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martes, 11 de marzo de 2014

Elias Canetti. Premio Nobel de Literatura 1981.

 
ELIAS CANETTI. Premio Nobel de Literatura 1981.
Elias Canetti (Rusçuk, ciudad del Imperio otomano, ahora Ruse, en la actual Bulgaria, 25 de julio de 1905 - Zúrich, 14 de agosto de 1994), escritor y pensador en lengua alemana, Premio Nobel de Literatura en 1981.
 
Carlos A. Aguilera
Especial/El Nuevo Herald
Lo más extraño de Los emplazados, la última de las tres piezas teatrales que escribiera Elías Canetti, es que cada personaje conoce su fecha de muerte desde el mismo momento en que nace (la lleva atada al cuello como una piedra). Lo menos, que ese hecho bizarre, inédito, guiñolesco, contrahumano, apenas genere en los personajes de esta distopía alguna pregunta. Todos aceptan desde el inicio el tiempo asignado sin apenas levantar la voz. Todos, admiten desde el principio, su "emplazamiento".
Y digo extraño, porque si algo afecta al mundo de Canetti, es precisamente su obsesión por la pregunta. La pregunta por la muerte y la pregunta por el poder, por la violencia, las mutaciones y el sacrificio que la entrecruzan. Sacrificio que en este volumen, el de sus ensayos, entrevistas y teatro ( Obra Completa V: La conciencia de las palabras, Galaxia Gutenberg, 2012) tomará forma en sus magistrales textos sobre Karl Kraus, ese chivo expiatorio de la Viena de su tiempo, y en sus múltiples apreciaciones sobre Broch, tanto literarias como humanas. En su ya clásico ensayo sobre Kafka, el primero que revelaría a un Kafka íntimo (en su correspondencia con Felice: un tísico autohumillado que gustaba de compararse con un perro) y en su no del todo atendido Diálogo con el interlocutor cruel, uno de los mejores ensayos que se ha escrito sobre la importancia de los diarios en la literatura, sobre el lugar que deberían ocupar y –aunque la reflexión data de 1965– aún nos ocupan.
¿No es desde hace algunos años la entrevista (como género y desterritorialización) una de las formas modernas del ensayo, de la reflexión más compleja que se pueda hacer sobre o con un autor, tal como demuestran Hubert Fichte, Claire Parnet, Krista Fleischmann, Boris Bockris y Leila Guerriero, entre otros?
Uno de los mejores aciertos de este último volumen de Canetti es precisamente el de haber hecho una buena selección de sus entrevistas (recordemos que el tomo I de estas obras completas se inicia precisamente con otra conversación, la que le hiciera Adorno a propósito de Masa y poder, ese libro que tan perplejo dejó al filósofo de la escuela de Frankfurt), de esos encuentros donde el autor de Hitler según Speer amplía, matiza, discute y sintetiza zonas que en sus libros no quedan del todo claras, ni siquiera para conocedores o expertos en la materia.
Oscuridad esencial, sin dudas, cara al austríaco-búlgaro-sefardí (los porcentajes genealógicos nunca fueron en él una prioridad) quien hizo de conceptos como "el sobreviviente", "la máscara acústica", "la idea primordial", "el aguijón" o "la paranoia" la base que, junto a su peculiar charme d´écriture, debían sustentar libros tan intensos como El testigo oídor, Auto de fe o su magistral autobiografía. Una autobiografía, sabemos gracias a Hanuschek, su biógrafo, que Canetti distorsionó (¿falsificó?) para quedar, como el Genghis Khan de su Masa y poder, como el que más allá de intrigas y odios aún seguía ostentando el poder, "el invicto".
¿No es precisamente este uno de los rasgos de todo escritor contemporáneo –y Canetti sin dudas era más contemporáneo que muchos que empiezan a escribir ahora mismo– la ficcionalización extrema de incluso la propia vida, la ficcionalización desmesurada, sin cortapisas, sin verdad, sin límites?
Canetti, que comenzó escribiendo una farsa como La boda (1932), una pieza donde diferentes monstruos-inquilinos van construyendo su propia vida a la vez que se celebra en el apartamento de uno de ellos una fiesta de matrimonio, y terminó prohibiendo la publicación de sus diarios hasta 2024, cuando se supone ya no exista nadie que pueda ser afectado por la violencia que contienen, comprendería rápidamente de qué estamos hablando: la ficción es poder. La ficción es el único poder. Fuera de ella no existe nada, ni siquiera la vida propia, por mucho que les duela a amantes o moralistas. Y para que exista el poder nada como eso que llamamos el secreto. El secreto de escribir y el secreto de pensar, como diría musicalmente Thomas Bernhard, otro que intentó separar lo sórdido de su vida de lo sórdido de su obra, aunque sus cartas, 30 años después, lo hayan curiosamente desmentido.•
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