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sábado, 22 de abril de 2023

MARÍA ANDUEZA Comentario de Textos Latinos, 1 (Catulo, Virgilio y Juvenal) UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO

 



MARÍA ANDUEZA

Comentario de Textos

Latinos, 1

(Catulo, Virgilio y Juvenal)

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO

México 1982

Serie d id á c t ic a 7

í

INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOLÓGICAS

Primera edición 1982

DR © 1982 Universidad Nacional Autónoma de México

Ciudad Universitaria, 04510 México, D.F.

DIRECCIÓN GENERAL DE PUBLICACIONES

Impreso y hecho en México

ISBN 968-58-0463-X

PRELIMINAR

La presente investigación ha tratado de buscar caminos críticos que

conducen al acercamiento metodológico de los textos latinos en forma

sistemática y didáctica con el fin de proporcionar al estudiante

que se inicia en el fértil campo del comentario de textos, una metodología

de análisis sólida, coherente y sencilla que le permita adquirir

herramientas intelectuales útiles para futuros trabajos. Justamente,

la búsqueda de estas técnicas es la que da unidad a este primer

manual de Comentario de textos latinos I, campo abierto a futuros

colaboradores interesados en este tipo de estudios. El análisis y el comentario

devienen la vía habitual de acceso a la obra literaria. Siempre

el trabajo sobre textos es importante tanto en lenguas y vivas

como en lenguas clásicas, pero creo que adquiere pleno sentido en

estas últimas. Descubrir el valor literario y humano en las obras de la

antigüedad es todavía más difícil; solamente un comentario riguroso

y fiel podrá captar el valor cabal que encierra la literatura clásica,

vigente en la actual por ser fuente inagotable de vida, humanismo y

arte.

Cualquier camino seguido en el comentario es válido si contribuye

a explicar mejor los poemas; rechazable si no logra este propósito.

Cada uno de los poemas comentados en este trabajo, sugirieron por

ellos mismos su propio método de análisis; las aproximaciones son

distintas —según la índole de los textos— aunque evidentemente se

unifican en los principios generales que conlleva todo análisis. La

búsqueda de nuevas perspectivas críticas ha estado siempre condicionada

por el texto que, generoso, h a entregado los respectivos contextos

que lo nutrieron (históricos, sociológicos, psicológicos, literarios,

etcétera) y, sobre todo, la visión del mundo del p oeta en un hic et

nunc que su valor poético y humano hace eterno y que, inserto en

nuestro tiempo, perdura en el hoy con igual intensidad que en el

ayer.

Cabe aclarar que me he dirigido directamente al trabajo sobre el

texto y he prescindido de elaborar abstracciones sobre el mismo,

aunque de hecho los elementos teóricos sustentan el análisis, pero

5

para mi intento era más importante bucear en la corriente poetica de

Catulo, Virgilio y Juvenal.

Los análisis que contiene este manual se realizaron en distintas

ocasiones y tiempo, ya con fines didácticos o meramente de investigación.

He preferido conservarlos tales como nacieron. De ahí algunas

inevitables repeticiones y a que siempre la orientación metodológica

estuvo presente.

En el primero de los poemas analizados, Miser Catulle, desinas

ineptire, carmen VIII de Catulo, he buscado las recurrencias lingüísticas

y literarias, la interrelación de las mismas en los respectivos niveles

de análisis y, por ende, la unidad del mensaje porque en poesía

el concepto de recurrencia va vinculado íntimamente con el de unidad;

además, la recurrencia en el nivel formal puede interpretarse

como el deseo del poeta de insistir en determinados aspectps o destacar

partes específicas del lenguaje poético; p or otra parte, la misma

recurrencia habrá de estar presente en todos los niveles del poema y

ninguno de ellos opera independientemente de los otros. Es más:

todos coinciden en señalar el mismo sentido en el carmen VIII, La

correspondencia de los distintos niveles perfila un factor común, dinámica

interna del texto, savia del poema; detectar este elemento es

necesidad urgente cuando se intenta captar el espíritu del texto poético.

El segundo texto, la Cuarta Bucólica de Virgilio, Sicelides M usae,

paulo maiora canamus, la búsqueda partió de la localización del

significado; una vez hallada la idea central de la “Egloga cuarta” ,

estudié el uso particular de los significantes, hecho por Virgilio, para

la realización del tema; con fundamento en el análisis previo realizado,

valoré en forma integral y crítica el texto literario; por último,

detecté el grado de comunicación del poema dentro del particular

sistema de signos en el cual se incluye e interpreté las conclusiones

que del texto se desprenden. Finalmente, en la Tercera sátira de J u venal,

Quamuis digressu ueterís confusus amici, traté de establecer

la relación texto-contexto y demostrar que las aparentes digresiones

servían al poeta para afianzar más y más su intencionalidad poética,

la unidad del poema; justamente, por la recurrencia de contextos, En

suma, en todos estos estudios, he tratado de encontrar el sentido del

mensaje poético y la estrecha vinculación que existe entre el contenido

y su expresión porque es muy importante detectar la forma

idiomática que hizo posible la realización del tema, id est: los recursos

formales que lograron que los tres poemas estudiados sean para

la posteridad ejemplos clásicos de arte imperecederp.

6

Quizá parezca excesiva la metodología del análisis, pero se h a querido

dar una técnica de trabajo rigurosa en el intento de iniciar al estudiante

en un acercamiento serio al texto. Por otra parte, la variedad

de enfoques permitirá al incipiente investigador, la oportunidad

de seleccionar aquellos procedimientos que le sean más útiles para el

trabajo que pretenda realizar, según sus particulares intereses.

Quiero expresar mi gratitud al maestro Roberto Heredia, coordinador

de Letras Clásicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la

UNAM, por su interés siempre renovado en la metodología del Comentario

de textos y a cuya iniciativa se debe en parte la elaboración

de estas notas de clase; al doctor Germán Viveros, director del

Centro de Estudios Clásicos, quien acogió con entusiasmo la idea de

reunir los estudios metodológicos y didácticos realizados sobre la

literatura clásica latina. Y al doctor Rubén Bonifaz Ñuño, director

del Instituto de Investigaciones Filológicas, —last b u t non least— por

sus valiosas sugerencias durante el desarrollo de la investigación.

M.A.

México, diciembre 1980

7

RECURRENCIAS LINGÜISTICAS Y LITERARIAS

EN EL CARMEN VIII DE CATULO:

MISER CATULLE, DESINAS INEPTIRE

INTRODUCCION

Esta investigación pretende acercarse al carmen VIII de Catulo, Miser

Catulle, desinas ineptire, con la finalidad dé descubrir la esencia poética

del breve poema, todo pasión y lirismo. Para lograr tal propósito,

metodológicamente, he partido de la búsqueda de las recurrencias

lingüísticas y literarias. La hipótesis que me guió en el comienzo del

trabajo fue la certeza de que la agrupación de los resultados parciales

obtenidos en el análisis de los diversos niveles de estudio, tendrían

que entregarme un común denominador, unidad del poema.

Adopté cómo guía el conocido principio de Jakobson: La fo n c tion

poétique projette le principe d ’équivalence de l ’axe de la sélection

sur l ’axe de la combinaison,1 El principio de equivalencia puede

considerarse importante en el fenómeno poético. Con este fundamento

como base, he tratado de localizar las recurrencias tanto paradigmáticas

como sintagmáticas que aparecen en los dos planos: el

vertical, constituido p or los paradigmas; el horizontal, formado por

sintagmas. Ahora bien, Jakobson dijo equivalencia, pero no igualdad.

El principio ha de entenderse en sentido'lato; evidentemente, este

principio se da, pero no podría demostrarse al pie de la letra, matemáticamente,

pongo por caso. A propósito, las palabras de Jean

Claude Coquet: “Creemos que nunca en un discurso continuo que

se ocupe de un poema completo, aunque sea de pequeñas desviaciones,

ha conseguido ofrecer un esbozo de demostráción de este principio

de equivalencia. ” 2

El mensaje poético supone un proceso de selección y otro de

combinación por parte del poeta. Cuando un creador habla, previamente

h i seleccionado del código de la lengua el léxico adecuado

para lograr su finalidad. Después, de acuerdo con la estructura del

1 “Linguistique et poétique" en Essais de linguistique générale, Paris, 1963,

p. 220.

2 Greimas y aa.vv., Ensayos de semiótica poética, Barcelona, Planeta, 1976,

p. 39.

11

lenguaje, combinará el léxico en una secuencia lineal que refleje su

intención. Y esto en todos los niveles de la comunicación. Por ejemplo,

el verso noveno del carmen VIII, objeto de nuestro estudio:

Nunc iam illa non itolt

Catulo eligió el verbo uolo en su forma negativa non uolt, el sujeto

illa y los dos adverbios que expresan reiterada temporalidad (nunciam),

entre otras muchas posibilidades que ciertamente ofrecía el

código lingüístico latino (selección), y luego los ordenó según la

sintaxis (combinación) para formar la expresión poética de su gusto.

Este doble proceso se cumple en el poema. A las series del léxico las

llamamos paradigmas; a las combinaciones, sintagmas. La ubicación

de un elemento en un sistema señala el paradigma al cual pertenece

y, en consecuencia, permite determinar su valor. El sintagma es un

texto dado en su contexto. Y éste permite precisar las acepciones de

las palabras. La ordenación de los elementos en el sistema, da el sentido

general del mensaje, en este caso, el poético. La relación paradigm

a-sintagma es una manera de conocer el sistema expresivo del

poeta: cómo supo organizar su mundo y damos la visión personal

que posee de él. Los ejes configuran la equivalencia natural de tipo

sintáctico-semántico. La unidad del poema responde a los diversos

tipos de equivalencias qüe subyacen en los apareamientos o couplings

postulados por Levin, 3 que se refiere tanto a las relaciones entre sintagmas

como entre paradigmas. El hecho mismo de formar parejas de

términos enriquece el análisis.

El estudio sobre el carmen VIII de Catulo recoge esa serie de recurrencias

en sus respectivos niveles de análisis: fonológico y prosodemático

ya que se analizan elementos suprasegmentales de acento y

entonación; morfosintáctico que súm a la coherencia de los sintagmas

concordantes y representativos tanto en el plano paradigmático

(léxico o primaria aproximación al significado) como sintagmático

(sintaxis); el nivel semántico o la búsqueda del significado; el retórico

o las formas expresivas que hacen posible la comunicación poética;

por último, el hecho de esa misma comunicación. La fundamentación

lingüística en los respectivos planos de análisis propicia la

fidelidad al poema (lo que dice el tex to en sí), de esta manera se

evita el peligro de pronunciarse en el sentido subjetivo (lo que el

texto le dice a uno).

3 Estructuras lingüísticas en poesía, Madrid, Cátedra, 1974, p. 63.

12

El propósito del análisis tampoco ha sido realizar un examen

exhaustivo de tipo lingüístico; esta clase de estudios es imprescindible,

pero no suficiente. Si el poema necesita ser analizado desde bases

lingüísticas, también es conveniente interpretarlo a la luz de códigos

de otras culturas. Porque el análisis aséptico de las estructuras de la

lengua no alcanza a explicar el poema ni la emoción poética, la cual

debe ser contemplada desde ópticas más amplias. La labor del crítico

literario es el estudio global de la significación del objeto poético (el

qué) y el estudio de su realización práctica (el cómo) dentro del ámbito

de la cultura que lo vio nacer. Como dice Rubén Bonifaz Ñuño;

“Para llegar a expresarse originalmente un poeta requiere los medios

que le proporciona la tradición cultural donde se halla injerido, y que

él enriquece o copia o modifica de acuerdo con sus individuales

condiciones. ” 4 Por tanto, la segunda aproximación, después de la del

nivel descriptivo, es interpretativo ya que se trata de localizar otros

códigos culturales para la consecución del contenido del poema.

Señalar las recurrencias sintácticas y semánticas como lo h a hecho

Levin5 es un paso hacia la investigación de la ciencia del lenguaje; es

explicar parcialmente el poema. Sin embargo, las recurrencias en

todos los niveles determinarán el común denominador de la integración

final. Esto es: la unidad del poema. Con el conocimiento del

mensaje, la valoración crítica y estética del texto se facilita enormemente.

Sólo se realiza la poesía plenamente cuando el lector es capaz de

descubrirla en el texto poético, el cual se caracteriza frente al lenguaje

llano por su opacidad plurisemántica. Apartar ese velo e iniciar la

captación de la luz poética en una forma m etodológica es otro de los

objetivos;, de este trabajo. La previá fragmentación en niveles parciales

de recurrencias ha sido el paso sistemático necesario para lograr la

integración total, unitaria del poema. Porque el carmen VIII de Catulo

tiene eficacia como mensaje literario por la presencia simultánea

de todas sus partes. Por ello, en primer lugar, la atención a éstas,

pero siempre teniendo en cuenta que son elementos integradores de

un todo.

4 Catulo, Cármenes, introducción, versión rítmica y notas de Rubén Bonifaz

Ñuño, México, UNAM, 1969, (Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum

mexicana), p. VIII.

5 Levin, Estructuras lingüísticas, op. cit.

13

El carmen VIII, carente de títu lo , dice así:

Miser Catulle, desinas ineptire,

Et quod uides perisse perditum ducas.

Fulsere quondam candidi tibi soles,

Cum uentitabas quo puella ducebat

5 Amata nobis quantum amabitur nulla.

Ibi illa multa tum iocosa fiebant,

Quae tu uolebas nec puella nolebat.

Fulsere uere candidi tibi soles.

Nunc iam illa non uolt; tu quoque, inpotens, noli,

10 Nec quae fugit sectaré, nec miser uiue,

Sed obstinata mente perfer, obdura.

Vale, puella. Iam Catullus obdurat,

Nec te requiret nec rogabit inuitam;

At tu dolebis, cum rogaberis nulla.

15 Scelesta, uae te! quae tibi manet uita!

Quis nunc te adibit? cui uideberis bella?

Quem nunc amabis? cuius esse diceris?

Quem basiabis? cui labella mordebis?

At tu, Catulle, destinatus obdura. 6

Traducción y version rítmica de Rubén Bonifaz Ñuño7

Pobre Catulo, deja de hacer inepcias

y eso que ves que ha muerto, perdido jüzga.

Te refulgieron, antes, cándidos soles,

cuando ibas mucho a donde guiaba la niña

5 por nos amada como no será amada.

Allí entonces se hacían los muchos juegos

que tú querías y no negaba la niña.

Te refulgieron, cierto, cándidos soles.

Ella hoy no quiere ya; cruel también, tú niega:

1 0 ni vayas tras la que huye ni pobre vivas,

mas de obstinada mente soporta, aguanta.

Adiós, la niña. Ya Catulo se aguanta;

6 Catulo, Cármenes, op. cit., p. 5.

7 Los poemas a Lesbia. México, Martín Casillas, 1982i 24 (VIII) p. 99.

1.1. El poema

14

ni ha de pedirte ni rogarte, enemiga;

mas cuando no te ruegue, tú has de dolerte.

11 ¡ Ay de ti, infame ! ¡ Se te guarda qué vida !

¿Quién, hoy, irá a ti? ¿Quién te verá bonita?

¿A quién, hoy, amarás? ¿De quién dirán que eres?

¿A quién besarás? ¿A quién morderás los labios?

Mas tú , Catulo, bien afirmado, aguanta.

martes, 4 de abril de 2023

WILLIAM DEAN HOWELLS La crítica y la ficción FRAGMENTO

 

 


 


WILLIAM DEAN HOWELLS

 

 La crítica y la ficción

 

 

 

 

 

Introducción, traducción y notas de Constante González Groba

 

Taller de Estudios Norteamericanos

 

Universidad de León


 

 Introducción

 

 No se puede hablar del realismo en la ficción norteamericana sin mencionar a William Dean Howells (1837-1920), el más ardiente promotor y defensor de una corriente que llegó a la nueva nación después de la pérdida de la inocencia y la entrada definitiva en la historia que supuso la Guerra de Secesión (1861-1865).

 Al igual que en otras literaturas de naciones occidentales, el realismo constituyó en Norteamérica el período de transición entre el romanticismo y el modernismo. El impulso realista que predominó en la narrativa estadounidense posterior a la Guerra de Secesión fue un movimiento internacional, y el origen y la fuente de sus técnicas y principios se suele situar en París a partir de 1845. La llegada a las costas norteamericanas fue relativamente tardía (a menudo se sitúa en 1872, año en el que Howells publicó Their Wedding Journey), ya que la nueva corriente significaba algo radicalmente distinto de las tendencias hasta entonces predominantes en la narrativa estadounidense, que había primado lo mítico, lo intemporal y lo abstracto, así como la relación entre el ser humano y la naturaleza, en detrimento de la preocupación por lo histórico y lo social.

 El mundo intemporal de una modalidad narrativa cuyos autores habían denominado romance, para distinguirla de la novela realista que se hacía en la Europa del siglo XIX, sufrió la invasión de la poderosa maquinaria del período de industrialización rápida y masiva que siguió a la Guerra de Secesión. Y William Dean Howells fue uno de los autores con mayor convencimiento de que la América posterior a dicha tragedia era un mecanismo social fluido y cambiante que exigía una nueva narrativa que observase y reflejase los detalles de dicho proceso. El espíritu de cambio que se apoderó de la sociedad estadounidense requería una novela que prestase atención a las preocupaciones materiales que estaban cambiando tanto a la nación como a sus habitantes, y que confrontase los dilemas éticos provocados por las nuevas circunstancias. El realismo vino a significar, entre otras cosas, un medio para asimilar, tanto las nuevas fuerzas que estaban conformando la historia y la sociedad, como las duras lecciones proporcionadas por una guerra civil devastadora.

 Para Howells y sus seguidores, el objetivo del realismo consistía en ver lo heroico en las vidas ordinarias, en tomar en serio tanto los temas de la vida cotidiana como la experiencia individual, y someterlos a un tratamiento riguroso y fidedigno. Ello implicaba dejar de considerar la ficción como un medio de explorar verdades abstractas y simbólicas.

 Howells nació en 1837 en Martin's Ferry, un pueblo de Ohio, en el seno de una familia de un estatus económico medio. Trabajó desde muy pequeño en las imprentas de su padre, que publicó periódicos en Ashtabula y Columbus y, al no poder beneficiarse de una educación universitaria, adquirió por su cuenta una buena instrucción cultural. De su padre heredó las sólidas convicciones morales que plasmaría después en sus obras de ficción. El autor nunca perdería su identificación con la sociedad de su infancia y juventud, una sociedad preindustrial e igualitaria en la que predominaba la gente honrada y nadie era ni muy rico ni muy pobre. En The Rise of Silas Lapham (1885), la novela que le convirtiría en un autor consagrado, Howells plasmó su visión nostálgica de la Norteamérica rural anterior a la Guerra de Secesión como una sociedad moralmente superior.

 La "peregrinación" de Howells a los centros literarios del Este en 1860 constituyó uno de los eventos más importantes en la historia cultural norteamericana, y se consideró el comienzo oficial de la literatura estadounidense, pues, como dijo el mismo Howells, hasta entonces había habido únicamente una literatura de Nueva Inglaterra. Con Howells, el futuro de la literatura norteamericana, que iba a tener mucho que ver con el Oeste del que aquél procedía, llegó a Nueva Inglaterra, cuyo dominio literario del presente pasaría muy pronto a convertirse en pasado. Las cosas no pudieron ir mejor para Howells en Boston, entonces el centro literario indiscutible de la nación, tanto con el escritor y editor James T. Fields, como con J. R. Lowell, entonces editor de la revista Atlantic Monthly. Este último llevó a Howells a una cena con Oliver Wendell Holmes, cofundador del Atlantic junto con Lowell en 1857. Holmes habló medio en broma de una sucesión apostólica encarnada en Howells.

 Parece que Howells no tuvo tanto éxito en Concord, entonces la Atenas estadounidense, en donde se agrupaban autores de la talla de Emerson, Thoreau y Hawthorne. Howells tuvo algún contacto con Hawthorne, al que siempre miró con admiración, aunque lo consideró una influencia que se debía superar, pero los grandes transcendentalistas no disimularon una frialdad que ponía de manifiesto el abismo generacional existente entre la prometedora estrella y los principales escritores de la generación y la mentalidad de su padre.

 La enorme preocupación de Howells por la justicia social y el igualitarismo tuvo mucho que ver con su confección de una biografía para la campaña presidencial de Abraham Lincoln. La suculenta recompensa fue el consulado estadounidense en Venecia (1861-1865), ciudad que, según J. R. Lowell, constituyó la universidad en la que Howells consiguió el título de Master. Allí escribió ensayos sobre literatura italiana que publicó en la North American Review, lo que hizo que su nombre sonase cada vez más fuerte en Cambridge, Massachusetts. Durante su estancia en Italia, Howells aumentó ostensiblemente su conocimiento de lenguas y literaturas clásicas y modernas. Allí descubrió también las comedias realistas de Cario Goldoni, un dramaturgo del siglo XVIII, cuya obra generó en Howells un ardiente interés por una ficción que reflejase a los individuos tal como son y se comportan en la vida real.

 Después de establecerse en Boston en 1866, Howells presidió el mundo literario de Nueva Inglaterra durante veinte años. Durante su década como director del Atlantic Monthly (1871-1881), entonces el arbitro cultural del país, Howells convirtió dicha revista en el principal promotor del realismo, el movimiento literario que estaba conformando la narrativa de los escritores europeos que él admiraba, y que consideraba el más adecuado para reflejar la nueva realidad de su país. Desde las páginas del Atlantic se promovió durante la década de 1870 una gran diversidad geográfica de literatura estadounidense, en detrimento de la inglesa. Las contribuciones de los autores de Nueva Inglaterra, que habían dominado la revista en sus primeros años, disminuyeron considerablemente, para dar paso a autores del Oeste y del Sur, a la vez que aumentaban las subscripciones a la revista más alia de los Apalaches. Howells hizo de sí mismo y del Atlantic el punto de enlace entre la cultura de Nueva Inglaterra y el Oeste, entre una generación de autores que tocaba a su fin y otra que surgía con fuerza.

 Siempre habrá que reconocer los esfuerzos ingentes de Howells por democratizar la literatura estadounidense, hasta entonces excesivamente elitista, y por ampliar el público lector, tanto en la dimensión geográfica como en la social y cultural. Su intención era hacer accesible la nueva literatura estadounidense a capas sociales cada vez más amplias, a nuevos territorios y a nuevos grupos, como las mujeres jóvenes y las clases medias que habían accedido a la educación pero carecían de la sofisticación que había caracterizado a las de Nueva Inglaterra. El editor del Atlantic estaba convencido de que el realismo cerraría la brecha que había separado la alta cultura norteamericana de las principales corrientes de la vida social y cultural del país[1].

 Howells disfrutó de un poderío que le permitía encumbrar o hundir a otros escritores, y hay que decir que mostró siempre una encomiable disposición para descubrir y promocionar autores noveles de talento, incluso aquellos que disentían de la preocupación de su mentor por la moralidad en la literatura. Fue Howells el que dio un impulso decisivo a las carreras de Harold Frederic, Henry Fuller, Robert Herrick, Frank Norris y Hamlin Garland, entre muchísimos otros. Alabó con fervor los poemas de Emily Dickinson inmediatamente después de la primera edición de una selección en 1890, aunque la lírica de la reclusa de Amherst no iba a ser realmente admirada hasta la década de 1920[2]. En 1915 fue Howells el que dio los nombres de los poetas que liderarían el renacimiento de la lírica norteamericana: Edgar Lee Masters, Edwin Arlington Robinson, Vachel Lindsay, John Gould Fletcher y Conrad Aiken. Y en 1919, cuando prácticamente nadie se acordaba de Hermán Melville, Howells hablaba de él como el mejor creador de romances.

 Howells conoció y ejerció su influencia sobre prácticamente todos los escritores importantes de su época, y desde 1870 a 1890 fue el crítico literario más influyente de su país, tanto que sus ensayos dictaron y determinaron los estándares del gusto literario en los Estados Unidos. Un público lector cada vez más numeroso recibía de Howells las instrucciones, no sólo sobre qué libros leer, sino también sobre cómo y por qué leerlos. Fue también Howells el que reconoció la importancia que suponía para la literatura estadounidense el éxito consolidado de autores de tendencias tan dispares como Mark Twain y Henry James, aunque Howells nunca alcanzó el calibre ni el poderío artístico de ninguno de los dos maestros incompatibles que representan tendencias opuestas: humor / sofisticación, espíritu fronterizo / gusto europeo, democracia / tradición. Y no sabemos el grado de integración y reconciliación que alcanzaron ambas tendencias en la mente de Howells, al que Mark Twain recordaba sus propios orígenes en el Oeste fronterizo, mientras que Henry James representaba para él el ideal literario del Este. Y mucho antes de que se consolidasen en la historia literaria norteamericana los conceptos antitéticos de "highbrow" / "lowbrow", piel roja / rostro pálido o popular / elitista, Howells subrayó la existencia de las dos corrientes aparentemente opuestas, pero probablemente paralelas e interrelacionadas:

 

 One a tendency toward an elegance refined and polished, both in thought and phrase, almost to tenuity; the other a tendency to grotesqueness, wild and extravagant, to the point of anarchy[3].

 

 Howells hizo lo indecible para que el público lector aceptase a Henry James, que resultaba difícil de asimilar por negarse a colmar las expectativas de unos lectores acostumbrados a los finales con matrimonio feliz de las novelas románticas. Otro empeño de Howells fue el conseguir que Mark Twain fuese considerado no sólo un buen humorista, sino también un buen realista que combina el humor con las más profundas cuestiones morales.

 En 1888 el sultán de las letras norteamericanas abandonó un Boston que le resultaba un tanto anémico y estéril para trasladarse a Nueva York, que había suplantado a la capital de Massachusetts como centro de la actividad literaria, y mostraba todo el vigor y la crudeza de la inusitada competitividad de la cultura norteamericana. Es como si Howells quisiese encontrar un equilibrio entre las tendencias idealistas de Nueva Inglaterra y las más realistas de Nueva York[4]. En Nueva York, Howells encontró unas tendencias intelectuales más radicales y se hizo más consciente todavía de la necesidad imperiosa del realismo, ahora con tintes humanistas debido a la influencia de Tolstói, tanto en la narrativa como en la crítica. Fue justamente el período en el que Howells alcanzó la cumbre en ambos campos con la publicación de A Hazard of New Fortunes (1890) y Criticism and Fiction (1891).

 Durante más de medio siglo Howells fue el crítico que más influyó sobre el gusto literario estadounidense. El ayudó al lector de su país, tanto al urbano como al de provincias, a liberarse de una pleitesía mal entendida a los "clásicos", sobre todo los de tendencias románticas, y a adquirir interés por los autores realistas de Italia, Francia, Rusia, España y los países escandivavos.

 

 Howells y la novela

 

 Howells desarrolló y propagó un nuevo concepto de la novela, que él concebía como una modalidad seria de observación social, y no como aventura romántica, y ello tuvo mucho que ver con el hecho de que la narrativa, y no la poesía, fuese la forma literaria dominante en los Estados Unidos desde la Guerra de Secesión hasta finales de siglo.

 Para Howells la novela no se propone otro objetivo que no sea reflejar la verdad. Como buen seguidor de Aristóteles, concibe el arte de la ficción como una representación mimética de la realidad empírica, un retrato vivido de los individuos en relación con las circunstancias externas. Y el test al que hay que someter la novela es el de la verosimilitud, la capacidad para reflejar fielmente la vida; de ahí su famoso aserto de que la pregunta que nos hemos de hacer sobre una obra de ficción es:

 

 Is it true? — True to the motives, the impulses, the principies that shape the life of actual men and women?[5]

 

 El mayor empeño de Howells consistió en promover y exigir el realismo y la objetividad, la fidelidad a los hechos observables de la experiencia humana, que él admiraba en autores como Balzac, Flaubert, Tolstói o Palacio Valdés. En uno de los pasajes más citados de su obra ensayística, el autor hacía la siguiente exhortación:

 

 But let fiction cease to lie about life; let it portray men and women as they are, actuated by the motives and the passions in the measure we all know; let it leave off painting dolls and working them by springs and wires; let it show the different interests in their true proportions; let it forbear to preach pride and revenge, folly and insanity, egotism and prejudice, but frankly own these for what they are, in whatever figures and occasions they appear; let it not put on fine literary airs; let it speak the dialect, the language, that most Americans know — the language of unaffected people everywhere — and there can be no doubt of an unlimited future, not only of delightfulness but of usefulness, for it[6].

 

 La batalla de Howells por una ficción realista que reflejase las características de la vida de su país le acarreó la desaprobación de numerosos críticos, tanto ingleses como estadounidenses, para los que la ficción debería reflejar una vida idealizada que ofrezca modelos dignos de imitación. Tal era el caso de Hamilton Wright Mabie, adalid de la "Genteel Tradition"[7], que detestaba el realismo por su falta de idealismo, y decía de The Rise of Silas Lapham:

 

 Realism is crowding the world of fiction with commonplace people; people whom one would positively avoid coming in contact with in real life; people without native sweetness or strength, without acquired culture or accomplishment, without that touch of the ideal which makes the commonplace significant and worthy of study[8].

 

 Por otra parte, los defensores del romance[9], como Robert Louis Stevenson, proclamaban que, puesto que todo arte es selectivo, la narrativa no puede ser nunca verdaderamente realista, y que la novela, como obra de arte que es, existe, no en virtud de sus semejanzas, sino de sus diferencias, con la vida.

 Como dice Lionel Trilling, Howells hizo de lo ordinario y lo trivial prácticamente el objeto exclusivo de su fe literaria[10].

 El autor habla claramente por boca del Reverendo Sewell en The Rise of Silas Lapham:

 

 Commonplace? The commonplace is just that light, impalpable, aerial essence which they've never got into their confounded books yet. The novelist who could interpret the common feelings of commonplace people would have the answer to the "riddle of the painful earth" on his tongue"[11].

 

 Lo trivial es en Howells a veces tan excesivo como los seis primeros capítulos de A Hazard of New Fortunes (1890), dedicados a los pormenores y angustias de la búsqueda de vivienda por parte de Basil March y su esposa en Nueva York.

 Fue precisamente su intenso moralismo el que llevó a Howells a detestar y atacar con todas sus fuerzas el excesivo y falso sentimentalismo que caracterizaba a la novela popular de los años posteriores a la Guerra de Secesión. En una conferencia decía al respecto:

 

 When I began to write fiction we were under the romantic superstition that the hero must do something to win the heroine; perform some valorous or generous act; save her from danger. . . . but after [my first novel] I began to look about me and consider. I observed that none of the loved husbands of the happy wives I knew had done anything to "win" them except pay a certain number of visits, send them flowers, dance or sit out dances with them at parties, and then muster courage to ask if they would have them[12].

 

 En su novela The Rise of Silas Lapham, Howells utiliza al personaje del Reverendo Sewell como portavoz de sus propias ideas sobre la ficción, y sobre la verdadera relación entre ésta y la vida. Durante la memorable cena que los Corey dan para conocer formalmente a los Lapham, algunos invitados hablan sobre una novela sentimental, Tears, Idle Tears, que está causando sensación entre el público lector femenino. Según Sewell, estas novelas son perniciosas y hacen un daño incalculable. Este clérigo, que da soluciones a los dilemas que atormentan más tarde a los personajes de la novela, sostiene, al igual que su creador, que

 

 The novelists might be the greatest possible help to us if they painted Ufe as it is, and human feelings in their true proportion and relation, but for the most part they have been and are altogether noxious[13].

 

 Y es que para Sewell = Howells la cuestión de la proporción o justa medida es fundamental en la ficción:

 

 The whole business of love, and love-making and marrying, is painted by the novelists in a monstruous disproportion to the other relations of life[14].

 

 A pesar de considerarse a sí mismo como el adalid del realismo, que para él era la mejor expresión de la democracia norteamericana, Howells no pudo evitar un cierto grado de idealismo, condicionado por su falta de contacto con las facetas de la realidad de su país situadas fuera de los confines de la clase media, a la que aquél pertenecía. Y, así, continúa todavía siendo víctima de su famoso y desafortunado pronunciamiento sobre los novelistas de su país:

 

 Our novelists, therefore, concern themselves with the more smiling aspects of life, which are the more American, and seek the universal in the individual rather than in the social interests. It is worth while, even at the risk of being called commonplace, to be true to our well-to-do actualities[15].

 

 Este comentario, que le acarrearía un sinnúmero de críticas y descalificaciones, identificó a Howells con la llamada "Genteel Tradition". Las palabras fueron sacadas de contexto, en parte por culpa del propio Howells, debido al descuido con el que unió diversos ensayos, a veces incompletos, en el proceso de compilación de Criticism and Fiction. En The Ordeal of Mark Twain (1920, rev. 1947), Van Wyck Brooks utilizó a Howells como chivo expiatorio al que acusó de representar el optimismo y el conformismo Victorianos que, según dicho crítico, anularon la visión trágica de Mark Twain. Aunque hoy veamos como una contradicción la coexistencia en Howells de la defensa del realismo y la verdad en la ficción con el rechazo de los aspectos más feos y sórdidos de la realidad, y la defensa de la ficción como vehículo de instrucción, no hemos de perder, sin embargo, la perspectiva histórica. Y la verdad es que Howells fue criticado por muchos coetáneos debido a su pesimismo, e incluso por alabar y recomendar autores como Dostoievski. Precisamente la frase manipulada y descontextualizada pertenece a un ensayo en el que Howells introduce y recomienda Crimen y castigo al lector norteamericano. Y no debemos olvidar que Howells se hizo cada vez más crítico para con la realidad social de su país. Sirva como ejemplo este pasaje de otra entrega del "Editor's Study", de Agosto de 1889:

 

 Especially in America, where the race has gained a height never reached before, the eminence enables more men than ever before to see how even here vast masses of men are sunk in misery that must grow every day more hopeless, or embroiled in a struggle for mere life that must end in enslaving and imbruting them[16].

 

 Como apostilla Edwin H. Cady:

 

 As a realist [Howells] saw that American reality was "more smiling" than the reality of Dostoevski's Russia and that flction must register the truth. But as a socialist Howells saw that the American "more smiling aspects," far from warranting the sleep of inwit, demanded more sensitivity, more responsibility, perhaps even more alarm[17].

 

 Fueron precisamente los autores que más se beneficiaron de la apertura de las nuevas sendas conseguida por el empeño de Howells los que más le atacaron por no ser lo suficientemente realista, sobre todo en el tratamiento de la sexualidad en la ficción, a la que Howells siempre mostró serios reparos. En "A Plea for Romantic Fiction", Frank Norris defendía a los naturalistas que, como él, seguían a Zola, e identificaba el realismo con "the drama of a broken teacup, the tragedy of a walk down the block, the excitement of an afternoon cali, the adventure of an invitation to dinner." Los escritores naturalistas abogaban por la libertad de expresar lo que Norris describía como:

 

 the unplumbed depths of the human heart, and the mystery of sex, and the problems of Ufe, and the black, unsearched penetralia of the soul of man[18].

 

 Elizabeth Stevens Prioleau, en The Circle of Eros: Sexuality in the Work of W. D. Howells, recordó, sin embargo, que, a pesar de que las escenas amorosas de las novelas de Howells resultan obviamente remilgadas desde nuestra perspectiva, éstas fueron consideradas arriesgadas por sus contemporáneos. Según Prioleau, Howells fue un escritor erótico poderoso y eficaz, con una considerable dimensión pasional tanto en su vida como en su obra:

 

 With a preternaturally sharp eye for sensual details, he used every conceivable literary device to portray the sexual drama: dialogue, allusion, symbolism, choreography, euphemism, and the entire "novel of manners" repertoire. He focused so tightly and lingeringly on phallic and coital images, infused his love scenes with such palpable tensión, and built his erotic climaxes with such finesse, that no sexual overreading is really ever necessary[19].

 

 El realismo de Howells estuvo siempre subyugado por interpretaciones moralistas. Los ambientes y aspectos más sórdidos, que tanta atención recibían en las novelas de realistas europeos como Zola, apenas tienen cabida en la ficción de Howells. Y cuando aparecen, ocupan el lugar marginal y restringido que según él ocupaban en la sociedad norteamericana. Para Howells, el realismo consistía en escribir acerca de la gente con la que uno se relaciona a diario, gente que se enamora y se casa, gente con problemas sentimentales o familiares, que está preocupada por su trabajo y su posición social, gente que se enfrenta a dilemas morales, a menudo de tipo doméstico[20]. Un objetivo fundamental de la ficción de Howells era la búsqueda de maneras de infundir vigor espiritual a la cotidianidad de la vida social.

 Con W. D. Howells la ficción norteamericana se apartó de los mares abiertos de Herman Melville y del río Misisipí de Mark Twain, para adentrarse en los despachos de los nuevos hombres de negocios y las salas de estar de las clases medias. El interés principal de Howells está en el círculo familiar, que se convierte en el objetivo primario de su comedia de costumbres, algo que distingue a Howells de prácticamente todos los novelistas norteamericanos decimonónicos de renombre. No es de extrañar que Jane Austen fuese la escritora inglesa preferida de Howells, cuyos métodos son a veces similares a los de aquélla. En The Rise of Silas Lapham, el famoso capítulo de la cena desempeña un papel similar al de los bailes y otras celebraciones sociales en las novelas de Jane Austen. Son acontecimientos en los que el lector puede presenciar la interacción de diversos personajes, reunidos oportunamente en aras de la sátira social y la comedia de costumbres. Las novelas de Howells, igual que las de Jane Austen, exigen del lector una exquisita atención y sensibilidad al tono y al detalle, así como la capacidad de percibir y aceptar las más sutiles indicaciones morales.

 Howells fue, sin ninguna duda, el agente más importante de la transición entre la literatura norteamericana de mediados del siglo XIX y la moderna, de la literatura de inspiración romántica producida en Nueva Inglaterra a una literatura que presta atención a los cambios sociales y ayuda a la nación americana a entenderse y percibirse a sí misma en el devenir histórico. Al mostrar su rechazo por los narradores omniscientes de la novela dieciochesca y victoriana, que irrumpen en sus relatos para dirigirse abiertamente al lector y hacer sus propios comentarios sobre cuestiones vitales o morales, Howells inicia también una cierta transición hacia las nuevas técnicas que perfeccionaría Henry James. Howells prefiere la presentación dramática, lo que Percy Lubbock en The Craft of Fiction (1921) denominaría como showing, en oposición al telling de la novela más tradicional, e intenta que los personajes se den a conocer por lo que dicen y hacen. En este sentido es revelador el comentario sobre George Eliot que Howells, en The Rise of Silas Lapham, pone en boca de Penelope, que está leyendo Middlemarch: "I wish she would let you find out a little more about the people for yourself'[21]. En este aspecto Howells tuvo, al igual que James, a Turguenev como maestro, y decía que el método del autor ruso era lo máximo que podía alcanzar el arte de la ficción:

 

 His fiction is to the last degree dramatic. The persons are sparely described, and briefly accounted for, and then they are left to transad their affair, whatever it is, with the least possible comment or explanation from the author[22].

 

 A pesar de su empeño declarado en favor del realismo, y de su intención de desaparecer de sus narraciones, muchos de los libros de Howells rezuman didactismo, pues él los utiliza en parte como medio para transmitir e ilustrar su propia escala de valores. Así, hace que sus personajes hablen de los temas sobre los que el autor quiere pronunciarse implícitamente, y la cena del capítulo 14 de The Rise of Silas Lapham constituye el mejor ejemplo posible de ello. El propósito de las novelas de Howells no es, pues, el mero entretenimiento, sino la instrucción, y en ello tiene mucho que ver la ineludible influencia puritana. El autor estaba convencido de que el idealismo exacerbado de la narrativa sentimental y popular proporcionaba modelos y ejemplos falsos de conducta, enfermedad para la que el realismo contenía la medicina más eficaz. Así, pues, para Howells la función de la literatura va indisolublemente ligada a cuestiones morales; la mimesis no es un fin en sí misma y la literatura ha de enseñar, además de agradar. La técnica realista ha de enganchar al lector, pero el escritor ha de impartir simultáneamente lecciones sobre el mundo, la naturaleza y la condición humana. Ahora bien, el didactismo no debe ser, según Howells, nunca explícito y directo, como el que él critica en las novelas de George Eliot. El papel del artista se define en términos de su responsabilidad para con la sociedad en la que está inmerso, por lo que aquél acaba por convertirse en un instructor y el realismo deviene en un asunto ideológico y moral, más que una teoría estética o la promoción de una modalidad literaria específica.

 

 Criticism and Fiction

 

 Desde enero de 1886 hasta marzo de 1892, Howells se encargó de escribir el artículo mensual "Editor's Study", una importantísima sección de la revista Harper's Monthly. Durante este período sus opiniones críticas se clarificaron y consolidaron, al mismo tiempo que su preocupación por los conflictos sociales encontraba expresión en novelas como The Minister's Charge (1887) y Annie Kilburn (1889). Para explicar la convicción tan profunda de la necesidad apremiante del peculiar realismo que Howells preconizaba en este período, tanto en la crítica como en la ficción, se han apuntado varias causas: el contacto con el dinamismo y las desigualdades sociales de Nueva York, la lectura de las novelas de Tolstói, que supuso una especie de conversión religiosa para el autor, y la fuerte impresión que le produjo la injusta condena a muerte de los anarquistas de Chicago en 1887, a raíz de los famosos disturbios de Haymarket. Fue un período en el que Howells luchó denodadamente por transmitir sus convicciones post-darwinianas sobre la necesidad de la compasión, la justicia y la solidaridad.

 Una importante recopilación, hecha por el mismo Howells, de dichos ensayos, todos ellos escritos hasta octubre de 1890, se publicó en 1891 (hubo una segunda edición en 1910). Según Everett Cárter, dicha colección constituye "the volume of critical essays which heretofore has been assumed to be the manifesto of realism in America"[23]. Howells recortó y organizó diversos pasajes de su columna mensual que trataban de aspectos generales de la crítica y la ficción; agrupó los que trataban de la crítica en las secciones I-XIII y los que trataban más directamente del arte de la ficción en las secciones XIV-XXVIII. En la edición de 1910 las secciones XXI y XXII se reagruparon en una única sección.

 La publicación de Criticism and Fiction dio lugar a una importante controversia en los círculos de la crítica literaria a ambos lados del Atlántico. Con esta obra Howells asestó un golpe muy severo a sus peores enemigos: la modalidad narrativa llamada "historical romance"[24] y la novela sentimental. Howells estaba plenamente convencido de lo que él llamaba "la superioridad de lo vulgar", y rechazaba el "genio", el "heroísmo" y la "distinción" como falsedades y vestigios de un pasado feudal a sepultar. Tenía muy clara la diferencia entre el auténtico romántico, como un Wordsworth, un Coleridge, un Keats o un Hawthorne, y el que se limita a explotar, sin convicción alguna, los recursos más manidos del romanticismo, simplemente para inducir emociones falsas y artificiosas. Howells se sirvió del ataque de su admirado Armando Palacio Valdés, en el prólogo de La hermana San Sulpicio, al vicio del "efectismo" para atacar a los que aquél calificaba de neo-románticos:

 

 Es enteramente falso que los grandes poetas románticos, simbólicos o clásicos, hayan modificado la Naturaleza; tal cual la expresaron la han sentido, y en este punto de vista son tan realistas como nosotros... Los que la falsean, únicamente, son aquellos que, sin sentir el arte clásico o romántico, se empeñan en ser clásicos o románticos reproduciendo fastidiosamente los modelos de otras edades... La causa principal de la decadencia en la literatura contemporánea se funda, a mi entender, en el vicio que se ha denominado gráficamente efectismo, o sea el prurito de despertar a toda costa en el lector emociones vivas y violentas que acrediten la inventiva y la originalidad del escritor[25].

 A lo largo de Criticism and Fiction, Howells no ceja en su empeño de alabar y proclamar lo sencillo, lo natural y lo sincero, y de atacar la idealización, lo alegórico y lo afectado. Prefiere lo natural a la estilización formal, y combate lo emocional en aras de lo razonable. Al igual que Emerson y Whitman, Howells proclamaba que lo revolucionario estaba en ver la belleza, la verdad y la bondad en las cosas y las vidas ordinarias. Tanto Howells como Emerson exigían a los escritores norteamericanos jóvenes una contemporaneidad genuina, y les urgían a ver con sus propios ojos y expresar con sus propias voces la realidad de su tiempo y su país.

 Howells tuvo el mérito de ser consciente de la relación entre el novelista y el crítico, y concebía a ambos como buscadores de la verdad, guiados por la nueva luz aportada por la ciencia, y dicha verdad habría de tener la eficacia suficiente para liberar al individuo ordinario[26]. Según Howells, el crítico que exigían los nuevos tiempos no debería precipitarse en los juicios, y su deber consistía en "clasificar y analizar los frutos de la mente humana de forma muy similar a como el naturalista clasifica los objetos de su estudio, más que alabarlos o culparlos"[27]. El realista auténtico "no puede observar la vida humana y declarar esta o aquella otra cosa indigna de atención, igual que el científico no puede considerar ningún hecho del mundo material indigno de su estudio"[28]. El realista debería ser como el científico, y abstenerse de informar sobre lo que no encuentra en su observación de la vida. Y, cuando llega el momento de emitir un juicio ponderado, el crítico, igual que el científico, no ha de dejarse llevar ni por el peso de la tradición, ni por el clamor popular, sino por la percepción de la verdad, accesible a todo individuo normal.

 Howells advirtió una y otra vez sobre la inutilidad de la crítica para el verdadero artista, que no se deja llevar por los caprichos ni las sugerencias de los críticos, y exigía de estos últimos el ejercicio de la humildad. Lo que Howells le pide al crítico es transparencia personal, modestia y disposición a ayudar al lector a ver qué tipo de literatura tiene en sus manos, y nada más.



[1] Sobre la etapa de Howells como director del Atlantic, véase el capítulo 4 de Ellery Sedgwick, A History of the Atlantic Monthly, 1857-1909: Yankee Humanism at High Tide and Ebb (Amherst: U of Massachusetts P, 1994).

 

[2] Edwin H. Cady dice que parece ser cierto que Howells liberó la creatividad poética de Stephen Crane al leerle los poemas de Emily Dickinson (Howells as Critic [Londres: Routledge and Kegan Paul, 1973], p. 189).

 

[3] "Editor's Study", Harper's Monthly, Nov. 1891.

[4] Malcolm Bradbury, "'Years of the Modern': The Rise of Realism and Naturalism", capítulo 13 de American Literature to 1900, ed. Marcus Cunliffe (Vol. 8 de Sphere History of Literature. Londres: Sphere Books, 1986), p. 332.

 

[5] Criticism and Fiction, sección XVIII.

 

[6] Ibid.

[7] El término se originó con la publicación del famoso ensayo de Santayana "The Genteel Tradition at Bay" (1931). En este ensayo Santayana critica el absolutismo moral del Nuevo Humanismo, al que considera un producto de la decadencia de la tradición cultural "gentil" de la sociedad democrática occidental.

 

[8] Citado en James W. Tuttleton, "William Dean Howells and the Practice of Criticism", The New Criterion (June 1992), p. 29.

 

[9] En la tradición anglosajona el término "romance" se viene utilizando desde los comienzos de la novela. El romance utilizaba un estilo elevado y describía hechos fantásticos, mientras que la novela se distinguía por su realismo y el tratamiento de temas contemporáneos. En relación con la ficción moderna, el término adquirió dos significados: comúnmente se utiliza para designar ficciones con personajes extraordinarios, escenarios remotos y exóticos, acontecimientos heroicos, amor apasionado, o sucesos misteriosos o sobrenaturales. Según otro significado más sofisticado, el romance designa una obra narrativa que huye de las restricciones de la verosimilitud realista y expresa verdades profundas o transcendentales. Esta modalidad floreció en los EE. UU., con autores como Hawthorne o Melville, que la utilizaron para explorar ideas o actitudes filosóficas.

 

[10] Lionel Trilling, "W. D. Howells and the Roots of Modern Taste", Partisan Review 18 (Sept.-Oct. 1951), p. 524.

 

[11] The Rise of Silas Lapham (Harmondsworth: Penguin, 1983), p. 202.

 

[12]  "Novel Writing and Novel Reading: An Impersonal Explanation", en The Norton Anthology of American Literature (2nd. edition), vol. II: (Nueva York: Norton, 1985), p. 294. El ensayo es una transcripción corregida de una conferencia que Howells dio en 1899.

 

 

[13] The Rise of Silas Lapham, p. 197.

[14] The Rise of Silas Lapham, p. 198.

 

[15] Criticism and Fiction, sección XXI.

 

[16] Criticism and Fiction, sección XXVIII. El pasaje refleja el pensamiento de los Socialistas Cristianos, organización a la que Howells estaba entonces afiliado.

 

[17] Howells as Critic, p. 90.

[18] "A Plea for Romantic Fiction" (18 de diciembre de 1901). En The Literary Criticism of Frank Norris, ed. Donald Pizer (Austin: The U of Texas P, 1964), p. 78.

 

[19] Elizabeth Stevens Prioleau, The Circle of Eros: Sexuality in the Work of William Dean Howells (Durham: Duke UP, 1983), pp. xv-xvi. Sobre Howells y el sexo en la literatura, puede verse: Edwin H. Cady, ed. Howells as Critic, pp. 147-149.

 

[20] Frank Norris, a pesar de ser admirador de Howells, consideraba la narrativa de éste limitada por la negativa a explorar el instinto y las profundidades sicológicas que dan origen a lo trágico en las vidas ordinarias: "Howells's characters live across the street from us, they are 'on our block.'(...) One can go even further. We ourselves are Mr. Howells's characters (...) so long as we are not adventurous or not rich or not unconventional. If we are otherwise, if things commence to happen to us, if we kill a man or two, or get mixed up in a tragic affair, or do something on a large scale (...) Mr. Howells cuts our acquaintance at once." ("Zola as a Romantic Writer", en Wave, vol. XV [27 de junio de 1896], p. 3).

 

[21] The Rise of Silas Lapham, p. 88.

 

[22] La cita, de My Literary Passions, está tomada de Clara Marburg Kirk and Rudolf Kirk, eds., Criticism and Fiction and Other Essays by W. D. Howells (New York: New York UP, 1959), p. 111.

 

[23] Everett Carter, "William Dean Howells' Theory of Critical Realism", ELH, vol. XVI (1949), p. 152.

[24] El término suele designar a la literatura popular ambientada en el pasado, y se aplica a novelas como Quo Vadis, Lo que el viento se llevó, etc.

 

[25] Armando Palacio Valdés, Prólogo del autor a La hermana San Sulpicio (Madrid: Tipografía de Manuel G. Hernández, 1889), pp. xx, xxxiv.

 

[26] Kirk, pp. 6-7.

 

[27] Sección VI.

 

[28] Sección II.

 

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