Mostrando entradas con la etiqueta CURIOSIDADES LITERARIAS: sabía que.... Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta CURIOSIDADES LITERARIAS: sabía que.... Mostrar todas las entradas

jueves, 19 de febrero de 2015

Manias-escritores.



Manias-escritores

1. F. Scott Fitzgerald trasnochaba la mayoría de las veces para escribir, cuando no recorría los cafés de Paris. Su verdadera escritura tenía lugar en breves raptos de actividad concentrada, hasta el punto de llegar a escribir 8.000 palabras del tirón. También utilizaba la ginebra como estímulo creativo.

2. Arthur Miller confesó no tener rutina para escribir. Después de escribir en su estudio cada mañana, se dedicaba a romperlo todo. Lo que sobrevivía a la destrucción era el material que él usaba para sus obras.

3. Haruki Murakami se despierta a las cuatro de la mañana y trabaja de cinco a seis horas seguidas cuando está escribiendo un libro. Durante el resto del día se dedica a leer, nadar, correr y escuchar música. El único problema es que para ello debe renunciar a la vida social. Todo un ejemplo de disciplina.

4. Henry James tuvo que dejar su pluma en los últimos años debido a un dolor de muñeca. A partir de entonces, un secretario escribía sus textos dictados diariamente.

5. James Joyce solía levantarse entrada la mañana y escribía por la tarde, ya que según él era cuando la mente está en su mejor momento. Pasaba las noches en cafés o restaurantes y con frecuencia amanecía cantando viejas canciones irlandesas en el bar. Calculó haber pasado casi 20.000 horas escribiendo Ulises.

6. Martin Amis cumple con horario de oficina para escribir, incluso escribe en una oficina, aunque solo dedica una parte de ese tiempo a escribir.

7. Truman Capote escribía cuatro horas al día y hacía dos versiones manuscritas a lápiz antes de mecanografiar una copia definitiva, pues era muy supersticioso. Otras supersticiones eran: escribir en la cama, no dejar más de tres colillas en el mismo cenicero (llenando sus bolsillos con las colillas de más) y sumaba números en su cabeza de forma compulsiva.

8. Philip Roth confesaba en 1987 escribir no es un trabajo duro, es una pesadilla. En 1972 se mudó a una casa del s. XVIII en una parcela rural en Connecticut. Usaba como estudio una antigua cabaña de huéspedes.

9. Alice Munro, premio Nobel de Literatura, en los años 50 era madre y ama de casa, y aprovechaba los ratos libres para escribir en su habitación.

10. Jonathan Franzen se encerraba en su estudio de Harlem con las luces apagadas y las persianas bajadas, sentado frente al ordenador, con orejeras y tapones para los oídos y los ojos vendados, mientras trabajaba en Las correcciones en 2001. Tardó cuatro años en terminar la novela.

http://www.iberlibro.com/blog/index.php/2014/08/28/las-manias-de-los-grandes-escritores/

viernes, 14 de noviembre de 2014

Así me gusta escribir: las manías de los escritores más famosos Letras por Mapi Pamplona-.


Así me gusta escribir: las manías de los escritores más famosos
Letras por Mapi Pamplona-.


 Así me gusta escribir: las manías de los escritores más famosos
Hemingway en posición vertical, Graham Greene con lápiz y Faulkner sobre papel azul. Para Günter Grass una inseparable Montblanc y para Goethe un caballito de madera. Dostoievski caminaba por su habitación...cosas de genios.
A todos los que hemos leído Rayuela no nos resulta imaginar a Cortázar sorbiendo mate del poro y devorando decenas y decenas de libros, o corrigiendo manuscritos con un bolígrafo, señalando cada renglón de forma compulsiva. Las manías de los escritores pueden contarserpor decenas, o por miles. Cada cuál con sus manías, todos tienen un genio y un ingenio especial. Algunos responden a un extraño ritual en el que nada queda al azar. Un claro ejemplo de esta planificación es García Márquez, quién sólo escribe si tiene en su despacho una flor amarilla que dice, le trae buena suerte para escribir. Parece que el de Aracataca es supersticioso pues siempre utilizaba (antes del ordenador a sus letras) una máquina de escribir de la misma marca para que tuviera la misma letra, un papel blanco de 36 gramos y una hoja de tamaño carta.

Muy organizados con los horarios, los tiempos y las palabras son, por ejemplo, Anthony Burgess, quien escribía aproximadamente 300 palabras al día. Nada que ver con Isaac Asimov, quien trabajaba 8 horas al día 7 días a la semana sin festivos y con un horario totalmente inflexible. Algo parecidísimo a la rutina que se ha autoimpuesto Stephen King, quien se levanta a las 8 y media y sigue un ritual que incluye vitaminas, música y mucho orden con los papeles. También metódico es Haruki Murakami. Se levanta a las 4 de la mañana, trabaja 6 horas y practica todos los días deporte. Se va a la cama a las nueve. Viendo las rutinas de los tres, ¿a alguien le extraña que sean algunos de . A la tarde corre 10 kilómetros o nada dos kilómetros, lee, escucha música y se va a la cama a las 9. Viendo estas rutinas, ¿a alguien le extraña que que sean tan prolíficos? Aunque tanto trabajo también tiene sus desventajas: Michael Chrichton, el padre de Parque Jurásico (y también de la serie Urgencias) era un auténtico adicto al trabajo que únicamente escribía o pensaba en escribir. Se casó cinco veces y se divorció cuatro.



Si ,los horarios son algunas de las manías de los escritores también lo es su atuendo. Alejandro Dumas vestía una especie de sotana roja, de amplias mangas, y sandalias para poder inspirarse para escribir y el conde Buffon sólo vestida vestido de etiqueta y con la espada en el cinturón. Balzac se acostaba por la tarde y se despertaba a media noche, se vestía ropas de monje y se ponía a escribir ininterrumpidamente durante horas y horas seguidas en las que el café era su único alimento. John Milton escribía envuelto en una vieja capa y Pierre Loti con trajes orientales a juego con su despacho turco.



Jean-Jaques Rousseau y Montaigne necesitaban auténtico silencio para trabajar. El primero, se marchaba al campo, donde incluso el ruido de los pájaros le molestaba y el segundo pasaba épocas encerrado en una torre, cual princesa de cuento, para poder escribir. Hay quién prefería extrañas compañías, como Lord Byron, quien siempre llevaba trufas en el bolsillo, pues su olor le resultaba inspirativo. Mucho peor olor pero igual inspiración la de Ernest Hemingway, de quien dicen escribía con una pata de conejo raída en el bolsillo. El compañero de preferido de Marguerite Duras era una botella de whisky, que le daba sensación de estar escribiendo en un bar, lo mismo que le ocurría a Sartre para quien ruido, tabaco y alcohol daban tranquilidad y sosiego.



A Neruda le gustaba escribir siempre con tinta verde y John Steinbeck trabajaba siempre con lápices redondos, para que sus aristas no se le clavaran, pero tenían que ser lápices redondos para que las aristas no se le clavaran en los dedos. Incómodo eran para él los lápices estándar, pero no todos huyen de la incomodidad. Por ejemplo, Henry Miller tenía manía a la comodidad y decía que sólo lo incómodo hacía volar su imaginación. Nada que ver con Proust, que se pasó media vida en la cama y que convirtió ésta en una gran algarabía de folios y retazos de papel a medio escribir. Lo de estar en la cama era casi normal: Marcel Proust era un auténtico hipocondríaco que tenía miedo a la asfixia y que escribía sin cesar tumbado para evitar, pensaba él, un ataque de asma.



Entre mis preferidos, Dostoievsky: tenía miedo a la oscuridad y sufría manía persecutoria, por lo que escribía(o dictaba sus textos) de forma compulsiva, prácticamente sin dormir y andando de un lado a otro de la habitación.

jueves, 8 de mayo de 2014

William Blake.

 

William Blake: el protohippy

Por: Andrea Navazo. 

William Blake, fue un personaje excéntrico. Adelantado a su tiempo, liberal, contrario a la esclavitud y defensor de la liberación de la mujer, pero impredecible. Le asaltaban visiones terribles de ángeles y demonios, que le sirvieron de constante fuente de inspiración, razón por la cual su propia mujer llegó a decir “no disfruto mucho de la compañía del señor Blake, él siempre se encuentra en el paraíso”
Blake nunca gozó de un auténtico prestigio entre sus contemporáneos, y en general, se movió entre la pobreza y la discreción. Fue uno de esos genios incomprendidos que no sería asimilado ni alabado hasta los años 70. Quizá porque el propio Blake era un protohippy, solo que a él las alucinaciones le venían de serie. En su obra El matrimonio entre el cielo y el infierno, escribió una frase que pasaría a la posteridad: “Si las puertas de la percepción se purificasen, todas las cosas se le aparecerían al hombre tal cual son, infinitas. “
De esta recurrente frase, saldría el ensayo de Aldouls Huxley sobre los efectos de la mescalina, y posteriormente, por obsesión psicotrópica de Jim Morrison, también el nombre de su grupo, The Doors. Y de aquí han bebido todos aquellos que han querido explorar y experimentar más allá de las puertas de la percepción, locos naturales y drogadictos, que han sabido encontrar en la obra de Blake, algo que sus contemporáneos no vieron.
Por: Andrea Navazo.

lunes, 27 de mayo de 2013

CURIOSIDADES Y ALGUNAS PUBLICACIONES EN EL AÑO 1900.

REPASANDO LA HISTORIA LITERARIA:
AÑO 1900.

En el año 1900 en  Costa Rica se publican las obras:
"Las hijas del campo (1900)" y "El Moto (1900)" de Joaquín García Monge.
"El árbol enfermo" y "La caída del águila" de Carlos Gagini.

EN EL MUNDO:
Almas de violeta de Juan Ramón Jiménez 1900.
 Ariel de José Enrique Rodó 1900.
 Aventuras entre los pieles rojas de Emilio Salgari 1900.
Bodas reales de Benito Pérez Galdós 1900.
 Cosas vistas II de Victor Hugo 1900.
 Cuentos de medianoche de Bram Stoker 1900.
 El alma castellana de Azorín 1900.
El alumno de Henry James 1900.  
El Amor y Mr. Lewisham de H. G. Wells 1900.
 El hijo del lobo de Jack London 1900 .
 El hombre que corrompió a una ciudad de Mark Twain 1900 .
Entre naranjos de Vicente Blasco Ibáñez 1900.
Historias del buen Dios de Rainer Maria Rilke.
 La casa de Aitzgorri de Pío Baroja.
 La danza de la muerte de August Strindberg 1900.
 La risa de Henri Bergson 1900.
 Las aguas sombrías de William Butler Yeats 1900.
 Lord Jim de Joseph Conrad 1900 .
 Los tres de Máximo Gorki 1900.

martes, 14 de mayo de 2013

Los 100 mejores libros de todos los tiempos, según el Club de Libros de Noruega.



Anexo:Los 100 mejores libros de todos los tiempos, según el Club de Libros de Noruega
La Biblioteca Mundial es una lista de los 100 mejores libros de la historia, según lo propuesto por 100 escritores de 54 países diferentes, recopiladas y organizadas en el año 2002 por el Club del Libro Noruego. Esta lista trata de reflejar la literatura mundial, con los libros de todos los países, culturas y períodos de tiempo. Once de los libros incluidos en la lista están escritos por mujeres, ochenta y cinco están escritos por hombres y cuatro no tienen autor conocido.
Cada escritor tuvo que seleccionar su lista propia de diez libros.
Los 100 libros seleccionados por este proceso en la lista no están clasificados o categorizados de alguna manera, los organizadores han declarado que "todos están en igualdad de condiciones", con la excepción de Don Quijote que se le dio la distinción de "mejor obra literaria jamás escrita". La siguiente lista organiza las obras en orden alfabético por autor.1
Índice.
1 Lista de los 100 mejores libros de todos los tiempos
2 Lista de los autores encuestados
3 Véase también
4 Referencias
5 Enlaces externos
Lista de los 100 mejores libros de todos los tiempos.

Título Autor Año País Idioma
Poema de Gilgamesh Anónimo Siglo XVII a. C. Sumeria e Imperio acadio Acadio
Libro de Job (de la Biblia) Anónimo Siglo VI a. C. - IV a. C. Imperio aqueménida Hebreo
Las mil y una noches Anónimo 700–1500 India/Irán/Irak/Egipto Árabe
Saga de Njál Anónimo Siglo XIII Islandia Nórdico antiguo
Todo se desmorona Chinua Achebe 1958 Nigeria Inglés
Cuentos infantiles Hans Christian Andersen 1835–37 Dinamarca Danés
Divina Comedia Dante Alighieri 1265–1321 Florencia Italiano
Orgullo y prejuicio Jane Austen 1813 Reino Unido Inglés
Papá Goriot Honoré de Balzac 1835 Francia Francés
Molloy, Malone muere, El Innombrable, una trilogía Samuel Beckett 1951–53 Irlanda Francés, Inglés
Decamerón Giovanni Boccaccio 1349–53 Rávena Italiano
Ficciones Jorge Luis Borges 1944–86 Argentina Español
Cumbres Borrascosas Emily Brontë 1847 Reino Unido Inglés
El extranjero Albert Camus 1942 Argelia, Imperio francés Francés
Poemas Paul Celan 1952 Rumanía, Francia Alemán
Viaje al fin de la noche Louis-Ferdinand Céline 1932 Francia Francés
Don Quijote de la Mancha Miguel de Cervantes 1605 (1ª parte), 1615 (2ª parte) España Español
Los cuentos de Canterbury Geoffrey Chaucer siglo XIV Inglaterra Inglés
Relatos cortos Antón Chéjov 1886 Rusia Ruso
Nostromo Joseph Conrad 1904 Reino Unido Inglés
Grandes Esperanzas Charles Dickens 1861 Reino Unido Inglés
Jacques el fatalista Denis Diderot 1796 Francia Francés
Berlin Alexanderplatz Alfred Döblin 1929 Alemania Alemán
Crimen y castigo Fiódor Dostoievski 1866 Rusia Ruso
El idiota Fiódor Dostoievski 1869 Rusia Ruso
Los endemoniados Fiódor Dostoievski 1872 Rusia Ruso
Los hermanos Karamazov Fiódor Dostoievski 1880 Rusia Ruso
Middlemarch George Eliot 1871 Reino Unido Inglés
El hombre invisible Ralph Ellison 1952 Estados Unidos Inglés
Medea Eurípides 431 a. C. Imperio ateniense Griego clásico
¡Absalom, Absalom! William Faulkner 1936 Estados Unidos Inglés
El ruido y la furia William Faulkner 1929 Estados Unidos Inglés
Madame Bovary Gustave Flaubert 1857 Francia Francés
La educación sentimental Gustave Flaubert 1869 Francia Francés
Romancero gitano Federico García Lorca 1928 España Español
Cien años de soledad Gabriel García Márquez 1967 Colombia Español
El amor en los tiempos del cólera Gabriel García Márquez 1985 Colombia Español
Fausto Johann Wolfgang von Goethe 1832 Ducado de Sajonia-Weimar, Alemania Alemán
Almas muertas Nikolai Gogol 1842 Ucrania Ruso
El tambor de hojalata Günter Grass 1959 Alemania Occidental Alemán
Gran Sertón: Veredas João Guimarães Rosa 1956 Brasil Portugués
Hambre Knut Hamsun 1890 Noruega Noruego
El viejo y el mar Ernest Hemingway 1952 Estados Unidos Inglés
Ilíada Homero 850–750 a. C. Probablemente Esmirna Griego antiguo
Odisea Homero siglo VIII a. C. Problablemente Esmirna Griego antiguo
Casa de muñecas Henrik Ibsen 1879 Noruega Noruego
Ulises James Joyce 1922 Estado Libre Irlandés Inglés
Relatos cortos Franz Kafka 1924 Austria Alemán
El proceso Franz Kafka 1925 Austria Alemán
El castillo Franz Kafka 1926 Austria Alemán
Shakuntala Kālidāsa siglo I a. C.-IV d. C. India Sánscrito
El sonido de la montaña Yasunari Kawabata 1954 Japón japonés
Zorba, el griego Nikos Kazantzakis 1946 Grecia Griego moderno
Hijos y amantes D. H. Lawrence 1913 Reino Unido Inglés
Gente independiente Halldór Laxness 1934–35 Islandia Islandés
Poemas Giacomo Leopardi 1818 Italia Italiano
El cuaderno dorado Doris Lessing 1962 Reino Unido Inglés
Pippi Calzaslargas Astrid Lindgren 1945 Suecia sueco
Diario de un loco Lu Xun 1918 China Chino
Hijos de nuestro barrio Naguib Mahfuz 1959 Egipto Árabe
Los Buddenbrook Thomas Mann 1901 Alemania Alemán
La montaña mágica Thomas Mann 1924 Alemania Alemán
Moby-Dick Herman Melville 1851 Estados Unidos Inglés
Ensayos Michel de Montaigne 1595 Francia Francés
La historia Elsa Morante 1974 Italia Italiano
Beloved Toni Morrison 1987 Estados Unidos Inglés
Genji Monogatari Murasaki Shikibu siglo XI Japón Japonés
El hombre sin atributos Robert Musil 1930–32 Austria Alemán
Lolita Vladimir Nabokov 1955 Estados Unidos Inglés
1984 George Orwell 1949 Reino Unido Inglés
Las metamorfosis Ovidio siglo I dC Imperio romano Latín clásico
Libro del desasosiego Fernando Pessoa 1928 Portugal Portugués
Cuentos Edgar Allan Poe siglo XIX Estados Unidos Inglés
En busca del tiempo perdido Marcel Proust 1913–27 Francia Francés
Gargantúa y Pantagruel François Rabelais 1532–34 Francia Francés
Pedro Páramo Juan Rulfo 1955 México Español
Masnavi Rumi 1258–73 Persia, Imperio mongol persa
Hijos de la medianoche Salman Rushdie 1981 India Inglés
Bostan Saadi 1257 Persia, Imperio mongol persa
Tiempo de migrar al norte Tayeb Salih 1966 Sudán Arabic
Ensayo sobre la ceguera José Saramago 1995 Portugal Portugués
Hamlet William Shakespeare 1603 Inglaterra Inglés
El rey Lear William Shakespeare 1608 Inglaterra Inglés
Otelo William Shakespeare 1609 Inglaterra Inglés
Edipo rey Sófocles 430 a. C. Imperio ateniense Griego clásico
Rojo y negro Stendhal 1830 Francia Francés
Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy Laurence Sterne 1760 Inglaterra Inglés
La conciencia de Zeno Italo Svevo 1923 Italia Italiano
Los viajes de Gulliver Jonathan Swift 1726 Irlanda Inglés
Guerra y paz Lev Tolstói 1865–1869 Rusia Ruso
Ana Karenina Lev Tolstói 1877 Rusia Ruso
La muerte de Iván Ilich Lev Tolstói 1886 Rusia Ruso
Las aventuras de Huckleberry Finn Mark Twain 1884 Estados Unidos Inglés
Ramayana Valmiki siglo III a. C.-siglo III d. C. India Sánscrito
Eneida Virgilio 29–19 a. C. Imperio romano Latín clásico
Mahábharata Viasa siglo IV a.C. India Sánscrito
Hojas de hierba Walt Whitman 1855 Estados Unidos Inglés
La señora Dalloway Virginia Woolf 1925 Reino Unido Inglés
Al faro Virginia Woolf 1927 Reino Unido Inglés
Memorias de Adriano Marguerite Yourcenar 1951 Francia Francés
(Esta lista no es un ránking)
Lista de los autores encuestados [editar]

Nombre País
Chinghiz Aitmatov Kirguistán
Ahmet Altan Turquía
Aharon Appelfeld Israel
Paul Auster Estados Unidos
Félix de Azúa España
Julian Barnes Reino Unido
Simin Behbahani Irán
Robert Bly Estados Unidos
André Brink Sudáfrica
Suzanne Brøgger Dinamarca
A. S. Byatt Reino Unido
Peter Carey Australia
Martha Cerda México
Jung Chang China/Reino Unido
Maryse Condé Guadalupe (Francia)
Mia Couto Mozambique
Jim Crace Reino Unido
Edwidge Danticat Haití
Bei Dao China
Assia Djebar Argelia
Mahmoud Dowlatabadi Irán
Jean Echenoz Francia
Kerstin Ekman Suecia
Nathan Englander Estados Unidos
Hans Magnus Enzensberger Alemania
Emilio Estévez Cuba
Nuruddin Farah Somalia
Kjartan Fløgstad Noruega
Jon Fosse Noruega
Janet Frame Nueva Zelanda
Marilyn French Estados Unidos
Carlos Fuentes México
Izzat Ghazzawi Palestina
Amitav Ghosh India
Pere Gimferrer España
Nadine Gordimer Sudáfrica
David Grossman Israel
Einar Már Guðmundsson Islandia
Seamus Heaney Irlanda
Christoph Hein Alemania
Aleksandar Hemon Bosnia-Herzegovina
Alice Hoffman Estados Unidos
Chenjerai Hove Zimbabue
Sonallah Ibrahim Egipto
John Irving Estados Unidos
P. C. Jersild Suecia
Yasar Kemal Turquía (Kurdistán)
Jan Kjærstad Noruega
Milan Kundera República Checa/Francia
Leena Lander Finlandia
John le Carré Reino Unido
Siegfried Lenz Alemania
Doris Lessing Reino Unido
Astrid Lindgren Suecia
Viivi Luik Estonia
Amin Maalouf Líbano/Francia
Claudio Magris Italia
Norman Mailer Estados Unidos
Tomás Eloy Martínez Argentina
Frank McCourt Irlanda/Estados Unidos
Gita Mehta India
Ana Miranda Brasil
Rohinton Mistry India/Canadá
Abdel Rahman Munif Arabia Saudí
Herta Müller Rumanía
V. S. Naipaul Trinidad y Tobago/Reino Unido
Cees Nooteboom Países Bajos
Ben Okri Nigeria/Reino Unido
Orhan Pamuk Turquía
Sara Paretsky Estados Unidos
Jayne Anne Phillips Estados Unidos
Valentin Rasputin Rusia
João Ubaldo Ribeiro Brasil
Alain Robbe-Grillet Francia
Salman Rushdie India/Reino Unido
Nawal El Saadawi Egipto
Hanan al-Shaykh Líbano
Nihad Sirees Siria
Göran Sonnevi Suecia
Susan Sontag Estados Unidos
Wole Soyinka Nigeria
Gerold Späth Suiza
Graham Swift Reino Unido
Antonio Tabucchi Italia
Fouad al-Tikerly Irak
D. M. Thomas Reino Unido
Adam Thorpe Reino Unido
Kirsten Thorup Dinamarca
Alexander Tkachenko Rusia
Pramoedya Ananta Toer Indonesia
Olga Tokarczuk Polonia
Michel Tournier Francia
Jean-Philippe Toussaint Bélgica
Mehmed Uzun Turquía (Kurdistán)
Nils-Aslak Valkeapää Sápmi
Vassilis Vassilikos Grecia
Yvonne Vera Zimbabue
Fay Weldon Reino Unido
Christa Wolf Alemania
A. B. Yehoshua Israel
Spôjmaï Zariâb Afganistán
Fuente: wikipedia.

domingo, 28 de octubre de 2012

KAFKA FRANZ.

Los talentos / Hoy, Franz Kafka
Los manuscritos perdidos del señor Kafka
Por Marcos Aguinis | LA NACION
http://www.lanacion.com.ar/1521377-los-manuscritos-perdidos-del-senor-kafka

Cinco minutos antes de que los nazis cerrasen las fronteras de Checoslovaquia, en el último tren que salía de Praga, pudieron fugar los principales manuscritos de uno de los referentes máximos de la literatura moderna, hasta entonces poco conocido. El épico salvataje fue realizado por Max Brod. Los papeles pertenecían a Franz Kafka, su mejor amigo.

Ambos habían deseado instalarse en Tierra Santa. A Kafka lo detuvieron las cadenas de su tuberculosis. Brod recién decidió dar el gran paso cuando se tornó fulminante el avance del nazismo. Antes de morir, en un gesto coherente con la asfixia y el estupor de sus personajes, Kafka imploró que todos sus cuentos, novelas, cartas, ensayos, borradores, diarios y dibujos fuesen quemados. Era una prueba de autoodio, o de escepticismo, o de venganza. Pero también podía haber funcionado una visión profética que le permitió ver las hogueras que transformarían en cenizas los libros judíos y él habría optado -con la valentía de los lejanos héroes de Massada que conoció en sus estudios de historia-, en no darles ese placer a los verdugos. En Massada habían resistido varios centenares de judíos a la demolición que los romanos aplicaban a su país y, ante la derrota inminente, prefirieron darse la muerte entre sí mismos que ser degollados por los invasores.

Son conocidos los méritos de Max Brod. No sólo desobedeció a su amigo para salvarle la herencia y convertirlo en un punto cardinal de la literatura planetaria, sino que escribió mucho sobre él y se esmeró por difundirlo con pasión. Aún no apareció el libro que describa con suficiente fuerza el conflicto que ardió en el corazón de este hombre, conminado a decidir entre dos voluntades: la de su amigo y la de su conciencia de escritor. Gran parte de los manuscritos fueron a resguardarse en la Bodleian Library de Oxford. Pero un considerable remanente continuó en manos de Max Brod hasta su fallecimiento en 1968. Era un tesoro inquietante y, también, el recuerdo de la traición con que inmortalizó a su admirado amigo. La secretaria de Brod, Eva Hoffe, se ocupó de conservarlo, desobedeciendo a su jefe, que ya deseaba ponerlo al alcance del público. Esta desobediencia no fue tan altruista como la de Brod en su momento, porque en lugar de poner ese material precioso al alcance de lectores e investigadores, lo guardó en seguras bóvedas de bancos suizos e israelíes. Una porción fue vendida al Archivo de Literatura Germánica de Marbach por una considerable suma de dinero. Las hijas de Eva pretendieron seguir ese ejemplo egoísta.

Lo notable de semejante e infrecuente historia es que reproduce el clima creado por el mismo Kafka en casi todas sus obras. El adjetivo "kafkiano" -del que se hace uso y abuso- calza perfectamente. Hubo un juicio. El juicio fue tan largo como en El Proceso, porque se dilató por décadas. El final parecía haberse acercado cuando la justicia israelí falló en favor de la Biblioteca Nacional con sede en Jerusalén. Iba a ser un final glorioso. Pero como se trata de un asunto "kafkiano", la única hija sobreviviente de Eva Hoffe anunció su voluntad de apelar. Es decir, aún queda abierta la cuestión. Sigue el clima de incertidumbre. Y angustia.

Dora Diamant fue una periodista que conoció Kafka en una colonia de vacaciones judía. Provenía de una familia ultraortodoxa, de la que huyó en busca de oxígeno. Pero mantenía su entusiasmo por la cultura judía, que compartió con Kafka durante años. Se instalaron en Berlín. La paz no duró mucho tiempo, ya que los pulmones afectados del escritor lo obligaron a regresar al detestado hogar paterno de Praga. Dora, sin embargo, se convirtió en el custodio de veinte cuadernos y treinta y cinco cartas que finalmente le confiscó la Gestapo en 1933 en uno de sus asaltos iniciales. Aún sigue la búsqueda de este material, cuyo destino da lugar a especulaciones fantásticas, como no podía ser de otra forma.

Franz Kafka fue un joven idealista interesado por el socialismo, el anarquismo y el sionismo. Estudió hebreo y asistía con fervor al revolucionario teatro en idish de Praga. Como si hubiese desplazado a su literatura la prohibición de pronunciar el nombre de Dios, jamás incluyó la palabra judío en sus obras. La excluyó obstinadamente. Constituye otro de los misterios sobre los que no se han podido poner de acuerdo los exégetas. Es su sanctasantorum personal al que no tienen acceso los demás hombres. Igual que varios otros sanctasantorum que pueblan sus perplejizantes ficciones, donde el asombro reemplaza a la razón.

Antes de descubrir su vocación literaria, creyó estar destinado para las ciencias naturales, la historia del arte y la filología alemana. Terminó cursando Derecho, donde tuvo como maestro a Alfred Weber, hermano de Max Weber. Fue quien lo introdujo en los claroscuros de deshumanización que aparecían en la sociedad industrial, le dirigió la tesis doctoral y ejerció un importante influjo al hacerle percibir las contradicciones entre el progreso y la dicha.

La personalidad compleja de Franz Kafka desalienta cualquier intento de abarcarlo en su totalidad. Temía ser percibido de forma repulsiva pese a su aspecto pulcro y austero, su veloz inteligencia y un frecuente sentido del humor. Tenía los ojos potentes para ingresar en el mundo oscuro y percibir los desconciertos humanos. Pero cuando leía algunos de sus capítulos a los íntimos, les hacía soltar carcajadas. Alternaba los encuentros sociales con espacios compactos de soledad, como los que vivió en un pequeño cuarto del imponente castillo de Praga, en la callejuela de los alquimistas, donde aún hoy pareciera venir a nuestro encuentro con el peinado de su abundante cabello oscuro con raya al medio, mirada triste, pómulos enflaquecidos por su enfermedad, orejas abiertas a todos los sonidos y labios soñadores que guardan muchos secretos.

Su primera novela, Beschreibung eines Kampfes (Descripción de una lucha), habla de los conflictos internos que el narrador despliega en primera persona ante otro personaje. Expresa la inseguridad vital permanente por la intromisión de lo improbable en lo probable, de lo fantástico en lo real. Fue un milagroso anticipo de toda su obra, como si ella ya hubiese sido escrita antes de su propio nacimiento. Borges lo admiró tempranamente y fue uno de sus primeros traductores. Lo comparó con Zenón de Elea, cuyas paradojas y aporías trataban de demostrar que las sensaciones del mundo son ilusorias. Uno de las más populares relatos de aquel sofista fue la carrera entre Aquiles ("el de los pies ligeros") con una tortuga. Los sofismas pueden ser finalmente destruidos, pero nunca cesan de provocar la inquietud de que mucho se nos escapa del claro entendimiento. Y ahí reside el más grande yacimiento de la literatura que no cesa de explotarse, desde los cuentos infantiles hasta las creaciones del realismo mágico.

No es casual la sorpresa que produjo la transformación en un escarabajo gigante del aburrido viajante de comercio Gregor Samsa en La metamorfosis. Allí se trenzan la realidad cotidiana con una insondable distorsión de los sentidos. Pero también nace una desembozada forma de expresar los abismos de la imaginación. Por eso, Franz Kafka no sólo quedó instalado en la galería de los genios, sino que voló hacia la galaxia de los mitos.

Ahora, el mejor homenaje que se puede rendir a este autor universal es que buena parte de los escritos dibujados por su mano residan en Jerusalén. Es como llevar a Jerusalén a los inolvidables héroes de Massada..

lunes, 9 de abril de 2012

Carlos Fuentes: "EN ESTO CREO".

El maestro Carlos Fuentes. Orgullo para México y para toda Latinoamérica.

Del Libro: "EN ESTO CREO".

AMISTAD

Lo que no tenemos lo encontramos en el amigo. Creo en este obsequio y lo cultivo desde la infancia. No soy en ello diferente de la mayor parte de los seres humanos. La amistad es la gran liga inicial entre el hogar y el mundo. El hogar, feliz o infeliz, es el aula de nuestra sabiduría original pero la amistad es su prueba. Recibimos de la familia, confirmamos en la amistad. Las variaciones, discrepancias o similitudes entre la familia y los amigos determinan las rutas contradictorias de nuestras vidas. Aunque amemos nuestro hogar, todos pasamos por el momento inquieto o inestable del abandono (aunque lo amemos, aunque en él permanezcamos). El abandono del hogar sólo tiene la recompensa de la amistad. Es más: sin la amistad externa, la morada interna se derrumbaría. La amistad no le disputa a la familia los inicios de la vida. Los confirma, los asegura, los prolonga. La amistad le abre el camino a los sentimientos que sólo pueden crecer fuera del hogar. Encerrados en la casa familiar, se secarían como plantas sin agua. Abiertas las puertas de la casa, descubrimos formas del amor que hermanan al hogar y al mundo. Estas formas se llaman amistades.
Porque creo en este valor iniciático de la amistad me llama la atención el cinismo filosófico que la acompaña con una nube negra. Oscar Wilde emplea su temible don de la paradoja para decir de Bernard Shaw que no tiene un solo enemigo en el mundo, pero ninguno de sus amigos le quiere. Para Byron, la amistad es, tristemente, el amor sin alas. Y si la amistad puede convertirse en amor, lo cierto es que el amor rara vez se convierte en amistad. Al amigo, dice la sabiduría popular, hay que recibirlo con alegría y despedirlo con prisa. Si es huésped, a los tres días, como los cadáveres, apesta.
Yo creo que hay más dolor que cinismo en las amistades perdidas. Los sentimientos descubiertos y compartidos. La ilusión de sabiduría confirmada que nos proporciona un amigo. La constitución de la esperanza que sólo nos otorga la juventud compartida en la amistad. La alegría de la banda, la cuatiza, the gang, l’equipe, la chorcha, la patocha. Los lazos de unión. La complicidad de las amistades juveniles, el orgullo de ser joven y, si se es ya joven sabio, la voz admonitoria de la propia juventud cuando es vieja amistad. Aprendamos a gobernar el orgullo de ser jóvenes. Un día no lo seremos y necesitaremos, más que nunca, a los amigos.
Dos edades abren y cierran la experiencia de la amistad. Una es la edad juvenil, y mi «disco duro» recuerda nombres, rostros, palabras, actos de compañeros de escuela. Pero lo que recuerdo no rebasa todo lo que he olvidado. ¿Cómo no celebrar que sesenta años más tarde, mantenga un vínculo con mis primeros amigos de la infancia —una infancia errante, de familia diplomática, una peregrinación atentatoria contra la continuidad de los afectos? Aún me escribo con Hans Berliner, un niño judío alemán que llegó a mi escuela primaria en Washington huyendo del terror nazi y fue objeto de esa crueldad infantil ante lo diferente. Era moreno, alto para su edad, pero usaba, como los niños europeos de esa época, calzón corto. Para el niño norteamericano, no era «regular», es decir, indistinguible de ellos mismos. Yo perdí mi popularidad inicial cuando el presidente Cárdenas nacionalizó el petróleo en 1938 y me convertí —por primera pero no única vez en mi vida— en sospechoso comunista. La exclusión nos unió, a Hans y a mí, hasta el día de hoy. La geografía nos separó pero en Santiago de Chile, adolescente ya, encontré pronto equipo, banda, chorcha, patocha, en los muchachos que preferiríamos la lectura y el diálogo a los rudos deportes enlodados de nuestra escuela inglesa, The Grange, al pie de los Andes, regida por capitanes ingleses convencidos de que la batalla de Waterloo se ganó en los campos deportivos de Eton. Recuerdo los nombres de todos, las caras de todos —Page, Saavedra, Quesnay, Marín— pero sobre todo Torretti, Roberto, mi compañero intelectual, literario, con el cual escribí, al alimón, nuestra primera novela. Ésta se perdió en los baúles testamentarios de la madre de Roberto, pero Torretti y yo nos seguimos escribiendo y mantenemos, hasta el día de hoy, diálogos vivos en Oaxaca o Puerto Rico, y diálogo escrito entre México y Santiago. Él es un extraordinario filósofo y su amistad me retrotrae siempre a esos años juveniles en una escuela inglesa, a fingidas aventuras de mosqueteros en el palacete de la Embajada de México y a otras memorias más lejanas o más dolorosas. Conocí allí a José Donoso, mayor que yo, futura gloria de las letras chilenas. No sé si él me conoció a mí. Y conocí, en una escuela anterior, el dolor de un amigo íntimo desaparecido a los doce años de edad, dejándome desolado ante la primera muerte de un hombrecito de mi edad. Aunque tan desolado como me dejó el destino de otro niño, físicamente deforme, objeto de burlas y golpes, a quien me atreví a defender, descubriendo así otra dimensión de la amistad: la solidaridad. Que después del cuartelazo atroz del atroz Pinochet ese muchacho, ya hombre, haya sido torturado en los campos de la muerte del sur de Chile, sólo aumenta mi horror ante la crueldad humana pero también mi ternura y compasión hacia la realidad misma de eso que llamamos y debatimos «amistad».
Porque todos, en grado menor o mayor, hemos traicionado o sido traicionados por la amistad. Las bandas se desbandan y los íntimos amigos de la juventud pueden convertirse en los más alejados e indiferentes fantasmas de la edad adulta. Y es que no hay nada más traicionable que la amistad. Si hiciésemos la lista de los amigos perdidos, las apostillas dirían indiferencia, odio, rivalidad, pero también épocas distintas y distancias épicas. Dirían muertes. ¿Por qué los abandonamos? ¿Por qué nos abandonan ellos? Viéndolo bien, hay poca amistad en el mundo. Sobre todo entre iguales. William Blake lo decía de manera incomparable: Tu amistad me hiere demasiado. Por favor, sé mi enemigo. Porque si la amistad, en su origen, es disposición, generosidad, apertura a reunimos con otros, no deja de ser, al mismo tiempo, un rechazo secreto e insinuante de esa misma intimidad cuando es sentida como dependencia. Wordsworth habla de las «horas primitivas» de la vida, durante las cuales, vivimos una paradoja que nos arroja al camino de la suerte a la vez que nos protege de sus accidentes. Accidentes, a veces, del humor. Sargent pudo decir que cada vez que pintaba un retrato perdía un amigo. Y el famoso canciller británico, Canning, le daba a la amistad un giro diplomático vigente. Sálvame del amigo sincero, rogaba. Es cierto: en la diplomacia y en la política, confiar en la amistad es exponerse al error. En el poder se concentran las leyes que destruyen con más seguridad a la amistad. La traición. El arrepentimiento. La deserción. El campo de cadáveres que va dejando el uso del abuso. Las trincheras abandonadas que va dejando la indiferencia de la fuerza. Y siempre, la tentación del humor cruel. Mairaux a Genet: Que pensezvous vraiment de moi? Genet: Je ne vous aime assez pour vous le diré.
No son éstas lecciones inútiles. Los terrenos más yermos florecen para indicarnos que, en cuestiones de amistad, hay que darle cabida, en ocasiones, a la sabiduría del Eclesiastés y admitir que aun las heridas de un amigo pueden ser heridas fieles. Y que con el amigo podemos exponernos a decirle por qué no lo queremos. Al enemigo, en cambio, nunca se le debe dar esa satisfacción. Pero lo terrible de la pérdida de la amistad es el abandono de los días a los que ese amigo les dio sentido. Perder a un amigo se vuelve, entonces, literalmente, una pérdida de tiempo. Esperanzas excesivas, celos de los triunfos ajenos. Es tiempo de regresar a la amistad sabiendo que exige un cultivo cotidiano a fin de rendir sus frutos maravillosos. Establecer simpatías y gozar afinidades. Obsequiarnos serenidad unos a otros. Obligarnos a una disciplina jocunda para mantener la amistad. Descubrimiento con los amigos de las potencias del mundo y del deleite de compartir las horas. Reír con los amigos. Vivir la amistad como invitación permanente a aceptar y ser aceptados. Y reclamar internamente una posible perfección de la amistad al abrigo de todo atentado. Vivir la compañía de los amigos sin permitir ninguna ocasión de vergüenza al día siguiente, ni que se hable mal de los ausentes. Defender a la amistad contra celos, envidias, temores. Y estar de acuerdo en no estar de acuerdo —agree to disagree. Las diferencias deben aumentar la amistad y el respeto mutuos. El trato inteligente entre amigos no admite ambición, intolerancia o mezquindad. Amistad es modestia digna, es imaginación y es generosidad. Y a veces, por qué no, es todo lo contrario. Orgullo. Naturalidad pasiva. Avaricia del afecto.
Digo «naturalidad pasiva» y se me ocurre que siendo el diálogo una de las fiestas de la amistad, el silencio lo puede ser también. Es una enseñanza de mi amistad con Luis Buñuel. Al principio, pensé que sus lagunas en el curso de una conversación generalmente muy animada era una falla mía, un reproche de él. Llegué a saber que saber estar juntos sin decir nada era una forma superior de la amistad. Era respeto. Era reverencia. Era reflexión opuesta al mero parloteo. No somos, instantáneamente, pericos. Seremos, momentáneamente, filósofos... ¿No eran estoicos, ambos de Córdoba, Séneca y Manolete?
Esta experiencia de la amistad como silencio reflexivo y respetuoso me conduce a un filo inevitable en el que la frontera entre estar con mis amigos y estar solo separa nuestras vidas. Si la amistad es el nexo entre la vida en común y la vida del yo, éste tiene que reclamarle soledad a la amistad. Es natural: exigimos para nuestro ser la pasión, la inteligencia o el amor que reconocemos en la mirada del amigo. Las simpatías, los movimientos de acercamiento, tienen un límite: yo mismo. Regreso a mí, a mi desconsuelo pero también a mi propio poder. Recuerdo con nostalgia el amanecer de la infancia compartido con los amigos. ¡Qué difícil es mantenerlo de adultos! Repaso los momentos de las rupturas con dolor inevitable. Las horas no son las mismas. Los caminos se han desviado. Pero no puedo evitar la limosna que el propio yo le exige, al cabo, a la fortuna de la amistad. Pues, ¿no sabíamos ya, secretamente, desde el principio, que un día sentiríamos ante el amigo la necesidad de renovar la vida? ¿No sabíamos desde siempre que con íntimo desasosiego, casi con vergüenza, portamos una imperfección que no podemos revelar ni compartir con el amigo más entrañable?
Le entregamos entonces, paradójicamente, nuestra imperfección al mundo y nuestra vergüenza a la sociedad con la esperanza de que otra forma de amistad, la de pertenecer a la vida en común, nos redima. El artista, por definición, aprende muy pronto a soportar la soledad en nombre de la creación de la obra. Pero más ampliamente es la propia amistad lo que nos obliga no sólo a reconocer nuestros límites, sino a entender que los compartimos. Somos amigos en comunidad: nos necesitamos. Con razón decía Thoreau que tenía tres sillas en su casa. Una, para la soledad. Otra, para la amistad. Y la tercera, para la sociedad. Saber estar solo es la contrapartida indispensable y enriquecedora de saber estar con amigos.
La soledad no es la única contrapartida de la amistad. Lo es también la muerte. Así como recuerdo fielmente a mis más remotos amigos de la niñez, otorgo una memoria constante a esos viejos amigos ya partidos que fueron, además, mis maestros. Mi generación recuerda con verecundia latina a dos grandes maestros de nuestra juventud. El mexicano Alfonso Reyes y el español Manuel Pedroso. Dos sabios que además eran amigos. Su enseñanza intelectual era inseparable de su enseñanza cordial. No esperaban, como los falsos maestros, idolatría sin contradicción. Esperaban y solicitaban la reconquista de la propia juventud a cambio de nuestra propia conquista del saber y experiencia cordiales, de su vejez. Volvíamos a descubrir, con Reyes, pequeño y redondo, con Pedroso, alto y angular, que la amistad significa perdurar en la vejez —o en el tiempo. Que siempre falta descubrir más de lo que existe. Que la amistad se cosecha porque se cultiva. Que nadie hace amigos sin hacer enemigos, pero que ningún enemigo alcanzará jamás la altura de un amigo. Que la amistad es una forma de la discreción: no admite la maledicencia que maldice al que la dice, ni el chisme que todo lo convierte en basura. Amistad es confianza. (Es más vergonzoso desconfiar de los amigos que engañarlos, escribió La Rochefoucauld.) Que la amistad, para ser cercana, nos enseña el camino del respeto y de la distancia. Aunque la amistad autoriza a amar y detestar las mismas cosas.
Así, las épocas de la vida se van midiendo por los grados de afinidad íntima que mantenemos a lo largo de nuestras edades. Se olvidan amigos remotos en el tiempo. Se abandonan amigos de la juventud que no crecieron al mismo ritmo que nosotros. Se buscan amigos más jóvenes para adquirir el paso de una vitalidad que biológicamente se aleja. Buscamos a amigos de toda la vida y ya no tenemos nada que decirnos. Vemos la decadencia de viejos y queridos amigos a los que ya no reconocemos o que ya no nos reconocen. Pero cuando la edad aleja es sólo porque nos está esperando. Vuelven a brillar en el ocaso las luces de la primera juventud. En medio, quizás, de una bruma distante, recordamos las afinidades, descubrimos juntos cuanto existe, reconquistamos la juventud, volvemos a ser banda, cuatiza, chorcha, patocha, barra, gang. Volvemos a cosechar las pasiones y a subyugar las rebeliones. Y miramos con nostalgia las antiguas horas de la amistad, como si nunca hubieran sido...

sábado, 7 de abril de 2012

(“EL PINCEL DEL ASESINO”. Saint Hack.)


ASESINOS SERIALES

por Lidia Alegre y Erica Maidana

Su  sangre corre lentamente, deja un pequeño hilillo bermellón que lleva a un gran círculo color escarlata. Es joven y bella, a muerto con honor y sin sufrimiento, consciente de cual iba a ser su fin, su rostro no se ha visto perturbado ni por la lágrima ni por el miedo, en cierta manera me siento orgulloso de aquella joven que postrada a mis pies, desnuda y sobria camina con irrevocables pasos para no volver. Un preciso corte hecho por mi mano ha sesgado su vida. Los ojos verdes como el agua de un profunda mar aún están abiertos mirándome y quizá maldiciendo que gente como yo habitase la tierra. Siento un profundo gozo viendo aquella silueta recortada en el suelo y gozo aún más sabiendo que mi obra ha sido un trabajo perfecto. Ahora llega hasta mi ese cúmulo de sensaciones que hacen que me pueda olvidar de cualquier remordimiento, llega el éxtasis, comparable a lo que sienten los que el polvo les siega el cerebro penetrando poco a poco pero con fuerza. Siento que voy a morir ante tal gozo, siento que me tiembla todo el cuerpo, me siento Dios, todo el mundo está a mis pies, la luz se proyecta, y se refleja, la tiniebla se disipa, el cielo y el infierno se juntan en uno, Dios le da la mano a la Bestia y ésta ríe ante Dios. Estos son los momento que me hacen que mi vida se haga llevadera, momentos efímeros que merecen ser inmortalizados como obras de arte. Ni el más caro de los cuadros, ni el mejor de los libros, ni el más sublime acorde se puede comparar a la belleza del asesinato. La alevosía es la mejor de todas las drogas y el pintar a la muerte la mejor de todas lar recompensas.-”

(“EL PINCEL DEL ASESINO”. Saint Hack.)

sábado, 17 de marzo de 2012

CURIOSIDADES LITERARIAS: sabía que...

CURIOSIDADES LITERARIAS: sabía que...

Hace pocos días terminé de leer el libro: ESCRIBIR ES UN TIC del italiano Francesco Piccolo. Es un libro ágil, divertido para aquellos - como yo- que les gusta las curiosidades del cómo otros colegas inician el "ritual" de su escritura.
Existían algunas anécdotas que conocía, otras por supuesto: !no! Conocía de que mi escritor de culto Marcel Proust escribía en la cama por largas horas de madrugada. No conocía que su escritura la hacía con unas plumillas que reunía (15 plumillas) en su cama y así, si alguna caía al suelo, no tenía que levantarse para recogerla y seguir escribiendo.
El lector encontrará manías y obsesiones de los escritores y sus gustos del medio ambiente a la hora de iniciar su quehacer literario.


En su contratapa de este interesante libro se lee:

¿Por qué escriben los escritores? ¿Cómo se inicia la vocación? ¿Es realmente la escritura un oficio solitario? ¿Qué horas son las más propicias para buscar la inspiración? ¿Quién es el escritor que sigue el ritual más estrambótico para meterse en faena? ¿Escribir es reescribir? ¿Qué estímulos ayudan a desatar la imaginación?...
Este libro reúne jugosas anécdotas sobre los métodos y las manías de escritores de todos los tiempos y nacionalidades, de Balzac a Ken Follet, de Quevedo a Martin Amis, de Dickens a Michael Crichton, de Juan Ramón Jiménez a P.G. Wodehouse, de Thomas Mann a John Grisham, de Marcel Proust a Miguel Delibes, de T.S. Eliot a Umberto Eco, de Pérez Galdós a William Faulkner, de James Joyce a García Márquez, de Kafka a Antonio Tabucchi, de Mark Twain a Margarite Duras, de Charles Baudelaire a Truman Capote, de Georges Simenon a Mario Benedetti, de Gustave Flaubert a Banana Yoshimoto, de Leopardi a Kazuo Ishiguro, de Fernando Pessoa a Isabel Allende..."


La trastienda de los escritores: los métodos, los ritos, las manías, los trucos...

Archivo del blog

LOS PLACERES DE LA LITERATURA LATINA PIERRE GRIMAL FRAGMENTO

 CAPÍTULO I La primera poesía La literatura latina comenzó con la poesía, que debutó al mismo tiempo que la epopeya y el teatro. Hay múltipl...

Páginas