sábado, 30 de octubre de 2010

TERCERA PARTE DE: EL LABERINTO DEL VERDUGO. (FRAGMENTO).

  http://www.nacion.com/2010-10-03/Ancora/NotasSecundarias/Ancora2513938.aspx

  Nota: ópera aludida por el personaje Felipe Ossorio en el Laberinto del verdugo.

PARTE

Suite nocturnal o variaciones sobre un mismo tema
Intermezzo

(1)
Murmuraciones

Hoy, aquí en el Valle de las Muñecas, has querido hacer un experimento, que en realidad sabés cuál va a ser la conclusión, pero no te importa, te regodeás con la curiosidad de los demás, te regodeás con la envidia y la lascivia de las personas. Observás y ofrecés, disimulás pero sabés. Avanzás entre sombras, avanzás entre las sombras de los demás y de las sombras tuyas, las sombras personales...
Has llegado a la Torre Báquica, sos  un anciano con sabiduría de hierofante. Has dejado la forma juvenil y la egolatría a un lado... a veces, te queda algo de humano... El experimento es el siguiente... te has rodeado de una hermosa prostituta, le has pagado una considerable suma de dinero para que sea tu compañera... escultural y asesinamente bella amenaza con su yo venenoso a los presentes, pero no es una prostituta común y vulgar, no... ¡Por supuesto que no!... Vos no podés andar con una putilla esquinera o de los alrededores del Valle de las Muñecas... los cofrades y vos la han traído... es una “modelo” europea para unos castings de publicidad –la pantalla de siempre–... Entrás ataviado con la mejor ropa a la Torre Báquica, no es una cena de gala pero vos debés hacer que así parezca, porque el actor principal lo serás vos... Ella de negro y vos también, pero la diferencia es notoria en físicos. Alta y rubia ella, vos disminuido por tu enfisema pulmonar, te encorvás y hacés un esfuerzo por erguirte buscando más aire... vos con el pelo gris hasta los hombros ya no eres lo vital; ella rectilínea camina con gracia, el rubio de la cabellera parece encenderse mucho más con el negro de la chaqueta y los pantalones de cuero. Las parejas miran el espectáculo... vos lo sabés... la gente murmura tropezando con tu rostro... ella esboza una leve sonrisa... ¿Qué más da? ¿Qué sucede? Parecés un muñón abatido por el mar o por las olas del silencio o... simplemente un pájaro herido con el ala rota que no alcanza el vuelo preciso, no te importa. Vos mirás a tu alrededor, la gente disimula, desea desaparecer con sus mentes y con sus muecas en sus labios el espectáculo que ofrecés... Vos lo sabés, ellos lo saben... ¿ridículo? Puede que sí, puede que no, pero lo que sí estás consciente es de que muchos darían... ¿Qué darían por sentir el aliento cálido y la respiración de tu amiga en sus caras? ¿Dinero? ¿Lujos? ¿Una cuenta bancaria en dólares?
Con dificultad y ayudado por tu joven amiga, tomás asiento... Los ojos de las mujeres y de las parejas cuarentonas dejan de observar... parece que indultan al viejo lascivo... pero otros...
¡El mundo es una ilusión, una farsa y un teatro! ¡La envidia carcome a pesar de las risas y las murmuraciones!


(2)
Sombras

Continúan los apagones en San José, pero vos sabés que el Valle de las Muñecas no puede quedar en la penumbra... demasiado sexo y deseo pululando en la mente y en las manos de la perversión, demasiado dólar suelto pasa de mano en mano, demasiado jolgorio en cada esquina o en cada bar... demasiado duende contando dólares o administrando más miserias... No solo en los bosques existen brujas queriendo perder a los hombres... no solo en los bosques existen manzanas envenenadas, no solo existen en las viejas bibliotecas libros de cuentos donde la niña, al pincharse con la rueca, dormirá una eternidad o casi una eternidad hasta que un príncipe la bese y la devuelva a la vida... También aquí en el Valle de las Muñecas vos ofrecés los cuentos o se pueden leer en la sección de páginas amarillas alguna oferta... En el Valle de las Muñecas muchos ofician lo que vos propiciás. Mucha gente apretando imágenes, sensaciones y olores... no solo se aprieta la carne, no solo se aprieta la cintura al bailar buscando la boca de alguien, también se aprietan imágenes, sonidos, olores, sabores, deseos y hasta caprichos.

***

Precipitás el mundo en un haz de luz... Hace media hora estuviste en el Mirror, recorriste con la mirada besos y deseos, estrujaste la carne tersa y tensa y quizá un poco tibia.
Transfigurado en el “otro”, volteando las cataratas del miedo, llegás, avanzás en soledad, abrís los ojos, mirás las luces de los anuncios de neón, la orgía de colores emborracha. El Valle de las Muñecas en los dos últimos años ha reverberado en luces y en más pasiones y en más droga... pero algunos lo pueden ver, otros son ciegos en la bufonada, en la risa orquestada de los “monigotes con poder” que vos y Francesco Rocco han fabricado para deseos propios y ajenos. 

***

Tres canes rabiosos olfatean la inmundicia cerca de una iglesia abandonada... Ella pasa a tu lado, es angelical... ¿es realmente angelical?... ella pasa tumbando deseos y miradas y más deseos y más miradas, ella pasa ofreciendo... ¿Qué ofrece realmente?... Pensás en el suicidio y en el homicidio, una forma de escape de la realidad, de esta realidad que te enfurece hasta los tuétanos... los “flashes” apenas insinúan en las sombras. Una enorme pantalla muestra unos grupos de rock con sus indumentarias de cuero haciendo contorsiones sexuales a los espectadores... ¿es angelical con su vestido de lentejuelas ceñido al cuerpo bailando descalza con la piel bronceada? Las mujeres no pueden evitar echarte un vistazo o una mirada: alto, rubio, de buen porte y talle, excelente indumentaria, ¿qué más podría desear una mujer que entrega cada noche su compañía a un cliente?
¡La existencia es un murmullo de sombras!

***

En el quinto piso del mall observás... Podés dominar el panorama del valle de San José, dominás las franjas de luz y sombra que adormecen a la ciudad en una marea alta o baja de cuchicheos, según la hora. El mundo se reinicia en tu mente, es un cuento de nunca acabar.
Los racionamientos se dan en las periferias o en las zonas no tan importantes del San José nocturno... última voluntad de los monigotes: ¡que el Valle de las Muñecas no puede quedarse a oscuras!


(3)
Alba crepuscular

Clarea, se inicia la luz y vos recogés en los ojos toda la inmundicia del San José de noche. Husmeás por el Valle de las Muñecas: en el Astoria San José Internacional todavía las prostitutas están en el lugar, dos, tres, cuatro –no contás con certeza, pero esa es la sumatoria aproximada de las mujeres–, se regodean, son retozonas, brincan, juegan en la ruleta, última libación a los placeres nocturnales. Te observan, pasás de largo pero te observan, sos el beduino que ignora los espejismos, así ignorás a las mujeres. Una prostituta echa el ojo, un vistazo rápido, fugaz y hace un sonido con los labios, algo parecido a un silbido, a un siseo de cobra, a un chasquido con la lengua que emerge abruptamente para desaparecer en medio de los murmullos del night club... Ojeás, las mujeres son jóvenes, cada vez más jóvenes, cada vez más maquilladas, pero el maquillaje no les quita lo putesco, pero ellas piensan lo contrario, que es una forma de redimirse ante el anonimato del mundo.

Clarea y la inmundicia está por doquier, las defecaciones son pequeños trofeos que ennegrecen los rincones de los edificios josefinos, avanzás varias cuadras y el hedor en el aire es pesado, alcalino, hediondo a cerveza y a orines... insoportable... existen lugares específicos para dejar inmundicias, desechos humanos y recuerdos tirados por la noche... las filas de taxis parecen adormideras, hiedras aferradas a las orillas de los prostíbulos disfrazados de casinos y de hoteles de tres y cinco estrellas. Observás a las prostitutas borrachas que salen en tropel unas abrazadas a las otras, es ganado “buscando puerta”... Risas, clarea aún más, los azules de madrugada se hacen más intensos, las prostitutas se engarzan por enésima vez entre risas y en medio del jolgorio desean encontrar pronto un taxi. Es un regimiento o varios regimientos que son afluentes de la cloaca mayor, salen a la luz pública (no les queda otra opción) para ir a buscar sus madrigueras, esconderse de la luz matinal. Primero son las putas en sus diferentes categorías, desde la puta de rincón de esquina hasta la puta de casino y de pasarela, más acá los travestis que fabrican los “deseos prohibidos” de empresarios, de políticos y de hombres casados, y bordeando más miseria los putos-gay (no son travestis), que aparecen en los parques y desaparecen en la niebla o en el rocío de la madrugada; a los putos-gay vos les llamás los “tiovivos del placer”: giran y giran sin rumbo fijo por cuadrantes del Valle de las Muñecas, pero en ocasiones no son visibles. Ahora pensás, ahora que de negro, ahora que de luto reiniciás las sombras más allá del sol que está a punto de reventar en el horizonte... pero retomás la idea primera del San José central... las imágenes emergen en la noche... y también están las niñas de la calle: las ninfas, ninfetas, nínfulas, ovejas sonámbulas que se engarzan unas con otras para el pastoreo del Sátiro, para el Polifemo dormido de la cueva, para el laberinto del verdugo... y desfilan ante tus ojos: los Hacedores de la Noche, los magos del espejismo, de la fantasía, los que drogan el sufrimiento... pero a vos te agrada, porque te gusta la inmundicia, el chapoteo en la ciénaga... el chapoteo en el lupanar... lo asumís... parte de tu indumentaria cotidiana...
Shhhsss... SSShhhsss silencio...


(4)
Opuestos

¿Y tu archienemigo Henry escapa? Lo viste ayer por la TV, dijeron tantas cosas que esbozás una sonrisa y te decís que era de esperar, que los medios de comunicación son así: hacen de cualquiera un héroe o un canalla y... un asesino.
En el pináculo de tu sabiduría y tu infamia no le augurás nada bueno o nada agradable al torpe de Henry.
Sospechaste de la huida, intuiste que el diálogo está inconcluso y que entonces te buscará... recordás la lectura de los textos medievales... recordás que el primer golpe lo mandó Henry y que vos devolviste el golpe esperado ahogándote en las sombras y te escabulliste a lo más profundo de la tiniebla. Lo que sucedió después es historia.

***

Para un canal de televisión burdo y chabacano no les importó mostrar imágenes macabras de la prostituta ensangrentada y asesinada, casi un reality show para ganar audiencia, la audiencia es lo más importante y a vos eso te convenía, que alguien señalara con el dedo el presunto responsable: al pobre de Henry, al mediocre de Henry. Entonces las pasiones se desbordaron: unos a favor y otros en contra de Henry pero... no es algo que te preocupe, mucho menos que te atormente. Eso fue con el primer asesinato o los primeros asesinatos acusados a Henry, los asesinatos de las prostitutas. Hoy los crímenes son iguales de violentos pero con huida de los responsables... unos locos asesinos, escapados de un sanatorio para enfermos mentales.
Mirás, observás, analizás las posibles repercusiones policíacas que tendrán los noticiarios... nada... Se dice en la televisión que los “hechos de sangre” son investigados con morosidad... un periodista lo critica... ¿es postergada la investigación “porque la precipitación es mala consejera”?... ¿Se precipitó Henry con vos?... En la televisión se hace un análisis con perfiles de criminales natos y criminales en serie, te da risa y lástima a las conjeturas y conclusiones que –dice un supuesto experto con cara de retrasado mental– pudieron llevar a Henry cometer los homicidios en el psiquiátrico... ¡risas y teorías y más risas!, la televisión señala que el compañero de Henry no es tan peligroso, que el peligroso es Henry, pero vos sabés que el razonamiento es equivocado, que el  asesino es Felipe Ossorio, que Henry es empujado, lanzado contra los dedos inquisidores de la estupidez...

Conversatorio sobre EL LABERINTO DEL VERDUGO. LIBRERIA INTERNACIONAL A LA IZQUIERDA EL ESCRITOR COSTARRICENSE CARLOS CORT'ES..



Conversatorio EL LABERINTO DEL VERDUGO. LIBRERIA UNIVERSAL. DERECHA EVELYN UGALDE. PERIODISTA Y ESCRITORA COSTARRICENSE.
En el mall y allí sentado observás un ventanal, observás la imagen de tu soberbia, crees dominar la existencia... en los bordes del tiempo crees atrapar la inmortalidad... respirás hondo. La tarde se derrumba y en los límites de las sombras vos pensás en los cofrades, en las reuniones, en las iniciaciones... pensás en la Cofradía, en la gran hermandad. La tarde se envuelve en ocres y azules. Y en el monte pelado de tu soledad mirás el Valle de las Muñecas... y algo muy tierno y diminuto se quiebra en los muslos de todas las putas del mundo.
(Fragmento PREMIO NOVELA EDITORIAL COSTA RICA 2009).


viernes, 22 de octubre de 2010

SABATO Y EL ABSOLUTO: UN DIOS ENMASCARADO.



Ernesto Sabato vino a Costa Rica en 1975 si la memoria no me falla. Todavia recuerdo las pocas palabras que pudimos intercambiar cuando me autografio EL TUNEL que atesoro como uno de mis recuerdos mas memorables de mi juventud. Gracias Ernesto, viejo amigo, todavia guardo con gran ternura tus consejos de viejo sabio para todos los jovenes que en esa epoca empezabamos a escribir. Gracias de nuevo.
NOTA: Disculpen la falta de tildes pero el teclado esta en ingles. Gracias.

Ensayos (inéditos)


E. Sábato


Un argentino que pretende utilizar a Marx como maestro sostiene que el Don Segundo Sombra de Güiraldes no existe, que es apenas la visión que un estanciero tiene del antiguo gaucho de la provincia de Buenos Aires. Lo que es más o menos como acusar a Homero de falsificador porque exhaustivos registros llevados a cabo en las montañas calabresas y sicilianas no han dado con un sólo cíclope. Con este mismo criterio de naturalista habría que rechazar a Modigliani por su manía de pintar mujeres con gargantas inexistentes. Pero ¿"inexistentes" dónde? No desde luego en el espíritu del pintor. La diferencia entre Modigliani y una máquina fotográfica es que el arte no es una copia de la mera realidad externa sino un acto ontocreador, más cercano al sueño que al espejo.

Por ahí andaba todavía el modelo que empleó Güiraldes para inventar su personaje. Creo que se llamaba Segundo Ramírez. Los astutos administradores de la fama lo exhibían a los turistas extranjeros. Evité la tristeza de conocerlo, pero aún así puedo asegurar que era un mistificador, porque el auténtico Don Segundo es el mito imaginado por Güiraldes, que misteriosamente reveló un secreto de la condición pampeana. Inmortal, como todos los mitos. Que los sociólogos de la literatura y los profesores de folklore no pierdan el tiempo tratando de desautorizarlo.

Los granos de un montón

Un vicerrector de la universidad de Cambridge, llamado Lightfoot, en época menos inclinada a la incredulidad, mediante un minucioso estudio del Génesis, probó que Adán fue creado el 23 de octubre del año 4004 antes de Cristo, a las 9 de la mañana. Ahora me entero de que en 1978 se cumplió el milenario de la lengua castellana. Sorprendido por la exactitud, traté de averiguar cómo era la cosa, y la cosa era así: en cierto momento del año 978, un monje de San Millán de la Cogolla, en el margen de un manuscrito en latín, escribió anotaciones en una disparatada jerga románica, ignorando que acababa de inaugurar el castellano. Se me dirá que estoy bromeando, pero no hago sino parafrasear los argumentos que se ofrecen para esta celebración. Porque si no, ¿de qué fecha estamos hablando? No tratándose del esperanto sino de una lengua viva, debemos suponer que el buen hombre no inventó el nuevo idioma, formado durante siglos, poco a poco, torpe y balbuceantemente, por analfabetos que para criar cerdos, enfurecerse con la mujer, pedir la comida y amenazar a los chiquilines no iba a aprender a Cicerón.

Nunca se sabrá cuánto duró este proceso, que algún purista llamaría de corrupción del latín; primero, porque no aduvimos cerca de ese durante algunos cientos de años, y, segundo, porque tampoco puede establecerse cuándo se alcanza la categoría de montón agregando granos de trigo.

Calma, estructuralistas

Hay un tipo de beato del estructuralismo que con gusto aboliría la historia, lo que me parece un poco exagerado, cuando advertimos cómo pasa todo, no sólo el Imperio Romano sino la propia moda del estructuralismo. Esa gente enarbola la sincronía como un garrote y al que sale con antigüedades como ésta, un golpe en la cabeza, mientras se profieren palabras como reaccionario, subdesarrollo y oscurantista.

Pero sí, hombre, ya lo sabemos, desde la época en que estudiábamos matemáticas, en la década del 30, mucho antes de que se nos viniera la moda desde París. ¿Cómo no íbamos a saber que "La pasión según San Mateo" o un gusano son estructuras? Tampoco ignorábamos que era una saludable reacción contra los atomistas, los positivistas y los fanáticos del historicismo. Pero se les fue la mano. Vean con la lengua: una realidad en perpetuo cambio, en la que, tarde o temprano -¡oh, diacronía de las ideas!- hay que aceptar el modesto pero demoledor hecho de la transformación de las estructuras, aunque sea como una sucesión de estados sincrónicos; tarde o temprano hay que admitir que en todo estado de una lengua está oscuramente la energía que conducirá a una nueva estructura.

Bueno, por favor, no es tan deshonroso. En suma, que el estructuralismo es válido haste el momento en que deja de serlo.

Las vulgaridades de la novela

Cuenta Gide en su Journal que Valéry no se decidía a escribir una frase como "La marquise sortit a cinq heures". ¿Y qué prueba eso? Una novela, y hasta una gran novela, está llena de frases tan triviales como ésa, como la vida misma: Hegel también se desayunaba. Además, una ficción es como un continente, en que para llegar a lugares que han de fascinarnos deben atravesarse estúpidas llanuras sin otros atributos que el polvo, el cansancio y la monotonía.

Muchas veces me he preguntado si Valéry no consideró sus impotencias como virtudes. Apuesto a que habría querido escribir el Quijote, que está plagado de marquesas que salen a las cinco. Se pasó la vida hablando de las matemáticas y usando giros de su idioma, que los profanos admiran tanto más cuanto más los ignoran; y sin embargo no pudo aprobar el ingreso a no sé qué escuela por culpa de esas matemáticas. Pascal abandonó a los trece años a esa mujer por la que Valéry suspiró sin poder poseerla. Como para que no escribiera aquella frase rencorosa: "Pascal perdió la oportunidad de darle a Francia la gloria del cálculo infinitesimal".

Y a propósito de Pascal

Es característico que ni él, ni Kierkegaard, ni Nietzsche fuesen filósofos sistemáticos: fueron irregulares, fragmentarios; y tal vez porque en ellos la vida y el misterio son más importantes que la explicación y el sistema. Los tres son emocionales, místicos, atormentados. Devolvieron el pathos al pensamiento, y fueron grandes escritores. Si es cierto que el Absoluto no se alcanza como pretendía Hegel sino por arrebatos y éxtasis, de modo parcial, por pedazos, ellos revelaron vastas regiones de ese misterioso continente.

Psicología con p

Al corregir las pruebas de galera de un libro mio me sorprendí al advertir la grafía "sicológico", donde yo habia puesto "psicológico". Porque aun cuando una editorial se haya jurado una determinada política lingüística, no puede imponérsela a los escritores, que generalmente tienen sus propias ideas sobre el idioma. No ya la dirección de una editorial sino tampoco la propia Real Academia de Madrid tiene derecho a hacerlo, pues al fin de cuentas las normas de ese cuerpo son la consagración de las modalidades impuestas por el pueblo y los escritores.

¿Qué argumentos se pueden oponer a la grafía psi? No, por supuesto, la fonética, ya que la gente culta generalmente la pronuncia así. Y en el caso de que no se la pronunciase, tampoco es un argumento, porque si fuéramos a caer en la locura de escribir las palabras tal como se pronuncian tendríamos que poner payasadas como sológico, asaña y rebolusión, al menos en Buenos Aires.

Por lo demás, que en ningún idioma hay correspondencia entre el lenguaje hablado y el escrito, puesto que el escrito esta fijado por los textos y aquél va cambiando en el espacio y en el tiempo. En alguna parte y en alguna época se pronunciaba o pronuncia "bosque", pero hoy aquí en Buenos Aires decimos "bojque"; del mismo modo, supongo, que en algún tiempo en Francia se decía "mesme", para luego derivar hacia "mejme", y luego a "mehme", para terminar escribiéndose "meme" donde el acento circunflejo indica que allí hubo alguna vez una perecedera ese. Si el lenguaje escrito fuese alterado cada vez que el pueblo y las costumbres fonéticas cambian, sería cosa de no acabar, y una forma más demencial de dividir el territorio lingüístico en parcelas liliputienses: ya que habría que usar una forma para Buenos Aires, con sus "bojques" y "yubias", y otra para Santiago del Estero, con sus "bosques" y "iubias". Pero qué digo, habría que establecer una lengua para el Barrio Norte de Buenos Aires y otra para La Boca.

Todo idioma se aleja de lo escrito. Y algunos, como el inglés, que allí donde escriben Londres pronuncian Constantinopla. Esos investigadores que andan con grabadores han contado no menos de veinte formas de pronunciar la letra o, entre las cuales la más sorprendente es la que figura en la palabra women.

La lengua oral es tan voluble que a veces hasta imita a la escrita, lo que ya es el colmo de vuelta. Así, antes del Renacimiento se escribia y se pronunciaba "oscuro"; pero los eruditos de la época, por escrúpulo etimológico, apuntalaron la palabra con una b. Podría haberse mantenido muda, como corresponde a una momia o un fósil. Pero las enérgicas educadoras lograron que los chicos pronunciaran finalmente "obscuro". Lo que, por supuesto, y si se dejan de lado los golpes, nada tiene de dramático; hay que tomarlo ahora como una costumbre más y no hacer tanto escándalo. De modo que si a un escritor se le da la real gana de escribirlo sin b, hay que respetarlo. Y si no se lo respeta, hay que protestar. Que es exactamente lo que le pasó a Unamuno cuando un pedante corrector le puso en una de sus pruebas: "¡Ojo! ¡Obscuro!", corrigiendo lo que había escrito don Miguel. A lo que, tachando enérgicamente la insolencia, contestó, también al margen: "¡Oreja! ¡Oscuro!"

Vanguardia y progreso en el arte

La palabra "vanguardia" se la vincula al progreso. Pero en el arte no lo hay (cf. Collingwood), como lo revela el auge que en el París de comienzos de siglo tuvo el arte de los negros y polinesios. En el arte hay acciones y reacciones. Corsi y ricorsi. Hay dialécticas de escuelas, ciclos, sempiterna lucha entre lo apolíneo y lo dionisíaco, entre bizantinismo y vitalismo entre complicación y simplificación, entre artificio y naturalidad, entre claro y oscuro, entre violencia y serenidad, entre romántico y clásico. Y no sólo hay sucesión sino contraposición de tendencias o escuelas (Quevedo y Góngora).

Piénsese, dicho sea de paso, qué "avanzado" resultó de pronto el arte hierático de Ramsés II frente al mero naturalismo europeo. Pero esto del progreso es una manía invencible. ¿Cuál era el personaje de Proust que suponía mejor a Wagner que a Beethoven, nada más que porque vine después? Pero no estoy seguro ni del personaje (una mujer, me parece) ni de los músicos.

jueves, 14 de octubre de 2010

FICCIONES DE JORGE LUIS BORGES.TRES PRÓLOGOS PARA UN SOLO LIBRO.





Jorge Luis Borges. Prólogo de la Editorial.


Ficciones

Hijo de una familia acomodada, Jorge Luis Borges nació en Buenos Aires el 24 de agosto de 1899 y murió en Ginebra, una de sus ciudades amadas, en 1986. Vivió, desde pequeño, rodeado de libros; y, entre 1914 y 1921, y más tarde en 1923, viajó a Europa, lo que le puso en contacto con las vanguardias del momento, a cuya estética se adhirió, especialmente al ultraísmo. En la primera mitad de esa década dirigió las revistas Prisma y Proa. Poeta, narrador y autor de ensayos personalísimos, ganó el premio Cervantes en 1980 y fue un eterno candidato al Nobel, ingresando en la ilustre nómina de quienes, como Proust, Kafka o Joyce, no lo consiguieron. Pero, como ellos, Borges pertenece por derecho propio al patrimonio cultural de la humanidad, y así está reconocido internacionalmente. Ficciones, libro aparecido en 1944, con el que ganó el Gran Premio de Honor de a Sociedad Argentina de Escritores, es uno de los más representativos de su estilo. En él están algunos de sus relatos más famosos, como «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius»; «Pierre Menard, autor del Quijote»; «La biblioteca de Babel» o «El jardín de senderos que se bifurcan». En su caso, hablar de relatos es sólo un modo de entendernos, y a falta de un término más adecuado para designar esta magistral y sugestiva mezcla de erudición, imaginación, ingenio, profundidad intelectual e inquietud metafísica. Metáforas como la del laberinto, la biblioteca que coincidecon el universo o la de la minuciosa reescritura del Quijote, pertenecen al centro del universo borgiano y, a través de sus millones de lectores en todas las lenguas, a la cultura universal.


Prólogo


José Luis Rodríguez Zapatero

El lector que tiene en sus manos Ficciones es una persona en la frontera, un ser humano que está a punto de abandonar el mundo seguro y confortable del que está hecha la vida cotidiana para adentrarse en un territorio absolutamente nuevo. Borges descubre en su obra, o quizás inventa, otra dimensión de lo real. Con seguridad el título, que nos sugiere la idea de mundos imaginados y puramente ilusorios, es sólo una sutil ironía del autor, una más, que nos señala lo terrible y maravillosamente real de sus argumentos. Después de leer a Borges el mundo real multiplica sus dimensiones y el lector, como un viajero romántico, vuelve más sabio, más pleno, o lo que es lo mismo, ya nunca vuelve del todo. Ficciones es una de las más esenciales e inolvidables obras de Borges. En ella se resumen los principales temas, los intereses intelectuales más queridos del autor. En todas las historias de este libro el tiempo es, de un modo u otro, un personaje central. También lo es la literatura, los libros. Libros en los que está escrito el destino de los hombres y que por eso son a la par tan necesarios como inútiles. También el destino es una preocupación borgiana, un destino que no es más que el reconocimiento de que nuestros afanes e inquietudes, que aquello que nos parece incierto, que sólo es un deseo o un temor, tiene otra cara, una cara cierta, cerrada. Lo que en el anverso es azar, en el reverso es necesidad. Quizás, entre las cosas admirables de Borges, la que más me impresiona es su extraña mezcla de pasión y escepticismo, esa mezcla de la que en distinta proporción y cantidad estarnos hechos los seres humanos, pero que en el caso de nuestro autor se dan en un equilibrio y abundancia cuya mejor prueba es su obra. Durante un tiempo, cuando era más joven, estuve enfermo de Borges, todavía no estoy seguro de haberme curado. Cuando uno enferma de Borges se pregunta por qué la gente sigue, seguimos, escribiendo. Todo está en Borges y él lo sabe. Cuando leernos La biblioteca de Babel no podemos evitar la sensación de que en esas pocas páginas están contenidos todos los libros que los hombres han escrito y escribirán, además de todos los restantes, que son la infinita mayoría. Las ruinas circulares son otro ejercicio de la más espléndida metafísica, y uno no sabe cómo salir del sueño que nos propone, realmente el lector ya nunca sale de ese sueño, salvo a través del olvido, pero el olvido no está en las manos del lector, no forma parte de su poder. Es posible que Borges me fulminara con una de esas bellísimas y mortales críticas que podemos leer en sus libros, pero diré que en algún momento llegué a pensar que cada página suya contiene toda su obra, como uno de esos objetos fractales que repiten su estructura creando geometrías tan hermosas como extrañas. Pero este parecido concluye en la forma, Borges nos da más, los textos de Borges no sonamorales, sus héroes son héroes morales, que se someten, a veces hasta la locura, hasta la más lúcida locura, a los códigos de su cultura, de su tiempo y lugar. Es, otra vez, la multiplicidad de esos códigos, las variadas dimensiones de los mismos la que Borges utiliza con extraordinaria maestría para dejarnos atrapados en una libertad infinita. Prologar a Borges resulta muy difícil cuando Borges es el prólogo de uno mismo, y es eso exactamente lo que le ocurre a este prologuista. Quizás la tarea que se propuso Pierre Menard al tratar de escribir el Quijote no sea tan extraña, uno se ve muchas veces haciendo cosas parecidas a la que intentó Menard, como ocurre ahora. El lector debe estar tranquilo, porque él ese verdadero héroe de la obra de Borges, una obra que es una aventura que debe vivir como quiere el autor cuando dice: «Así combatieron los héroes, tranquilo el admirable corazón, violenta la espada, resignados a matar y a morir».




Prólogo de Jorge Luis Borges.

Las ocho piezas de este libro no requieren mayor elucidación. La octava (El jardín de senderos que se bifurcan) es policial; sus lectores asistirán a la ejecución y a todos los preliminares de un crimen, cuyo propósito no ignoran pero que no comprenderán, me parece, hasta el último párrafo. Las otras son fantásticas; una -La lotería en Babilonia no es del todo inocente de simbolismo. No soy el primer autor de la narración La biblioteca de Babel; los curiosos de su historia y de su prehistoria pueden interrogar cierta página del número 59 cíe Sur, que registra los nombres heterogéneos de Leucipo y de Lasswitz, de Lewis Carroll y de Aristóteles. En Las ruinas circulares todo es irreal: en Pierre Menard autor del «Quijote» lo es el destino que su protagonista se impone. La nómina de escritos que le atribuyo no es demasiado divertida pero no es arbitraria; es un diagrama de su historia mental... Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el de explayar en quinientas páginas una idea. cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos. Mejor procedimiento es simular que esos libros ya existen y ofrecer un resumen, un comentario. Así procedió Carlyle en Sartor Resartus; así Butler en The Fair Haven; obras que tienen la imperfección de ser libros también, no menos tautológicos que los otros. Más razonable, más inepto, más haragán, he preferido la escritura de notas sobre libros imaginarios. Éstas son Thön, Uqbar; Orbis Tertius; el Examen de la obra de Herbert Quain; El acercamiento a Almotásim, La última es de 1935; he leído hace poco The Sarred Fount (1901), cuyo argumento general es tal vez análogo. El narrador, en la delicada novela de James, indaga si en B influyen A o C; en El acercamiento a Almotásim, presiente o adivina a través de B la remotísima existencia de la Z, quien B no conoce.

JORGE LUIS BORGES

Buenos Aires, 10 de noviembre de 1941.

Nota: A todos los blogueros latinoamericanos gracias por sus visitas.
Las personas que deseen el libro de Borges con solo que me escriban solo los mandare en version digital. J. Mendez Limbrick. Escritor y abogado.

viernes, 8 de octubre de 2010

EL LABERINTO DEL VERDUGO-NOVELA. PREMIO EDITORIAL COSTA RICA 2009. PREMIO DE NACIONAL DE NOVELA AQUILEO J ECHEVERRÍA 2010.

Del segundo capitulo a mis amigos blogueros escogi un fragmento que espero les guste.
NOTA. Disculpen las faltas de tildes pero el teclado esta en ingles. Gracias.




De los cines-cementerios.

No queriendo desprenderme del cordón umbilical de la Zona Fantasma, por temor a caer en las manos de la policía, decidí alterar las visitas a los diferentes lugares que todavía tenía programados, sea los cines que proyectaban cintas pornográficas y San José de la Montaña. Lo hacía a última hora. ¿Por qué? Fue un rumor o una conciencia más antigua que mi conciencia que me rondaba todas las noches, algo o alguien que me murmuraba que no iniciara los recorridos cerca del Valle de las Muñecas y otras zonas de San José de noche.
La decisión era bien tomada, y esa misma noche que empezaba el recorrido por los cines La Central y el Hilton, se daba una exhaustiva cacería de putas, todas indocumentadas, y de travestis menores de edad en las periferias del Valle de las Muñecas.
La virulencia de las acciones eran un plan minucioso y elaborado por Ernesto Miranda Rojas. ¿La razón? Su cabeza pendía de un hilo por las fuertes críticas días atrás; la ciudadanía estaba descontenta por lo que sucedía: las muertes de las prostitutas que no cesaban con mi detención. Ya muchos empezaban a cuestionar si yo era el asesino.
La ciudadanía no estaba conforme con el jerarca del OIC y los diputados más avezados querían sacar provecho, y si fuera del caso, sacrificarlo políticamente; pero Ernesto no se quedaba de brazos cruzados, realizaba e informaba a los medios de comunicación sobre los allanamientos y la detención de veinte o treinta personas sospechosas con las muertes en la Zona del Vampiro.

***

En los perímetros de los cines La Central, el Hilton y el Metropolitan, el ambiente era de una gran quietud, de una calma que transmigraba a los bombillos de las marquesinas de los cines y que se devolvía en efecto búmeran a los objetos que yo visualizaba. Y mientras nos dirigíamos hacia la boletería, la calle iluminada no dejaba para duda: Felipe y yo éramos los únicos que caminábamos por la ancha acera. Nadie se percibía por los alrededores, ningún ruido hacía colapsar el sonambulismo delicioso que contaminaba nuestros cuerpos.
Me detuve con Felipe en la entrada de la boletería, miré más hacia el sur de los cines: al fondo de la oscuridad y de la noche se percibían los límites entre la Zona Fantasma, la Zona del Pacífico y el enclave del terror: la Zona del Vampiro.
Era absurdo, pero no me importó nada de los acontecimientos que estaba cargando en mi espalda, y en ocasiones sentía que la espalda iba a ser un “tris” y me iba a dejar bocabajo en el suelo. Por unos instantes me desprendía del rencor, la venganza, el miedo, la frustración, la desesperanza, las obsesiones y hasta el deseo del enfrentamiento final con don Julián Casasola Brown. Toda la Zona Fantasma y sus zonas hijas me parecieron que eran las zonas más normales del mundo, que no tenían nada de particular, también me percibía en un adolescente con blue jeans desteñido y raído, con una camisa de lona y con zapatos de suela tractor entrando por curiosidad a un cine barato de pornografía.
Pero no era cierto, en nuestro infortunio la realidad laceraba mi conciencia. La verdad era que ingresaba a un cine porno donde en una cartelera de mal gusto anunciaba el clásico Cuando las colegialas crecen, y de seguido indicaba otro cartelón en tandas continuas varias películas de la gran estrella del cine porno John Holmes, un gringo que su pene le llegaba hasta las mismas rodillas en actitud apacible con la “bestia dormida”, y que a decir verdad, si estaba en guerra y despertaba, su tamaño no aumentaba, ¿para qué? La naturaleza es sabia, siempre me dije que con el órgano del placer tan desmesuradamente grande no crecería mucho en erección, pero los jóvenes de mi época esperaban que en las cintas, Holmes “desenfundara” y –a mí me daba risa– escuchar el cine como si fuera una enorme boca y una enorme garganta exclamar: “¡Aaaahhh, uyyyy, ooohhhh!”; supongo que no era para menos, entretanto Holmes mascando chicle y con una parsimonia de un pulpero o de un carnicero y sin ninguna prisa, acomodaba a la prostituta de cuatro patas para penetrarla y la mujer no menos asustada hacía visajes en su cara por cada centímetro de penetración.
Al final, la estrella porno terminó mal: murió de sida en los años ochenta o a principios de los noventa del siglo pasado, con un promedio aproximado de tres mil películas triple equis, como protagonista, según afirmó una nota periodística.

Ingresamos primero a un salón, los pinballs en hileras aguardaban a los jóvenes, pero nadie jugaba y ese aire viciado con olor a aerosol, polvo de alfombras y comida chatarra giraba a nuestro alrededor. Avanzamos y en otro salón anterior al principal estaban los juegos de videos (no había nadie jugando), más al fondo la urna de las golosinas aguardaba con toda la variedad de comida artificial, incluidos chocolates y turrones italianos que por el alto precio esperaban un milagro para que alguien los comprara. Antes de iniciar el miniviaje de la hibernación, le compré un tarro de Coca Cola y una bolsa de papas a Felipe, quien las aceptó en automático. Felipe miraba con curiosidad cuanto le rodeaba y se movía a su alrededor, hasta que se posó hipnotizado en una urna iluminada con un color azul profundo donde se exhibían pistolas viejas, espadas, espadines, cuchillos y dagas, con letreros de “reward”, que anunciaban jugosas recompensas de bandidos del oeste norteamericano, en especial de: Billy the Kid, Jesse James y otros no tan famosos. Más abajo del material bélico de la urna, en un pequeño letrero se leía que la colección era original y que eran piezas de gran valor. Aminoré el paso, esperé que Felipe consumiera la Coca Cola y las papas, esperé que emergiera del sonambulismo por unos instantes y le dije que mejor me acompañara y que no se alejara demasiado de mí en medio de la oscuridad. Felipe no contestó, se dignó a mirar las gruesas cortinas que teníamos en frente y que daban a la sala de proyección zambulléndose conmigo en la negritud del salón.

Sabía –lógico– que en el cine no estaría don Julián, pero necesitaba el ritual, necesitaba ponerme en forma con actos que debía cumplir. Era una especie de “tótem de la ritualización”, porque de lo contrario suponía que no tendría éxito con la cacería de don Julián. Lo atávico y primitivo salía a flote en mis actos. No me pintarrajeaba la cara con extraños símbolos o colores determinados, imitando a nuestros antepasados antes de iniciar la persecución de un animal, pero sí tenía –repito– que cumplir ciertos ritos y el hecho de volver a algunas zonas antes de empezar con la búsqueda del hombre era necesario para calmar mis nervios y mis obsesiones, de otra manera mi voluntad se podría resquebrajar. ¿Cacería? Sí, porque era un monstruo, no cabía otra palabra, era imposible definir de otra forma lo que yo estaba haciendo, no me importaba que un grupo de personas por medios diferentes estaban llegando a la misma conclusión: los asesinatos de las mujeres no eran obra de un hombre o de una persona llamada Henry de Quincey, supe que el boleto del terror lo tenía que comprar ahí para mi última aventura.

***

Se afinó el ojo en medio de la oscuridad y pude observar en el Hilton –años atrás sucedía con las mismas variables– a un grupo de personas desperdigadas en medio del salón. Eran siluetas inmóviles, otras inquietas llegaban a saciar insatisfacciones volcando en los filmes de pornografía barata toda su frustración de mujeres inalcanzables (para ellos obreros de fábricas y de maquilas), que imaginaban ser los hombres europeos que les hacían el sexo a rubias nórdicas en el capó de lujosos autos y en medio de un bosque de pinos con un paisaje de ensueño.
Pensé que era curioso pero a las nuevas generaciones no les satisfacía tanto la pornografía de salón o de cine, a diferencia de las generaciones anteriores a las que yo pertenecía. Mi generación de voyeuristas y de masturbadores en cines se esfumaba para nunca retornar, ahora los jóvenes iniciaban el ascenso y la ruta de una pornografía desde sus casas, jefeadas por el ciberespacio: mayor anonimato, mayor comodidad, mayor privacidad, menos ojos observando.
Los cines de pornografía se desplazaban en su totalidad a la Zona Fantasma y estaban a punto de colapsar, se mantenían a flote por una minoría de depravados consuetudinarios que acechaban en las sombras y fermentaban sus vicios en la oscuridad, en un aquelarre.
Seguí caminando en medio de la penumbra buscando nada, avanzando entre las sombras por el hecho de avanzar, de buscar algo que ignoraba qué era; los hombres al mirarnos con disimulo dejaban de masturbarse y otros no les importaba y seguían haciéndolo.
Era curioso pero en momentos sentí una profunda lástima por la pequeña casta de frustrados virtuales, hombres solitarios y desperdigados por el salón que buscaban más soledad: en hileras y espaciados unos de otros por varios asientos observaban las películas porno. Y en los rituales de la oscuridad no observé en el cine ninguna mujer en solitario, quizá atisbé dos o cuatro parejas gravitando maliciosamente, latigando con su presencia y desprecio la soledad de los “otros”, y cavilé que muchos de aquellos hombres no tendrían ninguna compañía cuando llegaran a su casa, que vivirían con un gato o un perro –sin pedigrí, por supuesto– o que alquilarían un cuarto en una casa de familia, o que eran hombres tímidos y que el mayor contacto sexual con una mujer era la pantalla y el celuloide, o que tal vez serían profesores de bachillerato por madurez viviendo de una paupérrima mensualidad que apenas les alcanzaría para sus gastos primarios y tendrían de único consuelo en el celibato a una madre octogenaria, que esperaría al hijo para compartir una taza de té por las noches. Me imaginé que el cine Hilton era un enorme cementerio con grandes mausoleos, con caminos que no conducían a ninguna parte, donde la vista se cansaba de observar tanto mármol convertido en ángeles y en cruces, en lápidas blancas pero sin nombres, un cine-mausoleo, un cine-cementerio de deseos idos, esfumados, la erotización asesinada en las imágenes de aquellas mujeres; sentí que hurgaba en un enorme paisaje de ocasos triste y hediondo a muerte, o que el gran salón del Hilton era una boca sedienta de sexo, sexo y más sexo insatisfecho.
Felipe miraba la pantalla sin que los músculos de su cara se aligeraran o cambiaran de postura, no importaba que en la pantalla una chica estuviera haciendo sexo de cuatro patas o que le hiciera el sexo oral con una cara virginal a un hombre maduro, la cara de Felipe seguía inmutable... Continuamos caminando...
A la mitad del salón me detuve y Felipe lo hizo detrás de mí. Volví a mirar con tristeza aquel paisaje de penumbras y de deseos anquilosados, por un instante especulé dirigirme al segundo piso del cine, pero desistí de la idea, ¿para qué? Ya veía suficiente. Esta segunda vez, me dije, no aparecía el puente de comunicación, la energía que fluyera en un éter en el espacio de aquel cine decadente que sí sucedía años atrás en La Central; en el Hilton no operaba el mecanismo de los reencuentros, se perdía la posibilidad que pudiera arrojarme a navegar en los canales de energía en los que navegué la primera vez, para iniciar la ruta del asalto final en contra de don Julián Casasola Brown. Esta ocasión el canal estaba perdido, “esfumado”, las coordenadas de tiempo y espacio no eran las mismas.

Salimos a la noche y nada cambiaba, por supuesto, la Zona Fantasma continuaba metamorfoseada en un duende dormido. Algunos transeúntes se detenían y miraban las carteleras de los cines Hilton, Metropolitan y La Central para decidir a cuál iban a ingresar para chapotear con sus malditas frustraciones.
Las luces de las marquesinas iluminaban con agresividad el pavimento y las vidrieras de los cines. Me resistí a observar las figuras en los ventanales que reflejaban a los locos que la policía perseguía, pero la realidad no se podía ocultar: en un ventanal teñido de un marrón oscuro estaba yo, Henry de Quincey, regordete, semicalvo y con el poco pelo enmarañado que todavía se negaba a abandonar mi cabeza, con un saco sport a cuadros, una camisa también a cuadros y sin corbata... y para rematar la imagen –de bufón en busca de circo–, un pantalón de lona color caqui dos o tres tallas más que la mía; una vestimenta que el Gran Archivero de la Noche me conseguía de buena voluntad pero que odié el primer día que la vi y me la puse, pero ¿qué hacer? Lo otro era salir con el uniforme de loco que nos vestían en el sanatorio. ¿Cómo negar la figura que proyectaba hacia los otros? ¿Y Felipe? No andaba muy lejos en su indumentaria de payaso de turno.

En la acera del Hilton le dije a Felipe que no tenía intención de entrar a La Central, que ya bastaba, que era suficiente con lo que habíamos visto en el Hilton, que “el acto” lo hacía –el ingresar al cinema porno y estar en medio de la oscuridad observando personas– por una especie de ritual que yo suponía me llevaría a ponerme en sintonía con don Julián, o algo parecido, pero que ya no importaba, que la sintonía de “la extraña dimensión” en que cohabité no la hallaba. Felipe no dijo nada.
De camino escuchamos el metro que daba pitazos para avisar que se acercaba a la Zona Fantasma, y recapacité que a la noche siguiente o dentro de una semana tendríamos que tomarlo para hacer otros recorridos que nos estaban esperando.

Fragmento de la Segunda Parte. EL LABERINTO DEL VERDUGO.

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