miércoles, 30 de diciembre de 2015

Paúl Benavides. ENLATADO CRÍTICO DE NARRATIVA 2015.


ENLATADO CRÍTICO DE NARRATIVA 2015
Por Paúl Benavides
En días pasados publicamos un comentario sobre el artículo de un crítico del suplemento Áncora (20/12), relacionado con la producción del 2015 en el género de poesía. En esta oportunidad, nos referimos a lo que Álvaro Rojas plantea en ese mismo espacio con el título de “Narrativa en Costa Rica este 2015: Mil y una historias”. Es importante discutir sus aseveraciones por cuanto intenta presentarse su comentario como un grupo de criterios de autoridad.
Un solo comentador seleccionado por Áncora se enfrenta a todas las novelas publicadas en el 2015, que no fueron pocas, y elige la “mejor”, en tan solo mil doscientas veintidós palabras.
Inicia el crítico seleccionado con noticias de reediciones de novelas y premios de algunos autores nacionales. Dice que la “novela costarricense pasa por un período de mucha actividad; algunos escritores costarricenses se asoman con sus textos a las páginas de grandes editoriales”. A todo esto le parece que falta un trabajo similar al realizado por Álvaro Quesada Soto con respecto a los últimos 25 o 30 años de “producción costarricense”. Entendemos su referencia y nos parece plausible. Hacen falta estudios totalizadores, profundos, como dice Rojas.
A su vez, describe que “este año, las novelas histórica, negra, psicológica y cierto tipo de novela experimental se mantienen como tendencias en nuestra narrativa; el número de editoriales ha crecido, las revistas literarias, principalmente digitales, también”. Todas estas noticias y menciones al estado narrativo es confirmable. Hasta el momento Rojas se mantiene en la descripción de hechos que es moneda común en el medio literario.
Sin embargo, notamos que en el párrafo cuarto de su discurso comete una sorpresiva disrupción, cuando afirma lo siguiente: “Todo ello favorece la discusión (presumimos que todo ello es la actividad literaria, etc.), la confrontación de ideas y la madurez para aceptar el ejercicio crítico, que es limitado en ambientes pueblerinos donde se escribe más para ganar premios y salir en los periódicos que por pasión literaria; me refiero a esos lugares donde resulta más importante el querer ser escritor que el acto de escribir, para seguir aquella famosa distinción que hizo William Faulkner. En síntesis, no puede haber crítica literaria donde los egos son más grandes que las obras”.
Nos interesa esta disrupción en el feliz registro de las noticias literarias del crítico. ¿Quiere decir que nos anuncia ad portas que el aceptar sus siguientes disquisiciones será un acto de madurez de nuestra parte? ¿De no aceptar su ejercicio crítico seremos acusados de inmaduros por cuanto este es “limitado en ambientes pueblerinos donde se escribe más para ganar premios”…? ¿Por qué se cura en salud Álvaro Rojas? ¿Cuál es su verdadero interés subyacente?
El crítico es contundente: “… no puede haber crítica literaria donde los egos son más grandes que las obras”. ¿Contra cuáles egos se dirige? ¿Contra los egos de los escritores cuyas obras no citará en el artículo? ¿No es un comentario lo que desarrolla sobre la narrativa del 2015? ¿Por qué se embarca en lucubraciones sociológicas sobre el medio cultural y sobre actitudes esperables? ¿Para qué carga su batería contra los “ambientes pueblerinos” donde la crítica sufre limitación? ¿Cómo no podría tener cualquier autor derecho a aspirar a un premio o a dirigirse contra una crítica específica? ¿No es que el crecimiento literario favorece “la discusión, la confrontación de ideas”? ¿No hay aquí de hecho una burda contradicción? Todos los autores tienen derecho a aspirar a premios, becas, oportunidades. Todos los autores deben tener su ego para defender lo que escribe. Si un crítico es amañado es necesario decirlo.
Hasta aquí Álvaro Rojas está satisfecho, en apariencia, con haber zanjado cualquier oposición por haber reducido posibles oposiciones, pues quienes lo hicieren ya sabemos que vienen de lugares donde los “egos son más grandes que las obras”, de “ambientes pueblerinos donde se escribe más para ganar premios y salir en los periódicos que por pasión literaria” (lo cual es opinión nada más basada en los mismos chismes de todas las épocas que se dan en los corrillos literarios de cualquier país y que situación inherente al mismo mundillo de los escritores).
Acto seguido, el crítico elige a la carta, luego de amonestar sacerdotalmente. Y esta otra disrupción es de antología: “Oscar Núñez Olivas, con su novela ʻLa guerra prometidaʼ, publicada por Alfaguara, trae nuevamente al terreno de la ficción la guerra contra los filibusteros de 1856. Mediante una estupenda novela histórica –a mi juicio a la mejor de este año–, reconstruye los escenarios…” Entendemos por fin el ambiente preparador hasta el momento, las disrupciones extrañas y las preceptivas personales para aceptar el “ejercicio crítico”. Con esta apresurada selección del libro del año en novela, comprendemos los zigzagueos semánticos de Álvaro Rojas.
Sin embargo, nosotros nos preguntamos: ¿qué clase de metodología es esta para ejercer la crítica en un medio pueblerino donde hay egos más grandes que las obras y escritores que escriben para premios? ¿Se encuentra en un mejor nivel?
Las siguientes menciones de Álvaro Rojas utilizan las frases y palabras conocidas para elogiar obras de agrado personal: “estupenda”, “extraordinaria obra”, “atrevimiento narrativo”, “chispazos de fineza literaria”, una novela que fue noticia “porque la publicó Anagrama y porque él, su autor, tiene entre sus nacionalidades la nuestra” (suficiente motivo entonces para dejar claro su puesto en la lista).
No dejamos de mostrar algún asombro cuando Rojas se dirige a la novela negra en el país. “Este tipo de obra (escribe), que cuando se hace bien es fluida, irreverente, más de acción que de reflexión…” ¿Es exacto decir que la novela negra se construye con más acción? ¿No es más bien un género que nos pone a reflexionar sobre el pudridero que son nuestras sociedades?
Una nota de párrafos que parecen hilados a la fuerza es lo que nos ha parecido este comentario de Álvaro Rojas donde expresa varias ideas por aparte, como el ejercicio crítico, la producción literaria nacional y los pocos libros que cita de toda esta producción de un año. La falta de información de la que hace gala, las generalizaciones burdas sin estadísticas a mano, las reprimendas que lanza contra el mundillo literario y el ambiente pueblerino, y el recuento colegial de las obras seleccionadas, sin más análisis, nos preocupa.
Estamos de acuerdo con Rojas en que el “ejercicio crítico” debe tener un espacio, pero este debe ganarlo. No con notas enlatadas se logrará. De eso estamos seguros. Las notas enlatadas en este caso revelan que el comentario falló en la lectura de las obras publicadas en el 2015. Que no hizo más que un resumen de algunas novelas. Y que de algunas novelas, como la de Carlos Fonseca, solo sabe que deben ser referidas por su publicación en Anagrama, lo cual no revela ninguna madurez del crítico. Como no revela madurez, tampoco, su necesidad de que se respete el “ejercicio crítico”, solo para cubrirse la espalda, quizá porque no ha leído todas las novelas del año para convertirse en una autoridad de amplio criterio.
Finalmente, el crítico sigue curándose en salud: “No quisiera cerrar sin decir (aduce en el último párrafo de su nota), que los maestros recomiendan no realizar evaluaciones definitivas de obras tan cercanas…” A esto le podemos responder que ya la evaluación la sugirió al aceptar ser el seleccionador de las obras publicadas en el 2015. Si vio que era poco factible hacer tal tarea, debió haberse excusado, era lo más ético habiendo analizado sus criterios. Aquí entonces vemos que el crítico ya no recomienda la confrontación sino que, de súbito, como sacado de la manga, ya la evaluación no es recomendable. ¿Entonces para qué tanta alharaca acerca del ejercicio de la crítica? ¿Tira la piedra y esconde la mano? Cualquiera puede confirmar aquí un alto grado de dubitación del crítico, de temblor por firmar una nota que no le cuajó y que ha aceptado escribir de manera torpe y despreocupada.
Por último, dice que “como pasa con cualquier novela, es prudente esperar lo que les ocurra al enfrentar la prueba del tiempo, los juicios que sobre ellas emitan los críticos, los lectores y las academias”. El cambio de enfoque del artículo nos hace perdernos cada vez más. Ahora debemos dejarlo todo al tiempo. El tiempo y otros juicios, incluso juicios de lectores y academias.
¿Se pueden conjugar todos estos argumentos y encontrarles un hilo conductor? No, porque no los tienen. Álvaro Rojas solo nos confunde y nos extravía en sus deliberaciones. Es tan vacilante que no puede dejar nada claro, salvo que ahora ya él no es el crítico, pues todo lo deja al tiempo.
“Por ahora podemos decir –termina diciendo– que mil y una historias se escriben en Costa Rica y que ya solo eso es una buena señal”. Sin embargo, esta afirmación tan feliz y coqueta tiene un acento condescendiente y epidérmico (como el resto del artículo). No sabemos qué puede ser eso de “mil y una historias” que se escriban en el país. Es una frase que podría ser feliz o irónica. Tampoco podríamos comprender si las miles de historias son una buena señal. ¿Una buena señal de qué? ¿De la producción literaria que él mismo no es capaz de citar obligadamente en un comentario porque no la ha analizado toda, obviamente? ¿De la actividad de las editoriales? ¿De la lectura en sí misma? ¿De la discusión que pueda derivarse de la presencia de muchas novelas con diferentes temáticas? ¿A qué hace alusión el crítico?
No lo sabemos. Lo que sabemos es que Álvaro Rojas debió haberse abstenido de analizar el panorama narrativo del año (por lo menos en novelas, porque en cuento no hace ninguna alusión), porque obviamente no estaba a la altura de dicha tarea.

1 comentario:

  1. Bien dicho, Paul, quien quiere ser crítico que se prepare y ejerza su función con inteligencia y responsabilidad.

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