador, hecho a las privaciones y que se apañe con ajedrea a la hora de la comida, descuida, por todo ello yo podría sin miedo ofrecerme para servirte de yunque.
SÓCRATES. ¿Así que desde luego ya no considerarás dios a ningún otro que a los que nosotros consideramos: el Vacío que nos rodea, las Nubes y la Lengua, esos tres?
ESTREPSÍADES. Ni siquiera hablaría con los demás dioses ni lo más mínimo, aunque me topara con ellos; ni les haría sacrificios, ni vertería libaciones, ni pondría incienso en sus altares.
CORIFEO. Así pues, dinos, sin miedo, qué hemos de hacer por ti. Pues no dejarás de conseguirlo en caso de que nos respetes y nos veneres, y al mismo tiempo trates de ser avispado.
ESTREPSÍADES. Señoras, os pido entonces esta insignificancia: que yo sea, por cien estadios de distancia, el que mejor discursee de todos los griegos.
CORIFEO. Pues eso lo obtendrás de nosotras, hasta tal punto que, de cara al futuro y desde este mismo momento, nadie en la Asamblea hará prosperar mayor número de mociones que tú
ESTREPSÍADES. No hagáis que proponga mociones importantes, que no quiero eso; quiero solamente volver la justicia en mi provecho y escurrirme de mis acreedores.
CORIFEO. Entonces conseguirás lo que deseas, pues tus aspiraciones no son grandes. Ea, ponte sin miedo en manos de nuestros ministros.
ESTREPSÍADES. Tal haré, confiando en vosotras, pues la necesidad me apremia por culpa de los caballos marcados con la «coppa» y del matrimonio que me hizo polvo. Así pues, ahora, para todo lo que quieran hacerme, les entrego a ellos este cuerpo mío, para recibir golpes, pasar hambre, sed, estar roñoso, sufrir un frío terrible o ser desollado para convertirme en odre; todo, siempre que yo me vea libre de las deudas, y a los hombres dé la impresión de ser osado, hábil de lengua, atrevido, caradura, repugnante, urdidor de mentiras, de palabra pronta, muy ducho en pleitos, un código de leyes ambulante, una castañuela, un zorro, el ojo de una aguja, un tipo flexible como el cuero, un hipócrita, un tío pegajoso, un farsante, un bribón que merece pálos, un hijo de perra, un tipo retorcido, un incordio, un hombre al que no se le escapa nada. Si me han de llamar esas cosas los que se topen conmigo, hagan de mí estos ministros todo lo que gusten. Y si quieren, por Deméter, que me sirvan convertido en salchichas a los caviladores.




CORO.
El temple arrogante de este individuo no está falto


de audacia, sino dispuesto a todo.


(A ESTREPSÍADES.) 


Ten por seguro que si aprendes de mí


estas cosas, una fama que llegará al cielo


tendrás entre los mortales.


ESTREPSÍADES. ¿Qué me pasará?



CORO.
Junto a mí llevarás, para siempre,


la existencia más envidiable de todas.







ESTREPSÍADES. ¿Acaso entonces yo he de ver con eso algún día?



CORO.
Sí, tanto que a tu puerta se sentará siempre mucha gente, deseosa de comunicarse contigo y entablar diálogo para consultarte asuntos y pleitos de muchos talentos, materias dignas de tu caletre.







CORIFEO. (A SÓCRATES.)
Tú trata de impartir al viejo las enseñanzas previas que tengas intención de darle; agita su mente y pon a prueba su inteligencia.
SÓCRATES. (A ESTREPSÍADES.)
A ver, tú, descríbeme tu carácter, para que, conociendo cómo es, sobre esa base pueda yo aplicar contra ti nuevos ingenios.
ESTREPSÍADES. ¿Cómo? Por los dioses; ¿es que intentas sitiarme?
SÓCRATES. No, lo que quiero es enterarme de algunos detalles sobre tu persona, como, por ejemplo, si tienes buena memoria.
ESTREPSÍADES. Se comporta de dos maneras, por Zeus. Cuando se me debe algo tengo muy buena memoria, pero cuando yo, pobre de mí, soy el deudor, me vuelvo muy olvidadizo.
SÓCRATES. A ver, ¿tienes dotes para discursear?
ESTREPSÍADES. Para discursear, no; pero para estafar, sí.
SÓCRATES. Pues así, ¿cómo podrás aprender?
ESTREPSÍADES. Descuida, lo haré bien.
SÓCRATES. Pues ándate listo para que cuando yo lance algunas enseñanzas sabias sobre las cosas celestes, tú las cojas al vuelo.
ESTREPSÍADES. Pero, ¿cómo? ¿Tengo que comerme la sabiduría como un perro?
SÓCRATES. Este hombre es un ignorante y un bárbaro. Anciano, me temo que necesita unos palos. A ver ¿qué haces si alguien te pega?
ESTREPSÍADES. Recibo los golpes, y, después, espero un poco y reúno testigos; después otra vez dejo pasar un momento, y pongo un pleito.
SÓCRATES. Venga, deja ahí tu capa.
ESTREPSÍADES. ¿He hecho algo malo?.
SÓCRATES. No, es que es costumbre entrar desnudo.
ESTREPSÍADES. Pero si yo no voy a entrara llevarme objetos robados.
SÓCRATES. Déjala ahí, ¿qué tonterías andas diciendo?
ESTREPSÍADES. (Se quita la capa.)
 Bueno, pues dime: en caso de que yo esté atento y aprenda con gana, ¿a cuál de tus discípulos llegaré a parecerme?
SÓCRATES. Tus características no se van a distinguir nada de las de Querefonte.
ESTREPSÍADES. ¡Aypobre mí! ¡Voya ser medio cadáver!.
SÓCRATES. ¿No dejarás de decir bobadas y vendrás de una vez conmigo aquí dentro, deprisa?
ESTREPSÍADES. Pues ponme primero en las manos un pastel de miel, que tengo miedo de bajar ahí dentro como si fuera la cueva de Trofonio.
SÓCRATES. Venga, ¿por qué te paras a escudriñar junto a la puerta? 
(Ambos entran en el caviladero.)



CORO.
Entra con buen pie


por causa de tu valor.


Que la buena fortuna acompañe


a este humano, pues, siendo ya


de avanzada edad,


impregna su naturaleza


de ideas novedosas


y se dedica a la sabiduría.







CORIFEO. Espectadores, con franqueza os expondré toda la verdad, ¡por Dioniso que me ha sustentado desde antiguo! Que no sea yo el vencedor ni me tengan por sabio si no es verdad que yo, por consideraros a vosotros espectadores inteligentes y creer que ésta era la mejor de mis comedias, juzgué apropiado que vosotros fuerais los primeros en saborearla, siendo como ha sido la pieza que más trabajo me ha dado. Pero me tuve que retirar derrotado por hombres vulgares sin que yo mereciera eso.
Así que os echo en cara esto a vosotros los instruidos, por quienes yo me tomé tanto trabajo. Pero ni aun así os traicionaré nunca voluntariamente, a vosotros los inteligentes. Pues desde el momento en que aquí mismo unos varones, a los que es agradable incluso mencionar, hablaron muy bien de mis dos muchachos, del reprimido y del maricón, y yo -como era todavía una joven soltera y no me era licito tener hijos­ expuse la criatura, y otra muchacha la recogió, y vosotros, por vuestra parte, la criasteis con generosidad, desde entonces tengo yo garantías seguras de vuestro juicio favorable.
Así que ahora esta comedia, a la manera de aquella Electra, ha venido con ánimo de buscar, por si en alguna parte encuentra espectadores tan instruidos; pues reconocerá, si lo ve, el mechón de pelo de su hermano. Observad que es de condición humilde. En primer lugar, no ha venido trayendo cosido a su vestido un cuero colgando, rojo en la punta y grueso, para diversión de los niños, tampoco se burló de los calvos ni bailó el kordax. Ni siquiera hay un personaje anciano que, llevando la voz cantante, golpee con su bastón a cualquiera que esté a su alcance, disimulando así los chistes desafortunados. No se lanzó esta pieza al escenario con antorchas, ni gritó «¡socorro, socorro!».
Por el contrario, ésta ha venido confiando en sí misma y en sus versos. Y yo, sí, yo, siendo un poeta del mismo talante, no me doy tufo, ni trato de engañaros trayendo a escena dos y tres veces las mismas cosas. Muy al contrario, yo estrujo mis sesos para presentar en cada ocasión innovaciones, que en nada se parecen unas a otras, y son todas ellas ingeniosas.
Yo, cuando Cleón era muy poderoso, le golpeé en el vientre, y no tuve la osadía de saltar sobre él cuando yacía derribado. En cambio, esos otros, en cuanto Hipérbolo les permitió hacer presa en él, golpean una y otra vez a ese individuo desdichado y también a su madre.
En primerísimo lugar Éupolis llevó a rastras su Maricás, haciendo un refrito de nuestros Caballeros,tan mediocre como mediocre es él, añadiéndole además, por culpa del Kórdax, una vieja borracha, personaje que ha creado Frínico tiempo atrás, aquella a la que trataba de engullir el monstruo marino.
Después también Hermipo compuso una pieza sobre Hipérbolo, y luego ya todos los demás van en masa contra Hipérbolo, imitando mis comparaciones con las anguilas. Así pues, el que se ría con las piezas de ésos, que no se deleite con las mías. Pero si disfrutáis conmigo y con mis hallazgos, en tiempos futuros os tendrán por gente de buen juicio.



CORO.
De entre los dioses al que gobierna


en las alturas, Zeus, gran señor,


en primer lugar a mi danza convoco;


y al muy poderoso Guardián del Tridente,


el que estremece salvajemente


la tierra y el salino mar.


Y al de gran fama, nuestro padre,


el Éter muy venerable, que a todos los seres alimenta.


Y al Auriga, que con sus rayos


muy brillantes abraza la llanura


de la tierra, entre los dioses


y entre los mortales divinidad poderosa.



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LOS PLACERES DE LA LITERATURA LATINA PIERRE GRIMAL FRAGMENTO

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