miércoles, 31 de octubre de 2012

FERNÁNDEZ DE LIZARDI. EL PERIQUILLO SARNIENTO.

INTELIGENCIA Y FINO SARCASMO EN DEFENSA DEL PERIQUILLO SARNIENTO.

No deseo hablar de la obra de este gran autor mexicano, sino por el contrario, deseo señalar la bella, bellísima pluma con la que Fernández de Lizarde, hace gala en defensa de su obra: "El periquillo sarniento".
Es cuestión de temperamento, quizá por tener mi persona un temperamento beligerante, encuentro los comentarios de Fernández de Lizarde toda una pieza literaria, de todos modos, ustedes lectores tienen la última palabra.

De esta obra se ha comentado:
De ellas, El Periquillo Sarniento es sin duda la mejor y más famosa. Pintura satírica y colorida de las postrimerías del virreinato, está inspirada en la picaresca española y cuenta la vida de un truhán de buen corazón que sirve a varios amos y tiene diversas aventuras. Es una obra de carácter edificante, a través de la cual el autor busca combatir vicios, criticar la hipocresía de la sociedad y ridiculizar los malos hábitos. A pesar de su trasfondo moralizante, la novela alcanza un indudable valor literario gracias a sus elementos costumbristas, a su humor y a la vivacidad de muchos de sus episodios.http://www.biografiasyvidas.com/biografia/f/fernandez_de_lizardi.htm

Transcribo primeras páginas del PERIQUILLO SARNIENTO y su defensa.

El Periquillo Sarniento
José Joaquín Fernández de Lizardi


Ficha Editorial

Autor/a:
Fernández de Lizardi, José Joaquín (1776-1827)
Título:
El Periquillo Sarniento. Tomo I,
El Periquillo Sarniento. Tomo II,
El Periquillo Sarniento. Tomo III,
El Periquillo Sarniento. Tomo IV,
por El Pensador Mexicano; corregida, ilustrada con notas, y adornada con sesenta láminas finas
Publicación:  Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2001
Nota: Edición digital basada en la 4ª ed. de México, Librería de Galván, 1842.
Portal:  Novela hispanoamericana del siglo XIX (Fondo Benito Varela Jácome)
Materias:
CDU 821.134.2(72)-3. Narrativa mexicana.
Encabezamiento de materia
Novela mexicana - Siglo 19º
CDU: 821.134.2(72)-31"18"




Reedición digital sin láminas,
en un solo archivo y con reubicación de notas a
pie de página por Cx.
 Tomo I

Índice

 El Periquillo Sarniento
 Tomo I
o Ligeros apuntes para la biografía del Pensador Mexicano
o Apología del Periquillo Sarniento
 Artículo inserto en los números 487, y 488 de 12 y 15 de febrero de 1819 del Noticioso general
o Advertencia precisa
o Prólogo, dedicatoria y advertencias a los lectores
o El prólogo de Periquillo Sarniento
o Advertencias generales a los lectores
o Vida y hechos de Periquillo Sarniento
 Escrita por él para sus hijos
 Capítulo I
 Comienza Periquillo escribiendo el motivo que tuvo para dejar a sus hijos estos cuadernos, y da razón de sus padres, patria, nacimiento y demás ocurrencias de su infancia
 Capítulo II
 En el que Periquillo da razón de su ingreso a la escuela, los progresos que hizo en ella, y otras particularidades que sabrá el que las leyere, las oyere leer, o las preguntare
 Capítulo III
 En el que Periquillo describe su tercera escuela, y la disputa de sus padres sobre ponerlo a oficio
 Capítulo IV
 En el que Periquillo da razón en qué paró la conversación de sus padres, y del resultado que tuvo, y fue que lo pusieron a estudiar, y los progresos que hizo
 Capítulo V
 Escribe Periquillo su entrada al curso de artes, lo que aprendió, su acto general, su grado, y otras curiosidades que sabrá el que las quisiere saber
 Capítulo VI
 En el que nuestro bachiller da razón de lo que le pasó en la hacienda, que es algo curioso y entretenido
 Capítulo VII
 Prosigue nuestro autor contando los sucesos que le pasaron en la hacienda
 Capítulo VIII
 En el que escribe Periquillo algunas aventuras que le pasaron en la hacienda y la vuelta a su casa
 Capítulo IX
 Llega Periquillo a su casa y tiene una larga conversación con su padre sobre materias curiosas e interesantes
 Capítulo X
 Concluye el padre de Periquillo su instrucción. Resuelve éste estudiar teología. La abandona. Quiere su padre ponerlo a oficio; él se resiste, y se refieren otras cosillas
 Capítulo XI
 Toma Periquillo el hábito de religioso, y se arrepiente en el mismo día. Cuéntanse algunos intermedios relativos a esto
 Capítulo XII
 Trátase sobre los malos y los buenos consejos; muerte del padre de Periquillo, y salida de éste del convento
 Capítulo XIII
 Trata Periquillo de quitarse el luto, y se discute sobre los abusos de los funerales, pésames, entierros, lutos, etc.
 Capítulo XIV
Critica Periquillo los bailes, y hace una larga y útil digresión hablando de la mala educación que dan muchos padres a sus hijos, y de los malos hijos que apesadumbran a sus padres
  [I]

[II]
...Nadie crea que es suyo el retrato, sino que hay muchos diablos que se parecen unos a otros. El que se hallare tiznado, procure lavarse, que esto le importa más que hacer crítica y examen de mi pensamiento, de mi locución, de mi idea, o de los demás defectos de la obra.
TORRES VILLARROEL en su prólogo de la Barca de Aqueronte. [II


 Ligeros apuntes para la biografía del Pensador Mexicano
Don José Joaquín Fernández de Lizardi es uno de los hombres cuyo saber y escritos hubieran sido el lustre de su patria, si hubiera correspondido a la claridad y prontitud de su talento y a su extraordinaria facilidad de escribir su educación literaria; pero desgraciadamente para su país fue abandonado a sí mismo en los primeros años de su juventud, más que por indolencia, por las escasas facultades de su padre que no le permitieron proporcionarle los mejores maestros, ni ejercer sobre sus ocupaciones y estudios aquella incansable vigilancia que es necesaria a los niños y a los jóvenes, hasta vencer las escabrosidades, aridez y fastidiosa monotonía de la instrucción primaria. Así es que, a pesar de que ya más entrado en edad se dio con suma aplicación [IV] a la lectura de libros buenos y malos indistintamente, no pudo adquirir aquella instrucción sólida que dan los estudios bien cimentados, seguidos con orden y distribuidos con arreglo, y forma el juicio recto y seguro que caracteriza las producciones de los sabios, resintiéndose de esta falta todos sus escritos, y de otra no menos importante cual es la de corrección y lima de lo que escribía, a la que nunca pudo sujetarse, según él mismo confiesa al fin del último capítulo del Periquillo, cuyas palabras dan bien a conocer su carácter. Yo mismo (dice) me avergüenzo de ver impresos errores que no advertí al tiempo de escribirlos. La facilidad con que escribo no prueba acierto. Escribo mil veces en medio de la distracción de mi familia y de mis amigos; pero esto no justifica mis errores, pues debía escribir con sosiego, y sujetar mis escritos a la lima, o no escribir, siguiendo el ejemplo de Virgilio o el consejo de Horacio; pero después que he escrito de este modo, y después de que conozco por mi natural inclinación que no tengo paciencia para leer mucho, para escribir, borrar, enmendar, ni consultar despacio mis escritos, confieso que no hago como debo, y creo firmemente que me disculparán los sabios, atribuyendo a calor de mi fantasía la precipitación culpable de mi pluma.
Pero no tratándose en estos apuntes de hacer un juicio crítico de sus obras, nos contraeremos únicamente a los límites que nos propusimos.

Nació nuestro escritor en esta capital el año de 1771 y se bautizó en la parroquia de San Miguel.
Su padre, de familia pobre pero honrada, ejercía la medicina y no era sin duda de los facultativos más acreditados, cuando tuvo que abandonar la ciudad y establecerse en [V] el pueblo de Tepozotlán de médico de aquel colegio por contrata.
Lo poco que ésta le rendía unido con el producto de sus curaciones en el pueblo y sus contornos, bastaba para la sustentación de su familia, sin carecer de nada de lo preciso; pero sin quedarle sobrantes para emplear en lo superfluo, viviendo en una moderada medianía.
Por esto, y por no haber en el pueblo establecimientos regulares de educación, no pudo darla a su hijo tan esmerada como lo exigía su talento, que desde muy temprano comenzó a despuntar, dando indicios ciertos de que, cultivado, produciría a su tiempo abundantes y sazonados frutos.
A los seis años de edad fue a la escuela, y apenas supo leer y escribir cuando vino a esta capital a la casa del maestro Enríquez, preceptor en ese tiempo de latinidad, en la que lejos de su padre y como abandonado a sí mismo, los adelantos que pudo adquirir fueron debidos a su talento natural, más bien que al empeño del maestro que dividía la atención entre todos sus discípulos, esmerándose con aquellos cuyos padres, viviendo en México, no los dejaban de la mano.
Concluida la gramática latina, pasó al colegio de San Ildefonso a estudiar filosofía, siendo uno de los concurrentes al curso de artes que abrió el doctor don Manuel Sánchez y Gómez, entre cuyos discípulos no fue de los más adelantados, pues no obtuvo los primeros lugares, ni mereció las mejores calificaciones, faltándole de este modo los cimientos para levantar después el edificio de una sólida instrucción, cuya falta no pudo reponer cuando en épocas posteriores se dedicó a la lectura con asidua aplicación.
A los diez y seis años de edad, concluidos los cursos de [VI] filosofía, recibió en esta universidad el grado de bachiller, y un año después estuvo cursando Teología.
Desde ese tiempo hasta principios de este siglo nada se sabe con certeza de sus ocupaciones ni estudios, y ni aun del lugar fijo de su residencia, aunque frecuentemente y en distintas épocas lo vieron algunos amigos y conocidos suyos en Tepozotlán.
A los esfuerzos y constante empeño del ilustrado ministro don Jacobo de Villaurrutia debió México el establecimiento del único periódico que publicaba las pequeñas producciones literarias que se le remitían, comenzando a formar el gusto y excitando a los aficionados al estudio de las bellas letras. En las dos pequeñas hojas en 4.º de que se componía el Diario de México, se vieron muchas poesías graciosas y artículos bien escritos sobre distintas materias, criticándose en algunos con juicio y sales picantes los vicios de los literatos y de las demás clases de individuos de la sociedad.
Esta publicación, adecuada al gusto de los mexicanos, y más la multitud de folletos en prosa y verso que se imprimieron desde el año de 1808 con motivo de la coronación de Fernando VII y de la invasión de los franceses en España, en que se hizo punto de honor y como de moda regalar cada día a Napoleón con algún requiebro, aunque había la certeza de que tales finezas no habían de llegar jamás a su noticia, aficionó a los mexicanos a los negocios políticos y a publicar sus producciones por la prensa.
Entre ellos don Joaquín Fernández Lizardi se dedicó a escribir, y aunque no nos consta que fuese autor de algunos de los folletos indicados, lo creemos sin temor de equivocarnos; [VII] pero hasta el año de 1810 no se dio a conocer, publicándose entonces sus Letrillas satíricas, que tenía sin duda escritas desde antes.
Siguió entonces la prensa de México publicando periódicos e infinidad de papeles sueltos contra los insurgentes, llamándose así a los primeros caudillos de nuestra independencia y a cuantos siguieron sus banderas. Como la imprenta no estaba libre, y entonces se vigilaba más que nunca la conducta de los americanos, que diariamente presenciaban horrorizados ejecuciones sangrientas, ya se deja entender qué clase de escritores serían los que se presentaban en la palestra y cuáles sus dignas producciones. Mariquita y Juan soldado, La chichihua y el sargento y otros títulos por este estilo anunciaban mil insulsos diálogos en prosa y verso en que se defendía la justicia del gobierno español en la persecución de los excomulgados insurgentes.
Ignoramos si en esta época dio al público nuestro autor algún escrito; pero si lo hizo, no fue ciertamente a favor de la dominación española, porque si en alguna cosa tuvo siempre constancia, fue sin duda en promover de cuantos modos estuvieron a su alcance la libertad de su patria.
El doctor Mora en su obra titulada México y sus revoluciones asienta que Fernández Lizardi, conocido con el nombre de Pensador Mexicano, fue jefe de una partida de insurgentes; pero en esto hay sin duda equivocación, porque a ser cierto, y habiendo caído en manos del gobierno español, o lo hubiera mandado pasar por las armas, o después de una larga prisión lo habría confinado a Manila o a las Islas Marianas, o cuando menos lo hubiera indultado; pero el año de 1812 estaba en libertad y expedito para publicar, como lo hizo, los primeros números de su Pensador [VIII] Mexicano, obra que consta de 3 tomos en 4.º y que le dio el nombre por el que fue conocido desde entonces.
Lo que hay de cierto es que a la entrada del señor Morelos en el Real de Tasco era allí el Pensador teniente de justicia, y puso en manos del general independiente todas las armas, pólvora y municiones que pudo encontrar, por lo que fue conducido en clase de preso a México por el sargento mayor de las tropas del rey don Nicolás Cosio; mas persuadiendo al gobierno de que lo había hecho forzado y a más no poder, fue puesto inmediatamente en libertad.
En uno de los primeros números de El Pensador Mexicano, dirigió al virrey don Francisco Javier Venegas una alocución a pretexto de felicitar sus días, pidiendo en ella con calor que revocase el bando publicado en esta capital el 25 de junio del mismo año de 1812, que desaforaba a los eclesiásticos que tomasen partido con los insurgentes y hasta a los que anduviesen con ellos en clase de capellanes. El resultado de este escrito fue ponerlo preso desde luego, suprimirse la libertad de imprenta de que se gozaba por la Constitución española, y perseguirse a los escritores que, publicando con franqueza sus ideas, combatían los abusos de la administración y fomentaban indirectamente la causa de los independientes.
Al cabo de siete meses fue puesto en libertad, y en todo el año de 1813 dio a luz varios escritos, relativos los más a la peste horrorosa que afligía por ese tiempo a México y formarán un tomo en 4.º
En los años siguientes de 1814, 15 y 16 publicó otra multitud de papeles sueltos en prosa y verso, entre los que se hallan los titulados Alacena de frioleras que unidos a los que dio después hacen siete tomos en 4.º [IX]
El doctor Beristain en su Biblioteca hispano-americana septentrional   en vista de los escritos de que hemos hecho mención dice: «Lizardi (don José Joaquín Fernández), natural de la N. E. Ingenio original, que si hubiese añadido a su aplicación más conocimiento del mundo y de los hombres y mejor elección de libros, podría merecer, si no el nombre de Quevedo americano, a lo menos el de Torres Villaroel mexicano. Ha escrito varios discursos morales, satíricos, misceláneos con los títulos de Pensador Mexicano y de Alacena de frioleras; y tiene entre los dedos la vida de Periquito Sarniento, que según lo que he visto de ella, tiene semejanza con la del Guzmán de Alfarache.»
Para el año de 1816 publicó un calendario en 8.º con sus pronósticos en verso.
En 1817 un tomo en 8.º de fábulas en verso.
En este tiempo había ya dado a luz tres tomos del Periquillo Sarniento y se le había negado la licencia para imprimir el cuarto por el virrey don Juan Ruiz de Apodaca, conde del Venadito. Estaba escribiendo también La Quijotita que se imprimió después en cuatro tomos en 8.º
En 1819 publicó dos tomos en 4.º que intituló Ratos entretenidos, y de ellos se hizo después otra edición en 8.º
Restablecida la constitución española en 1820, escribió y publicó a sus anchuras multitud de folletos, habiendo estado preso algunos días por un diálogo entre Chamorro y Dominiquín.
Dio también a luz periódicamente el Conductor eléctrico [X] sobre varias materias, pero principalmente sobre política, el que continuó después de hecha la independencia, tiempo en que comenzó a imprimir las Conversaciones del payo y el sacristán, que componen 2 tomos en 4.º
Las conversaciones 6.ª, 20.ª y 22.ª fueron censuradas agriamente por los doctores Grageda y Lerdo, y contestó el Pensador en un impreso titulado Observaciones a las censuras de los doctores Lerdo y Grageda etc.
El doctor Lerdo publicó después un cuaderno en 4.º impugnando los referidos escritos; pero el Pensador abandonó el campo, asegurando que sólo prescindía de la contienda por falta de fondos para pagar las impresiones.
Más ruidoso había sido el otro negocio suscitado por el impreso titulado: Defensa de los frac-masones, pues fue fijado públicamente en las iglesias como excomulgado por haber incurrido en las censuras fulminadas contra los francmasones y sus fautores.
Entabló ante la audiencia territorial un recurso de fuerza por la que decía que le hizo la autoridad eclesiástica en este asunto; y fijó unos rotulones en las esquinas desafiando a los doctores de la universidad de México para sustentar un acto en que defendería estas dos proposiciones.
1.ª «La censura es injusta por no haber recaído sobre delito.»
2.ª «Es ilegal por haberse traspasado en su fulminación los trámites prescritos por la Iglesia.»
La defensa de los francmasones había sido publicada en 1822; pero a fines de 1823 en un escrito presentado ante la autoridad eclesiástica, renunció y desistió del recurso de fuerza y pidió la absolución, la que se le concedió en decreto [XI] de 29 de diciembre del mismo año de 1823, y estos documentos se imprimieron para darles publicidad en el número 269 del periódico titulado Águila Mexicana, de 8 de enero de 1824.
Los impresos que dio en pliegos extendidos con distintos títulos y sobre diferentes materias formarán un tomo en folio de buen grueso.
La multitud y variedad de escritos en los quince años corridos desde 1812 hasta junio de 1827 en que murió, manifiestan la feracidad de su ingenio, que si al principio se hubiera cultivado, como correspondía, habría producido obras brillantes que dieran hoy honor a su patria.
Sus escritos, como es natural, tuvieron aficionados y enemigos; pero como de hojas sueltas y de asuntos pasajeros, tanto ellos como sus impugnaciones dentro de algunos años quedarán para siempre sepultados en el lago insaciable del olvido.
Distinta suerte aguarda al Periquillo Sarniento, que por pintarse en él las costumbres de una de las clases de la sociedad mexicana, porque ésta lee la obra con empeño y con su lectura se ha ilustrado y se ha hecho mejor, y porque así logró el Pensador los fines que en ella se propuso, vivirá más largo tiempo en la memoria de los hombres, y ¿quién sabe, si al través de los años no adquirirá mayor y crédito que el que disfruta en el día?
Contra ella se han dicho muchas cosas; pero las principales [XII] las recopiló y publicó en un artículo del Noticioso general, don Manuel Teran.
El mismo Pensador le dio la contestación siguiente que forma la
 Apología del Periquillo Sarniento
Artículo inserto en los números 487, y 488 de 12 y 15 de febrero de 1819 del Noticioso general
Señor editor: He leído en el Noticioso del lunes 1.º del presente una impugnación a mi Periquillo, muy cáustica y descortés, escrita con resabios de crítica por don M. T. , o sea por Uno de tantos, cuyo talento no alcanza para otra cosa que para roer los escritos ajenos como los ratones de la fábula 30 de Iriarte.
Ya me es indispensable contestar no tanto por mi propia satisfacción, cuanto por defender mi obrita de los defectos de que le acusa este señor; pero protesto la fuerza con que tomo la pluma para ejercitarla en una contestación pueril y odiosa, lo que no hiciera a no haber sido provocado por dos veces no habiendo bastado mi prudencia en la primera, para que en la segunda no se me insultara hasta lo sumo. Querría sin embargo escribir con más moderación; pero el señor Uno no la conoce; y así, vim vi repellere licet. La fuerza con la fuerza [XIII] se debe rechazar, porque no tiene otro escudo, y seguramente
    Bien hace quien su crítica modera,      
   pero usarla conviene más severa      
   contra censura injusta y ofensiva ,      
   cuando no hables con sincero denuedo,      
   poca razón arguye o mucho miedo.      
Basta de exordio y vamos al asunto, aventando la paja en que abunda la tal impugnación, y dirigiéndonos a lo que parece grano.
Lleno el señor Ranet   de la satisfacción más orgullosa y en tono de maestro decida del mérito de mi obra en estos términos. Al Pensador mexicano lo conocemos como al autor de una obra disparatada, extravagante y de pésimo gusto; de un romance o fábula escrita con feo modo, bajo un plan mal inventado, estrecho en sí mismo y más por el modo con que es tratado... ¿Qué tal se explica este caballero? Más parece que trata de insultar al autor que de descreditar la obra, aunque hace uno y otro bellamente.
¿Pero por qué le ha parecido mi obrita tan insufrible? Ya lo dice sin que se le pregunte: porque (son sus palabras) comenzamos la relación y nos vamos hallando con sucesos vulgares, fatales siempre al interés, pues si en los libros encontramos las peores gentes de la sociedad   obrando ordinariamente y según los vemos, hablando según los oímos, nuestra curiosidad no se excita, y dejamos de sentir el atractivo que en el arte se llama interés.
Toda esta jerigonza quiere decir: que para que la acción [XIV] interese en la fábula, es necesario que no se vea en ella nada común ni vulgar. Todo debe ser grande, raro, maravilloso. Orfeo debe entrar en los infiernos en pos de Eurídice, Teseo ha de matar a los formidables gigantes Pityocampto y Periphetes, y Dédalo ha de volar seguro por los aires con unas alas de cera. Además los hombres grandes han de hablar como los dioses, y los plebeyos deben usar el idioma de los reyes y poderosos. Así lo quiere el señor Ranet, y es menester darle gusto.
Mas yo, con su licencia, tomo el Quijote de Cervantes, la obra maestra en clase de romances, y no veo en su acción nada raro, nada extraordinario, nada prodigioso. Todos los sucesos son demasiado vulgares y comunes, tales como pudieran acontecer a un loco de las circunstancias de don Alonso Quijada. Al mismo tiempo advierto que cada uno de los personajes de la fábula habla como los de su clase, esto es, vulgar y comúnmente. Hasta hoy estaba yo entendido en que una de las gracias de este género de composición era corregir las costumbres ridiculizándolas y pintándolas al natural, según el país donde se escribe; pero el señor Ranet me acaba de sacar de este grosero error, pues encontrando a las... gentes en los libros obrando como los vemos y hablando como los oímos, nuestra curiosidad no se excita, y dejamos de sentir el interés.
Éste acaba de desaparecer (sigue el crítico) para las gentes de buen gusto, si además de encontrarse con acaecimientos los más comunes, se les ve sucios, violentos y degradados. Para fundar esta aserción, se asquea mucho de la aventura de los jarritos de orines que vaciaron los presos en la cárcel sobre el triste Periquillo, y del robo que hizo a un cadáver. ¡Feliz hallazgo y pruebas concluyentes del ningún mérito de la obra! Pero si estas acciones son sucias y degradadas en ella, ¿en qué clase colocaremos la recíproca vomitada que se dieron don Quijote y Sancho cuando aquél se bebió el precioso licor de Fierabrás? [XV] ¿Y cómo se llamará la limpísima diligencia que hizo Sancho de zurrarse junto a su amo por el miedo que le infundieron los batanes? A la verdad que el señor Ranet es demasiado limpio y escrupuloso.
Por lo dicho conocerá el lector lo sólido y juicioso de esta crítica, y que me sería fácil refutar uno por uno los descuidos en que abunda, si no temiera hacer demasiado larga esta contestación. Sin embargo, desvaneceré algunos de los más groseros y con la posible brevedad.
Nota como un defecto imperdonable las digresiones de Periquillo, y dice que no da un paso sin que moralice y empalague con una cuaresma de sermones. Digo a esto que si los sermones y moralidades son útiles y vienen al caso, no son despreciables, ni la obra pierde nada de su mérito. Don Quijote también moralizaba y predicaba a cada paso, y tanto que su criado le decía que podía coger un púlpito en las manos y andar por esos mundos predicando lindezas.
Hablando del estilo dice: que yo soy el primero que he novelado en el estilo de la canalla. Ahora bien, en mi novela se hallan de interlocutores colegiales, monjas, frailes, clérigos, curas, licenciados, escribanos, médicos, coroneles, comerciantes, subdelegados, marqueses, etc. Yo he hablado en el estilo de esta clase de personas, ¿y así dice el señor Ranet que novelé en el estilo de la canalla? Luego estos individuos en su concepto son canalla. Sin duda le deben dar las gracias por el alto honor que les dispensa.
Pero para que se vea cómo nos estrellamos entre las contradicciones más absurdas cuando dirige nuestra pluma no el amor de la verdad, sino el impulso de una ciega pasión, atiéndase.
En vano buscamos en Periquillo (dice este buen hombre) una variedad de locución que nace en los romances de la diversidad de caracteres, tan uniforme como en su acción el chorrillo [XVI] de alcantarilla, propio para arrullarnos, se suelta desde el prólogo, dedicatoria y advertencia a los lectores hasta la última página del tomo tercero. ¿Ya se ve esto? Pues sin pérdida de momento, y sin que haya ni una letra de por medio, continúa diciendo: Desde una sencillez muy mediana pasa su estilo a la bajeza y con harta frecuencia a la grosería del de la taberna. ¿Se dará contradicción más torpe y manifiesta? Acabar de decir que mi estilo en la obra es tan uniforme, tan igual como el sonido del chorro de la alcantarilla, y luego hallarlo sencillo, bajo y grosero. ¿Cómo será una cosa igual en todo y de tres modos distinta? Quédese la inteligencia de este enigma al juicio de los lectores, para que éstos formen el que merezca la crítica de mi antagonista.
En otra parte dice: verisímilmente se ha reducido al trato de gente soez y un tanto mediana. ¿Conque los sacerdotes, los religiosos, oficiales, militares, médicos y demás que hacen papel en mi obrita, para este rigidísimo censor nada valen, y cuando más, y haciéndoles mucho favor los considera como gente un tanto mediana? ¡Caramba y cómo se empeña en honrarlos!
Dice también que los vicios de las gentes distinguidas son menos groseros, sus defectos menos chocantes, porque están encubiertos con la civilidad y política, y de esta suerte es más trabajoso apropiarles un papel ridículo. ¡Qué dos mentiras!, y perdone la claridad.
Una de ellas es que sean menos groseros y chocantes los defectos y vicios de las gentes distinguidas. Cuando los tienen chocan más y se hacen más vergonzosos. Tal vez disculpamos los vicios de la gente plebeya, considerando sus ningunos principios y grosera educación. En la gente distinguida no encontramos esta disculpa, de consiguiente nos son más chocantes sus defectos. La brillantez con que nacieron, la fortuna que logran y el empleo que obtienen, sólo sirve de hacerlos más visibles. No puede una ciudad estar escondida sobre un [XVII] monte, ni pueden los vicios encubrirse en una persona altamente colocada. El adulterio de David, la prostitución de Salomón, el sacrilegio de Baltazar, la soberbia de Nabuco, etc., etc., no habrían escandalizado tanto si hubieran sido cometidos por unos plebeyos oscuros; pero fueron reyes los delincuentes y esto bastó para que fuesen estos delitos fatales a sus pueblos y su noticia llegara hasta nosotros.
Si el señor Ranet quiso decir que los vicios de las personas distinguidas y generalmente de los ricos se disimulan, se callan y aun se aplauden, eso ya lo sabemos, y hasta los niños de la escuela cantan que
    Cuando el rico se emborracha      
   y el pobre en su compañía,      
   la del pobre es borrachera,      
   la del rico es alegría.      
Mas este aplauso, este disimulo de los vicios del rico sólo cabe entre sus viles aduladores y corrompidos mercenarios; los hombres de bien siempre los conocen, jamás los alaban ni dejan de ver sus defectos con repugnancia.
Al mismo tiempo es mucho más fácil ridiculizarlos. Su misma elevación presta el motivo. A mí se me haría más notable y me causaría más risa ver que un conde cogía el tenedor como rejón para ensartar la pieza, que si viera comer a un indio con todos los cinco dedos. Ambos faltarían en este caso a la urbanidad; pero en el conde sería más chocante la grosería y por lo mismo más ridícula.
Dice también el señor Ranet (hablando de mí): los grandes señores lo ofuscan, o no tiene el valor o el talento de rasgar sus exterioridades para sacar sus extravagancias. Aquí es menester poner... y decirle claro que no lo entiende. ¿Pues qué quería este señor que Periquillo ponga en ridículo el retrato de un embajador, de un príncipe, de un cardenal, de un soberano? [XVIII] ¿Cómo había de ser eso si en este reino no hay esta clase de señores? Está muy bien dirá; pero a lo menos se podían haber sacado las extravagancias de un obispo, de un obispo, de un oidor, de un prebendado, de un gobernador, etc... Muchas gracias le daría yo por el consejo; aunque no me determinaría a tomarlo.
Lo que más incomoda a este señor es que el arte que gobierna toda la obra, es el de bosquejar (según dice) cuadros asquerosos, escenas bajas... y que verisímilmente me he reducido al trato de gente soez. ¡Válgate Dios por inocencia! ¿Que no advertirá este censor que cuando así se hace, es necesario, natural, conforme al plan de la obra y con arreglo a la situación del héroe? Un joven libertino, holgazán y perdulario, ¿con qué gentes tratará comúnmente, y en qué lugares lo acontecerán sus aventuras? ¿Sería propio y oportuno introducirlo en tertulia con los padres fernandinos, ponerlo en oración en las santas escuelas, o andando el Via Crucis en el convento de San Francisco?
Pero además de que no siempre se presenta en escenas bajas, ni siempre trata con gente soez, cuando se ve en estos casos es naturalmente, y por lo mismo éste no es defecto, sino requisito necesario según el fin que se propuso el autor. Hasta hoy nadie ha motejado que Cervantes introdujera a su héroe tratando con mesoneros y rameras, con cabreros y perillanes, ni han criticado al verlo riñendo con un cochero, burlado de unos sirvientes inferiores, apedreado por pastores y galeotes, apaleado por los yangüeses, etc. Era natural que a un loco acontecieran estos desaguisados entre esa gente, así como a un joven perdido es natural que le acontezcan, entre la misma, iguales lances que a Periquillo . [XIX]
La objeción de que un hospital, un sepulcro, ni un calabozo se puedan presentar bajo un aspecto ridículo, es harto trivial. Los mismos lugares cierto que no prestarán motivos de risa, pero sí se pueden poner en ellos los vicios bajo un aspecto ridículo, y si no se pueden poner ¿cómo yo los he puesto? Del acto a la potencia vale el argumento, y esto lo saben los muchachos. ¿Habrá quien no se ría al oír las aventuras de Periquillo en su prisión, en el hospital y cuando el robo del cadáver? ¿Falta en estos lugares la sátira contra el vicio y la moralidad necesaria como fruto de las mismas desgracias del héroe? ¿Son más espantosos los presos, los enfermos, y los cadáveres que los demonios y los espectros? Pues con éstos tuvo que hacer el ingenioso Villarroel para moralizar y divertir a sus lectores.
Más satisfecho que Arquímedes cuando halló la resolución del problema de la corona, lo parece a mi censor que me va a dar el último golpe y a hacer ver de una vez como mi obra es la peor del universo por confesión de mi misma boca. Acaba (dice de mí) acaba de abjurar todos los preceptos del arte como si fueran los dogmas del Alcorán... ¿Y por qué habla así? Porque yo en las advertencias preliminares de mi Quijotita digo que, tratando de conciliar mi interés particular con la utilidad común, atropello muchas veces   con las reglas del arte cuando me ocurre alguna idea que me parece conveniente ponerla de este o del otro modo. Esto sí que es insultar a las gentes, exclama el señor Ranet con su acostumbrado patriotismo, y sigue con el mismo espíritu lamentándose de que por mi culpa, por mi gravísima culpa, ¡ya perdimos hasta el uso del buen lenguaje! No hay tal cosa.
Yo no atropello con todas las reglas del arte, y sería un necio [XX] si presumiera de ello. Los que entienden el arte saben muy bien qué reglas traspaso, cuándo y con qué objeto. Suelo prescindir de aquellas reglas que me parecen embarazosas para llegar al fin que me propongo, que es la instrucción de los ignorantes  Por ejemplo: sé que una de las reglas es que la moralidad y la sátira vayan envueltas en la acción y no muy explicadas en la prosa; y yo falto a esta regla con frecuencia, porque estoy persuadido de que los lectores para quienes escribo necesitan ordinariamente que se les den las moralidades mascadas y aun remolidas, para que les tomen el sabor y las puedan pasar, si no saltan sobre ellas con más ligereza que un venado sobre las yerbas del campo. Aun hoy necesitan muchas gentes un comentario para entender el Quijote, el Gil Blas y otras muchas obras como éstas, en que sólo encuentran diversión.
Por otra parte, estoy seguro de que mi intención es buena, que los pobres ignorantes como yo, me lo agradecen y que los sabios dispensarán, acordándose con Horacio, de que hay defectos que es necesario perdonar, y otros en que incurren los escritores o por un descuido o por efecto de la miseria humana.
     Sunt delicta tamen, quibus ignovisse velimus.      
    Non ego pancis      
   offendar maculis, quae aut incuria fudit      
   aut humana parum cavit natura...      
   In Art. poet.      
Finalmente, la general aceptación con que mi Periquillo ha sido recibido en todo el reino, la calificación honrosa que le dispensaron los señores censores, los elogios privados que ha [XXI] recibido de muchas personas literatas , el aprecio con que en el día se ve, la ansia con que se busca, el excesivo precio a que las compran y la escasez que hay de ella, me hacen creer no sólo que no es mi obrita tan mala y disparatada como ha parecido al señor Ranet y al Tocayo de Clarita, sino que he cumplido hasta donde han alcanzado mis pobres talentos, con los deberes de escritor. Éstos son según Horacio enseñar al lector y entretenerlo.
   Omne tullit punctum, qui miscuit utile dulci      
   lectorem delectando, pariterque monendo.      
Y si es cierto lo que dice este poeta de que el libro que reúne en sí estas dos condiciones, da dinero a los libreros, pasa los mares y eterniza el nombre del autor:
     Hic meret aera liber sociis; hic et mare transit,      
   et longum noto scriptori prorrogat aevum.      
Yo he tenido la fortuna de ver en mi Periquillo las dos primeras señales. Los libreros han ganado dinero con él comprándolo con estimación y vendiéndolo con más, lo que están haciendo en el día . Ha navegado la obra para España, para la Habana y para Portugal con destino de imprimirse allí; me aseguran que los ingleses la han impreso en su idioma y que en México hay un ejemplar . Con que ya he visto en mi Periquillo algunas señas de buen libro, a pesar de la juiciosa [XXII] crítica del señor Ranet. Sobre si ha de durar mi nombre o no, no me he de calentar la cabeza. Famas póstumas son muy buenas; pero no se va con ellas a la tienda. No aspiro a la gloria de autor inmortal, porque sé que al fin me he de morir, ni me envanezco con ningunos aplausos.
   Non ego ventosae plebis suffragia venor.      
Todo esto es aire, y mi amor propio no es tanto que me haga creer que hay en mis pobres escritos un mérito verdadero y relevante. Ellos son mis hijos; no soy hipócrita ni me pesa de que los aprecien los demás; pero no por esto dejo de conocer que están llenos de defectos como hijos al fin de mis escasas luces. Lo que acabo de decir de Periquillo no es efecto de vanidad ni porque lo quiero remontar hasta las nubes; lo he dicho por defenderlo, como que soy su padre, de los testimonios y calumnias con que lo denigra el señor Ranet, y para que vea que si él y otros cuatro piensan así, el público ilustrado de todo el reino piensa de otra manera, y le hace más favor del que merece.
Dios le dé a usted paciencia con nosotros, señor Editor, que bastante la necesita. De usted afectísimo, etc. El Pensador mexicano, José Joaquín Fernández de Lizardi.
P. D.: Nos hemos desentendido de la crítica contra las estampas, y de los favores que nos hace el señor Ranet llamándonos necios, habladores, etc., porque todo esto entra en la paja que nos propusimos aventar desde el principio. [I] [II] [III]

lunes, 29 de octubre de 2012

FRANCISCO DE QUEVEDO Y VILLEGAS: SOBRE EL DESENCANTO DE LA VIDA.

Nota:
En una ocasión vi por televisión a Jorge Luis Borges hablando sobre los CLÁSICOS ESPAÑOLES (Góngora, Quevedo, Cervantes, y otros más...) y confesaba el argentino que, si hubiera conocido a Cervantes y a Quevedo, posiblemente, hubiese trabado una amistad con Cervantes  y no con Quevedo. Porque - decía Borges- ha Quevedo -y por su humor cáustico- las dificultades para una amistad se le hubieran presentado de inmediato, no así con Cervantes. 
Yo humildemente discrepo de Borges: Quevedo para mí hubiera sido el amigo entrañable y gruñón, el amigo de las tabernas, el amigo con el que se podría reflexionar sobre las miserias de la vida, el amigo sincero que nos habla sin tapujos de tus defectos . Cervantes, pienso, era un hombre con un fino humor pero, no con una visión tan pesimista de la existencia humana. De todas maneras, lo anterior es ficción y literatura.

Quevedo Villegas, Francisco de (1580-1645)
Nació en Madrid en el mes de septiembre de 1580. Su padre, hombre culto e inteligente, secretario de la princesa María de Austria, fallecería al poco tiempo.
Físicamente sufría una leve cojera por deformación de los pies y su exagerada miopía lo obligaba a llevar anteojos.
Estudia, con la alta sociedad de su tiempo, en el colegio Imperial de los jesuitas. Posteriormente ingresa a la universidad de Alcalá de Henares, donde conoce al duque de Osuna. En esta época se imprime su primer soneto, un elogio a Lucas Rodríguez, y aparecen sus primeras obras en prosa. Destaca por su viva inteligencia, aprendiendo diversas lenguas: griego, latín, árabe, hebreo, francés e italiano. Se le considera en su tiempo como el español que más idiomas extranjeros hablaba.
En los primeros años del siglo XVII pasa a estudiar a la universidad de Valladolid, coincidiendo con la salida de las prensas de la primera parte de Don Quijote de la Mancha de Cervantes.
Pedro Espinosa incluye en su antología `Flores de poetas ilustres` algunos poemas de juventud de Quevedo. Por esa época, el autor satírico que sería después, ha empezado a componer sus primeros escritos jocosos o burlescos.
Entre 1603 y 1608 escribe la que sería su obra cumbre `El buscón`. En la misma época traduce a Anacreonte y trabaja en dos colecciones de poemas.
Su amigo de colegio, el duque de Osuna, es nombrado virrey de Sicilia, y Quevedo parte con él al sur de Italia, como su consejero. A este alto funcionario le dedicará un relato: `El mundo por de dentro`. Al caer en desgracia el duque, Quevedo sufre las consecuencias políticas del cambio, siendo encarcelado en Uclés (Cuenca) y más tarde, aquejado de enfermedad grave, es llevado a su finca, la Torre de Juan Abad. Aprovecha para preparar en su confinamiento `Política de Dios y gobierno por Cristo`. Restablecida su salud y levantada la condena de privación de libertad vuelve a la actividad política.
En 1623 se desplaza a Andalucía en calidad de cronista en la expedición de defensa contra los ingleses.
Al morir Felipe III, Felipe IV asciende al trono de España y nombra al conde-duque de Olivares como una de las personas de más confianza de su Consejo. Francisco de Quevedo se apresura a dedicarle a este nuevo e importante funcionario su `Epístola satírica y censoria` con clara intención de ganarse su aprecio y volver a la actividad política bajo su protección.
Mientras tanto, vuelve a recluirse, esta vez voluntariamente, en su Torre de Juan Abad y aprovecha para dar a la imprenta textos escritos con anterioridad. En 1631 publica algunas de las obras burlescas de su juventud, bajo el título de `Juguetes de la niñez y travesuras del ingenio`.
Escribe un libelo satírico titulado `El chitón de las tarabillas` (en el que defiende la desastrosa política monetaria del conde-duque de Olivares), que le hace ganar el aprecio de Felipe IV que le nombra su secretario.
Coincidiendo con la grave crisis económica que desencadenó la política del conde-duque, cae en desgracia por segunda vez, debido a las intrigas de la Corte y en 1639 es detenido y encarcelado nuevamente, esta vez en el convento de San Marcos de León, donde pasa mil penurias durante cuatro años.
Dentro de su obra satírica se encuentran `La culta latiniparla`, `Epístola del caballero de la tenaza` y `Los sueños`. Estos últimos comprenden los siguientes relatos: `El sueño de las calaveras`, `El alguacil alguacilado`, `Las zahurdas de Plutón`, `El mundo por de dentro`, `Visita de los chistes` y `La hora de todos y la Fortuna con seso`.
Su contemporáneo Cervantes, nos legó una obra que, al crecer en prestigio y fama, ensombreció la persona del autor, en cambio con Quevedo ocurre exactamente lo contrario: su fuerte personalidad hizo que su obra se viera desdibujada, ante su propia leyenda.
Quevedo ha sido uno de los grandes genios de la literatura en habla castellana, Borges lo compara con Mallarmé y Joyce. Su capacidad para valerse del lenguaje es difícilmente superable.
La primera biografía que se escribe sobre Francisco de Quevedo es la de Pablo Antonio de Tarsia, en 1663, donde ya se resalta el carácter satírico de gran parte de su obra. Al decir de J.M. Blecua, su vida osciló entre una visión sarcástica o burlesca de la realidad, y una visión muy estoica y senequista de la existencia. Fue capaz de cultivar una poesía popular, a ratos chocarrera y tabernaria, satírica y burlesca, al mismo tiempo que escribía una poesía llena de belleza formal, o prosa culta y metafísica. Buena muestra de este segundo aspecto de su obra, serían `La cuna y la sepultura`, `La política de Dios` y muchos sonetos profundos y trascendentes.
Quevedo es el máximo representante de la corriente `conceptista`, frente al `culteranismo` de Góngora, que no se libró de algún poema satírico.
Pero lo que es verdaderamente interesante en Quevedo es su lenguaje casi moderno, utilizando vocablos, a diferencia de Cervantes, que no se han quedado obsoletos, que se continúan utilizando con toda su fuerza expresiva. Su lectura, por tanto, se hace fácil, y su estilo sorprendente por lo actual.
Valgan algunos ejemplos que hoy pueden ser oídos en cualquier patio de colegio, bar o parada de autobús: `mojones` (`el culo hace mojones`), `pendejos` (`población de pendejos`), `gorreros` (`gorreros, hospedándose más de lo que fuere razón en casa de los amigos`), `a escote` (`niño/ que concebistes a escote/ entre más de veinte y cinco`) y otros muchos que podríamos seguir citando. Igualmente se encuentran en su prosa vocablos que se mantienen en determinadas zonas de Andalucía y América, perfectamente actualizados, como `cabe` por zancadilla, `coima` por soborno, etc.
Quevedo era un hombre desengañado de muchas cosas, entre otras de las mujeres, a las que deseaba alegres, pero a ser posible `sordas y tartamudas`. Muchas veces se refiere a ellas de forma despectiva y a juzgar por su temática, más que frecuentar círculos familiares, conoció los ambientes prostibularios y marginales de su época, a los que llegaba atraído por el sexo pero dominado por su misoginia.
Fallece en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) en 1645.



Francisco de Quevedo
El Buscón (fragmento)

" -Quien no hurta en el mundo, no vive. ¿Por qué piensas que los alguaciles y jueces nos aborrecen tanto? Unas veces nos destierran, otras nos azotan y otras nos cuelgan..., no lo puedo decir sin lágrimas (lloraba como un niño el buen viejo, acordándose de las que le habían batanado las costillas). Porque no querrían que donde están hubiese otros ladrones sino ellos y sus ministros. Mas de todo nos libró la buena astucia. En mi mocedad siempre andaba por las iglesias, y no de puro buen cristiano. Muchas veces me hubieran llorado en el asno si hubiera cantado en el potro. Nunca confesé sino cuando lo mandaba la Santa Madre Iglesia. Preso estuve por pedigüeño en caminos y a pique de que me esteraran el tragar y de acabar todos mis negocios con diez y seis maravedís: diez de soga y seis de cáñamo. Mas de todo me ha sacado el punto en boca, el chitón y los nones. Y con esto y mi oficio, he sustentado a tu madre lo más honradamente que he podido.
-¿Cómo a mí sustentado? -dijo ella con grande cólera. Yo os he sustentado a vos, y sacádoos de las cárceles con industria y mantenídoos en ellas con dinero. Si no confesábades, ¿era por vuestro ánimo o por las bebidas que yo os daba? ¡Gracias a mis botes! Y si no temiera que me habían de oír en la calle, yo dijera lo de cuando entré por la chimenea y os saqué por el tejado. "

domingo, 28 de octubre de 2012

KAFKA FRANZ.

Los talentos / Hoy, Franz Kafka
Los manuscritos perdidos del señor Kafka
Por Marcos Aguinis | LA NACION
http://www.lanacion.com.ar/1521377-los-manuscritos-perdidos-del-senor-kafka

Cinco minutos antes de que los nazis cerrasen las fronteras de Checoslovaquia, en el último tren que salía de Praga, pudieron fugar los principales manuscritos de uno de los referentes máximos de la literatura moderna, hasta entonces poco conocido. El épico salvataje fue realizado por Max Brod. Los papeles pertenecían a Franz Kafka, su mejor amigo.

Ambos habían deseado instalarse en Tierra Santa. A Kafka lo detuvieron las cadenas de su tuberculosis. Brod recién decidió dar el gran paso cuando se tornó fulminante el avance del nazismo. Antes de morir, en un gesto coherente con la asfixia y el estupor de sus personajes, Kafka imploró que todos sus cuentos, novelas, cartas, ensayos, borradores, diarios y dibujos fuesen quemados. Era una prueba de autoodio, o de escepticismo, o de venganza. Pero también podía haber funcionado una visión profética que le permitió ver las hogueras que transformarían en cenizas los libros judíos y él habría optado -con la valentía de los lejanos héroes de Massada que conoció en sus estudios de historia-, en no darles ese placer a los verdugos. En Massada habían resistido varios centenares de judíos a la demolición que los romanos aplicaban a su país y, ante la derrota inminente, prefirieron darse la muerte entre sí mismos que ser degollados por los invasores.

Son conocidos los méritos de Max Brod. No sólo desobedeció a su amigo para salvarle la herencia y convertirlo en un punto cardinal de la literatura planetaria, sino que escribió mucho sobre él y se esmeró por difundirlo con pasión. Aún no apareció el libro que describa con suficiente fuerza el conflicto que ardió en el corazón de este hombre, conminado a decidir entre dos voluntades: la de su amigo y la de su conciencia de escritor. Gran parte de los manuscritos fueron a resguardarse en la Bodleian Library de Oxford. Pero un considerable remanente continuó en manos de Max Brod hasta su fallecimiento en 1968. Era un tesoro inquietante y, también, el recuerdo de la traición con que inmortalizó a su admirado amigo. La secretaria de Brod, Eva Hoffe, se ocupó de conservarlo, desobedeciendo a su jefe, que ya deseaba ponerlo al alcance del público. Esta desobediencia no fue tan altruista como la de Brod en su momento, porque en lugar de poner ese material precioso al alcance de lectores e investigadores, lo guardó en seguras bóvedas de bancos suizos e israelíes. Una porción fue vendida al Archivo de Literatura Germánica de Marbach por una considerable suma de dinero. Las hijas de Eva pretendieron seguir ese ejemplo egoísta.

Lo notable de semejante e infrecuente historia es que reproduce el clima creado por el mismo Kafka en casi todas sus obras. El adjetivo "kafkiano" -del que se hace uso y abuso- calza perfectamente. Hubo un juicio. El juicio fue tan largo como en El Proceso, porque se dilató por décadas. El final parecía haberse acercado cuando la justicia israelí falló en favor de la Biblioteca Nacional con sede en Jerusalén. Iba a ser un final glorioso. Pero como se trata de un asunto "kafkiano", la única hija sobreviviente de Eva Hoffe anunció su voluntad de apelar. Es decir, aún queda abierta la cuestión. Sigue el clima de incertidumbre. Y angustia.

Dora Diamant fue una periodista que conoció Kafka en una colonia de vacaciones judía. Provenía de una familia ultraortodoxa, de la que huyó en busca de oxígeno. Pero mantenía su entusiasmo por la cultura judía, que compartió con Kafka durante años. Se instalaron en Berlín. La paz no duró mucho tiempo, ya que los pulmones afectados del escritor lo obligaron a regresar al detestado hogar paterno de Praga. Dora, sin embargo, se convirtió en el custodio de veinte cuadernos y treinta y cinco cartas que finalmente le confiscó la Gestapo en 1933 en uno de sus asaltos iniciales. Aún sigue la búsqueda de este material, cuyo destino da lugar a especulaciones fantásticas, como no podía ser de otra forma.

Franz Kafka fue un joven idealista interesado por el socialismo, el anarquismo y el sionismo. Estudió hebreo y asistía con fervor al revolucionario teatro en idish de Praga. Como si hubiese desplazado a su literatura la prohibición de pronunciar el nombre de Dios, jamás incluyó la palabra judío en sus obras. La excluyó obstinadamente. Constituye otro de los misterios sobre los que no se han podido poner de acuerdo los exégetas. Es su sanctasantorum personal al que no tienen acceso los demás hombres. Igual que varios otros sanctasantorum que pueblan sus perplejizantes ficciones, donde el asombro reemplaza a la razón.

Antes de descubrir su vocación literaria, creyó estar destinado para las ciencias naturales, la historia del arte y la filología alemana. Terminó cursando Derecho, donde tuvo como maestro a Alfred Weber, hermano de Max Weber. Fue quien lo introdujo en los claroscuros de deshumanización que aparecían en la sociedad industrial, le dirigió la tesis doctoral y ejerció un importante influjo al hacerle percibir las contradicciones entre el progreso y la dicha.

La personalidad compleja de Franz Kafka desalienta cualquier intento de abarcarlo en su totalidad. Temía ser percibido de forma repulsiva pese a su aspecto pulcro y austero, su veloz inteligencia y un frecuente sentido del humor. Tenía los ojos potentes para ingresar en el mundo oscuro y percibir los desconciertos humanos. Pero cuando leía algunos de sus capítulos a los íntimos, les hacía soltar carcajadas. Alternaba los encuentros sociales con espacios compactos de soledad, como los que vivió en un pequeño cuarto del imponente castillo de Praga, en la callejuela de los alquimistas, donde aún hoy pareciera venir a nuestro encuentro con el peinado de su abundante cabello oscuro con raya al medio, mirada triste, pómulos enflaquecidos por su enfermedad, orejas abiertas a todos los sonidos y labios soñadores que guardan muchos secretos.

Su primera novela, Beschreibung eines Kampfes (Descripción de una lucha), habla de los conflictos internos que el narrador despliega en primera persona ante otro personaje. Expresa la inseguridad vital permanente por la intromisión de lo improbable en lo probable, de lo fantástico en lo real. Fue un milagroso anticipo de toda su obra, como si ella ya hubiese sido escrita antes de su propio nacimiento. Borges lo admiró tempranamente y fue uno de sus primeros traductores. Lo comparó con Zenón de Elea, cuyas paradojas y aporías trataban de demostrar que las sensaciones del mundo son ilusorias. Uno de las más populares relatos de aquel sofista fue la carrera entre Aquiles ("el de los pies ligeros") con una tortuga. Los sofismas pueden ser finalmente destruidos, pero nunca cesan de provocar la inquietud de que mucho se nos escapa del claro entendimiento. Y ahí reside el más grande yacimiento de la literatura que no cesa de explotarse, desde los cuentos infantiles hasta las creaciones del realismo mágico.

No es casual la sorpresa que produjo la transformación en un escarabajo gigante del aburrido viajante de comercio Gregor Samsa en La metamorfosis. Allí se trenzan la realidad cotidiana con una insondable distorsión de los sentidos. Pero también nace una desembozada forma de expresar los abismos de la imaginación. Por eso, Franz Kafka no sólo quedó instalado en la galería de los genios, sino que voló hacia la galaxia de los mitos.

Ahora, el mejor homenaje que se puede rendir a este autor universal es que buena parte de los escritos dibujados por su mano residan en Jerusalén. Es como llevar a Jerusalén a los inolvidables héroes de Massada..

sábado, 27 de octubre de 2012

La narrativa contemporánea en Centroamérica Margarita Rojas G.


Con  gran satisfacción presento este excelente trabajo de la DRA y CATEDRÁTICA DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL: Margarita Rojas González  sobre LITERATURA CENTROAMERICANA publicado en Carátula.
Jorge Méndez-Limbrick.

Literatura en guerra

La narrativa contemporánea en Centroamérica

Margarita Rojas G.

Un somero repaso analítico, realiza Margarita Rojas sobre la narrativa centroamericana de finales del siglo XX y comienzos del XXI en su ensayo Literatura en guerra, la narrativa contemporánea en Centroamérica. Los nombres de autores con obra consolidada e importante en el panorama literario de la región, son revisados merced a la aguda como esclarecedora lectura de Margarita, ofreciendo así, un panorama sugerente y atractivo a ojos de estudiantes, académicos y público lector en general, porque ingresa y escudriña, aunque de modo breve, en el centro mismo de algunas novelas que le parecen capitales.  


In Memoriam
Franz Galich Roberto Castillo Rafael Menjívar Ochoa

I. El mapa narrativo de 2006 a 2012


¿Qué se ha publicado en el último sexenio, desde 2006 hasta ahora?  En primer lugar, una aclaración: por “narrativa contemporánea” no debe entenderse las obras que han aparecido recientemente en todos los países sino las que han publicado los escritores nacidos entre 1950 y 1964. Esta es la generación que domina actualmente el panorama y por eso interesa especialmente su estudio. Es claro que también se publican otras obras, de autores más viejos o más jóvenes y precisamente la dinámica entre las tres estéticas es la que establece los conflictos estéticos.
En el libro publicado en 2006 La ciudad y la noche se planteó un modelo que explicaría supuestamente la opción estética de los narradores latinoamericanos nacidos entre esos años, incluidos los centroamericanos. Cuando se estudian los textos delimitados de esta manera, se revela un conjunto de rasgos asombrosamente semejantes y, al mismo tiempo, se muestran sus oposiciones con los de grupos anteriores.
Antes de pasar revista a las novelas, los cuentos y los relatos publicados en el período  2006 – 2012, es necesario recordar que durante estos años fallecieron tres escritores centroamericanos cuya obra también entraría en el corpus analizado.
En 2007 murió en Nicaragua, donde había vivido últimamente, FRANZ GALICH que había nacido en Guatemala 56 años atrás. Autor de tres libros de cuentos, publicó el primero, Ficcionario inédito, cuando contaba 28 años; luego aparecieron La princesa de Onix y otros relatos en 1989, y en 2003 El ratero y otros relatos. Se dio a conocer internacionalmente cuando ganó el premio Rogelio Sinán Panamá en 1999 con la novela Managua Salsa City (¡Devórame otra vez!), después de la cual publicó dos más: En este mundo matraca, en 2005, y Y te diré quién eres (Mariposa traicionera), al año siguiente 2006.

En 2008, en Honduras, falleció ROBERTO CASTILLO, cuando contaba con 58 años. Después de estudiar en este país, fue catedrático de filosofía durante más de 20 años en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras; publicó la mayor parte de sus libros en la década de 1980, principalmente cuento y novela, hasta la vasta novela La guerra mortal de los sentidos en 2002. Recibió el Premio Plural de cuento, en México (1984) y el Premio Nacional de Literatura Ramón Rosa en 1991.

También se ha de lamentar la muerte del prolífico escritor guatemalteco, RAFAEL MENJÍVAR OCHOA, nacido en 1959 y fallecido el año pasado. De Menjívar se resalta la fundación de la Casa del escritor en 2001; fue autor, además,  de un libro de poesía, al menos dos libros ensayísticos, así como de ocho novelas, varias traducidas, principalmente al francés, y dos merecedoras de premios internacionales: Historia del traidor de Nunca Jamás, que ganó el Premio Latinoamericano de Novela Educa en 1984, y la novela negra titulada Los años marchitos de 1990, que ganó elPremio Latinoamericano de Novela Ramón del Valle Inclán.

A diferencia de los escritores nacidos en la década de 1940, los de los años 50 abandonan definitivamente la búsqueda de las utopías; la indagación acerca de la identidad - local, nacional o regional, de grupos o de sexos - que caracterizaba la literatura de los escritores anteriores, desapareció de las preocupaciones literarias de los nuevos. Los acontecimientos de las obras desdeñan el campo y todo rasgo que identifique un lugar particular: estos autores reaccionan contra la imagen “folclórica” del continente (la reducción de América Latina a "lo indígena, lo folclórico) frente a la cual oponen el espacio de la urbe contemporánea mundial. Los ambientes predilectos por todos son invariablemente los propios de las urbes contemporáneas: cantinas y tabernas, ambientes subterráneos y lugares ocultos. Del código que domina esta literatura forman parte el ambiente urbano nocturno, las relaciones basadas en la violencia, y el juego entre la traición y la lealtad.  El género preferido es el relato policíaco, que también reaparece en el cine contemporáneo.

Es necesario observar, en primer lugar, que en este corpus hay autores ya estudiados y autores que recién se incorporan a los géneros del cuento o la novela. Entre estos últimos, podemos empezar por la panameña Consuelo Tomás, quien se había destacado sobre todo en el campo de la lírica, con 2 premios nacionales y alrededor de diez libros; un premio con la única obra de teatro publicada, un premio con un libro de cuento, y hace un par de años gana el premio nacional otra vez pero con su primera novela. Se trata de Lágrima de dragón, una narración sencilla, con pasajes que podrían considerarse propios del relato para niños. Muy pocas marcas temporales o espaciales ayudan a ubicar la historia en una temporalidad específica ni en una ciudad particular. Solo se logra determinar que se trata del pasado de una ciudad frente al mar, que tuvo una importante inmigración desde China y una violenta epidemia que diezmó la población. Por los nombres de los personajes y otros pocos datos, parece ubicarse en el período colonial panameño.
El acontecimiento inicial es el encuentro de un niño con la muerte, materializada en un cadáver que están terminando de comer unos buitres:
Detenido en mitad de la calle (…) Fang Lu observa cómo los buitres devoran con fruición las entrañas de alguien que se convirtió en materia inerte y comestible. No pestañea, no se tapa la nariz ante el hedor, sólo trata de comprender. Esto que se comen las aves encorvadas, ayer era una persona. Quizá cuando ya no pudieron ocultar el olor de la podredumbre, lo sacaron para dejarlo íngrimo en la mitad de su deceso. Un cadáver atravesado en su ruta entre la lavandería y la casa de la Calle Grande (13).
La estructura textual respeta el modelo propuesto en La ciudad y la noche ; la mayor parte de los personajes, incluido el protagonista, son o quedan huérfanos; no hay grupos familiares ni parejas; algunos son criminales y otros adictos, como el apodado Fantasma, que había sido investigador y profesor de historia y filosofía y ahora vive en las ruinas del Colegio mendingando cigarrillos.

El escenario principal es urbano, en este caso, una ciudad cerrada y encerrada, clausurada para sus propios habitantes, como una especie de cárcel para quienes desobedezcan las órdenes de una cuadrilla temible, la que controla la epidemia.

A pesar de la sencillez narrativa, los acontecimientos narrados son trágicos, pertenecen al orden de las calamidades sociales; la conclusión del texto, años después de la epidemia, no mejora la perspectiva: ante una investigación posterior, que trata inútilmente de recuperar el archivo perdido o robado, los protagonistas callan la verdad, algunos mueren o se suicidan y otros, que han armado una vida nueva, prefieren no referirse a la tragedia.

Otro escritor que se convirtió en novelista en los últimos años es el nicaragüense RAMIRO LACAYO, quien había estado dedicado al cine principalmente. Décadas atrás ya había publicado algunos cuentos y ensayos, de  1984 es su tomo de cuentos Nadie de importancia. Ahora se ha dado a conocer internacionalmente con la novela Así en la tierra, que fue finalista de la trigésimo novena edición del premio Ateneo de Sevilla, en 2007, y la publicó la editorial Uruk dos años después, con una segunda edición en 2010. 

Veamos ahora las publicaciones más recientes de los novelistas y cuentistas  más conocidos del Istmo, que continuaron en esos géneros. JACINTA ESCUDOS, escritora salvadoreña, publicó dos libros de cuentos: El diablo sabe mi nombre de 2008 y de editorial costarricense, que presenta algunos relatos fantásticos. Crónicas para sentimentales, apareció dos años después, en Guatemala y ganó de los décimos Juegos Florales.

Fuera de El Salvador, HORACIO CASTELLANOS MOYA continuó su saga acerca de la violencia. Después de la excelente novela Donde no estén ustedes de 2003, publicó en 2004 el tomo de seis cuentos titulado Indolencia y también la primera edición de Insensatez, en la que realiza una interesante experimentación lingüística a partir de las lenguas quichés. A estas siguió en 2006 la novela Desmoronamiento, en 2008 Tirana memoria y el año pasado La sirvienta y el luchador.

En Guatemala, de ADOLFO MÉNDEZ VIDES vieron la luz tres libros en 2007, dos novelas y un tomo de cuentos. Las primeras se titulan El leproso y La lluvia; los cuentos están en El tercer patio.

En Costa Rica, DORELIA BARAHONA ha sido otra de las escritoras que ha estado muy activa; en los últimos años cuenta con cuatro novelas más dos publicaciones en obras colectivas: en 2006 Los deseos del mundo; en 2007 La ruta de las esferas; en 2011 Hotel Alegría y recién presentó la novela Ver Barcelona.

En el género del cuento en Costa Rica durante este sexenio se publicaron dos excelentes libros: La madriguera, de Rodolfo Arias, y La última aventura de Batman, de Carlos Cortés; ambos compartieron el premio nacional de 2010. El primero muestra una cerrada escritura experimental, con claras influencias de Cortázar en varios cuentos. El segundo, en cambio, unifica bajo un estilo fluido los recuerdos de la época juvenil, de familia, colegio, amores.

Antes de agregar más títulos y autores a este bosquejo del mapa de la narrativa reciente del Istmo cabe preguntarse si existe alguna tendencia común, que nos sirva para establecer algunas fronteras. La respuesta que se dé a esta interrogante podría también completar un capítulo de La ciudad y la noche, el que se refiere al tiempo.

En ese libro se planteaba que el tiempo casi exclusivo durante el cual transcurrían el 100% de los acontecimientos de las obras estudiadas era la noche. En una urbe en tinieblas se dibuja un laberinto con las innumerables calles y edificios que las circundan. Aunado a la concentración compacta de la multitud humana, se forma un ambiente que ayuda a la confusión, la escapatoria y el escondrijo de todos, incluidos los criminales. La oscuridad así como la lluvia, la niebla y la ceguera, aumentan la indeterminación del espacio urbano ya que así se impide la distinción de rostros, cuerpos y otras diferencias de las identidades.

Se hablaba también en La ciudad y la noche de tres tipos de lugares preferidos en estas obras, uno de los cuales se vincula con el tema que estudiamos. Se trata del lugar secreto, que generalmente esconde algún documento u objeto histórico. Podía ser una buhardilla, una habitación clausurada por mucho tiempo, un sistema antiguo de acueductos, una caja con documentos, un armario, en fin, una computadora que guarda información desconocida.

Ahora bien, a partir de 2005 novelas y cuentos empiezan a mostrar otro tipo de temporalidad; hemos contabilizado solamente en Centroamérica al menos 11 novelas y libros de cuentos cuyos acontecimientos se localizan en un tiempo histórico, preferentemente la década de 1950 y la de 1970.
           
II. El tiempo y la historia

Así, a partir de los años que estamos estudiando, buena parte de los novelistas y cuentistas centroamericanos han empezado a interesarse por el tiempo histórico. En Costa Rica, por ejemplo, la novela histórica en un sentido tradicional ya había recobrado terreno con las novelas de Tatiana Lobo, publicadas entre 1992 y 2000 .
El asunto ahora es ver cuál es el tratamiento que dan al pasado los escritores nacidos entre 1950 y 1964, quienes no habían publicado prácticamente nada sobre temas históricos. ¿Hay algún cambio, es un nuevo género, acomodan los nuevos personajes a sus temas preferidos?

Del grupo de los autores que estudiamos, en 2007 DORELIA BARAHONA intentó reunir varios hechos y personajes de la historia de Costa Rica en La ruta de las esferas. Vuelve  a los fusilamientos de Juanito Mora y William Walker, la rebelión de los mineros de Abangares y la leyenda de Dulcehé, además del tema de las esferas de piedra del valle del Diquís en la zona sur del país.
Con Limón Blues, que ganó el premio nacional de novela y el premio latinoamericano de narrativa José María Arguedas, de Casa de las Américas, ANA CRISTINA ROSSI había incursionado en una época y un lugar poco o casi nada incluidos en la literatura costarricense: los acontecimientos relativos a la inmigración jamaiquina en la provincia caribeña.

Con la que se suponía que iba a ser la continuación de Limón Blues, en 2007 aparece Limón reggae de la misma autora, la cual se ocupa de la década de los setenta. De la misma época trata la novela Te llevaré en mis ojos, de Rodolfo Arias, que en 2010 ganó el Premio Nacional de Novela Aquileo J. Echeverría, y Así en la tierra..., del nicaragüense Ramiro Lacayo, publicada un año antes. Los que tenían 20 años en esa década son precisamente los escritores cuyas obras estamos estudiando; en todo el mundo fue una época de activa participación estudiantil en algunas luchas políticas, de protesta y exigencias de cambios, más beligerantes en unos países centroamericanos que en otros.

Así en la tierra…es una de las que mejor ejemplifican el tema histórico en este grupo de escritores ya que sus capítulos se alternan según los años 1969, 1979, 1984 y 2004. El interés por el tiempo se subraya debido a que los hechos narrados transcurren además, en un período de 24 horas, desde las cinco de la mañana de un día de agosto de 1969 a las cinco de la mañana de un día de noviembre de 2004. En la presentación del libro, Sergio Ramírez aclara que se trata de los momentos anteriores a tres acontecimientos históricos: antes del terremoto de 1969, al llegar la revolución diez años después y durante la revolución en 1984, todos los tres complementados, dice el escritor, por el último período de 2004.

Así en la tierra… parece rendir homenaje a Rayuela, es decir, intentar una rayuela temporal. Como todas las obras de este grupo, empieza en la noche. Se trata al inicio de un grupo de amigos que escriben poesía y frecuentan bares y casinos. Hay, además, prostitutas, traiciones, hechos que suceden por casualidad y un final abierto. El sinsentido de la revolución deja sin finalidad el quehacer del protagonista; divorciado, termina abandonado un domingo en la mañana por la joven con quien pasó la noche y quien sí tiene un compromiso político pues desea, al contrario de él, participar en una marcha de campesinos.

El transcurrir de las décadas parece conducir al protagonista desde los sueños juveniles, de proyectos literarios y de pareja, hasta la soledad y la pérdida de ideales. Esta situación existencial se advierte desde muy temprano pues en el primer episodio fechado en 1984 ha crecido la insatisfacción: buscando un taxi en Managua, por ejemplo, detiene a uno cuyo chofer llevaba una camiseta del Che Guevara; llegan a la Plaza 19 de julio, que “estaba llena de burócratas en trajes verde oliva marchando con fusiles que parecían arcabuces”; pasan frente a “mantas deshilachadas” y, agrega,

Cuando llegué, el día estaba instalado y la casa vacía, huérfana, desamparada. Volví a sentir el amargo sabor del divorcio por diferencias ideológicas en el cual perdí, además de la autoestima, el carro y me dejó una mesa de jugar póquer (…) un televisor ensamblado en Cuba y una cama matrimonial más vacía que la misma casa; donde antes colgaban los cuadros ahora quedaban unas manchas rectangulares, contra la pared un sofá roído por una jauría de chihuahuas de mi exmujer. Y nada más (27-28).

Con el fin de captar la posición ideológica y ética de la perspectiva del texto, es altamente significativo el último episodio de la serie de 1979, cuando Claudio y Moisés ven el ajusticiamiento de un soldado enemigo con el que habían caminado por un trecho del camino. A pesar de que tratan de defender la vida de este y oponerse al fusilamiento sin juicio, el comando sandinista al que lo entregan le dispara por la espalda.

En el acontecimiento final de los narrados en la serie de 1984, Claudio acompaña el cadáver de un joven que los policías mataron, acusado de atentar contra el “comandante”. Después de analizar los hechos llega a la conclusión de que eso es falso y dice: “lo vi solitario en el abandono de la muerte y decidí acompañarlo” (130).

En otro género literario, que goza del favor de estos escritores y también de los guionistas de cine, en 2005 y 2009 aparecen dos novelas policiales que conjugan un enfoque particular de la historia: Mariposas negras para un asesino y El laberinto del verdugo, del escritor costarricense JORGE MÉNDEZ LIMBRICK. Ganadora la primera del certamen UNA-palabra, la segunda mereció dos premios, el de la Editorial Costa Rica y el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría de novela. Típicas representantes de la tendencia del grupo de narradores que estudiamos, esperan el tercer tomo para concluir los aconteceres del detective Henry de Quincey y el misterioso Julián Casasola Brown.
En relación con la temporalidad histórica, se puede agregar que, al ambientarse ambos textos en el presente, no se pueden considerar novelas históricas. Sin embargo, también en determinados momentos la acción retrocede temporalmente. En Mariposas negras para un asesino, hay un relato insertado narrado por la voz de Macrón, un herbolario de la época del emperador Augusto. La inclusión de la historia romana permite entonces enlazar todo lo sucedido en un plan suprahistórico, que atraviesa las épocas desde la antigüedad: el texto parece sugerir, por lo tanto, que así como existe una subciudad bajo la ciudad que normalmente todos vemos, a lo largo de los siglos ha habido una cofradía que actúa impunemente, hereda sus leyes y se mueve a través de los continentes.

En la otra novela, El laberinto del verdugo, el tiempo histórico no retrocede tanto sino que se materializa en el archivo del país que cuida el nonagenario Gran Archivero de la Noche, hábil restaurador de libros viejos y exdelincuente adicto a la morfina. Este construyó un laberinto donde guarda la historia no oficial de Costa Rica, y este laberinto se llama, como la novela, el Laberinto del verdugo. El tiempo que se repasa aquí es el de la criminalidad pues los asesinatos de jóvenes en el presente se conectan con otros que se remontan a la primera mitad del siglo XX. Ante la inoperancia de la investigación policial, un periodista y el mismo archivero encuentran las claves en los viejos periódicos y archivos que resguarda el segundo de ellos.

En Guatemala, OSWALDO SALAZAR había publicado en 2004 Por el lado oscuro. Las acciones se centran en un asesinato ocurrido en 1939, durante la dictadura de Jorge Ubico Castañeda, que gobernó el país entre 1931 y 1944. Hay en esta novela investigación de fuentes históricas, que se citan en un capítulo final titulado “Afluentes narrativos”, si bien la narración se concentra en la investigación policíaca.

Un año después sucedió casualmente un acontecimiento en ciudad de Guatemala, que ocasionó la escritura de al menos dos obras en los años posteriores. Fue el descubrimiento del archivo de la policía de Guatemala que apareció gracias a una serie de explosiones del polvorín del Ejército guatemalteco y residuos del material bélico utilizado durante la guerra interna que comenzó en 1960 y terminó en 1996. El polvorín estaba dentro de un complejo de edificios policíacos junto con un centro de investigaciones criminales, la perrera policíaca, un hospital abandonado que, según algunos investigadores funcionó como centro de tortura, la academia de la policía, un depósito de vehículos accidentados. En el edificio del hospital se descubrió el Archivo policíaco, oculto en varios cuartos de los primeros dos pisos y otros edificios adyacentes, que estaban repletos de materiales policíacos. Se calcula que son alrededor de ochenta y tantos millones de documentos, incluidos libros de actas de la década de 1890 y que se ocultaron hasta la firma de la paz en 1996.

RODRIGO REY ROSA, quien ha publicado en estos últimos seis años dos novelas y dos libros de relatos, se ocupó de este Archivo en la obra que tituló Material humano, de 2009. El mismo lo cuenta en un artículo, en el cual agrega información acerca del llamado Gabinete de identificación. Este estaba oculto bajo un montículo de tierra sobre el cual pasaban las carretillas con los documentos cuando se empezó el ordenamiento del Archivo. Ahí estaban las fichas de identidad policíacas, algunas de las cuales le permitieron ver, solo las fechadas hasta antes de 1970.

Otro relato sobre el mismo hecho es 300 de RAFAEL CUEVAS MOLINA. Con esta obra su autor cambió el rumbo que llevaba su escritura anterior, seis relatos de corte preferentemente intimista, introspectivo. Con 300 Cuevas ganó el certamen UNA-palabra de 2010. Tanto esta como Material humano son, primero que nada, difíciles de ubicar dentro de un género específico; la de Rey Rosa algunos la consideran una “mezcla de autobiografía, diario, apuntes, citas, historia y ficción” .
300 es un relato curiosamente estructurado a partir de otros documentos que se publicaron tanto en sitios web como en revistas y periódicos, con el cambio de los nombres propios. Son capítulos, algunos de un párrafo, que pertenecen a cuatro categorías establecidas según el tipo de hablantes: los cinco denominados “De la parte de los hechos”, en los que se narran los secuestros, es decir, acerca de las víctimas; los seis titulados “De la parte de las razones de la violencia”, en los que hablan gente común que trata de encontrar una explicación a lo sucedido. En los cuatro que se titulan “De la parte de los otros-otros” se agrupan fragmentos de anticomunistas, exiliados en Estados Unidos, gente rica. También participan los burócratas que trabajaban en los archivos y policías. Reveladoramente el último capítulo se titula “A mí que me dejen en paz”; se trata, en fin, de un intento de armar el mapa de todos los posibles participantes en la terrible represión de ese país durante casi toda la mitad del siglo XX.

Después de esa publicación, en Guatemala también, las novelas y los cuentos que en 2007 lanza ADOLFO MÉNDEZ VIDES se localizan temporalmente en la época del presidente Jacobo Arbenz y el golpe de estado del general Castillo Armas, es decir, en la década de 1950. Como ha hecho en otras ocasiones, el autor desarrolla el tema en un cuento y una novela de formas distintas. La novela es La lluvia y el cuento El hombre perro, que aparece en El tercer patio, un tomo de seis cuentos. En este relato el tema histórico es tratado aparentemente en un segundo plano, pues la persecución y el apresamiento de un hombre durante la represión después de la caída de Arbenz se narran en medio de la historia del deseo de su hijo de tener y hacerse querer por un perro. El padre, que no vivía en la casa, ha llegado a esconderse perseguido por la policía y la madre lo deja quedarse en una bodega, de donde lo sacan el día de la primera comunión del niño, sin hacer mucho ruido. Así sucede porque la madre está en contra de sus actividades políticas: quiere primero que lo molesten las pulgas en la bodega y luego que nadie se entere que se lo llevan preso. Ambos, madre e hijo, mienten deliberadamente sobre el perro; el niño que se pierde su fiesta, termina herido por los explosivos, sin perro y sin padre.

En la novela La lluvia también hay un episodio similar cuando cae Arbenz y Muñoz, el protagonista, tiene que huir: temeroso de que lo confundan y después de refugiarse en varios sitios, al final los soldados lo dejan salir del zoológico. Pero en realidad él se aprovecha de la confusión general pues no ha cumplido con el pacto inicial en el complot urdido por el arzobispo católico y el gerente de la compañía bananera en Guatemala para asesinar al presidente Jacobo Arbenz.  Son los años 1950; Arbenz era un militar que había subido con un golpe de estado y que sale con otro ejecutado por el general Carlos Castillo Armas en 1954.

El arzobispo y John Wayne, el empresario gringo, habían convocado a Muñoz a una reunión con el fin de introducirlo en la casa presidencial para que mate a Arbenz. La historia de Muñoz con el presidente alterna con la de su familia en La Antigua. Él no es un joven cualquiera ya que su brazo y su pie tullidos hacen que se lo considere un santo o un sanador, no obstante sus aclaraciones en contra. Constreñido por los que quieren que él sea otro, Muñoz empieza a vivir una vida doble incluso con el mismo presidente, a quien cura sus migrañas con masajes y alcanfor.

La novela abunda en signos dobles; Castillo Armas es llamado “el traidor”; Muñoz tiene dos hermanas, una ciega que depende de su ambiciosa hermana, ambas viven solas en Antigua; al seminarista lo cuidan dos guardaespaldas muy parecidos; el obispo duplica la imagen del Cristo de Esquipulas, que creen milagroso, una versión de bronce y otra de madera, que envían a las fronteras de México y la de Honduras. Finalmente, el carpintero que hace la imagen de madera tiene un hermano gemelo.

El tema del doble acompaña a la figura del traidor; en este texto hay varios: el primero, Castillo Armas, quien traiciona a Arbenz y, sabiéndolo, acompaña a la pareja a pasear por Nueva York. Otro traidor es el mismo Muñoz quien quema la imagen duplicada del Cristo de Esquipulas encargadas por el obispo. De todas maneras en el desfile de la victoria igualmente lo saluda junto con Castillo Armas y ambos le agradecen la colaboración prestada sin saber de su actividad oculta.

La historicidad de La lluvia revela otros hechos del pasado, como el abuso cometido por el dictador Rafael Carrera contra el abuelo marimbista de una mujer de Antigua y una matanza doble que tiene lugar en el pueblo de Patcinzía. Con el relato sobre el general Rafael Carrera, se retrocede temporalmente al siglo 19, ya que este vivió de 1814 a 1865, derrotó a Morazán en 1837 y asumió la presidencia de Guatemala en 1844 por 4 años.

Asimismo, la novela se permite contextualizar los hechos locales en la historia mundial mediante la inclusión del entierro simbólico del dictador ruso Stalin en Antigua, donde el alcalde encabeza la marcha por las calles con un ataúd relleno de libros que luego incineran. Curiosamente Muñoz comparte con Stalin varios rasgos: este de niño padeció viruela, por lo que le quedaron marcas en la cara mientras que Muñoz tiene marcas de viruela en la frente por no haber sido tratada bien cuando era niño. Al igual que Muñoz, Stalin estudió en un seminario teológico, de Tífilis, de donde lo expulsaron; murió casi en los mismos años del gobierno de Arbenz, en febrero de 1953, año en que también terminó la guerra coreana y se enfriaron más las relaciones entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, hecho que también se menciona en La lluvia así como el clima de macartismo que hace rodar las leyendas anticomunistas difundidas por la CIA para preparar el golpe contra Arbenz.

El cambio de gobierno coincide con la muerte del padre de Muñoz, quien fallece media hora antes de la medianoche el día de su cumpleaños. Después de saludar a Castillo Armas, Muñoz asiste con sus hermanas a la frugal cena familiar; juntos deciden ocultar la hora de la muerte del progenitor para no pagar de más a la funeraria; recogen los restos de la cena, cierran la casa y dejan al muerto solo.

Dos grandes novelas de HORACIO CASTELLANOS MOYA se publicaron en este sexenio. Con estas se completa y se cierra la trilogía que inició en 2006 con la titulada Donde no estén ustedes. Tirana memoria, de 2008, marca en la carrera del autor un radical cambio estilístico y una nueva posición, un giro de trescientos sesenta grados, sobre la mujer ya que desaparecen las mujeres-objetos-sexuales que predominaron en sus relatos anteriores. También en La sirvienta y el luchador de 2011, los personajes femeninos tienen una mayor participación, por ejemplo, María Elena, cuya perspectiva guía el relato y participa activamente hasta el final, y también su hija Belka.

En Tirana memoria hay dos narradores, una es Haydée, mujer casada con hijos, que escribe un diario en el que cuenta los acontecimientos relativos al secuestro de su esposo. Su relato trata de imitar la detallista forma de hablar de una mujer de su condición de tal manera que llega a convertirse casi en una narración minimalista, que no aburre, al contrario, interesa y hace desear al lector continuar la lectura sin detenerse. Este efecto aumenta con el otro narrador, neutro, que cuenta en forma alternada la huída de uno de los hijos de Haydeé y que sabiamente suspende la narración en los momentos álgidos, para crear mayor suspenso.

El periodista secuestrado se oponía al “Brujo”, apodo con el que se llamaba al dictador Maximiliano Hernández Martínez porque tenía creencias teosóficas. Este gobernó El Salvador entre 1931 y 1944, murió en 1966 y había sido, además, el responsable de la matanza de 25.000 campesinos en 1932. Todo esto se evoca en la novela, así como el hecho principal cuando en 1944, un grupo de militares se alzó contra el presidente y fueron duramente reprimidos en pocos días. Un mes después se suscitó una huelga general de la sociedad civil, la cual obligó al general a deponer el cargo de la primera magistratura.

El relato de Haydeé recrea día a día la organización de los familiares de los presos, entre los cuales ella misma, que poco a poco pasan del miedo o la indiferencia políticas a posiciones más activas y organizadas contra el militar que los reprime cada vez más. Se trata de estudiantes pero también de familias pudientes, de cafetaleros que incluyen militares y señoras bien, incluso ex-colaboradores de Hernández Martínez como el esposo de Haydeé en el pasado, o uno de los hijos de ambos, alcohólico y mujeriego y luego pieza clave en el primer intento de insurrección.

“El Brujo” nunca aparece como personaje, solo lo mencionan los otros; poco a poco todos lo abandonan, empezando por el periodista Pericles, que se convirtió en un férreo opositor y termina en las cárceles del dictador fantasma. Al final de la novela, treinta años después de estos hechos, su mejor amigo pinta a Pericles como un ángel caído. Todos estos datos acercan la novela de Castellanos a El señor Presidente, de Miguel Ángel Asturias, tanto por la presencia del dictador fantasma como por su fiel ayudante Miguel Cara de Ángel, que termina en las profundidades de las mazmorras cuando ha perdido la gracia de su “padre”. 

La historia de la familia Aragón se vuelve a recuperar en la tercera novela de este ciclo, La sirvienta y el luchador, publicada el año pasado. En esta reaparecen algunos de los descendientes y también otros personajes que habían estado en un segundo plano, como la empleada doméstica de la familia, que resulta coprotagonista en algunas partes. Todos se entremezclan en un violento escenario en el que participan además los esbirros encargados de secuestros de oponentes políticos, como el apodado “Vikingo”, un viejo luchador quien, a pesar de estar enfermo de muerte, no quiere abandonar el sucio trabajo.

Los acontecimientos de esta novela se localizan temporalmente en 1980, se centran en el secuestro, la tortura y el asesinato del militante comunista Roberto Castellanos y su esposa danesa Anette, que en la novela se llaman Betico y Brita; él no aparece en Tirana memoria pero sí en Donde no estén ustedes. 

En ese contexto, los acontecimientos narrados en Tirana memoria se encadenan gracias a la casualidad, por ejemplo, poco a poco se descubre que “Vikingo” era el encargado de vigilar a Pericles en 1944 y ahora es uno de los secuestradores de su nieto. En el pasado había también pretendido a María Elena, la empleada doméstica de la familia Aragón, quien el día del secuestro empezaba a ayudar en la casa del nieto. Al reconocerlo, en La sirvienta y el luchador ella es quien identifica a “Vikingo” y lo busca para confirmar el secuestro.

En la segunda parte de la novela este complejo nudo de acciones azarosas se complica ya que los acontecimientos se narran mediante las múltiples perspectivas que ofrecen los nuevos personajes que van apareciendo, cada uno de los cuales narra una parte de la acción. También sucede que en algunos momentos haya una narración simultánea, lo cual confiere un eficaz efecto de velocidad.

Se trata de la guerra en acción, con el relato de las batallas, los ataques y los operativos de ambos bandos; los heridos, los muertos y los presos; secuestros en los hospitales, la entrada en la fortaleza (ciudad). Recordemos rápidamente que 1980 se considera un año álgido en la historia reciente de El Salvador. Empezó con el asesinato del procurador de la República, Mario Zamora Rivas, un mes después el del Arzobispo de San Salvador, monseñor Óscar Arnulfo Romero; en mayo, la violenta masacre de más de 600 personas en el río Sumpul en la frontera con Honduras; y en diciembre la violación y el asesinato de cuatro monjas estadounidenses por efectivos de la Guardia Nacional. Fue 1980 también el año de la formación del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) gracias a la alianza de varias organizaciones. En enero de 1981 el FMLN lanzó una ofensiva general con el llamado a una insurrección a nivel nacional, acción que sirvió como detonante de la guerra civil subsiguiente. Desde el otro lado hubo grupos paramilitares, escuadrones militares especiales y la fundación del partido de derecha Alianza Republicana Nacionalista, Arena. La junta militar que tenía el poder en esos años recibió ayuda del gobierno de Estados Unidos que se calcula que llegó a 1.000 millones de dólares. Las conversaciones de paz se iniciaron en 1989; se firmaron varios acuerdos y protocolos entre 1990 y 1992, aunque en medio de estas conversaciones se asesinó a 6 jesuitas vinculados con la teología de la liberación y el FMLN lanzó una ofensiva nacional. Esta violenta guerra de 12 años de duración causó la pérdida de más de 75.000 civiles y alrededor de 9.000 desaparecidos.

En la novela, se mezclan las posiciones políticas dentro de una misma familia, por ejemplo, las de María Elena, su hija Belka y el hijo de esta. La primera afectivamente está con la familia Aragón; Belka, por necesidades económicas y ambiciones profesionales, termina involucrada con los militares. Su propio hijo, finalmente, quien milita con el Frente Farabundo Martí es uno de los responsables de tirotear el jeep donde viaja su madre en el primer trabajo.

Antes del Epílogo, María Elena y “Vikingo” conversan en el hospital y atan varios cabos sueltos. Sin embargo, el final es abierto: la novela empieza y termina con los torturadores, al inicio cuando van a comer donde Rita, al final cuando entierran a la pareja Castellanos. No se dilucida si Vikingo murió o no, si Belka sí se hirió.

¿Cómo se unen las tres novelas? En Donde no estén ustedes se había relatado el asesinato de Alberto Aragón hijo pero dentro de la remembranza de la vida de su padre durante sus últimas semanas en México. En Tirana memoria se retrocede a la historia de Pericles, padre de Alberto; en la tercera se llega a la década de 1980, en unos días específicos, a la muerte del nieto de Pericles. Así, la familia Aragón de las tres novelas y algunos allegados, amigos o empleados, sirve como nudo a partir del cual la escritura teje una compleja trama de relaciones secretas y de traiciones. Son cuarenta años que se intentan novelar para tratar de descubrir en su imbricado tejido una historia, la historia de una violenta guerra sucia y el final de una familia.

Para finalizar, me interesa ahora incluir una reciente novela de un escritor que, si bien es mucho más joven que los anteriores, publicó un relato que coincide no solo en uno de los géneros preferidos de aquellos –el relato policíaco- sino que además de tratar un hecho histórico, de alguna forma responde a la interrogante lanzada por los escritores anteriores a él. Se trata de Verano rojo, de DANIEL QUIRÓS, ganador del Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en novela en Costa Rica en 2010.

A pesar de la diferencia de edad del autor (nacido en 1979), esta novela comparte muchos rasgos con las del grupo anterior (los nacidos entre 1950 y 1963). Se trata claramente de una policíaca, con investigadores y crímenes. Estos se desarrollan en el contexto histórico-político centroamericano, tal como hacían Cruz de olvido, de Carlos Cortés y los relatos de Óscar Núñez. Sus personajes son, también como en las anteriores, huérfanos y solitarios: un ex-investigador de seguros y excombatiente de la guerra nicaragüense, que vive solo en un pequeño pueblo de la costa Pacífica, al igual que su amiga Ilana Echeverri, conocida como  la Argentina. Su asesino es un individuo más solitario aún, que había sido compañero de luchas de Ilana en Argentina .

Se añaden sin embargo, un par de elementos novedosos, que separan esta novela del modelo anterior: por un lado, la acción no transcurre en una ciudad sino en pequeños poblados y en el campo; el protagonista, incluso, explica que vivir en el campo fue su propia decisión, harto de la vida urbana, con el propósito de “fomentar el olvido”

En medio de la profunda oscuridad del campo, los potreros y las playas sin luna, un excombatiente de la guerra de Nicaragua de 1979 debe aprender a leer las complicadas claves de una amiga suya, recientemente asesinada, para saber quién la mató. Ambos, de casi sesenta años de edad, se habían hecho amigos porque eran de los pocos que les interesaban los libros en los remotos pueblos donde vivían. Cuando ella muere, Chepe se siente en la obligación moral de encontrar al asesino y empieza a buscar las pistas escondidas en los dobles signos de fotos, noticias y cartas que ella le deja en diversos lugares.

En las fotos aparece la mujer con otros hombres, en algún lugar de Buenos Aires y Managua. Cuando las ve, el narrador comenta sobre la cercanía histórico-geográfica de “aquella época, que yo también había vivido, que nunca volvería a acontecer” (p.40). Todos los documentos Chepe los siente como un “laberinto sin nombre” (p.41) al que, en honor de la amistad, se siente obligado a entrar.

De esta manera, él, la víctima y el asesino forman parte de un tiempo y un compromiso político que terminan en eso, el gesto mercenario y la traición, en un olvidado pueblo de un desconocido país.

Verano rojo obliga a su Lector a meterse de lleno y de nuevo en los documentos acumulados a lo largo de 25 años después de los sucesos de La penca, el 30 de mayo de 1984. Esto se utiliza para articular la novela en la realidad histórica mediante acontecimientos que podrían haber ocurrido, es decir, se inserta en un verosímil y al hacerlo, de alguna forma saca a Costa Rica de su aislamiento internacional y la inserta dentro de una geopolítica internacional.

Recordemos rápidamente que el acontecimiento histórico referido en este relato es el atentado organizado contra Edén Pastora que cegó la vida de varios personas que asistían a una conferencia de prensa convocada por el líder nicaragüense. Esto ocurrió en un lugar en la frontera entre Costa Rica y Nicaragua el 30 de mayo de 1984. Hubo varias investigaciones, por ejemplo, el libro de los periodistas norteamericanos Martha Honey y Tony Avirgan, y el documental que el año pasado Peter Torbiörnsson periodista sueco presentó en Nicaragua y Costa Rica.

Con el nombre de Peter Olson el periodista sueco aparece la novela, ya que esta se construye sobre la base de la historia reciente latinoamericana; algunos hechos son verificables así como varios nombres de personajes recuerdan los nombres reales de los personajes históricos, por ejemplo, el del asesino Roberto Vital Gaguine que en la novela resulta Gandini.

Aunque la reproduce, la literatura también se permite jugar con la historia: se imaginan personajes, destinos y muertes sobre el trasfondo histórico sin que ambas líneas se contradigan.

Con lo anterior contrasta la curiosa mirada externa con que se ven y se narran los hechos: aunque se narre en primera persona, el relato mantiene un tono objetivo, neutral, externo: entonces nos preguntamos si la literatura vuelve acaso a ser medio de revelación de una verdad, un medio de denuncia social. Pero si es así, quien narra se preocupa de denunciar aunque sin involucrarse, de mantenerse fuera de los hechos, sin expresar el menor sentimiento o una determinada valoración subjetiva.

De eso se derivaría el interés por el desciframiento de documentos: esta forma de entender lo sucedido reduce al mínimo el contacto personal; se trata, en fin, de un ejercicio mental, así como el aparato de GPS transmite coordenadas para llegar finalmente al escondite del asesino.

La continua lectura de documentos no es un detalle insignificante, todo lo contrario, es altamente significativo pues conduce a una visión de la literatura, de la literatura de este nuevo grupo de escritores. La escritura escoge un tema político e histórico y lo moldea dentro de las posibilidades que ofrece el género policial.

En el triángulo que se establece entre víctima, asesino e investigador, Gandini también encarna al traidor y eso es el motivo por el cual Chepe lo persigue hasta encontrarlo y verlo muerto. “En algún momento fui de los buenos, ahora estoy demasiado viejo y cansado para saber”, dice Chepe al periodista sueco en Liberia (p.81). Si Chepe se jubiló antes de tiempo, podría tener ahora aproximadamente 55 años, lo cual significa que nació en la década de 1950. De acuerdo con esto, ¿es la intención de Verano rojo desenterrar la historia que el grupo anterior no quiso o no pudo revelar? Recordemos que uno de los tres tipos de sitios preferidos de estos era el lugar secreto, el cual generalmente contenía documentos de valor histórico.

En Verano rojo se resuelve un acontecimiento del pasado al tratar de solucionar un asesinato del presente. De esta forma la novela de Daniel Quirós recoge e interroga las noticias pretéritas que algunos no quisieron cerrar y otros no tuvieron la voluntad de resolver después de 25 años. Sobre el tejido de la historia, la literatura teje otro texto, lo amarra al primero y completa así los vacíos, que no habían completado sus protagonistas. Por eso la primera pista es una carta que imita la carta de un escritor a otro escritor. En Verano rojo se encuentra y se identifica al asesino, al traidor, se lo acorrala hasta su muerte. Y el que lo lleva a cabo no es un joven de 30 años sino un jubilado de casi 60.

Quienes lo acompañan en la siniestra y peligrosa aventura son sus coetáneos, una hippie sudamericana ex-guerrillera y un ex-guerrillero traidor (ver p.115): aún muerta, ella conduce al investigador con una llave y varios documentos hacia las pistas que finalmente le ayudarán a descifrar el curso de los acontecimientos, el suyo propio y el del pasado compartido. Solo así se podrá ver la luz de las llamas. El texto literario vuelve a ser instrumento para revelar una verdad histórica, para la denuncia política.

En el epígrafe de Tirana memoria se citan las siguientes palabras de Elías Canetti:
¿No sería más correcto que no quedase nada de una vida, absolutamente nada? ¿Que la muerte significase extinguirse de pronto en todos los que retengan alguna imagen de uno? ¿No sería más cortés frente a los que vendrán? Pues tal vez todo lo que queda de nosotros constituye una exigencia que les abruma. Quizá por eso no es libre el hombre, porque queda demasiado de los muertos en él, y ese mucho se resiste a extinguirse.

El escritor reconoce la imposibilidad de huir del pasado, de la memoria de los muertos. La escritura, en consecuencia, es una forma de conjuro contra esa esclavitud de la memoria, del recuerdo, de ahí el título de la novela de Castellanos.

La inserción de una temporalidad de carácter histórico en la narrativa del Istmo en este grupo de escritores muestra un nuevo interés pero a la vez una gran dificultad para manejarlo. La conclusión del acontecimiento histórico en La lluvia de Méndez Vides no se narra y la novela finaliza con los hechos relativos a la familia del protagonista. Este, sea o no un ser ficticio, no es definitivamente la figura de la historia de Guatemala.

Tanto en Material humano, en el relato de Rafael Cuevas y en Así en la tierra…, el tiempo histórico se fragmenta en un mosaico narrativo. Algo semejante ocurre en la trilogía de Castellanos Moya en la cual, además, como en casi todas, los hechos históricos se mezclan con otros inventados. Podría pensarse que la cantidad de años que median entre la publicación de la primera Donde no estén ustedes, 2003, y el cierre del ciclo, 2011, es decir, la narración completa del asesinato de Roberto Castellanos, expliquen parcialmente por qué estas sean los únicos textos narrativos lograron incorporar y darle sentido pleno al hecho histórico.

Por eso llama la atención el relato de Daniel Quirós: quizás por ser un escritor nacido en otra década y tal vez también por el hecho de vivir fuera de Centroamérica pudo mirar con mayor distancia la reciente historia que los demás solamente pudieron percibir escondida en lugares secretos.

En una noticia reciente se informaba que algunos países centroamericanos viven en medio de una violencia extrema que sigue creciendo: el índice de homicidios por persona en Guatemala y Honduras es superior al de México, pues mientras que en este país es de 18 personas por cada 100,000 habitantes en Guatemala y Honduras llega a 41 homicidios anuales por cada 100,000 personas.

La narrativa ha sabido leer este mapa social desde hace más de veinte años y ha lanzado serias advertencias. No se trata solamente de los narcotraficantes, como dicen ahora los periódicos;  los relatos que hemos mencionado hablan de otras guerras, la del pasado reciente.   Por esa razón se equivocan los que hablan de “narrativa de la posguerra”. Esta ES la literatura de la guerra, se trata de relatos que intentan dar un significado a ese terrorífico tiempo que se vivió principalmente en tres de los siete países centroamericanos. Porque se estén escribiendo después de esos años no quiere decir que sean de la “posguerra”; al contrario, son de la guerra porque hablan de esa violencia.

Los años que empiezan a aflorar constituyen un “círculo infernal y demoníaco”, en palabras de Johan Huizinga, en su clásico libro sobre el juego. En este explica que, “en ninguna parte es tan imprescindible el mantenimiento de las reglas del juego como en las relaciones entre pueblos y estados. Cuando se violan, la sociedad cae en la barbarie y en el caos” .

Eso fue lo que hicieron durante esos años, los ejércitos, los militares y las policías de Guatemala, El Salvador y Nicaragua, con la complicidad y la ayuda permanente de los gobiernos de Estados Unidos. Rompieron las reglas que sostenían el equilibrio y con esto destruyeron esas sociedades. Se trata ahora de entender por qué y eso está tratando de descifrar la literatura contemporánea del Istmo.


Margarita Rojas G., La ciudad y la noche. La narrativa latinoamericana contemporánea (San José: Farben, 2006).
Margarita Rojas G., La ciudad y la noche. Narrativa latinoamericana contemporánea (San José: Farben 2006).
Notas
Asalto al Paraíso en 1992, Calipso en 1996 y El año del laberinto en 2000.
Julio Mira, “Material humano” en http://www.deverdaddigital.com/pagArticle.php?idA=6771 publicado el 23-05-2009.
Véase M. Rojas G., La ciudad y la noche. La nueva narrativa latinoamericana (San José: Farben, 2006).
No obstante, no deja de notarse el crecimiento urbano, pues como se aclara en el mismo texto, el lugar donde transcurren varios hechos pasó de un pueblo de 400 personas a “una ciudad de más de siete mil” (p. 15) y entre estos no solo locales guanacastecos (p. 66).
J. Huizinga, Homo ludens (1938, nueva edición en español: Madrid: Alianza, 1998) p.248.



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en esta edición de Crítica

COREA TORRES: Balastro, novela de Pedro Avellán Centeno
ILEANA RODRÍGUEZ: Poetas filósofos - El mar es historia
MARGARITA ROJAS G.: Literatura en guerra - La narrativa     contemporánea en Centroamérica.
MOISÉS ELÍAS FUENTES: La sirvienta y el luchador, Castellanos     moya y la cotidianidad irritante
JOSÉ PRATS SARIOL: La amistad entre Virgilio Piñera y José Lezama     Lima
RUTH CUBILLO: Rafael Angel Herra, La brevedad del goce
HORACIO PEÑA: Cartas de Salomón de la Selva a Edna St. Vincent     Millay

MARGARITA ROJAS GONZALEZ, nació en San José, Costa Rica, donde vive actualmente. Estudió filología y música en la Universidad de Costa Rica y semiótica en la Università degli Studi di Bologna. Es profesora e investigadora de la Universidad Nacional.
Entre 2006 y 2010 fue directora del Sistema Nacional de Bibliotecas, del Ministerio de Cultura y Juventud. Ha sido becaria-investIgadora Fulbright en la Universidad de Pennsylvania, profesora invitada en el postgrado en literatura de la Universidad de Villanova (Pennsylvania, Estados Unidos) y en la Universidad Francois Rabelais, Tours, Francia (2007).
Como investigadora, es autora de varios artículos sobre la narrativa latinoamericana contemporánea en diversas revistas. Su publicación más reciente es el libro La ciudad y la noche. La nueva narrativa latinoamericana (Farben, 2006). También, en coautoría con Flora Ovares y Sonia M. Mora, en la editorial venezolana Monte Ávila publicó Las poetas el buen amor, varios ensayos sobre poesía escrita por mujeres latinoamericanas.
Sobre la literatura costarricense es coautora de La casa paterna. Escritura y nación en Costa Rica, Premio Nacional de Ensayo en 1993; Cien años de litera­tura costa­rricense, Premio Ancora de 1995; dos tomos de  En el tinglado de la eterna comedia. Hizo la recopilación completa de la obra de Luisa González Gutiérrez y escribió un capítulo del libro de las revistas literarias costarricenses Crónicas de lo efímero (2011) de Flora Ovares.
Acerca de la literatura centroamericana, su libro El último baluarte del imperio. Latino­américa y España en la crítica antimodernista, mereció el Premio de Ensayo Editorial Costa Rica en 1995. Es coautora de El sello del ángel. Ensayos sobre literatura centroamericana (2000) con la que ganó el Premio Nacional Aquileo Echeverría en ensayo.

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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