domingo, 11 de noviembre de 2012

Publio Ovidio Nasón M E T A M O R P H O S E S


Publio Ovidio Nasón (En latín Publius Ovidius Naso), (Sulmona, 20 de marzo de 43 adC † Tomis, actual Constanza, 17), poeta romano. Famoso por sus obras Ars amandi y Las metamorfosis, obra en verso sobre la mitología de su época. Ha sido el primer autor de la antigüedad que ha escrito una autobiografía poética, Triste, lo cual resulta complicado desvincular la producción literaria de su propia vida.
Nació el 20 de marzo de 43 adC en Sulmona, Italia, como él mismo dice, en el país de los penignos. Era caballero de rancia estirpe, de cuya antigüedad se siente orgulloso. Se sabe muy poco sobre su familia y casi todo lo relata en Triste. Su padre fue propietario de fincas y murió a los noventa años, poco antes que su madre. Su hermano había nacido exactamente un año antes que él y fue su compañero de estudios. Compartió con él la vida política hasta los veinte años, edad a la que falleció.

Tuvo tres esposas, en los que se muestra poco explícito en lo referente a los dos primeros. Con la primera se casó muy joven, tachada de nec digna nec utilis, lo que hace pensar que no pertenecía a su mismo rango social y que no le dio hijos en su corto matrimonio, como también lo fue el segundo. No se sabe a ciencia cierta a cuál de las dos esposas se refiere como natural del país de los faliscos. Las referencias son, no obstante, mucho más amplias sobre la hija que tuvo fruto de su segundo matrimonio y que le hizo dos veces abuelo en sendos matrimonios. Las noticias sobre su tercera esposa, Fabia, son mucho mayores. Con ella tuvo una hija y por ella Ovidio sintió gran cariño, una mezcla entre padre y maestro literario.

Dada la buena posición económica y social de sus padres, Publio Ovidio fue enviado a Roma a perfeccionar sus estudios. Tuvo como maestros a Arelio Fusco, originario de Asia Menor, y al hispano Porcio Latrón, dando muestras de sensibilidad poética en detrimento de la eluciencia prosaica requerida en el foro. Más tarde viajó a Atenas, Asia Menor y Sicilia.


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Publio Ovidio Nasón M E T A M O R P H O S E S - M e t a m o r f o s i s 1
La Introducción de esta edición digital se ha tomado de la siguiente obra:
Metamorfosis
Colección dirigida por Carlos Ansó
Traducción: Antonio Ruiz de Elvira
1.ª edición: setiembre, 1983
La presente edición es propiedad de Editorial Bruguera, S. A.
Camps y Fabrés, 5. Barcelona (España)
Traducción: © Antonio Ruiz de Elvira – 1981
Introducción: © Antonio Ruiz de Elvira – 1981
Diseño de cubierta: Neslé Soulé
Printed in Spain
ISBN 84-02-089836 / Depósito legal: B. 27.697 – 1982
Impreso en los Talleres Gráficos de Editorial Bruguera. S. A.
Carretera Nacional 152. km 21,650. Parets del Valles (Barcelona) 1983

INTRODUCCIÓN
Los mitos y la poesía
Las Metamorfosis de Ovidio tienen el doble valor, poético y mitográfico a la vez, que caracteriza a la gran masa de las obras maestras de la poesía clásica, desde Homero hasta Museo, desde Virgilio hasta Claudiano. De entre los géneros poéticos de la Antigüedad, la épica, la lírica y la. tragedia, que son los géneros nobles que constituyen la poesía pura, se muestran tan estrechamente ligados con la mitología, que de hecho no ofrecen nunca valores poéticos independientes de ella.
Tal independencia se muestra, en cambio, en buena medida, en la comedia, y, bastante menos, pero independencia desde luego, temática al menos, en la elegía, en la yambografía, en la epigramática,
en la bucólica, en la poesía didáctica, en la sátira y en la fábula coliámbica, géneros todos ellos que, sustituyendo la tradición mítica por escenas de creación libre o por temas de reflexión, observación, crítica o experiencia personal, se aproximan con frecuencia a la prosa (aun cuando tampoco es raro encontrar en ellos joyas de la más alta y acabada perfección poética: bastaría recordar, por ejemplo,
los libros V-VII y IX-XI de la Antología Palatina). El mundo de la ficción, o bien de la reflexión. cómica, elegiaca, bucólica, didáctica, epigramática, satírica o fabulística, como el de la prosa poética, en especial la prosa novelística y novelesca en todas sus variedades, ofrece de la realidad una interpretación ideal que aún es predominantemente emotiva, como en la poesía noble, pero que está invadida de la racionalidad que predomina en la prosa. La poesía noble es carne de emoción sobre hueso de racionalidad. Y resulta curiosamente paradójico que sea precisamente esta poesía pura, cuya función es describir «lo que podría ocurrir» la que, externamente al menos, se identifica con la historia, con la prosa histórica, por supuesto, en el carácter distintivo de ésta, a saber, en referir «lo ocurrido», puesto que como ocurrido se concibe el contenido de los mitos. La contradicción es sólo aparente, como es natural: en la historia predominan los hechos, en la poesía las posibilidades. La historia refiere lo ocurrido «como ocurrió»; sus interpretaciones ideales tienden a explicitar y completar los datos ofrecidos por las fuentes, excluyendo lo meramente
posible. La poesía, en cambio, refiere lo que se concibe como ocurrido, pero no «como ocurrió» sino «como pudo ocurrir»; sus interpretaciones ideales tienden a presentar la realidad en forma imaginativa y emotiva, creando libremente, sobre datos cuasi-históricos, detalles y evocaciones que puedan admitirse como verosímiles o incluidas de algún modo en la esfera lógica de lo posible. Y este universal ámbito de lo posible es lo que, por otra parte, acerca la poesía a la filosofía en la común elevación de ambas.
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Cuanto antecede viene a ser un resumen, aplicado a la poesía clásica de contenido mitológico, de veinticuatro siglos de teoría de la poesía, resumen centrado en el capítulo 9 de la Poética de Aristóteles, y elaborado a la vista de las más importantes obras modernas de estética, poética y ciencia de la literatura, y de todos los comentarios existentes, desde la Antigüedad hasta nuestros días, sobre dicha obra aristotélica, los cuales, para el capítulo 9, han culminado recientemente en un estudio notabilísimo y exhaustivamente sintético de Kurt von Fritz («Entstehung und Inhalt des neunten Kapitels von Aristoteles' Poetik», en Festschrift Ernst Kapp, Hamburg 1958, pp. 67-91; cf., del mismo autor, Fondation Hardt, Entretiens IV 85 ss., y University of California Publications in Philosophy, 28, 3, pp. 113 ss., y cf. especialmente mis propias contribuciones a esta cuestión en Emerita XXI p. 74 n. 2, y en Anales de la Universidad de Murcia XVI pp. F 165-7). Pues bien,
insistimos en algo que parece obvio, pero que, por extraño que ello resulte, suele sonar a raro en oídos filológicos modernos: ¿qué quedaría de la poesía épica, lírica y trágica de los griegos y romanos si de ella cercenásemos la mitología? La respuesta es: poco en cantidad y ese poco aburrido en calidad. Imaginemos, por ejemplo, la novena Pítica sin la historia de Cirana y de Aristeo; no queda nada más que Telesícrates, un perfecto desconocido para nosotros, ganó un premio porque corría mucho, y Píndaro no sería Píndaro si se hubiese limitado a contar efímeras victorias contemporáneas sin tener permanentes glorias míticas con que relacionarlas. Es esta temática la que da alas a la inspiración, nobleza y profundidad a la emoción poética, interés al conjunto y a los detalles no míticos que forman parte de aquél. Y lo mismo ocurre en la tragedia: mientras el comentario filológico discurre por cauces mitológicos todo resulta interesante, y es infinita la
variedad de matices que se obtienen por el nuevo tratamiento de un asunto ya conocido; pero el interés del auditorio se eclipsa en cuanto la complicación situacional, ideológica o psicológica, o bien meramente verbal, nos hace perder de vista, por algún momento, la significación de los personajes que tenemos delante. Esto último es mucho más raro en la poesía épica, cuyo carácter mitológico resulta, por tanto, aún más, inexcepcionable y esencial, si cabe, que el de la lírica y
trágica. Pero es que también los otros géneros poéticos que hemos calificado de más próximos a la prosa se dejan con frecuencia invadir por la mitología, y es entonces también cuando escalan las alturas de la poesía noble. ¿Qué nos importarían a nosotros las cuitas amorosas de Propercio si no fuera porque con ocasión de ellas suele enfrascarse en episodios de la mitología que nos hacen abrirnos a los personales problemas así enlazados con ellos? Así es como la elegía se eleva a las alturas de la épica y de la lírica a la vez, y por eso puede Propercio rivalizar con Horacio. La propia poesía elegiaca de Ovidio se encuentra, claro está, en ese caso. Ni aun la misma Ars tendría gran interés por su tema sin la mitología que la enriquece; lo mismo los Remedia y los Amores (no el De medicamine por su tema y brevedad), y con mayor motivo las Heroides, que son
mitología pura. También los Fastos, por una parte, y las Tristes y Pónticas por otra, obras en las que, por su plan y circunstancias, predominan lógicamente los temas romanos, contienen centenares de mitos griegos, desarrollados con frecuencia en los Fastos en relatos extensos, y brevemente expuestos, o meramente aludidos, en las Tristes y Pónticas.
Pero la máxima obra mitográfica de Ovidio es desde luego las Metamorfosis, tanto por su plan y contenido, como por haber sido para los siglos de Occidente el más espléndido y popular manual de mitología, en el que han bebido directamente las legiones de artistas que en la pintura, escultura y música tanto o más que en la literatura han producido la inmensidad de obras mitológicas que constituyen buena parte del tesoro artístico de Europa. Y al mismo tiempo que la máxima obra mitográfica, son también las Metamorfosis la obra que nunca, ni aun en las épocas que menos han apreciado a Ovidio, ha dejado de ser generalmente estimada como su obra más perfecta y de mayor aliento. ¡La más mitográfica es también la más poética! Obsérvese que esto no puede ser casual, sino que es a la vez la necesaria consecuencia de cuanto llevamos dicho y su más conspicua prueba.
Ovidio empezó por la elegía, pero al llegar a la madurez, tanto en edad como en inspiración, decidió emprender la composición de una obra de poesía pura, de un epos hexamétrico extenso y unitario,
de un poema arquitectónico y sabiamente trabajado que pudiese colocarle en la cima de un género y darle una gloria imperecedera. Siendo éste el propósito del poeta, como consta tanto por sus propias Publio Ovidio Nasón M E T A M O R P H O S E S - M e t a m o r f o s i s 3
declaraciones (Met. XV 871-879, y cf., sobre la composición de la obra, Trist. I 1, 117; I, 7, 13 ss., 19 ss., 23 ss., 27 ss., 35 cc.; II 555 s.; III 14, 19 ss.) como por la realidad misma del poema conseguido, y dado el extraordinario virtuosismo de este versificador innato, el de más extraordinaria difícil facilidad de todos los poetas de la Antigüedad, los problemas que se le presentaban eran sólo los de la elección del tema y la apropiada manera de tratarlo. La solución que dio al primero de ellos fue ya un notable acierto. Aunque nos son desconocidas las calidades poéticas de los modelos inmediatos de Ovidio, de los que luego hablaremos, sí es del todo evidente que ninguno de ellos alcanzó la consideración de primera figura ni un rango semejante al de los autores de los poemas épicos que conservamos. Ahora bien, ninguno de estos últimos había
escogido como tema para sus epopeyas un conjunto de mitos heroicos de Grecia, sino que todos ellos habían tratado de un mito particular, reducido a veces, y así precisamente en el princeps y soberano modelo eterno de perfección, la Ilíada, hay un breve episodio de un mito más extenso. Y al peso de esta tradición necesariamente había de añadirse para Ovidio la autorizada monición horaciana non fumum ex fulgore sed ex fumo dare lucem cogitat, nec gemino bellum Troianum orditur ab ovo. Los propios poemas del ciclo épico a que aquí alude Horacio desarrollaban también, aunque en forma más prolija que la Ilíada, una narración única y concebida siempre como complemento necesario de la Ilíada (así los Cypria, la Aethiopis, la Pequeña Ilíada, 'Il…ou Pšrcij y los Retornos; y del mismo modo, por ejemplo, y ya se concibieran corno independientes, ya como en algún sentido preliminares del ciclo troyano, la O„cal…aj ”Alwsij y la primitiva Tebaida
predecesora de la antimaquea). Pues bien, Ovidio desatendió todos estos precedentes y prefirió escoger para su epopeya un tema amplio y múltiple, aunque unitario, a saber, una narración de todos los mitos heroicos de Grecia terminados en cambios de forma (a los que añadiría como apéndice los mitos romanos de la misma clase o latamente similares), y no tener así que rivalizar con los más grandes poetas épicos de Grecia y de Roma, sino solamente con poetas de segunda fila, sobre los que le seria fácil alcanzar el primer puesto como narrador de metamorfosis. Algunos posibles modelos y fuentes de Ovidio
Veamos ahora quiénes eran estos poetas de metamorfosis y cómo debemos enjuiciar su calidad de modelos de Ovidio juntamente con los narradores prosaicos del mismo tema.
El más importante, sobre todo por ser el menos desconocido para nosotros, es Nicandro de
Colofón, del siglo III o del II (v. ed. Gow, p. 8), autor de un poema elegiaco titulado 'Ofiak£ y de varios poemas épicos, de entre los cuales el que ha podido servir de modelo a Ovidio es el titulado `EteroioÚmena o Transformaciones (propiamente «Objetos que están sufriendo transformación»), cuyo asunto nos es conocido en parte por los sumarios en prosa del mitógrafo de la época antonina Antonino Liberal, conservados, como las Pasiones amorosas de Partenio, en un único manuscrito, el famoso Palatinus 398, que es uno de los treinta y ocho Palatini que por exigencia de Napoleón en el tratado de Tolentino pasaron del Vaticano a París en 1797, y que a raíz de la Restauración, en 1816, fueron devueltos a su primitiva procedencia, Heidelberg, donde se conservan en la actualidad.
Pero el fragmento más extenso que poseemos de los `EteroioÚmena de Nicandro tiene sólo cuatro hexámetros, citados por el escoliasta de Eurípides, Hécuba 3:
oenq' `Ek£bh Kisshˆj, Ót' ™n purˆ dšrketo p£trhn
kaˆ pÒsin ˜lkhqe‹sa paraspa…ronta quhla‹j,
e„j ¤la possˆn Ôrouse kaˆ ¿n ºll£xato morf¾n
gr»ion `Urkan…dessin ™eidomšnh skul£kessin, y por la comparación con el pasaje en que Ovidio cuenta las desdichas de Hécuba y su
metamorfosis en perra (Met. XIII 422-571), puede advertirse que mientras Nicandro (seguido por Séneca en el Agamenón vv. 723-6) sitúa esa metamorfosis durante la toma de Troya como Publio Ovidio Nasón M E T A M O R P H O S E S - M e t a m o r f o s i s 4
inmediatamente posterior a la muerte de Príamo, Ovidio en cambio, siguiendo a Eurípides,
interpone entre ambos sucesos el viaje a Tracia, el descubrimiento del asesinato de Polidoro y elcastigo de Poliméstor; luego su dependencia de Nicandro es insignificante en este caso, único en el que podemos comparar poeta con poeta y mitógrafo con mitógrafo. Con tanto mayor motivo habrá, por lo menos, que abstenerse de formular dependencia para los mitos de Ovidio de cuyo tratamiento
por Nicandro conocemos sólo algunos detalles sobre la trama argumental, pero sin conocimiento alguno del tenor verbal de Nicandro. Así los de Cragaleo convertido en piedra (brevemente aludido en Met. XIII 714 s.), Cerambo en escarabajo (algo diferente y también muy brevemente narrado en
Met. VII 353-6), Bato en piedra (Met. II 687-707, de raigambre hesiodea, v. infra), Dríope en ninfa (pero en loto en Met. IX 327-393, con varios detalles diferentes), Biblis en ninfa (pero en fuente en
Met. IX 450-665, también con detalles diferentes), de los pastores mesapios en árboles (aludido, también con variantes, en Met. XIV 513-522), de las hermanas de Meleagro en pintadas (casi igual en Met. VIII 535-546), de Cigno, hijo de Neptuno, en cisne (Met. XII 72-145, procedente de los Cypria), de las hijas de Minias en un murciélago y dos lechuzas (algo diferente en Met. IV 389415),
de las hijas de Orión en cometas (diferente en Met. XIII 692-9), de las hermanas de Faetón en álamos (Met. II 340-366, de raigambre probablemente esquilea en las Heliades, y en Eur., Hipp, 735 ss. y Apoll. Rhod. IV 603 ss., cf. Plin., N. H. XXXVII 31), de Alcíone en alción (Meta XI 410- 748, de raigambre homérica en I1. IX 562 ss., y en Eur., Iph. Taur. 1089 ss.; también en Cicerón, v. infra), y de Adonis en anémona (Met. X 731-9, cf. Bión I 66). Por tanto, podemos concluircon toda verosimilitud que Ovidio vale mucho más que Nicandro (cf. Kraus en Pauly-Wissowa, XVIII 1939) y que el que éste haya narrado algunas de las metamorfosis que luego narra Ovidio no basta para
llamarle modelo de Ovidio, sino a lo sumo una fuente o precedente entre las innumerables obras de la literatura griega que Ovidio conocía perfectamente y utilizaba a su conveniencia sin ulterior lazo o deuda.
Sigue en importancia a Nicandro como precedente inmediato de narrador hexamétrico de
metamorfosis Partenio de Nicea, poeta del siglo I a. C., amigo de Cornelio Galo, a quien dedica (con el curioso hiperlatinismo constante en los griegos para los vocativos de los en -ius ð Korn»lie G£lle) una narración entre mitográfica y novelesca en prosa, única obra suya conservada, titulada Pasiones amorosas (o, si se prefiere, Historias de amor), pero autor sobre todo de elegías y de unas Metamorfosis que probablemente eran un epos hexamétrico aunque de ellas no se conservafragmento alguno v sí sólo un resumen en prosa, transmitido por Eustacio, in Dion. Perieg. v. 420, y
schol. in eundem locum, de cómo narra Partenio en las Metamorfosis el mito de Escila la hija de Niso, en donde se ve que la narración coincide en general tanto con la preciosa Ciris de la Appendix Vergiliana como con Ovidio, Met. VIII 1-151; la única divergencia notable es que mientras Partenio
y la Ciris (como también Apollod. III 15, 8 y schol. Eur., Hipp. 1200) hacen a Minos arrastrar por el mar a Escila, atada al timón de su navío, Ovidio omite este rasgo de crueldad en el justo Minos,
haciendo que sea la propia Escila la que se arroje al mar para seguir a nado a la flota de su ídolo, Paciente cupidine vires. Ahora bien, como también en este caso encontramos, como es natural, que el asunto está mencionado y tratado mucho antes de Partento, y por otra parte tampoco consta con
seguridad que las Metamorfèseij de éste fueran escritas antes que las de Ovidio, de nuevo
tenemos que rechazar entre Ovidio y Partenio relación alguna de dependencia. En efecto, la
«criminal Escila» está ya mencionada, en un impresionante relato lírico, en las Coéforos 613 ss., y
que fue tema de tragedias lo sabemos por el propio Ovidio, Trist. II 393 s. Luego el que Partenio contase este mito que tiene rasgos de cuento no tiene mucha mayor significación que el hecho, absolutamente insignificante, de que también Calímaco mencione a Escila en vigoroso hexámetro y
medio de la Hécale (fr. 288)
SkÚlla gun¾ katak©sa kaˆ oÙ yÚqoj oÜnom' oecousa
porfuršhn ½mhse krška
y el de que, en cuatro dísticos mucho más emotivos y exquisitos que todos los versos de Calímaco, Publio Ovidio Nasón M E T A M O R P H O S E S - M e t a m o r f o s i s 5
resuma Propercio el espléndido epilio de la Appendix. Y en cuanto a la datación de las
Metamorfosis de Partenio, no consta en absoluto ni en qué época de su vida las compuso, ni
tampoco cuáles son los límites cronológicos de esa vida, y como la noticia de Suidas de que vivió hasta el reinado de Tiberio, aunque sea un poco sospechosa por resultar entonces, al parecer, una vida larguísima, no es posible sin embargo rechazarla ni sustituirla por ningún dato más convincente, resulta lo que hemos dicho respecto de nuestra absoluta imposibilidad de determinar si las Metamorfosis de Partenio (y lo mismo la Ciris, pese a los ingeniosos argumentos de Büchner, en
Pauly-Wissowa VIII A, 1123-5, a favor de la anterioridad de la Ciris con respecto a las
Metamorfosis de Ovidio) son anteriores o posteriores a las de Ovidio.
Eso mismo ocurre con las 'Alloièseij o Alteraciones de Antígono de Caristo el Joven,
contemporáneo de Ovidio y que nada tiene que ver con el Antígono de Caristo paradoxógrafo del siglo III a. C.; en cuanto a la obra misma, es totalmente desconocida. 

Otros autores de Metamorfosis
de los que tampoco sabemos casi nada son Didimarco, mencionado en la nota marginal del
Palatinus 398 al capítulo 23 de Antonio Liberal como narrador, lo mismo que Nicandro, del mito de
Bato (y mencionado también en schol. Ambros. Theocr. I, 3), y un Teodoro de quien dice Probo ad
Verg. Georg. I 399 que es fuente de Ovidio para una de las dos versiones sobre Alcíone, que
generalmente se admite que es la meramente aludida en Met. VII 401, si bien se trata de una
admisión absolutamente desprovista de fundamento, una mera conjetura en el vacío. En efecto,
Probo sólo dice que hay dos versiones y que Ovidio sigue a Nicandro en la una y a Teodoro en la
otra. Y para concluir que la de Teodoro es la de Met VII 401 sólo se aduce que la otra, desarrollada
con todo detalle en el conmovedor relato, una de las joyas más acabadas de todo el poema, de Met.
XI 410-748, contiene como causa ocasional del desdichado viaje de Céix su deseo de consultar el
famoso oráculo apolíneo de Claros en la Jonia, lo cual sería un rasgo patriótico del colofonio
Nicandro. Como se ve, el argumento no puede ser más frágil, si bien encontramos igualmente
aventurado pretender que sea ésta la versión de Teodoro, como pretendía Dietze (cf., sobre toda la
cuestión, Pauly-Wissowa XI 373 Kroll, con el que, como puede verse, no estoy de acuerdo), y lo
único que podemos asegurar es que existió un poema hexamétrico de Teodoro titulado
Metamorfosis, en el que narraba, además de una de las versiones sobre el origen de los alciones, la
historia de Esmirna o Mirra (datos adicionales de Plut., paran. min. 22, 311 A, y Suid, s. v.); si este
Teodoro es el mismo, como algunos suponen, que el mencionado por schol. Apoll. Rhod. IV 264, la
obra seria muy extensa, pues cita del libro 29, pero la identificación resulta enigmática en los
Teodoros (que son 203 en Pauly-Wissowa, de entre los cuales distingue a 20 Diógenes Laercio II
103; aún hay otro pasaje mitográfico de un Teodoro, citado en Phot., bibl. 190, p. 152 b 26, de
quien nada más se sabe), y no podemos por tanto tener la seguridad de que fuesen tan prolijas las
Metamorfosis de Teodoro.
Otro precedente relativamente importante, por ser el más antiguo de esta clase aunque ceñido a
un tipo especial de metamorfosis, es la 'Orniqogon…a de Boiè, que podemos transcribir por Beo. Se
atribuyó a esta Beo, sacerdotisa mítica de Delfos, y sin duda en conexión con los o„wno… o
utilización de los pájaros para las actividades mánticas o adivinatorias, un cierto poema hexamérico
sobre el origen de algunos pájaros por metamorfosis de personas humanas, bajo ese título de
Ornitogonia. El poema, del que no se conserva ningún fragmento verbal, parece datar de antes del
siglo ni (Filócoro es el primero, que sepamos, que lo conoce, citado en Ateneo IX 11, 393 E como
citador de la Ornitogonia de Boiè y no de Bo‹oj, y no haber sido muy conocido hasta que en Roma
fue objeto de una retractatio por Emilio Macro, amigo de Ovidio. De su contenido, que en parte
coincide con datos de Aristóteles, Hist. anim. IX, conocemos diez historias (en Antonino Liberal),
pero de estas diez ninguna tiene en Ovidio correspondencia propiamente dicha.
Tales son, pues, los poemas griegos de tema exclusivamente metamórfico que han servido de
modelos a Ovidio. Como hemos visto, para Ovidio no han sido en realidad sino una de las
secciones, y no la más considerable, del repleto almacén de metamorfosis que le ofrecía la poesía
griega en general, a partir del mismo Homero, y que Ovidio ha utilizado a su comodidad y en la
medida y selección que en cada caso estimaba más oportuna. A los poetas que ya hemos
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mencionado como sus fuentes o precedentes, añadiremos aún, por ejemplo, Hesíodo frs. Rzach 181
(en Hygin., Poet. Astron. II 1 y schol. Arat. 27, etc.: de las Eeas, sobre Calisto, para Met. II 409 ss.),
153 (en Antonino Liberal, 23: de las Eeas, sobre Bato, para Met. II 687 ss.), 161 s. (en Tzetzes, in
Lycophr. 682: de la Melampodia, sobre Tiresias, para Met. III 320 ss.), y 138 (en schol. Eur. Phoen.
1116: del Egimio, sobre el guardián Argos, para Met. I 624. ss.); Eurípides (además de la Hécuba ya
mencionada, la Medea para Met. VII 394-7, las Bacantes para Met. III 513 ss., y el Hipólito para
Met. XV 497 ss.); Sófocles (las Traquinias para Met. IX 134 ss.); Teócrito (idyl. XI para Met. XIII
750 ss.); Euforión de Calcis (fr. 38, 1 Meineke porfuršh Ø£kinqe para Met. X 162 ss., para el que
también Bión fr. 1 Gallavotti, y Euforión fr. 47 Meineke para Met. I 459); Fánocles ”Erwtej ½
kalo… citados por Clem. Alex., strom VI 440 y protr. 28 y Lact. Plac. arg. Met. II fab. 4, para Met.
II 367-380, cf. Verg. Aen. X 189 ss.); Calímaco (además de lo antes mencionado, la Hécale en
general para Met. VIII 630 ss., y Hymn. VI 24-117 para Met. VIII 739 ss.); y Mimnermo de Colofón
(fr. 10 D. para Met. II 385 s., cf. H. Fränkel, Ovid. p. 216). De modo que no pecaremos de excesivamente
generalizadores si, con Schanz en la segunda edición de la Römische Literaturgeschichte, II
1, p. 219, anterior a los trabajos de Lafaye y Castiglione que aún hoy son los fundamentales para las
fuentes de las Metamorfosis de Ovidio, afirmamos que es la poesía griega en su conjunto la fuente
de las Metamorfosis, y que, como no podía menos de ocurrir en un poeta de la talla de Ovidio, su
inspiración va más hacia los grandes poetas clásicos (Homero, Hesiodo, el ciclo épico, los trágicos)
que hacia los helenísticos, y entre estos últimos más hacia los originales y briosos Teócrito y
Apolonio de Rodas que hacía el mucho más famoso que consumado Calímaco, y que sólo el hecho
de que hayan sido helenísticos los autores de poemas consagrados exclusivamente a las
metamorfosis le hace aproximarse más a éstos en cuanto al tema. Pues la propia elección de este
tema depende tan poco del gusto por los helenísticos como pueda depender la elección por Virgilio
del tema didáctico para la más perfecta de sus obras, los Georgica, puesto que sus modelos
helenísticos Arato (y su versión por Varrón del Átace), Eratóstenes y las propias Geórgicas de
Nicandro quedan igualmente desbordados por su directa dependencia de los Trabajos y Días de
Hesiodo, y aun por sus primeras imitaciones de Homero en los símiles, sin contar su extraordinaria
veneración hacia el egregio Lucrecio, tan presente en todo el poema, y también hacia Ennio.
Eso es, pues, lo que ocurre con las fuentes griegas. Con mayor motivo hay que decir eso mismo
de los precedentes latinos, entre los cuales se mencionan sobre todo los epilios metamórficos
Alcyones (del que casi nada sabemos, por mucho que estrujemos los datos de Nonio Marcelo I p. 65
M. (=90 L.) y de Script. Hist. Aug., Gord. III 2) y Glaucus (obra de niñez y que quizá fue una de las
que tuvieron el fabuloso, aunque efímero, éxito que indica Plut. Cic. II 3-4) de Cicerón, Glaucus de
O. Cornificio, Smyrna de Helvio Cinna, lo de Licinio Macro Calvo, celebérrimos poemas los dos
últimos, y la Ciris, así como, poema probablemente más extenso, la ya mencionada Ornithogonia,
de Emilio Macro, y, sobre todo, la esplendorosa escena, uno de los trozos más encantadores de todo
Virgilio, del canto de Sileno en Buc. VI, para la que el propio Virgilio utilizó uno de esos pasajes de
las prolijísimas Historias filípicas de Teopompo que quizá ya por entonces habían sido extractados
en grupos de Par£doxa o Maravillas, y de la que es igualmente precedente el breve canto de Orfeo
en Apoll. Rhod. I 496-511 (cf. también Verg. Georg. IV 347). Virgilio aparece igualmente utilizado
en Met. X 8-75 para la historia de Orfeo y Eurídice, que no contiene metamorfosis de ninguna clase
(como varias otras incluidas en el poema por extensión y para aprovechar su extraordinaria belleza),
y que en las propias Geórgicas está enlazada con el episodio de Aristeo que es de raigambre
pindárica, narrado en el más hermoso de todos los poemas de Píndaro, la Pítica IX. Y utilización, o
al menos consciente imitación y deliberada reminiscencia de Virgilio hay igualmente en varios
otros pasajes, de los cuales el más conspicuo es la tempestad que sufre Céix en Met. XI 480-572;
utilización frecuente de la Eneida, en los libros XIII y XIV. En cuanto a los mencionados epilios
latinos o pequeños poemas épicos sobre una única figura mítica que sufre al final la metamorfosis,
de ellos no sabemos casi nada, como hemos dicho, y hay que tenerlos en cuenta casi sólo como
nuevos datos del gusto que por el tema de las metamorfosis, entre los infinitos aspectos de la
siempre presente mitología, se daba en la época, y sin que podamos tampoco establecer ningún otro
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nexo entre ellos y el poema de Ovidio.
Han supuesto algunos que Ovidio debió utilizar también algún manual mitográfico en prosa,
semejante a los que nosotros poseemos de Higinio, Apolodoro, Eratóstenes y Conón, o incluso
alguno de estos mismos, pero la datación y génesis de estos utilísimos manuales sigue siendo
enigmática para nosotros, y la suposición es totalmente gratuita. Lo que sí es evidente es que pudo
Ovidio utilizar la historiografía relativa a períodos primitivos, muy en especial los primeros libros
de la flamante obra de Diodoro, pero vista la calidad y la multiplicidad de sus fuentes poéticas, así
como su personal manera de utilizarlas, poco es lo que queda para las fuentes prosaicas, como no
sea algún detalle o precisión erudita.
Tratamiento del tema
Si ya en el tema y argumento vemos la extraordinaria libertad y aisance con que Ovidio ha
procedido, todavía son mayores las empleadas en la solución al otro problema a que antes nos
referíamos, la apropiada manera de tratar su tema. Aquí la originalidad, maestría y pujante
personalidad de Ovidio son aún más conspicuas. Idea puramente suya ha debido ser (cf. Met. I 3,
Trist. II 559 s., y Kraus en Pauly-Wissowa XVIII, 1940) la de ordenar cronológicamente todas las
metamorfosis de la mitología griega, para terminar con las propias de la «pseudomitología» (Rose)
romana, es decir, en todo caso, con las metamorfosis ubicadas en Italia y más o menos directamente
relacionadas con Eneas y sus descendientes. Dicha ordenación cronológica sigue en general las
cronologías míticas más autorizadas de la Antigüedad, pero naturalmente que sin un absoluto rigor,
y ya sólo el que el hilo conductor sea esta guía cronológica aproximada es un gran acierto que le da
ocasión a las más hábiles transiciones, mediante las cuales ya la narración es prolija y elaborada, ya
breve y concisa, ya, en numerosos casos, se limita a una fugaz mención, a veces un único nombre,
siempre según el personal gusto y elección del autor, lo que de nuevo manifiesta la prodigiosa
soltura con que el poeta se mueve en su elemento.
Datación de las Metamorfosis
La datación de las Metamorfosis de Ovidio es fácil. De las propias declaraciones del autor en los
pasajes de las Tristes arriba citados, se deduce con seguridad que la obra estaba prácticamente
terminada, aunque no retocada, en las postrimerías del año 9 de nuestra era, momento en que el
poeta partió de Roma para su relegación. No podemos, en cambio, saber cuánto tiempo había
empleado en escribirla, y sólo puede pensarse que es verosímil que le costase quizá algunos años de
trabajo. No conocemos el detalle de lo que ocurrió en seguida a la obra, pero sí sabemos que por lo
menos algunos ejemplares quedaron en Roma mientras el autor estaba lejos y no pudo controlarlos,
lo que tal vez pudo influir en las notables divergencias que para el texto de unos pocos y brevísimos
pasajes muestran los manuscritos, conforme se refleja en el aparato crítico de mi edición, más abajo
citada.
En cuanto a que el año en que Ovidio salió de Roma hacia Tomis fue el 9, y no el 8 como
comúnmente se admite desde que Merkel dictaminó, en 1841, que la quinquennis Olympias de
Pont. IV 6, 5 y el tempora quinta de Fast. III 164 significa «periodo de cinco años completos» y no
«período de cuatro años completos y cinco comenzados» que es su verdadera significación en estos
pasajes, yo estoy convencido de que es así por las razones que, como consecuencia de mis estudios
cronológicos, he expuesto en diferentes ocasiones y especialmente en mi reseña del librito Punti
controversi di sintassi latina de G. dall' Olio; y del mismo modo hay que entender en cómputo
inclusivo el sexta bruma de Pont. IV 13, 40 que es otro de los pasajes clave para esta datación.
Publio Ovidio Nasón M E T A M O R P H O S E S - M e t a m o r f o s i s 8

BIBLIOGRAFÍA
De entre las ediciones completas de las Metamorfosis, aparte de la de Rudolf Ehwald, Lipsiae
1915, que es la mejor de las existentes, son notables, aunque inferiores a la ehwaldiana, la de G.
Lafaye, Paris 1927 (varias veces reimpresa), la de Miller en la colección Loeb, London 1916
(muchas veces reimpresa; sólo tiene interés la traducción), y, recientemente, con motivo del
bimilenario y no indigna de él, la edición con traducción alemana en hexámetros de Hermann
Breitenbach. Zürich, In aedibus Artemidos 1958, trabajo cuidadísimo y exquisito en todas sus
partes.
En cuanto a España, no tenemos ninguna contribución importante a la filología de las
Metamorfosis, pero sí cabe citar una serie de trabajos estimables por diversos títulos. En primer
lugar las Anotaciones de Pedro Sánchez de Viana, Valladolid 1589, más interesantes que su
traducción española en verso, famosa pero arbitrariamente parafrástica como era lo usual, publicada
en la misma ciudad y año, y reimpresa últimamente en la Biblioteca Clásica Hernando, Madrid
1887. Parecido carácter tienen las traducciones en verso de Antonio Pérez Sigler, Salamanca 1530
(reimpresa en Burgos 1609) e incompleta de Felipe Mey, Tarragona 1586. Anterior a todas éstas es
la versión española en prosa de Jorge de Bustamante. En Anvers (sic) 1551, muchas veces
reimpresa (Burgos 1557, Toledo 1578, Amberes 1595, Madrid 1622, Madrid 1664, Pamplona
1718), anónimas todas las ediciones que yo he visto y de poco valor la traducción. Pero bastante
anterior todavía, un incunable, es la traducción catalana en prosa de Francisco Alegre (Lo libre de
les transformacions del poeta Ovidi, Barcelona 1494). En el siglo XVIII es notable la traducción en
prosa, con prolijas exégesis que sin embargo en modo alguno son un comentario del texto, de Diego
Suárez de Figueroa (todo Ovidio, en 12 tomos, Madrid 1728-38). En el XIX, la traducción en prosa,
no enteramente desdeñable, de Francisco Crivell, Madrid 1805-19. Y en nuestro siglo lo único
digno de mención es la edición bilingüe, con traducción catalana en prosa, de A. M. Trepat y A. M.
de Saavedra, publicada por la fundación Bernat Metge en Barcelona 1929, 1930, 1932.
Aparte de eso, sí hay en España algo interesante que podría ser utilizado como testimonio de
tradición indirecta medieval, de modo semejante a la versión de Planudes, y es la frecuente
utilización de las Metamorfosis de Ovidio en la General Estoria de Alfonso el Sabio, de la que
poseemos ya las dos primeras partes, en tres volúmenes, de la gran edición crítica de Sola-linde,
Kasten y Oelschläger. Pero los pasajes de las Metamorfosis aparecen en la General Estoria de tal
manera insertos entre explicaciones adicionales, e interrumpidos a su vez y parafraseados,
abreviados o refundidos de mil maneras imprevisibles, que la tarea de seguir el rastro de las
variantes del texto en esa maraña sería, sí, fructuosa en algunos casos, pero tan ardua y lenta y en
suma tan desproporcionada con los resultados que de ella cabe esperar, que no nos hemos decidido
a emprenderla.
De la copiosa bibliografía existente acerca de las Metamorfosis, de Ovidio, la mejor guía hasta
1933 es la maravillosa Einleitung zu Ovid, de Edgar Martini, Prag 1933. Con posterioridad se han
publicado dos libros sobre Ovidio en general, los de Hermann Fraenkel y L. P. Wilkinson, sin
grandes méritos ninguno de los dos, y buen número de trabajos menores, entre los que descuellan
los reunidos en los tomos colectivos publicados, independientemente unos de otros, con ocasión del
bimilenario del poeta: son los titulados Fasti Pontici Ovidio poetae dicati (Roma, 1958), Ovidiana
(París, 1958) Y, sobre todo, los Atti del Convegno Internazionale Ovidiano (dos tomos), Roma,
1959. En estos últimos se contienen trabajos de gran valía, unos dedicados exclusivamente a las
Metamorfosis, y otros al conjunto de los poemas ovidianos; entre estos últimos sobresalen mucho
por su extraordinario interés especialmente para las Metamorfosis los titulados «Appunti sulla
fortuna di Ovidio nel Medioevo» de V. Ussani y «De nominum Ovidianorum Graecitate» de W. F.
Jackson Knight. De la abundante bibliografía posterior, merecen destacada mención el comentario
Publio Ovidio Nasón M E T A M O R P H O S E S - M e t a m o r f o s i s 9
en varios tomos de Bömer y la monografía de B. Otis, Ovid as an Epic Poet, Cambridge, 1966.
NUESTRA TRADUCCIÓN*
El problema más importante del traductor de las Metamorfosis es el de la transcripción de los
nombres propios. Se trata de un tema al que desde hace muchos años vengo consagrando
especialísima atención y cuidadoso estudio, tanto en mis clases como en mis escritos. Por tanto, las
transcripciones que en esta traducción ofrezco deben considerarse como modelos, de los que han de
extraerse las normas aplicables al problema, incluso en las inconsecuencias y vacilaciones, de las
cuales se ha eliminado el mayor número posible, y las que subsisten son plenamente conscientes y
deliberadas por mi parte y deben mantenerse por ahora.
El texto latino sobre el. que descansa la presente traducción es el que figura en mi edición:
Ovidio, Metamorfosis, I (Lib. I-V), Barcelona, «Alma Mater», 1964; II (Lib. VI-X), Barcelona,
«Alma. Mater», 1969. De esta edición coa traducción restan aún por publicarse los cinco últimos
libros de las Metamorfosis, en el tomo III, ya preparado. El riguroso respeto a la tradición
manuscrita es el método con el que he confeccionado el texto de la parte ya publicada, y su mayor
novedad es la consideración íntegra y total, para los pasajes afectados de variantes, de la tradición
indirecta representada por la famosa versión griega en prosa realizada por Máximo Planudes a
principios del siglo XIV. Esta versión planudea es, a pesar de los errores de comprensión que tan a
placer se han señalado con frecuencia, un trabajo verdaderamente extraordinario, que se anticipa en
muchos siglos al método que hoy es el único admitido en la traducción de toda clase de obras, clásicas
y no clásica: es literaria y literal a la vez, y está libre por igual de la estricta literalidad a menudo
casi ininteligible y siempre pintoresca, y de la exquisitez literaria llena de infidelidad que tanto se
sigue practicando en la actualidad en toda clase de traducciones.
Las notas que doy al pie de cada página sólo pretenden ser aclaraciones de la traducción,
absolutamente necesarias para la cabal comprensión del texto. Para no alargar desmesuradamente la
extensión de estas notas, he procurado ceñirme a lo que consideraba estrictamente indispensable,
aun a sabiendas de que en muchos casos la curiosidad del lector por conocer el contenido general de
un mito determinado quedará insatisfecha y hará que parezcan concisas en exceso. El uso de algún
manual sobre la mitología griega y romana puede permitir completar el conocimiento de las
leyendas míticas griegas y romanas; de entre los manuales dedicados a la exposición de los mitos
antiguos, los más asequibles son los de P. Grimal, Diccionario de la mitología griega y romana,
trad. esp., Barcelona, Ed. Labor, 1965, y A. Ruiz de Elvira Mitología clásica, Madrid, Ed. Gredos,
1975. En ellos se podrán encontrar las diferentes fuentes clásicas que permiten una exposición
sistemática de los ciclos legendarios, así como la bibliografía moderna pertinente.
Advierto que hago uso, indistintamente y según la conexión de cada pasaje, de los nombres
griegos o latinos de las divinidades principales.
La mayoría de las palabras griegas y latinas las menciono en transcripción española, y ésta con
arreglo a lo indicado en la Introducción, págs. 241 y 306. Cuando a un nombre propio en
transcripción se le adscribe una traducción o equivalencia aproximada, ésta va generalmente entre
comillas.
ANTONIO RUIZ DE ELVIRA
* Obviamente este comentario hace referencia a su traducción, que en este caso no es la que se ha tomado en esta obra
sintética [Nota del escaneador].

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