sábado, 31 de diciembre de 2011

DÁMASO ALONSO.


PARA BAJAR EL POEMARIO "HIJOS DE LA IRA"


Dámaso Alonso, es otro de los grandes poetas de la generación del 27. Quizá no tan celebrado como García Lorca, Rafael Alberti, Cernuda, etc. Alonso, antes y después de la Guerra Civil Española se mantuvo en SU PATRIA. A diferencia de la mayoría de poetas que conformaron la generación del 27 y que dejaron a España en la guerra civil, Alonso se mantuvo incólume, se mantuvo mirando los horrores de la guerra. Como fruto -y un fruto muy amargo -se encuentra el poemario Hijos de la Ira. Hijos de la Ira es quizá su mejor poemario por lo desgarrador, existencialista y sincero. Independientemente de cualquier connotación política Hijos de la Ira es un poemario de una gran tensión lírica como pocos he leído. Lastimosamente en la actualidad Alonso es poco conocido y poco editado sin embargo, se mantiene en un lugar preferencial dentro de las Letras Españolas.
Hijos de la ira (1944) supone la ruptura con todo lo anterior en su carrera. Es el principio de una poesía existencial, que le convirtió en el poeta más representativo de la posguerra. Abandonando cualquier atisbo de pretensión estética, Hijos de la ira trata de llegar al fondo de la persona, en un tono dramático a veces y a veces con un sentido satírico de la realidad. Según dijo el propio Alonso: ?hoy es sólo el hombre lo que me interesa? llegar a él [?] por caminos de belleza o a zarpazos?.
Sin embargo, la nueva etapa de la poesía de Dámaso Alonso no abandona por completo la estética del poema, sino que la transforma para dotar de mayor sentimiento a los poemas, en lo que se conoce como tremendismo: el uso de imágenes desgarradas y desagradables. Hijos de la ira supone, en definitiva, el amanecer de una nueva poesía que deja atrás las influencias esteticistas de la generación del 27 para centrarse en temas más humanos, tratados con una forma cuidada para no resultar estética en absoluto: La poesía de posguerra.


NOTA:  Dámaso Alonso, es el sentado a la extrema derecha.

Premio Cervantes 1978
DÁMASO ALONSO
Escritor, poeta, crítico y filólogo español
(Madrid, 1989–1990)
Pasa su infancia en los montes de León y de
Ribadeo, de donde era originaria su familia. Estudia con los jesuitas de Madrid y, desde
muy pronto, se aficiona por la poesía; Bécquer le cautiva. Escribe sus primeros poemas
entre 1915 y 1916. Empieza a estudiar para ingeniero de caminos, pero un grave
problema de visión le obliga a abandonar los estudios e incluso la lectura.
Participa activamente en las actividades de la Residencia de Estudiantes, donde
conoce a García Lorca, Buñuel, Pepín Bello y Salvador Dalí. En 1917 conoce a Vicente
Aleixandre y ambos dan inicio a una larga amistad. Entre ese año y el siguiente –en tan
solo dos años-, obtiene como alumno libre la Licenciatura en Derecho. Descubre la
poesía de Juan Ramón Jiménez y de Antonio Machado, lecturas que lo impulsan a
matricularse en la Universidad de los Agustinos en El Escorial, en la Facultad de Filosofía
y Letras. Se forma también en el Centro de Estudios Históricos, dirigido por Ramón
Menéndez Pidal.
Publica, junto a Juan Chabás, costeado de su bolsillo, el primer libro de versos, Poemas
puros. Poemillas de la ciudad, de inspiración juanramoniana. La aventura le costó
quinientas pesetas. Sólo hubo un comprador que adquirió cincuenta ejemplares de
una vez para regalárselos a sus amigos. El resto de la edición se saldó en la Cuesta de
Moyano.
A principios de los años veinte, conoce a Rafael Alberti y a José Bergamín. Se va de
lector de español a la Universidad de Berlín. Más tarde es profesor en Cambridge,
donde conoce a Pedro Salinas. En esos años escribe los poemas de El viento y el verso
que le publicaría Juan Ramón Jiménez en la revista Sí. Regresa a Madrid en 1925 y
conoce a algunos jóvenes poetas: Gerardo Diego, Jorge Guillén, Lorca, Manuel
Altolaguirre y Prados, con los que se reúne en algún café o en el Retiro para hablar de
poesía. Con el seudónimo Alfonso Donado traduce Retrato del artista adolescente,
de James Joyce (1926).
Participa, en 1927, en el homenaje a Luis de Góngora y en las lecturas del Ateneo
Sevillano, dos de los actos generacionales más destacados. En Sevilla conoce a Luis
Cernuda. Tras doctorarse en la Universidad de Madrid, en 1928, con la tesis Evolución
de la sintaxis de Góngora, vuelve a la Universidad de Cambridge. Ese curso, y los
siguientes, enseña literatura en Inglaterra y en la Universidad de Stanford (California).
Imparte clases también en Nueva York en 1930. Ha enseñado también en las
universidades de Valencia, Barcelona y Leipzig. En 1940 ocupa la cátedra de Filología
Románica, en la Universidad de Madrid, que había ocupado Menéndez Pidal.
De su segunda etapa de poeta son sus libros más conocidos: Hijos de la ira (1944), una
visión desgarrada y sombría de la condición humana, patente por el clima de la
posguerra, y Oscura noticia, poesía existencial de preocupación religiosa y de
angustia ante la muerte.
Su labor filológica, fundamentalmente dentro del campo de la estilística, realizado
desde 1928, se puede ver en estudios como la edición crítica de las Soledades de Luis
de Góngora, (1927); La lengua poética de Góngora (1935) y La poesía de san Juan de
la Cruz (1942), que culminan con su libro de gran trascendencia Poesía española:
Ensayo de métodos y límites estilísticos (1950). A éste le siguen Poetas españoles
contemporáneos (1952); Estudios y ensayos gongorinos (1955) y De los siglos oscuros al
de Oro (1958). Su labor de erudición y exégesis abarca prácticamente toda la historia
de la literatura española, desde las jarchas hasta sus coetáneos.
Fundó la colección Biblioteca Románica Hispánica dentro de la Editorial Gredos y fue
director de la Revista de Filología Española. En 1968 es elegido director de la Real
Academia Española de la Lengua, cargo que desempeñó hasta 1982. Su amplísima
biblioteca especializada fue donada, a su muerte, a la Real Academia Española.
En 1972, la editorial Gredos inicia la edición de lo que serán los diez tomos de sus Obras
Completas. En 1978 le es concedido el Premio Cervantes de las Letras Españolas. En
1981, en Gozos de la vista se recogen poemas que sólo habían sido publicados en
revistas.

- 1 -DISCURSO EN LA ENTREGA DEL PREMIO CERVANTES.

Lo primero que tengo que hacer es dar las gracias a los asistentes, presididos por el Jefe
de la nación, nuestro Rey. Enseguida, darlas a la Academia Salvadoreña de la Lengua,
que me eligió candidato al premio. Mi asombro fue enorme. Me interesa hacer constar
que la Real Academia Española había elegido -con gran gusto mío- como nuestro
candidato al premio a un ilustre literato hispanoamericano. Después el jurado elige el
que ha de ser premiado entre todos los candidatos propuestos por las Academias de
nuestra lengua. Muchas gracias también a él.
¿Y de qué os voy a hablar? Considero este acto -por lo que a mí toca- como una
expresión de última voluntad. Sesenta años dedicados a la enseñanza y defensa de la
lengua castellana me inclinan a dar aquí una especie de testamento-resumen de lo que
creo que es más necesario que un español conozca y rumie sobre los peligros y defensa
de la lengua que hablamos. No vais, pues, a oír nada nuevo ni divertido: es un extracto
de lo dicho ya por mí muchas veces durante muchos años.
El año pasado, el gran novelista cubano Alejo Carpentier hizo, en ocasión semejante, un
bello discurso sobre la literatura española y su influjo en el mundo. Parece acertado que
si el año 1978 el tema fue "literatura", en el 1979 sea lengua, nuestra lengua española.
Porque es que los dos temas se unen profundamente: nuestra lengua, la que hablamos a
diario con un valor práctico, es también el noble material de la literatura. Nobilísimo
material. Comparad las demás artes, qué deleznable, qué pobre el material de la pintura
y aun de la escultura; sólo el de la música adquiere quizá un cierto sentido, un valor más
alto por su calidad aérea. Pero la máxima riqueza y nobleza de la palabra es que en ella
el sonido o su imagen acústica a través de la representación gráfica, lleva en su interior,
como el hueso esencial de la fruta, el concepto.
Maravilla práctica, tesoro de la mina literaria nuestra lengua y todas las lenguas de
cultura.Todas en un nivel aproximadamente igual. Porque la nuestra, el español, es, sin
duda, superior en algunos aspectos, por ejemplo, al francés o al inglés; pero en otros es
evidentemente inferior a esas mismas lenguas. El orgullo de nuestra lengua tiene que ser
sólo una parte de un entusiasmo general que todos los hombres del mundo debemos
sentir: la exaltación del don divino de la palabra humana.
A tal gozo corresponde un deber: el de la conservación y defensa de ese tesoro. Ha sido
entendido de muy diferentes maneras en los diversos tiempos y lugares. Las mutaciones
políticas han traído muchas veces como consecuencia que, por ejemplo, en los Estados
totalitarios se haya querido imponer una defensa del idioma tajante, rigurosa (¡sobre
todo, nada de extranjerismos!): es una política que a la postre ha fracasado siempre y
aun ha producido violentas reacciones. Gran equivocación es ignorar que en la vida de
CEREMONIA DE ENTREGA DEL PREMIO CERVANTES 1978
Discurso de DÁMASO ALONSO
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las lenguas hay dos elementos esenciales y contrapuestos: La "tradición" y la
"innovación". Los dos son necesarios. La "innovación" sólo deja de existir en lenguas
como el latín y el griego, es decir, lenguas muertas. Toda defensa de una lengua (me
refiero, claro está, a las de cultura) tendrá que ser amplia comprensión, liberal, atenta a
la evolución de una realidad idiomática, procurando conducirla, buscarle cauces
razonables y sin querer oponerse frontalmente a ella, que sería tanto como querer atajar
un poderoso río.
Ocurre que la defensa de la lengua española ofrece dificultades muy especiales y
sumamente grandes. No me refiero a las internas españolas que presentan esos
bilingüismos que van ahora a prevalecer en diferentes partes de España: estos problemas
quedan absolutamente fuera de lo que quiero decir hoy. El tema es mucho más amplio
y, a la larga, mucho más importante.
La defensa de nuestra lengua tropieza en el escollo de ser instrumento de veinte países,
incluida España (dejo fuera Filipinas porque su caso es muy distinto, y en él, creo, no
hay nada que hacer).
En el siglo XIX era idea general la de que los españoles éramos "los amos" de nuestra
lengua. En este momento del siglo XX en que vivimos quizá esa idea ya no sea tan
general, pero me parece que quedan muchos rastros de ella. Quitar esa idea o los
muchos restos de ella de la cabeza de los españoles ha sido empeño mío a lo largo de
los tantos años de mi vida adulta. Hace algunos años publiqué un artículo cuyo título era
precisamente: "Los españoles no somos los amos de nuestra lengua".
No lo somos. Los amos de nuestra lengua formamos una inmensa multitud de varios
cientos de millones de hombres que hablamos español; todos somos los amos
conjuntamente; pero, por ser los amos de nuestra lengua, todos tenemos ineludibles
deberes para con ella, especialmente los millones y millones de hispanohablantes que
hemos pasado por una educación de cultura.
¡Qué pequeña parte de ese conjunto formamos los españoles! ¡Qué grande es el
aumento demográfico de los países hispanoamericanos comparado con el nuestro!
Tomemos, como ejemplo, uno: México. Hace treinta años México era una nación de
menos habitantes que España. Pues bien, España parece que está en el día de hoy
próxima a los treinta y siete millones de habitantes, y México hace ya un año que
contaba con sesenta y cuatro millones y medio, cifra que en un año habrá crecido aún
bastante. En treinta años México, que tenía menos habitantes que España, ha pasado a
tener cerca del doble y a ser el país más poblado de todos los hispanohablantes.
Es muy difícil calcular la cifra aproximada de hablantes de español. Tomando los datos
de los Statistical Papers de las Naciones Unidas, del 1 de abril de 1978, hallo que el
número de habitantes de los veinte países hispanohablantes era de casi 250 millones.
Hoy es seguro que pasará bastante de ellos. Pero en muchos de esos países hay indios
que no hablan español. Pero hay, por otra parte, muchos millones de hispanohablantes
que viven permanentemente fuera de sus países de origen. Sólo en los Estados Unidos
se asegura que viven más de veinte millones de habla española. En resumen: la cifra de
más de 250 millones puede tomarse como cálculo aproximado de los hispanohablantes
que hay en el mundo. ¿Qué representa frente a ese conjunto el número de españoles?
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Casi, casi, sólo la séptima parte. Dicho de otro modo: por cada español vivo existen en
el mundo otros seis hombres cuya lengua es la misma nuestra.
Esa enorme masa de humanidad, dividida entre veinte países, bien aislados, bien
capsulados intelectualmente muchos de ellos, algunos con pujantes literaturas, con
climas distintos, con costumbres diferentes, es evidente que ofrece graves dificultades
para la defensa y la conservación de la lengua que todos ellos hablan. Un país con
cultura propia creciente, con peculiaridades también de clima, suelo y costumbres,
tiende insensiblemente a dar rasgos peculiares a la lengua que habla. Es decir, el
español, hablado en veinte países, tiene un indudable peligro de tendencia a la
fragmentación. No digo de fragmentación total, que no creo ocurra salvo en miles de
años, en lo que he llamado varias veces posthistoria, es decir, época tan alejada de
nuestra vida y cultura en el futuro, como la prehistoria lo es en el pasado.
La primera vez que tuve noticia de este peligro se me quedó grabado para siempre: era
yo un niño de unos diez años. Acompañaba a Madrid a un pariente mío uruguayo (en
Uruguay y Argentina tengo cientos de ellos); con él, claro está, me entendía
perfectamente, como si hablara con un español. Entre sus varias compras, un día de
comercio pidió "medias". Mi pariente era soltero, pero no llegué a maliciarme por su
petición. En seguida le trajeron cajas de medias de señora. "Son "medias" para hombre,
claro, lo que quiero", dijo él. Desconcierto entre los dependientes. Por fin uno se da una
palmada en la frente, y le trae medias para futbolistas. "No es esto, no es esto", dice mi
pariente; y, en fin, se levanta el pantalón y enseña sus calcetines. Ah!, eran calcetines lo
que quería.
Los núcleos nacionales tienden a modificar cada uno peculiarmente muchos elementos
distintos de los que constituyen el lenguaje, la pronunciación (y con ella la entonación),
el léxico, las frases hechas, los refranes, la morfología, la sintaxis. Todos estos rasgos de
tipo diferente pueden llegar a trabarse o combinarse los unos con los otros, a formar así
una red que, si se espesa, puede constituir un complejo de muchas cosas hasta dificultar
la clara comprensión de la lengua entre hispanohablantes de países distintos. El último
límite de ese proceso sería la fragmentación total, a la que ya he dicho que no creo que
de ningún modo se llegue sino en alejados milenios. Contra esa catástrofe trabajan las
lecturas, la radio, los viajes, etc., todo ello en aumento con el crecimiento de la cultura.
Todos los que usamos nuestra lengua estamos obligados (los cultos especialmente) a
que entre nuestros veinte países se conserve la perfecta nitidez, la claridad total que aún
tiene hoy a pesar de las diferencias aisladas de fonética, léxico, etc. Tenemos todos que
defender la unidad del español, ¿Cómo? ¿La unidad total? No. Hay que respetar las
variaciones nacionales ya existentes, sean argentinas, españolas, mexicanos, etc.,
existan donde existan en el conjunto hispánico. Hay que respetarlas tal como las
practican los hablantes cultos de cualquiera de los países de nuestra lengua. Quiere esto
decir que en todas partes conviene fomentar la cultura para impedir avances del
vulgarismo destructor. Es, por tanto, no una unidad total, sino la unidad básica, el modo
de hablar de los hombres cultos actualmente en cualquier país de nuestra lengua.
No tenemos tiempo para traer como ejemplo casos particulares de fonología, léxico,
sintaxis, etc.Voy a elegir sólo dos: uno que afecta a los pronombres personales y a otros
elementos del idioma, y otro que se refiere especialmente al léxico.
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El primero es el tratamiento de vos en vez de tú, que es característico de Argentina y
Uruguay y de una zona amplia de la América Central; existe también, diseminado junto
al predominante tú, en un moteado de diferentes tipos, por ejemplo, en Colombia. Este
uso de vos es sumamente perturbador, mezcla formas correspondientes a vos con otras
procedentes de la declinación de tú (sentate, lleva la forma verbal del tratamiento vos -
sentaos- con la forma pronominal de la declinación de tú, forma normal, síéntate). Este
caso del voseo -o tratamiento devos en vez de tú- ha originado discusiones entre
dramáticos; ha habido algunos, hasta argentinos, que han opinado que tal uso de vos
debía desterrarse y sustituirse por el tuteo normal. Yo he defendido repetidas veces el
uso argentino de vos; es, allí, el modo de hablar de la familia, de la amistad, del amor;
está cargado de afectividad, y es, por eso, sagrado; no hay que tocarlo; convendría sólo
que los filólogos argentinos y de los otros países donde se usa, respetuosamente lo
vigilaran.
Antes hemos tocado la cuestión de la afectividad y su importancia lingüística.
Considerémoslo con relación al léxico.
Nadie puede tachar de ilegítimos los mil nombres distintos que plantas, animales,
características del suelo y del clima, etcétera, tienen en los diversos países de nuestra
habla; a veces proceden de los tiempos prehispánicos, otras fueron importados de
España, en muchas ocasiones con error (a animales, por ejemplo, a los que se les
encontró algún parecido con otros españoles, se les dio el nombre de estos últimos).
A veces el carácter o las maneras peculiares de una persona hicieron que se le designara
humorísticamente en sitios distintos con nombres diferentes. Esas voces todas tienen
carácter afectivo (una patriótica ligazón con la tierra de uno, o chistes metafóricos en la
designación de una persona, etc.).
Pero hay otro modo de afectividad de carácter contrario, que produce un gran daño en la
unidad fundamental del léxico: me refiero a palabras soeces o sexuales. Estas palabras
producen dos clases de afectividad: burlona o chancera o amistosa, en quien las usa; y,
por el contrario, repelente en determinadas personas obligadas a oírlas y que no las
emplearían nunca. Los españoles en América cometemos a veces pifias sociales.
Recordaré sólo algunas con las que yo he metido alguna vez la pata: todos sabemos el
valor de coger en la Argentina; pico, es impronunciable en Chile; Cbile lo es en Puerto
Rico, etc. Por el contrario, voces españolas se desexualizan en alguna parte de América.
En Chile, un coño no quiere decir más que "un español". Cuando estuve en Santiago
había una tienda que se llamaba El Coñito, es decir, como si se llamara El Españolito.
En Buenos Aires había otra que se llamaba Los Cabritos.
Esta cuestión de las palabras sexualizadas la creo muy importante por la destrucción y
diferenciación del léxico que origina. Además son, como he dicho, voces efectivas. La
cuestión, pues, no tiene, creo, remedio.
Miremos ahora, brevísimamente, a las voces no efectivas.
Aquí sí que podría lograrse una casi perfecta unidad del léxico español. Carecen en
absoluto de afectividad todos los nombres que designan aparatos o cosas inventadas,
todas las novedades de la técnica moderna. Aquí sí que, si nos pusiéramos de acuerdo
todos estos países que hablamos la misma lengua, podría evitarse la diversificación del
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léxico. Por desgracia, no ha ocurrido así. Casi siempre el instinto comercial se adelanta
y se crean galicismos o anglicismos, según que el nuevo objeto venga de Francia o de
los Estados Unidos. Como ejemplo de diversificación he lamentado muchas veces que
este modesto invento de la técnica moderna que llamamos bolígrafo tenga hasta unos
diez nombres diferentes en la América hispanohablante.
He aquí, pues, en el léxico no afectivo, un terreno en el que todos podríamos trabajar de
consumo para evitar la incómoda diversificación del léxico de nuestra lengua. ¿Y quién,
qué entidad podría encargarse de impedir estos y otros desajustes también evitables?
En cada uno de los veinte países de nuestro conjunto idiomático funciona una Academia
de la Lengua. Todas ellas están en la más cordial relación. Entre todas forman una
Asociación de Academias de la Lengua, unida por un convenio multilateral sancionado
por casi todos los Estados donde se habla español.
Esta Asociación se reúne cada cuatro o cinco años en un Congreso. Estos Congresos, y
no ninguna de las Academias por sí sola, la Española tampoco, es el verdadero
legislador de nuestra lengua. En ellos se deciden las normas del buen hablar de los
veinte países. Entre Congreso y Congreso funciona una Comisión encargada de cumplir
las disposiciones del último Congreso y de preparar el próximo. Las Academias
podrían, por ejemplo, por medio de los Congresos y de la Comisión Permanente, evitar
las diversificaciones del nuevo léxico, y otras muchas diferenciaciones contrarias a la
unidad, que serían esquivables. También podrían acordar voces que evitaran el uso de
extranjerismos. No soy opuesto a rajatabla al extranjerismo. Creo que sólo puede ser
admisible con tres condiciones: primera, que resulte, al parecer, imposible que se
encuentre una voz castiza que exprese lo mismo; segunda, que sea pronunciable por una
garganta hispánica o que se la pueda adaptar para que lo sea; tercera, que los veinte
países adopten el mismo extranjerismo.
No cabe duda de que la Asociación de Academias y sus Congresos y su Comisión
Permanente están bien estructurados. Pero la ejecución de las medidas para evitar la
diversificación idiomática que he apuntado y otras muchas posibles, ofrece, por
desgracia, resultados pobres y tardíos, y muchas veces ni se intentan. ¿Cuál es la causa
de estos desaciertos?Hay bastantes de las Academias de la Asociación que no trabajan o
apenas: unas, por un concepto anticuado de lo que debe ser hoy una Academia de la
Lengua (se cree que es un puesto de honor y no de trabajo); otras, por falta de medios
económicos; alguna, por motivos políticos. Todo esto sería remediable.No voy a
exponer aquí cómo lo más importante es la vivificación de las Academias, de todas las
Academias de nuestra lengua. La Española, desde hace diez años, está trabajando con
una gran intensidad; entre sesiones plenarias y comisiones con temas especiales, con
una intensidad mayor que ninguna. Hay unas cuantas americanas (pondré como modelo
la de Colombia) que también arriman el hombro como es debido. Pero es necesario
vivificarías todas, que los Estados las ayuden económicamente. Que cunda el
entusiasmo por la lengua en ellas y en los pueblos a que pertenecen.
Tenemos que trabajar todos por la unidad básica de nuestra lengua en el mundo.
Tenemos que trabajar por la lengua. No movidos por un sentimiento nacionalista. Es un
sentimiento de hermandad de veinte países. Nada de nacionalismos aisladores.
Trabajaremos por nuestra lengua con un sentimiento de veneración y respeto como el
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que suele existir alrededor de un niño al que le espera un gran destino. El destino de
nuestra lengua es el de ser vínculo de hermandad, de paz y de cultura entre los cientos y
cientos de millones de seres que, en proporción siempre creciente, la han de hablar en el
siglo XXI y en los siglos y siglos de un larguísimo porvenir.


POEMAS.



INSOMNIO
Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus noches?



EN LA SOMBRA
Sí: tú me buscas.
A veces en la noche yo te siento a mi lado,
que me acechas,
que me quieres palpar,
y el alma se me agita con el terror y el sueño,
como una cabritilla, amarrada a una estaca,
que ha sentido la onda sigilosa del tigre
y el fallido zarpazo que no incendió la carne,
que se extinguió en el aire oscuro.
Sí: tú me buscas.
Tú me oteas, escucho tu jadear caliente,
tu revolver de bestia que se hiere en los troncos,
siento en la sombra
tu inmensa mole blanca, sin ojos, que voltea
igual que un iceberg que sin rumor se invierte en el
agua salobre.
Sí: me buscas.
Torpemente, furiosamente lleno de amor que buscas.
No me digas que no. No, no me digas
que soy náufrago solo
como esos que de súbito han visto las tinieblas
rasgadas por la brasa de luz de un gran navío,
y el corazón les puja de gozo y de esperanza.
Pero el resuello enorme
pasó, rozó lentísimo, y se alejó en la noche,
indiferente y sordo.
Dime, di que me buscas.
Tengo miedo de ser náufrago solitario,
miedo de que me ignores
como al náufrago ignoran los vientos que le baten,
las nebulosas últimas, que, sin ver, le contemplan

jueves, 22 de diciembre de 2011

Carlos Fuentes: uno de mis escritores favoritos.

TERRA NOSTRA: NARRATIVA AMBICIOSA Y POÉTICA.



CARLOS FUENTES- "Aura"CUENTOS:Aura
LA MUERTE DE ARTEMIO CRUZ-NOVELA.

La primera vez que escuché hablar de Carlos Fuentes fue a mi amiga y doctora en filología: Margarita Rojas González. Es posible, que Margarita no recuerde aquel -para mi gran acontecimiento -encuentro en el segundo piso de la biblioteca Carlos Monge Alfaro de la Universidad de Costa Rica. Recuerdo, que cuando me acerqué mi amiga lo primero que me dijo fue que había leído un cuento magnífico de el escritor mexicano Carlos Fuentes. El cuento en mención era: "AURA". Creo, que incluso Margarita me prestó el libro. Cuando leí el cuento de  Aura quedé asombrado del relato. La ambientación, sus personajes, el misterio, el final inesperado, todo me emborrachó de esas zonas marginales y de muerte que posee la narrativa de Carlos Fuentes. Después, ese mismo año de 1978 me leí el cuento titulado: cumpleaños. Después, compré un libro que reúne una antología de cuentos editado por Alianza tres que lleva el título de: cuerpos y ofrendas. Pero, de toda la obra de Carlos Fuentes la que siempre me ha llamado la atención es esta magnífica obra de: Terra nostra. Recuerdo, haber visto y escuchado por televisión en los años 80 al crítico José María Ansón en una charla decir que la novela Terra nostra "es quizá el mural más hermoso de la historia del nuevo mundo". Y en verdad, creo yo también, que Terra nostra es quizá una de las novelas más ambiciosas escritas en lengua castellana. Publicada por SEIX Barral por primera vez en 1975, y con sus 783 páginas hacen de Terra nostra, una novela que se debe de leer con paciencia pero, al final la paciencia es retribuida con una gran aventura literaria.


Dice la contrataba, de esta magnífica novela lo siguiente, Terra nostra: es la novela más ambiciosa y compleja de puentes, está llamada a ser sin duda uno de los títulos fundamentales de la narrativa hispánica contemporánea. Un lenguaje tenso, en constante ignición y reverberación, crea, destruye y reinventa la maquinaria crítica de la fábula: desde el remoto silencio del mundo de los mitos cosmogónicos a la dilapidación de fulgores de la Roma de Tiberio, la noche mohosa y chirriante de grilletes y gorgueras de la España de los Austrias, el espacio sagrado de los universos de ficción literaria por la explosión de un futuro alucinado y glacial. Terra nostra somete a crítica la noción misma del relato. Al propio tiempo, cataloga los avatares de una identidad huidiza y evanescente, que en la profanación de lo acotado por un sistema opresivo y en el retorno al cuerpo y la invocación a lo originario halla el fundamento, el sustrato permanente desde el que se enfrenta a la disgregación de la individualidad que caracteriza a la era moderna. En la historia de la novela -en la historia de la escritura -Terra nostra será un caso límite: epifanía y fundación.



Premio Cervantes 1987
CARLOS FUENTES
Narrador y ensayista mexicano
(Embajada de México en Panamá, 1928)
Hijo de un diplomático de carrera, durante su infancia y
primera juventud viaja con sus padres a Panamá, Quito,
Montevideo, Río de Janeiro –donde el padre es
secretario del Embajador Alfonso Reyes–, Washington,
Colombia y Perú. Siente temprana inclinación por el cine, el periodismo y la literatura.
Mark Twain y Edmundo de Amicis son los autores más importantes que lee en este
periodo, así como Rafael Sabatini y Emilio Salgari.
Cuando en 1944 regresa a México, termina el bachillerato y estudia Derecho en la
Universidad Nacional Autónoma de México, al mismo tiempo que asiste a los cursos de
Filosofía de José Gaos y de Eduardo Nicol. La vida nocturna de México le atrae:
“prostíbulos, cabaret, magos y mariachis: la materia prima de su primera novela”, La
región más transparente (amplio mural de la vida urbana de México D.F.). En 1950 se
inicia en el servicio diplomático en Ginebra, como secretario de la delegación
mexicana en la Comisión Internacional de Derecho de las Naciones Unidas, además
de completar sus estudios en el Institut de Hautes Études. En ese mismo año, en
Francia, conoce a Octavio Paz.
En 1951 regresa a México, vuelve a la Facultad de Derecho, donde forma parte del
grupo llamado Generación del medio siglo, agrupada en torno al maestro Mario de la
Cueva. Colabora, en ese momento, con Jaime García Terrés en la revista Universidad
de México.
Tras su graduación, en 1955, funda la Revista Mexicana de Literatura, junto a
Emmanuel Carballo. Cuatro años después renuncia al servicio diplomático y viaja a
Cuba, con el triunfo de la Revolución. En 1957 contrae matrimonio con la actriz Rita
Macedo. Al año siguiente, colabora estrechamente con Fernando Benítez y con
Vicente Rojo en el suplemento cultural del periódico Novedades, México en la Cultura.
En 1959, la dura represión contra los ferrocarrileros y el silencio de la prensa, lo impulsa
a crear la revista crítica El espectador, con intelectuales de izquierda como Víctor
Flores Olea, Enrique González Pedrero, Luis Villoro, Jaime García Terrés y Francisco
López Cámara.
A partir de 1960 sus obras empiezan a traducirse a otras lenguas, en primer lugar La
región más transparente a la inglesa y francesa. Poco después, a partir de 1965,
empieza a vivir en diferentes ciudades: Roma, París, Venecia, Londres, Princeton,
pasando temporadas en México y viajando a muchos otros países. En 1973 se casa
con Silvia Lemus y, en 1975, es nombrado embajador de México en Francia pero, dos
años después, dimite en protesta contra el nombramiento del ex presidente Díaz Ordaz
como primer embajador de México en España.
En 1976 acepta profesorados en las Universidades de Columbia (Nueva York) y
Pennsylvania (Philadelphia). Desde ese año, y hasta 1982, visita numerosas
universidades como profesor y lector; entre ellas, Dartmouth, Harvard y Princeton
(Estados Unidos) y Cambridge (Inglaterra). En 1990, se instala en Londres para preparar
la emisión televisiva de The Buried Mirror (El espejo enterrado), serie televisiva de amplia
difusión mundial.
Entre sus numerosas obras, destacan: Los días enmascarados (1954), su primer libro,
que es una colección de cuentos en los que se mezclan la realidad y la fantasía; Las
buenas conciencias (1959), historia de un miembro de la burguesía mexicana,
rodeada por un ambiente asfixiante de fariseísmo religioso y de decadencia moral; La
muerte de Artemio Cruz (1962), cuyo argumento se sustenta en cuatro grandes ejes: la
muerte como alumbramiento lúcido de la existencia; la corrupción, traición a los
ideales por el poder y la riqueza; el amor, razón y fuerza de la vida, y el juego temporal
de forma que el tiempo sea reversible.
En otros títulos ha continuado trazando un gran panorama de la sociedad mexicana
contemporánea: Aura (1962), una narración breve y uno de sus mejores textos, a
caballo entre lo histórico y lo fantástico, es una versión singular del eterno tema del
vampiro. Otros libros son Zona sagrada (1967), indagación en el mito de Ulises y sus
referencias; Cambio de piel (1967), donde regresa a lo épico y esboza una
cosmovisión carnavalesca irreverente; Terra nostra (1975), que es una empresa colosal,
un trabajo intrincado con el lenguaje y la historia, uno de los textos más atrevidos que
se hayan construido en español, donde entrelaza distintos tipos de ficción y mitos; La
cabeza de la hidra (1978), donde ensaya una novela policíaca con un tema histórico
mexicano; Una familia lejana (1980), enraizada en la fantasía y en la historia y Gringo
viejo (1985), sobre el escritor norteamericano Ambrose Bierce.
En 1994 presenta su novela Diana la cazadora solitaria, obra de carácter
autobiográfico en la que refleja el México de la década de los sesenta.
En 1995 se publicó en España su obra Nuevo tiempo mexicano, en la que aborda la
revuelta de Chiapas como un llamamiento a las conciencias. En 1997 publica su libro
de cuentos La frontera de cristal, compuesto por nueve relatos que se relacionan entre
sí, en los que el novelista analiza los encuentros y desencuentros entre Estados Unidos y
México y presenta El espejo enterrado, volumen de ensayos basado en una serie que
hizo para la televisión, donde el escritor aborda lo que considera "la biografía de mi
cultura".
En 1998, junto a su hijo, publica Retratos en el tiempo, donde aparecen retratados
mediante la imagen y la palabra veinticinco personajes. A finales de 1998 publica Los
años con Laura Díaz y, entrado el año 2000, una recopilación de fragmentos de toda
su narrativa en Los cinco soles o México, memoria de un milenio.
Carlos Fuentes ha recibido numerosos reconocimientos, además del Premio Cervantes
(1987): Premio Xavier Villaurrutia -por Terra Nostra- (1977), Premio Alfonso Reyes (1979),
Premio Nacional de Literatura de México (1986), Premio Internacional Menéndez
Pelayo de la Universidad de Santander (1992), Premio Internacional Don Quijote de la
Mancha (2008). Ha sido objeto también de numerosos honores, como los
nombramientos de Miembro permanente del Colegio Nacional de México (1972),
Miembro del Woodrow Wilson International Center for Scholars en Washington (1974),
Miembro del Consejo de Administración de la Biblioteca Pública de Nueva York (1990),
Miembro de la Legión de Honor de Francia (1992), y ostenta doctorados honoris causa
de las Universidades Columbia College de Chicago (1983), Harvard (1984), Cambridge
y Essex (1979), Dartmouth College y Universidad de California en Los Angeles (UCLA)
(1993). En 2007 inaugura, en Madrid, el Coloquio Internacional del Bicentenario de las
Independencias Hispanoamericanas. En 2008, se prepararon en México numerosos
actos para conmemorar sus 80 años.


PREMIO CERVANTES. DISCURSO.
- 1 -
Majestades,
Si este galardón -que tanto me honra y tanto aprecio- es considerado el premio de
premios para un escritor de nuestra lengua, ello se debe a que, como ningún otro, es un
premio compartido.
Yo comparto el Premio Cervantes, en primer lugar, con mi patria, México, patria de mi
sangre pero también de mi imaginación, a menudo conflictiva, a menudo contradictoria,
pero siempre apasionada con la tierra de mis padres.
México es mi herencia, pero no mi indiferencia; la cultura que nos da sentido y
continuidad a los mexicanos es algo que yo he querido merecer todos los días, en
tensión y no en reposo. Mi primer pasaporte -el de ciudadano de México- he debido
ganarlo, no con el pesimismo del silencio, sino con el optimismo de la crítica. No he
tenido más armas para hacerlo que las del escritor: la imaginación y el lenguaje.
Son éstos los sellos de mi segundo pasaporte, el que me lleva a compartir este premio
con los escritores que piensan y escriben en español. La cultura literaria de mi país es
incomprensible fuera del universo lingüístico que nos une a peruanos y venezolanos,
argentinos y puertorriqueños, españoles y mexicanos. Puede discutirse el grado en el
que un conjunto de tradiciones religiosas, morales y eróticas, o de situaciones políticas,
económicas y sociales, nos unen o nos separan; pero el terreno común de nuestros
encuentros y desencuentros, la liga más fuerte de nuestra comunidad probable, es la
lengua -el instrumento, dijo una vez William Butlerler Yeats, de nuestro debate con los
demás-, que es retórica, pero también del debate con nosotros mismos, que es poesía.
Debate con los demás, debate con nosotros mismos. Nos disponemos, así que pasen
cuatro años, a celebrar los cinco siglos de una fecha inquietante: 1492. Vamos a discutir
mucho sobre la manera misma de nombrarla. ¿Descubrimiento, como señalan las
costumbres, o encuentro, como concede el compromiso? ¿Invención de América, como
sugiere el historiador mexicano Edmundo O'Gorman; deseo de América, como anheló
el Renacimiento europeo, hambriento de dos objetivos incompatibles: utopía y espacio;
o imaginación de América, como han dicho sus escritores de todos los tiempos, de
Bernal Díaz del Castillo a Sor Juana Inés de la Cruz, y a Gabriel García Márquez?
Los cinco siglos que van de aquel 92 a éste se inician, también, con la publicación de la
primera gramática de la lengua castellana, por Antonio de Nebrija. Y aunque Nebrija
designa a la lengua como acompañante del imperio, hoy reconocemos la otra vertiente
de la celebración y ésta es la crítica. La lengua de la conquista fue también la de la
contraconquista, y sin la lengua de la colonia no habría lengua de la independencia.


CEREMONIA DE ENTREGA DEL PREMIO CERVANTES 1987
Discurso de CARLOS FUENTES
- 2 -
Hablo de un idioma compartido, con mi patria, con mi cultura y con sus escritores.
Quiero ir más lejos, sin embargo. Esta lengua nuestra se está convirtiendo, cada vez
más, en una lengua universal, hablada, leída, cantada, pensada y soñada por un número
creciente de personas: casi 350 millones, convirtiéndola en el cuarto grupo lingüístico
del mundo; sólo en los EEUU de América sus hispanoparlantes transformarán a ese
gran país, apenas rebasado el año 2000, en la segunda nación de habla española del
mundo.
Esto significa que, en el siglo que se avecina, la lengua castellana será el idioma
preponderante de las tres Américas: la del Sur, la del Centro y la del Norte. La famosa
pregunta de Rubén Darío -¿tantos millones hablarán inglés?- será al fin contestada: no,
hablarán español.
Nuestra imaginación política, moral, económica, tiene que estar a la altura de nuestra
imaginación verbal.
Esta lengua nuestra, lengua de asombros y descubrimientos recíprocos, lengua de
celebración pero también de crítica, lengua mutante que un día es la de san Juan de la
Cruz y al siguiente la de fray Gerundio de Campazas y al día que sigue, lengua fénix,
vuela en alas de Clarín, esta lengua nuestra, mil veces declarada, prematuramente,
muerta, antes de renacer para siempre, a partir de Rubén Darío, en una constelación de
correspondencias trasatlánticas, ha sido todo esto porque ha sido espejo de
insuficiencias, pero también agua del deseo, hielo de triunfos y cristal de dudas, roca de
la cultura, permanente, continua, en medio de borrascas que se han llevado a la deriva a
tantas islas políticas; vidrio frágil, la lengua nuestra, pero ventana amplia, también,
gracias a los cuales tenemos refugio y compensación, así como visión y conciencia, de
los tiempos inclementes.
La lengua imperial de Nebrija se ha convertido en algo mejor: la lengua universal de
Jorge Luis Borges y Pablo Neruda, de Julio Cortázar y Octavio Paz. La literatura de
origen hispánico ha encontrado un pasaporte mundial y, traducida a lenguas extranjeras,
cuenta con un número cada vez mayor de lectores.
¿Por qué ha sucedido esto? No por un simple factor numérico, sino porque el mundo
hispánico, en virtud de sus contradicciones mismas, en función de sus conflictos
irresueltos, en aras de sus ardientes compromisos entre la realidad y el deseo, y a la luz
de la memoria colectiva de nuestra historia, que es la historia de nuestras culturas,
plurales de nuestro lado del Atlántico -europeos, indios, negros y mestizos- pero de este
lado también -cristianos, árabes y judíos-, ha podido mantener vigente todo un
repertorio humano olvidado a menudo, y con demasiada facilidad, por la modernidad
triunfalista que ha protagonizado, entre aquel 92 y éste, la historia visible de la
humanidad.
Hoy, que esa modernidad y sus promesas han entrado en crisis, miramos en torno
nuestro buscando las reservas invisibles de humanidad que nos permitan renovarnos sin
negarnos, y encontrarnos en la comunidad de la lengua y de la imaginación española
dos surtidores que no se agotan.
- 3 -
Mas apenas intentamos ubicar el punto de convergencia entre el mundo de la
imaginación y la lengua hispanoamericana y el universo de la imaginación y el lenguaje
de la vida contemporánea, nos vemos obligados a detenernos, una y otra vez, en la
misma provincia de la lengua, en la misma ínsula de la imaginación, en el mismo autor
y en la obra misma, que reúnen todos los tiempos de nuestra tradición y todos los
espacios de nuestra imaginación.
La provincia -acá abajo, con Rocinante- es La Mancha. La ínsula -allá arriba, con
Clavileño- es la literatura. El autor es Cervantes, la obra es el Quijote y la paradoja es
que de la España postridentina surgen el lenguaje y la imaginación críticos fundadores
de la modernidad que la Contrarreforma rechaza.
Daniel Defoe escribe el Robinson Crusoe con el tiempo de una modernidad consonante.
Miguel de Cervantes escribe el Quijote a contratiempo, desautorizado por la historia
inmediata, respondiendo no tanto a lo que está allí sino a lo que hace falta; potenciando
la imaginación para hablarnos menos de lo que vemos que de lo que no vemos; de lo
que ignoramos, más de lo que ya sabemos.
Unamuno ve las caras de Robinson y Quijote; en la del inglés, reconoce a un hombre
que se crea una civilización en una isla; en la del español, a un hombre que sale a
cambiar el mundo en que vive. Hay esto, pero algo más también: la tradición de
Robinson será la de la seguridad, la coincidencia con el espíritu del tiempo, incluyendo
una coincidencia con la crítica del tiempo, pero a veces, también, la arrogancia de
nombrarse protagonista del mismo. La poética de Robinson será la de la narrativa lineal,
realista, lógica, futurizante, poblada por seres de carne y hueso, definidos por la
experiencia: Robinson y sus descendientes leen al mundo.
Quijote y los suyos son leídos por el mundo, y lo saben. La tradición quijotesca no
disfraza su génesis fictiva; la celebra; sus personajes no son entes psicológicos, sino
figuras reflexivas; no el producto de la experiencia, sino de la inexperiencia; no les
importa lo que saben, sino lo que ignoran: lo que aún no saben. No se toman en serio;
admiten que su realidad es una mentira. Pero esa maravillosa mentira, la novela, salva,
nos dice Dostoyevsky hablando de Cervantes, a la verdad.
La poética de La Mancha y su descendencia numerosa, que un día antes que yo evocó
aquí mismo el gran novelista cubano Alejo Carpentier, incluyen a los hijos de Don
Quijote, el Tristram Shandy de Sterne, contemplando su propia gestación novelesca; y
el fatalista de Diderot, Jacques, ofreciéndole al lector repertorios infinitos de
probabilidades; a sus nietas, la Catherine Moorland de Jane Austen y la Emma Bovary
de Gustave Flaubert, que también creen todo lo que leen; a sus sobrinos el Myshkin de
Dostoyevsky, el Micawber de Dickens y el Nazarín de Pérez Galdós: todos aquellos que
escogen la difícil alternativa de la bondad y por ello sufren agonía y ridículo; y si todos
ellos son descendientes de Don Quijote lo son, acaso, de San Pablo también, pues la
locura de Dios es más sabia, dice el santo, que toda la sabiduría de los hombres.
La locura de Don Quijote y su descendencia es una santa locura: es la locura de la
lectura. Su biblioteca de libros de caballerías es su refugio inicial, la protección de su
supuesta locura, que consiste en dar fe de la lectura. Pero esta convicción entraña el
deber de actualizar sus lecturas.
- 4 -
Don Quijote sale a probar la existencia de una edad pasada, cuando el mundo era igual a
sus palabras. Se encuentra con una edad presente, empeñada en separarlo todo. Sale a
probar la existencia de los héroes escritos: los paladines y caballeros andantes del
pasado. Encuentra su propia contemporaneidad en un hecho para él irrefutable: Don
Quijote, como sus héroes, también ha sido escrito.
Quijote y Sancho son los primeros personajes literarios que se saben escritos mientras
viven las aventuras que están siendo escritas sobre ellos. Colón en la tierra nueva,
Copérnico en los nuevos cielos, no operan una revolución más asombrosa que ésta de
Don Quijote al saberse escrito, personaje del libro titulado El Ingenioso hidalgo Don
Quijote de la Mancha.
La información moderna, el privilegio pero también la carga de la mirada plural, nacen
en el momento en que Sancho le dice a Don Quijote lo que el bachiller Sansón Carrasco
le dijo a Sancho: estamos siendo escritos. Estamos siendo leídos. Estamos siendo vistos.
Carecemos de impunidad, pero también de soledad. Nos rodea la mirada del otro.
Somos un proyecto del otro. No hemos terminado nuestra aventura. No la terminaremos
mientras seamos objeto de la lectura, de la imaginación, acaso del deseo de los demás.
No moriremos -Quijote, Sancho- mientras exista un lector que abra nuestro libro.
Paso definitivo de la tradición oral a la tradición impresa, Don Quijote, culminando
prodigiosamente su novedad novelesca, es el primer personaje literario, también, que
entra a una imprenta para verse a sí mismo en proceso de producción. Ello ocurre,
naturalmente, en Barcelona.
El precio de esta aventura de Don Quijote, su pasaporte entre dos tiempos de la cultura,
es la inestabilidad. Inestabilidad de la memoria: Don Quijote surge de una oscura aldea,
tan oscura que su aún más oscuro -su incierto- autor, ni siquiera recuerda o no quiere
recordar, el nombre del lugar. Don Quijote inaugura la memoria moderna con la ironía
del olvido: todos sabían dónde estaba Troya y quién era Aquiles; nadie sabrá quién es K
el agrimensor de Kafka, o dónde está El Castillo, dónde está Praga, dónde está la
historia.
Inestabilidad, en segundo lugar, de la autoría: ¿quién es el autor del Quijote, un tal
Cervantes, más versado en desdichas que en versos, o un tal de Saavedra, evocado con
admiración por los hechos que cumplió, y todos por alcanzar la libertad; el historiador
arábigo Cide Hamete Benengeli, cuyos papeles son vertidos al castellano por un
anónimo traductor morisco, y que serán objeto de la versión apócrifa de Avellaneda?
¿Pierre Ménard, autor del Quijote? ¿Jorge Luis Borges, autor de Pierre Ménard y en
consecuencia ... ?
Inestabilidad del nombre, en tercer lugar. "Don Quijote" es sólo uno de los nombres de
Alonso Quijano, que quizás es Quixada o Quesada y que, apenas incursiona en el
género pastoril, se convierte en Quijotiz; apenas entra a la intriga de la corte de los
duques se convierte en el don Azote de la princesa Micomicona; cambian de nombre sus
amantes -Dulcinea es Aldonza-, sus yeguas -Rocín-antes-, sus enemigos -Mambrino se
convierte en Malandrino- y hasta sus infinitos autores: Benengeli se nos convierte en
Berenjena.
- 5 -
Memoria inestable, autoría y nominación inestables; búsqueda, en consecuencia, del
género mismo, del visado que nos diga: soy literatura, soy novela. Pero esto tampoco
escapa a la inseguridad. Inaugurando la novela moderna, Cervantes nos dice: éste es el
género de todos los géneros y la contaminación de todos ellos, de todo cuanto esta
novela, Don Quijote, abarca: picaresca y épica, pastoril y amorosa, novela morisca y
novela bizantina, interpolada e interrumpida: indefinición de las categorías perfectas y
cerradas; conflicto y contagio perpetuo del lenguaje.
Radicalmente moderno, Cervantes nos dice desde el siglo XVII: recuerden, podemos
olvidar; miren, no sabemos quiénes somos; escuchen, ya no nos entendemos.
Si el tiempo de la Contrarreforma, que es el suyo, le pide unidad de lenguaje, Cervantes
le devuelve multiplicidad de lenguajes; si quiere fe, le devuelve dudas. Pero si la
modernidad exige, por su lado, la duda constante, Cervantes, más moderno que la
modernidad, le devuelve la fe en la justicia y el amor, y le exige el mínimo de unidad
que nos permita comprender la diversidad misma.
Cervantes nos dice que no hay presente vivo con un pasado muerto. Leyéndolo,
nosotros, hombres y mujeres de hoy, entendemos que creamos la historia y que es
nuestro deber mantenerla. Sin nuestra memoria, que es el verdadero nombre del
porvenir, no tenemos un presente vivo: un hoy y un aquí nuestro, donde el pasado y el
futuro, verdaderamente, encarnan.
Mirada extraordinaria del discípulo de Alcalá de Henares sobre su mundo y el nuestro;
la suya es la más ancha de las modernidades. Contratiempo, sí, y paradoja que acaso no
lo sea tanto: novela permanente, origen del género pero también destino del mismo, el
Quijote es nuestra novela y Cervantes es nuestro contemporáneo porque su estética de la
inestabilidad es la de nuestro propio mundo.
A las crisis de entonces y de ahora Cervantes les indica el camino de una apertura que
convierte a la inseguridad en el motivo de una creación constante. Cervantes inventa la
novela potencial, en conflicto y en diálogo consigo misma, que es hoy la novela de Italo
Calvino, de Milan Kundera y de Juan Goytisolo: la invitación quijotesca es la invitación
perpetua a salir de nosotros mismos y vernos -a nosotros y al mundo- como enigma,
pero también como posibilidad incumplida. La novela, para ganarse el derecho de
criticar al mundo, comienza por criticarse a sí misma: la interrogante de la obra produce
la obra.
Pero si la poética de La Mancha es la del mundo contemporáneo, también es la del
Nuevo Mundo americano. Desde la fundación, nosotros nos preguntamos, como el
lector de Cervantes, ¿quién es el autor del Nuevo Mundo? ¿Colón, que lo pisó primero,
o Vespucio, que primero lo nombró? ¿Los dioses que huyeron, o el Dios que llegó?
¿Los anónimos artesanos mestizos de nuestras iglesias barrocas, o la afamada poeta
barroca, obligada a guardar silencio por las autoridades?
¿Y dónde está el Mundo Nuevo? ¿En un lugar de Macondo, de cuyo nombre no quiero
acordarme? ¿En un lugar en Comala, en un lugar de Canaima, en las alturas de Macchu
Picchu? ¿Existen realmente esos lugares, son ciertos sus nombres? ¿Qué quiere decir
"América"? ¿A quién le pertenece ese nombre? ¿Qué quiere decir "el Nuevo Mundo"?
¿Cómo pudo transformarse la dulce Cuauhnáhuac azteca en la dura Cuernavaca
- 6 -
española? ¿Cómo bautizar el río, la montaña, la selva, vistos por primera vez? Y sobre
todo, ¿cómo nombrar el vasto anonimato humano -indio y criollo, mestizo y negro- de
la cultura multirracial de las Américas?
Darle voz y nombre a quienes no los tienen: la aventura quijotesca aún no termina en el
Nuevo Mundo. Recordar que había una civilización del Nuevo Mundo antes de 1492 y
que aunque la conquista propuso una nueva historia, los conquistados no renunciaron a
la suya. El recuerdo ilumina el deseo, y ambos se reúnen en la imaginación: ¿quién es el
autor del Nuevo Mundo?
Somos todos nosotros: todos los que lo imaginamos incesantemente porque sabemos
que sin nuestra imaginación América -el nombre genérico de los mundos nuevosdejaría
de existir.
A partir de la imaginación los hispanoamericanos estamos intentando llenar todos los
abismos de nuestra historia con ideas y con actos, con palabras y con organización
mejores, a fin de crear, en el Nuevo Mundo hispánico, un mundo nuevo, una realidad
mejor, en contra del capricho del más fuerte, que se sustenta en la fatalidad; a favor del
diálogo y de la coexistencia, que se sustentan en la libertad, y otorgándole un valor
específico al arte de nombrar y al arte de dar voz. Escritores, somos también
ciudadanos, igualmente preocupados por el estado del arte y por el estado de la ciudad.
Portamos lo que somos en dirección de lo que queremos ser: voces en el coro de un
mundo nuevo en el que cada cultura haga escuchar su palabra.
La nuestra se dice (y a veces hasta seduce) en español y con ella queremos hablarle a un
planeta que no puede limitarse a dos opciones, dos sistemas, dos ideologías, sino que
pertenece a múltiples culturas humanas y a sus fecundas posibilidades, hasta ahora
apenas expresadas.
Sin embargo, la velocidad de los avances tecnológicos, la creciente interdependencia
económica y el carácter instantáneo de las comunicaciones, forman parte de una
dinámica global que no se detiene a preguntarle a nadie: oye, ¿ya decidiste cuál es tu
identidad?
1992 es quizás nuestra última oportunidad de decirnos a nosotros mismos: esto somos y
esto le daremos al mundo. Ejemplifico, no agoto: somos esta suma de experiencias, esta
capacidad para actualizar los valores del pasado a fin de que el porvenir no carezca de
ellos, este sentimiento trágico de que ninguna receta ideológica asegura la felicidad o
puede, por sí misma, impedir la infelicidad si no va acompañada de algo que nosotros,
los hispánicos, conocemos de sobra: el poder del arte para compensar y completar la
experiencia histórica, dándole sentido y convirtiendo la información en imaginación.
Es la lección de La Mancha: Cervantes. Es también la lección de Comala: Rulfo; y la de
Santa María: Onetti.
No estamos solos y nos encaminamos hacia el mundo del siglo venidero con ustedes,
los españoles, que son nuestra familia inmediata. Nos necesitamos. Pero, también, el
mundo del futuro necesita a España y a la América española. Nuestra contribución es
única; también es indispensable; no habrá concierto sin nosotros. Pero antes debe haber
- 7 -
concierto entre nosotros. A España le concierne lo que ocurre en Hispanoamérica y en
Hispanoamérica nos concierne lo que ocurre en España. Sólo necesitándonos entre
nosotros, el mundo nos necesitará también. Sólo imaginándonos los unos a los otros, el
mundo nos imaginará.
La celebración del Quinto Centenario será, dentro de este espíritu, un acto renovado de
fe en la imaginación. Nos corresponde de nuevo, de ambos lados del Atlántico,
imaginar los mundos nuevos, pues no hay otra manera de descubrirlos.
Majestades,
Este honor excepcional con el que España distingue hoy a un ciudadano de México es
parte de una tradición constante, que nos precede y nos prolongará: la relación de los
escritores del Nuevo Mundo con la patria de Cervantes.
Quiero destacar un momento de esta relación, en el que España nos dio, a mí y a
muchos mexicanos, lo mejor de sí misma.
Mi país le abrió los brazos a la España peregrina que en México encontró refugio para
restañar las heridas de una guerra dolorosa. La emigración española compartió con
nosotros algunos de los frutos más brillantes del arte, de la poesía, de la música, de la
filosofía y del derecho modernos de España.
Muchos mexicanos somos los que somos, y sin duda somos un poco mejores, porque
nos acercamos a esos peregrinos y ellos nos ayudaron a ver mejor -Luis Buñuel-, a
pensar mejor -José Gaos-, a oír mejor -Adolfo Salazar-, a escribir mejor -Emilio Prados,
Luis Cernuda- y a concebir mejor la unión de la lengua y de la justicia, de las palabras y
los hechos.
A nadie le debo más en este sentido que a mi viejo maestro don Manuel Pedroso,
antiguo rector de la Universidad de Sevilla, que para mi generación en la Universidad
de México le dio identidad española al estudio del derecho internacional, actualizando
entre nosotros la tradición de Suárez y Vitoria, y preparándonos para decir y defender
en el continente americano los principios del derecho de gentes: no intervención,
autodeterminación, solución pacífica de controversias, convivencia de sistemas.
Estoy seguro de que a él le gustaría saber que lo recuerdo hoy, aquí, en otra gran
Universidad, la de Alcalá de Henares, y en presencia suya, señor, pues nadie, como
usted, ha hecho tanto para cerrar las heridas históricas y devolvernos, íntegra y
generosa, a nuestra España, y nadie, más que Su Majestad la Reina, ha estado tan atenta
al cultivo de la relación diaria, humana, gentílisima, entre nuestras dos patrias, España y
México.
Gracias, entonces, por darle a mi pasaporte mexicano y manchego el sello de vuestra
calidad espiritual.
- 8 -
Ahora abro el pasaporte y leo:
Profesión: escritor, es decir, escudero de Don Quijote.
Y lengua: española, no lengua del imperio, sino lengua de la imaginación, del amor y de
la justicia; lengua de Cervantes, lengua de Quijote.
Muchas gracias.


viernes, 16 de diciembre de 2011

ALEJO CARPENTIER. UN BARROQUISMO QUE CADA VEZ SE ALEJA MAS DE NUESTRA AMERICA LATINA.


Alejo Carpentier fue uno de los grandes escritores latinoamericanos de los años 60 y 70. Su influencia y su aporte literario, cultural, lo hacen un hito de las letras. Su barroquismo embriagante, su cultura universal y su conocimiento de la música lo hicieron confabular para mostrarnos un rico y hermoso mural de nuestra historia latinoamericana. Pienso, que pocos escritores del boom tuvieron la maestría para combinar tantos elementos históricos, culturales, políticos, sociales, económicos, como lo hiciera Alejo Carpentier. Hoy, la literatura latinoamericana no posee la grandilocuencia de los años 60. Los parámetros sociales, culturales y estéticos  han cambiado radicalmente. No diré cuál literatura me agrada más, al final la crítica literaria es una cuestión de gusto. Todo lo anterior es para recordar la obra del cubano Alejo Carpentier ganador del premio Cervantes.
He aquí una breve reseña de su obra y la declaración y agradecimiento del escritor cubano al momento de recibir el premio Cervantes.


Premio Cervantes 1977
ALEJO CARPENTIER
Narrador y ensayista cubano
(La Habana, 1904–1980)
Hijo de padre francés, arquitecto y de
familia de músicos emigrado a Cuba a raíz del caso Dreyfus, y de madre rusa,
profesora de idiomas. Cursó parte de sus estudios iniciales en su ciudad natal y, desde
muy pequeño, aprende música. En 1913 emprende con sus padres un viaje por Rusia,
Austria, Bélgica y Francia. En París estudia tres meses en el Liceo Jeanson de Sailly.
Cuando regresan a Cuba, fijan su residencia en las afueras de la ciudad de La
Habana. Al mismo tiempo que estudia en el Instituto de Segunda Enseñanza de La
Habana, estudia teoría musical.
En 1927 firma el manifiesto del llamado Grupo minorista, que pretendía la
cooperación, la unión y el conocimiento con los demás países de América Latina; una
especie de internacionalismo revolucionario. Ya para entonces era jefe de redacción
de la Revista Hispania y, un poco más adelante, de la revista Carteles. Esta adhesión le
cuesta ser encarcelado durante siete meses. En la cárcel escribe la primera versión de
¡Écue-Yamba-O!, su primera novela.
Al salir de prisión funda la Revista Avance y se fuga a París, a donde llega bajo la
identidad del poeta Robert Desnos. Toma contacto con la vanguardia europea y
conoce a Picasso, Chirico, Giacometti y Tanguy. Se introduce en el movimiento
surrealista y colabora, por invitación de Breton, en La Révolution Surréaliste. Pero se
desvincula bastante de todo esto porque lo que, en realidad, le interesa es el estudio
de América: “[...] durante más de ocho años en París no leí un texto que no se refiriera
a América: desde el Inca Garcilaso a las crónicas de Bernal Díaz del Castillo, desde Sor
Juana Inés de la Cruz, hasta los novelistas románticos del siglo XIX, los leí a todos,
tratando de hacerme una visión, una noción de lo que era este continente para
empezar a hablar de él y definirlo en lo posible”.
En 1933 viaja a España, conoce a Pedro Salinas, Antonio Marichalar y Gustavo
Pittaluga; traba una profunda amistad con Federico García Lorca y asiste a las tertulias
de Ramón Gómez de la Serna en el Pombo. Allí se publica la versión definitiva de su
novela ¡Écue-Yamba-O!, que significa “Dios, loado seas”, donde relata la experiencia
de un adepto a la sociedad abakuá, sociedad secreta masculina originaria del
Calabar africano.
A la caída del dictador cubano Gerardo Machado hace una breve visita a Cuba y,
en 1937, participa representando a Cuba, junto con Juan Marinello y Nicolás Guillén,
entre otros, en el II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas en defensa de la
cultura, celebrado en Madrid, Barcelona y Valencia.
En 1939, afincado ya en Cuba, además de escribir, producir y dirigir programas
radiofónicos y dictar un curso de Historia de la Música en el Conservatorio Nacional,
dedica gran parte de su tiempo a investigaciones musicales; comienza a preparar su
libro La música en Cuba, que publicaría en 1946 la editorial mexicana Fondo de
Cultura Económica.
En 1941 contrae matrimonio con Lilia Esteban –su primera mujer, Margarita Lessert,
murió muy pronto de una afección pulmonar. Un par de años después viaja a Haití y
surge la idea de El reino de este mundo que publicaría en México en 1949, donde
narra los hechos ocurridos en Santo Domingo durante la Revolución, uniendo lo
imaginario a lo histórico y las creencias mágicas afroamericanas con el deseo de
libertad y justicia.
Vive un tiempo en Venezuela, de 1945 hasta el triunfo de la Revolución Cubana. En
ese tiempo escribió sus mejores novelas: Los pasos perdidos (1953), el diario ficticio de
un músico cubano en el Amazonas, que intenta definir la relación entre España y
América siguiendo la conquista española; La guerra del tiempo (1958), sobre la
violencia y represión del gobierno cubano en la década de los cincuenta.
Al triunfo de la revolución cubana de 1959, regresa definitivamente a Cuba y lo
nombran subdirector de la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación y director
de la Editorial Nacional. En 1962 se publica, en México también, El siglo de las luces
que es la síntesis de su pensamiento, donde plantea el choque de dos mundos: el
europeo iluminista y el mágico y telúrico americano. En 1964, la Universidad Nacional
Autónoma de México publica su libro Tientos y diferencias.
En 1966, es nombrado Ministro Consejero de la Embajada Cubana en París. En 1972, se
publica en Barcelona El derecho de asilo. En 1974 se publican en México Concierto
Barroco, novela en la que muestra sus visiones acerca de la mezcla de culturas en
Hispanoamérica y El recurso del método, que suele considerarse como la historia de la
destrucción de un mundo, la caída del mito del hombre de orden.
La consagración de la primavera –que también se editará en México, en 1978- es la
crónica del triunfo en Cuba de un nuevo mito: “Playa Girón, exactamente, porque es
la primera victoria de una nación latinoamericana contra el imperialismo
norteamericano y porque la victoria de Playa Girón ya es un hecho situado en la
Historia, es una de las grandes batallas en la historia de América; la más moderna y la
más amplia por su significado, por lo que implica”.
El término “lo real maravilloso”, inventado por Carpentier y divulgado en el prólogo a
su novela El reino de este mundo, ha servido para tipificar no sólo su propia novelística
sino a la realidad hispanoamericana. La realidad y el sueño, la razón y la imaginación,
la historia y la fábula, la vida y la muerte entretejen sus lazos narrativos hasta llegar a
conformar una especie de tapiz suntuoso, mágico y alegórico, conceptual y, por
momentos, culterano.
En 1975, es nombrado Doctor honoris causa por la Universidad de la Habana. En
México se le concede el Premio Internacional Alfonso Reyes. En 1977, recibe el Premio
Miguel de Cervantes.
Un año antes de morir, en 1979, aparece publicada en México El arpa y la sombra,
que recibe el Premio Médicis, la más alta distinción que Francia otorga a escritores
extranjeros. Muere en París, el 24 de abril.

- 1 -DISCURSO  DE ENTREGA DEL PREMIO CERVANTES.
Hace un año el gran poeta Jorge Guillén hubo de recibir en este Paraninfo de la muy
ilustre Universidad Complutense, donde ahora me hallo, la misma recompensa que,
como coronación de mi ya larga carrera de escritor, viene hoy a premiar mi obra. Y
acaso por hallarse aquí, donde por fuerza he de evocar la presencia de quien admiro
desde hace medio siglo, acuden a mi memoria estos versos del autor de Cántico: "[...]
De un golpe vi la sala / Arañas por cristal resplandecían / Sobre una fiesta aún sin
personajes".
Fiesta hubo, un día de otoño ya muy lejano, en esta magnífica ciudad de Alcalá de
Henares, situada por siempre entre los altos lugares de la cultura universal, junto a
Stadfor-on-Avon o la Weimar de Goethe y Schiller, por haber nacido quien en ella
nació. Pero acaso tal fiesta se diera "aún sin personajes", como se dice en el verso de
Jorge Guillén. Porque la fiesta verdadera, la grande, tuvo lugar el domingo de octubre
del mismo año, en la ceremonia del bautismo de Cervantes, ya que, para quien la
contempla con los ojos del novelista actual, fue fiesta de muchísimos personajes -de
tantos y tan renombrados personajes- que el mismo historiador Cide Hamete Benengeli,
de haber estado presente, hubiera perdido la cuenta de ellos, por lo numerosos. Para mí,
para todos los que en nuestro idioma escriben novelas en esta época, al memorable y
jubiloso bautismo asistieron, entre muchos otros, las señoras Emma Bovary, Albertina
de Proust, Ersilia de Pirandello y Molly Bloom, venida especialmente de Dublín, con su
esposo, Leopoldo Bloom, y su amigo Stephen Dedalus, el príncipe Mishkin, el cándido
Nazarín, taumaturgo sin saberlo, y hasta un Gregorio Samsa, de la familia de los Kafka -
aquel mismo que una mañana había amanecido transformado en escarabajo-,
pertenecientes todos a la futura Cofradía de la Dimensión Imaginaria, fundada, con su
llegada al mundo, por quien iniciaba entonces su existencia entre nosotros.
Y es que con Miguel de Cervantes Saavedra -y no pretendo decir ninguna novedad con
ello- había nacido la novela moderna.
Periódicamente se produce, en la historia literaria del mundo, algo que -usándose de una
expesión de hoy- suele calificarse de crisis de la novela. Pero no sería propio hablar de
crisis de la novela, sino de crisis de una determinada novelística. El hecho no es nuevo.
Es evidente que al haber cumplido su papel sirviendo de puente entre la época medieval
y el humanismo renacentista, el libro de caballería agoniza cuando Cervantes emprende
su gran tarea desmitificadora. Cansados de encantamientos y peripecias inverosímiles,
esos James Bond de otra época que eran los Amadises de Gaula y Florismartes de
Hircania, sucumben bajo el peso de portentos harto acumulados y se van humanizando
en el Tirante el Blanco "tesoro de contento y mina de pasatiempos", dice Cervantes,
donde "comen los caballeros, y duermen y mueren en sus camas y hacen testamento
CEREMONIA DE ENTREGA DEL PREMIO CERVANTES 1977
Discurso de ALEJO CARPENTIER
- 2 -
antes de su muerte, con todas estas cosas de que todos los demás libros de este género
carecen".
Pero esta apertura hacia la realidad no basta, sin embargo, para salvar una novelística
llegada a una irremediable vejez. Y más si tenemos en cuenta que ahora ha nacido ya
una novelística enteramente nueva: la picaresca.
Con la picaresca española -y esto jamás se repetirá bastante, y más si pensamos qué
poco se tiene esto en cuenta fuera de España- nace realmente la novela como hoy la
entendemos. Novela que es invención totalmente española, sin antecedentes extranjeros,
y que por su novedad, por su poder de calar a lo hondo de lo circundante y cotidiano,
será pronto traducida a varios idiomas, hallando un sinnúmero de imitadores en Francia
y en Inglaterra.
Novela con su novelística -dije-. Novelística que constituye el movimiento literario más
prolongado de la historia literaria del Renacimiento para acá, si pensamos que, nacida
del Lazarillo de Tormes, crecerá durante más de dos siglos, con perpetua ampliación de
su ámbito geográfico, cerrándose con la autobiografía de Torres Villarroel, anunciadora
de Las confesiones, de Rousseau, y hallando todavía una heredera en América con el
Periquillo Sarmiento, del mexicano Lizardi, a comienzos del siglo XIX.
Acaso el éxito prodigioso de la picaresca se deba al hecho de haber instalado el yo en la
narración, tras de siglos durante los cuales la novela, bajo sus más diversas fases, fiel a
sus orígenes orales, era contada siempre en tercera persona. Novela de arquetipos más
que novela de individuos verdaderos, donde el autor observa, frente a sus personajes,
una suerte de "distanciamiento" brechtiano, muestra -tal Maese Pedro- las figuras de un
retablo donde él mismo no habrá de aparecer. Con los maestros de la picaresca, en
cambio, soy yo -el yo- quien se instala ante la realidad, narrándola en primera persona.
Pero ese yo forma parte de lo circundante y habitual. Nada añade, sustancialmente, a
una realidad muy española, donde los Pablos de Segovia, los Marcos de Obregón, los
Estebanillos González carecen del espesor, de la densidad, la ejemplaridad suficientes
para encarnar el genio de una raza. Un pueblo puede divertirse largamente con los antihéroes,
pero no se reconoce en ellos. Por esto, en tiempos de la picaresca, para hallar al
español entero y verdadero hay que buscarlo en el teatro, en el mundo de Pedro Crespo,
Peribáñez, los "todos a una" -pueblo valiente- de Fuenteovejuna... Y hay, por tanto, una
nueva crisis de la novela en España a mediados del siglo XVIII. En realidad, crisis de
una novelística que con Torres Villarroel deriva hacia el libro de verídicas memorias.
Faltaba a la picaresca, pese a la importancia capital de su aportación, esa cuarta
dimensión del hombre que es la dimensión imaginaria. Y esa era la dimensión que
Cervantes nos había traído con su Quijote, novela que pasa por encima de la mejor
picaresca sin inscribirse en ella a pesar de serle coetánea, indiferente a los cambios de
gustos, de estilos, de climas, de modas, clásicas al nacer, igualmente respetada por las
generaciones venideras, destinada a alcanzarnos, a ser nuestra contemporánea y a
darnos lecciones que están muy lejos aún de haberse agotado.
Cervantes, con el Quijote, instala la dimensión imaginaria dentro del hombre, con todas
sus implicaciones terribles o magníficas, destructoras o poéticas, novedosas o
inventivas, haciendo de ese nuevo yo un medio de indagación y conocimiento del
hombre, de acuerdo con una visión de la realidad que pone en ella todo y más aún de lo
- 3 -
que en ella se busca. Primer amante verdadero de la literatura moderna, Don Quijote
proyecta sus propios fantasmas en la figura de Dulcinea -pirandelliano juego de
apariencias- alzando una vulgar realidad al nivel de su propia escala imaginaria. A partir
de ese momento todo está permitido al ente creador. Se ha plantado en un universo
donde la manzana deja de ser una fruta cualquiera para transformarse en la manzana de
Newton, Clavileño acabará volando a una velocidad supersónica, un trivial suceso
policíaco engendra El rojo y el negro, y del sabor de un bizcocho mojado en una taza de
té surge toda la humanidad de Marcel Proust, como de buenos y malos libros de
caballería nació el cosmorama, español y universal, del Quijote.
Todo está ya en Cervantes. Todo lo que hará la perdurabilidad de muchas novelas
futuras: el enciclopedismo, el sentido de la historia, la sátira social, la caricatura junto a
la poesía y hasta la crítica literaria, allí donde el cura del escrutinio famoso parece
haberlo leído todo, y el mismo Ginés de Pasamonte, a ratos perdidos de ladrón, escribe
sus memorias. Y el novelista, impaciente por hablar en primera persona, se introduce
dentro de su propia obra, en el octavo capítulo, al pasar la narración a un tercero por un
sorprendente proceso de suspenso cinematográfico, novelista novelado, alguacil
alguacilado... Y, en cuanto a forma, el Quijote se nos presenta como una serie de
geniales Variaciones a base de un tema inicial, en trabajo parecido al de las Variaciones
musicales inventadas por el maestro Antonio de Cabezón, el organista ciego e inspirado
vihuelista de Felipe II, que fue el creador de esa técnica fundamental del arte sonoro. Y
las grandes Variaciones de Cervantes anuncian esas otras variaciones españolas que, en
lo plástico, serán las tauromaquias de Goya o las innumerables glosas hechas por
Picasso a Las Meninas, de Velázquez. Pues también habría que recordar que el arte
mayor de la Variación musical tuvo su origen en España, al igual que la novela, tal
como hoy la entendemos.
En un artículo de 1921 Ortega y Gasset se muestra poco optimista en lo que se refiere al
porvenir de la novela, aconsejando a los jóvenes que vuelvan los ojos más bien hacia el
teatro... ¡Y esto en los inicios de la década que vería aparecer a Proust, Joyce, Thomas
Mann, Faulkner, en tanto que nacerá en ella, pujante y recia, la novelística
hispanoamericana!...
Y hay críticos de mal agüero que ahora señalan una nueva crisis de la novela... Crisis,
sí. Pero crisis de una novelística psicológica que ya daba muestras de agotamiento hacia
los años veinte; crisis de una novela hecha a base de los ya muy repertoriados conflictos
de orden sentimental y afectivo. Pero en tanto el novelista de hoy mire hacia lo épico y
contingente de su época no se podrá hablar de "crisis de la novela", y mucho se
equivocan quienes dicen que el cine y la televisión están en camino de suplantar al libro,
cuando nuestra época asiste, por el contrario, a una multiplicación de las empresas
editoras para cubrir la demanda de un público cada vez más ávido de lectura.
No hay ni habrá crisis de la novela mientras la novela sea novela abierta, novela de
muchos, novela de buenas y fuertes variaciones -valga el término musical- sobre los
grandes temas de la época, como lo fue en su tiempo la ejemplar novela, a la vez local y
universal, de Miguel de Cervantes Saavedra. Como decía don Miguel de Unamuno:
"Hemos de hallar lo universal en las entrañas de lo local; y, en lo limitado y
circunscrito, lo eterno".
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No tuvo España mejor embajador, a lo largo de los siglos, que Don Quijote de la
Mancha, hombre -nos dice su creador- "que solamente disparataba en tocándole a la
caballería, y en los demás discursos mostraba tener claro y desenfadado entendimiento".
Pronto conocido en toda Europa, Don Quijote cruzó el océano para mostrarse a todo lo
largo y ancho del Nuevo Mundo. Y, por encima de luchas y vicisitudes, sobrevolando
los antagonismos históricos, siguió transitando sin trabas por las tierras de América.
Bolívar lo evocaba a menudo en los últimos días de su prodigiosa existencia. Y José
Martí, el espíritu más universal y enciclopédico de todo el siglo XIX americano, tenía a
su creador por uno de los caracteres más dignos y bellos de la Historia: "Temprano
amigo del hombre -decía Martí- que vivió en tiempos aciagos [...] , y con la dulce
tristeza del genio prefirió la vida entre los humildes".
De niño yo jugaba al pie de una estatua de Cervantes que hay en La Habana, donde
nací. De viejo hallo nuevas enseñanzas, cada día, en su obra inagotable... Y ya que
citaba al comienzo de estas palabras unos versos de Jorge Guillén, el gran poeta de
Cántico vuelvo, pensando que bien podría aplicarse a Don Quijote, universal y eterno,
los versos que le fueron inspirados por una lectura del Poema del Cid: "Le crece el
corazón... / Y a cuantos llega su irradiación de héroe, / Héroe puro siempre, héroe
invulnerable. / Autoridad paterna con su rayo solar".
Habiendo tenido el insigne honor de recibir de manos de Su Majestad el Rey de España
el Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes, debo manifestarle
mí profundo y emocionado agradecimiento, así como a la ilustre Academia Real de la
Lengua Española, a los representantes de las distintas Academias españolas y
latinoamericanas que por unanimidad de criterios hicieron posible que yo me encuentre
hoy aquí, en tal alta cátedra, y al Excelentísimo señor ministro de Cultura, en nombre
mío y en el de mi pueblo, por esta recompensa impar que viene a coronar mi ya larga
vida consagrada al cultivo de las letras... Ninguna frase podría expresar mejor mi estado
de ánimo en estos momentos que aquella en que nos dice Cervantes: "Una de las cosas
que más debe dar contento a un hombre [...] es verse, viviendo, andar con buen nombre
por las lenguas de las gentes, impreso y en estampa [...]". Viviendo estoy. Impreso y en
estampa fui. Buen nombre tuve, pero acaso, gracias a ustedes, mucho mejor lo tenga
ahora. Por ello: ¡Gracias!...

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DEL CAMINAR SOBRE HIELO FRAGMENTO TEXTO WERNER HERZOG

  Werner Herzog (Munich, 1942) es realizador cinematográfico, guionista, productor, actor y escritor. I )irigió más de cincuenta películas, ...

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